Mujer rica y abandonada se instala, ultra chic, en el diván de su psicoanalista. Este escucha distraídamente sus quejas, hasta que su mirada es atraída por el sublime abrigo de piel violeta que ella ha dejado en el perchero. Hipnotizado, absolutamente fascinado por la prenda, ignora el monólogo de su paciente y termina probándoselo. “Prada suits everyone”, concluye el oportuno título de este cortometraje firmado por Roman Polanski y presentado en el festival de Cannes el año pasado.
Protagonizada por Helena Bonham Carter y Ben Kingsley, esta pequeña y extravagante joya publicitaria respira el signo de los tiempos: hoy, el humor invade un medio que, a veces, se toma demasiado en serio. Los creadores juegan la carta de la ironía como si quisieran demostrar que no son unos estajanovistas torturados por la creación. La diseñadora parisina Olympia Le-Tan, por ejemplo, monta colecciones retro que giran entorno a personajes tan regocijantes como Bettie Page o Ronnie Spector. Alber Elbaz adorna los vestidos de su colección para Lanvin con collares hip hop que, alegremente, rezan “Happy”, “Help” o “Cool”. Elbaz es el epítome del creador “fun” (sólo hay que ver su bailecito al ritmo del “I know you want me”, de Pitbull, en 2011) y, gracias a ello, jamás pasa desapercibido.
Hoy, el humor es poder. Crea interés. “La burla es una herramienta de comunicación positiva para las marcas –explica el consultor Jean Jacques Picart–. Les permite reírse de sí mismas antes de que otros lo hagan”. Cada vez más, las firmas de lujo se atreven con la autoparodia. En un vídeo para Dior dirigido por John Cameron Mitchell, Marion Cotillard compone una chispeante caricatura de una estrella de cine que, en pleno ataque de nervios, acaba arrojando su bolso: el LA.dy Dior que el vídeo promociona. Alexander Wang se sirve de la humorista americana Anjelah Johnson para componer el personaje de Bon Qui Qui, una insufrible vendedora de la “boutique” del diseñador en el SoHo neoyorquino. Christian Louboutin también se ríe de sus famosos tacones de suela roja: fotografiados por Peter Lippmann como si fueran el cebo en un anzuelo, terminan atrapando a un muchacho desnudo. Habría que estar deprimido para no sonreír frente a estas imágenes que han visto miles de internautas.
Una pareja inesperada
El mundo de la moda ha sido descrito muchas veces como arrogante e insensible. Quizá haya sido la crisis la que ha hecho mella en él, hasta el punto de humanizarlo, más allá de las locuras surrealistas, más ligadas a lo “arty”, que protagonizara Elsa Schiaparelli, allá por los años 30 del pasado siglo. “Hasta hace poco, primaba una distancia más bien fría –explica Marion Darrieutort, fundadora de la consultora Elan–. Hoy la tendencia se ha invertido. Frente al complicado contexto actual, hay dos soluciones: o lloras o aspiras a la felicidad, a pesar de todo. Los estudios muestran que todos deseamos ir hacia lo positivo, de divertirnos y burlar la crisis”. Tomemos, por ejemplo, a Karl Lagerfeld. El emperador del estilo, antiguamente parapetado tras su abanico, se ha convertido en un icono popular que no duda en compartir las aventuras de Choupette, su gata de Birmania, toda una “it cat” con 32.000 seguidores en Twitter.
“King Karl” frecuenta hoy colaboraciones inesperadas. En una campaña de seguridad vial, aparece llevando el obligatorio chaleco con la leyenda: “Es amarillo, es feo y no pega con nada, pero puede salvarte la vida”. Irresistible. “Karl Lagerfeld es divertido –confirma Loïc Prigent, director del documental “Karl se dibuja”–. Los juegos de palabras, las bromas, las segundas intenciones son más que frecuentes en sus colecciones para Channel”. Un par de ejemplos: en su desfile de otoño-invierno, el gorro de visón que se asemeja al peinado de Anna Wintour; y el gigantesco bolso con forma de aro o el “clutch” homenaje a Lego de esta pasada primavera.
Los dorados años 80
“Lagerfeld es un genio de la ironía –coincide Picart–. Pero el más inesperado es Jean Paul Gautier: es un maestro de las piruetas”.Precisamente en su último desfile de alta costura, orquestó un final explosivo en el que la novia, al levantar una falda armada con aros, revelaba la presencia de cuatro adorables chiquillas indias que bajaron de la pasarela riendo. “Siempre nos divertimos en sus desfiles”, continúa Picart. “Los de los años 80 eran aún más increíbles que los de ahora. Los de Kenzo también eran inolvidables. Les pedía a sus modelos que rieran sobre la pasarela y llegó a aparecer sobre un elefante”. No es casualidad que muchos de los que hoy cultivan el humor ya estuvieran presentes hace 20 años. La década de los 80 sigue siendo la época dorada de la euforia y la despreocupación. La globalización y los imperativos económicos de los grandes grupos del lujo aún no habían aparecido y las personalidades fuertes podían expresarse con libertad. Desde entonces, las cosas han cambiado. Y mucho.
“En los años 90, el mundo de las finanzas comenzó a interesarse por la moda e impuso unas nuevas reglas de juego”, analiza Jean Jacques Picart. A su juicio, “la rentabilidad pasó por encima de la libertad de expresión, lo que generó presión sobre la creación”. En sintonía con una época marcada fatalmente por la Guerra del Golfo, la moda se sumó a una corriente creativa más sombría, cerebral y minimalista, encarnada por los diseñadores belgas o japoneses. La despreocupación anterior parecía cosa de un pasado remoto. Hasta ahora.
El retorno de la picardía
Afortunadamente, la moda ha recuperado el sentido del humor. Una alegría y una desbordante fantasía que por fin se atreven a reivindicar tanto los maestros de los 80 como la joven vanguardia que toma su relevo. Es el caso de Carol Lim y Humberto Leon, los nuevos directores artísticos de Kenzo, que decidieron retomar en su colección la frescura y la picardía de la legendaria “boutique” Jungle Jap, abierta en 1970 en París por Kenzo Takada. Sus creaciones chispeantes, alegres y coloristas son un éxito. Como las del del diseñador de Lieja Jean Paul Lespagnard, una fulgurante revelación que en sus presentaciones introduce una sustanciosa dosis de humor que gira alrededor de locos personajes.
Este año, la primera colección de Geraldo da Conceicao para Sonia Rykiel también estaba repleta de guiños que homenajeaban la impertinencia y el anticonformismo de la brillante pelirroja, la misma que por primera vez se atrevió mostrar las costuras de las prendas. “Siempre buscamos proponer la imagen de una mujer vivaz, golosa, sensual, que baila, ríe, canta, habla y flirtea sobre las pasarelas”, cuenta Nathalie Rykiel, vicepresidenta del consejo de administración de la firma e hija de la icónica diseñadora. “Geraldo tiene la apasionante misión de impulsar esta visión en el mundo real, en el mundo de hoy”, reconoce.
En el desfile de su colección primavera-verano 2013, Jean Paul Gautier hizo desfilar a sus estrellas favoritas de los 80: modelos disfrazadas de Annie Lennox, Michael Jackson, Madonna (en la época de “Like a virgin”), Boy George o Grace Jones entusiasmaron a la audiencia. ¿Vuelve un tiempo de risas y canciones? “Con esta colección, quise mostrar que teníamos que recuperar un poco de humor”, confirma el rebelde de la moda. “Hacemos un trabajo serio, pero si no sentimos placer, ya no tiene sentido. El día que ya no me divierta, dejaré la moda”. Ojalá eso no pase jamás.
TÍTULO; PROTAGONISTA, SARA BARRERA, PERIODISTA Y BAILARINA, BOLLYWOOD ES UNA FILOSOFÍA DE VIDA, ES SOÑAR DESPIERTO,.
En
Bollywood, esta tierra de cine “made in Bombay”, donde la música es la
diosa de los cien brazos y pies, siempre espera un “happy ending”. El
clásico “final feliz” de Hollywood, pero con la impronta de la India.
Felicidad eterna mientras dura (la película). Por eso, sus cines están a
rebosar. Sara Barrera lo vive como si hubiera nacido
en el estado de Maharashtra y como si toda la vida hubiera vestido el
sari y llevado un “bindi” entre ceja y ceja. Solo que Saridevi, como se
hace llamar en homenaje a Sridevi, actriz bollywoodiense mítica de los
años 80, vino al mundo en Barcelona (en 1981), es periodista y trabaja todas las mañanas en la emisora de ámbito catalán La Xarxa.
Por las tardes, se pone el “lehenga choli”, conjunto de falda, camiseta
corta y velo; se pinta el “kajal”, la línea que enmarca el ojo; y se
entrega en cuerpo y alma a las coreografías con sello Bollywood. Como profesora o como bailarina del quinteto Bollywood Diamonds.
El flechazo de Sara con esta sensual danza se produjo en Londres, en 2004, cuando vio el musical 'Bollywood Dreams'. Fue una revelación. Inmediatamente se apuntó a clases de danza india y se marchó a la meca cinematográfica. Entrevistó a las grandes estrellas, Shahrukh Khan, Amitabh Bachan y Rani Mujkerjee, y de paso, se coló en una película. Dos retos conseguidos: el sueño de los mil indios que cada día llegan a Bombay en la mano de una española. Hay testigos. Su hermana mayor, la realizadora Raquel Barrera, lo grabó todo en el documental 'Camino a Bollywood'.
Soñar despierta
A Bollywood le acompaña la fama de superficial y hasta de hortera. Sin embargo, una devoción como la de Sara hace sospechar que debe haber algo más que tópico cine comercial. Ella conoce bien sus valores ocultos. Su razón de ser. “Las niñas pequeñas dirán que, de mayores, quieren ser como tal actriz y, en la boda de los primos del Punjab, el día más importante de sus vidas, bailarán una canción que suena en una película. Muchas morirían por conocer a sus actores favoritos. Pero, en realidad, es una filosofía de vida. Soñar despierto. Pensar: me lo voy a pasar bien y ya está, sin preocuparme del mañana. En un país como la India, con tanta desigualdad y corrupción, y una realidad tan dura, se agradece que exista algo tan barato como el cine, tan democrático. Es terapéutico y para todos. La gente de los “slums” dejará de comer si hace falta para poder pagar una entrada”, afirma.
En Bollywood, todo dura más: partidos de criquet de siete días, trayectos de tren interminables, bodas que se alargan hasta media semana y películas de cuatro horas. No hay prisas: los saris tienen siete metros de longitud y lleva su trabajo ponérselos. “La medida del tiempo es distinta a la nuestra”, cuenta Sara. “La gente va al cine a pasar el día. Llega por la mañana, ve dos horas de película, hace un intermedio de media hora, come, vuelve a la sala y, al final, se va a casa tan contenta. Ha cantado, ha vivido una historia y se lo ha pasado bien, junto a toda la familia. Mientras aquí cierran cines, en la India abren”.
Sara importa Bollywood como un concepto total. “Cuando empecé las clases, la gente pensaba que era danza del vientre. Aunque también que movemos las caderas, no tiene nada que ver. Si acaso, el origen oriental. Para mí, no es solo ponerme un “bindi”. Es trasmitir lo que he vivido y lo que vivo cada vez que voy a la India. Bollywood es sinónimo de evasión, de pasártelo bien, pero también es la India. Y eso quiere decir muchas cosas. Me gusta acercarme a su cultura desde el lado más folclórico, pero sin descuidar todo lo social. Si puedo ayudar a cambiar un poquito las cosas, voy a dormir más contenta”.
Embajadora total
Sara es la “didi”, la hermana mayor de las niñas de la calle que viven en los centros de la ONG Aasara. “En mis clases me acuerdo de ellas, pienso cómo Bollywood ayuda a una niña de siete años a olvidar su pasado”. La danza tiene la hechura del “hit” discotequero y el perfil de la luz ondulante del neón, pero también la alumbran los dioses Visnú o Shiva. Es tan sagrada como iconoclasta: alcanza el imposible de ser mundana y divina a la vez. “Está inspirada en los bailes clásicos, sobre todo en el “bharatanatyam” y el “odissi”, que surgieron en los templos para contar la historia mítica de los dioses, y en los bailes folclóricos de cada región.
Pero Bollywood es, sobre todo, fusión. Como si juntáramos sevillanas, chotis y sardana e hiciéramos un refrito con la salsa, el merengue o el flamenco”. La gestualidad es igualmente compleja debido a los “mudra”, las 60 posiciones de las manos, y los movimientos de los ojos. “Como si las esculturas de los templos cobraran vida”, explica Sara. Los ornamentos son, también riquísimos, dignos de un bazar de la Ruta de la Seda. En ellos se cruzan felizmente los “kurtas” y el “lehenga choli”, las tintineantes pulseras (“churiya”) y la abundante pedrería. “Hoy vas por la calle, sobre todo aquí, en Barcelona, y eres uno más. No importa cómo vayas vestido. Yo aprovecho para ponerme un sari en cuanto puedo. La última vez, en una boda”, reconoce.
Bollywood diamonds
El grupo de danza de Sara y cuatro más, baila en eventos solidarios, de empresa, despedidas de solteras y en el restaurante Namasté de Barcelona. Siempre a ritmo de “hits” de Bombay, “éxitos de discoteca con presencia importante de instrumentos como el sitar o el dhol. Al año se hacen 900 películas; en cada una hay cinco o seis temas y de estos, uno será un temazo. Lo que es divertido es que copian un montón, y a su modo. Hacen versiones de “We will rock you” de Queen, la banda sonora de 'Pretty Woman', el 'Wannabe' de las Spice Girls o la lambada”.
Por si fuera poco, se explaya, “como los actores hacen “playback”, 10 cantantes tienen el monopolio de todas las canciones: son como dioses. En la India, la música está en todas partes. Hasta en los “rickshaw” la llevan a todo volumen. Cantan cuando nacen, cuando se casan y cuando mueren”. ¿Lo que más echa de menos de allí? “El modo de entender los valores (si te dan su palabra, es al cien por cien), el respeto a los suyos, sentir Bollywood las 24 horas del día y ese concepto de vivir al día. Vivir sabiendo que hoy puedes ser rico y mañana ser pobre”.
Por lo demás, Saridevi ha escrito un libro mano a mano con Carolina Velasco (“Bollywood”, LiniaZero Editorial); ha asesorado a la compañía La Cubana en su último espectáculo, “Campanadas de boda”; y ha bailado el Día de la Independencia en la Embajada de la India. Para saludar siempre recurre al hindú “Namasté”.
Leer más: Sara Barrera: "Bollywood es una filosofía de vida, es soñar despierto" -- Mujerhoy.com -- http://www.mujerhoy.com/hoy/mujeres-hoy/sara-barrera-bollywood-filosofia-740646082013.html#VzW1MeICi6yFYYFY
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En Bollywood, esta tierra de cine “made in Bombay”, donde la música es
la diosa de los cien brazos y pies, siempre espera un “happy ending”. El
clásico “final feliz” de Hollywood, pero con la impronta de la India.
Felicidad eterna mientras dura (la película). Por eso, sus cines están a
rebosar. Sara Barrera lo vive como si hubiera nacido
en el estado de Maharashtra y como si toda la vida hubiera vestido el
sari y llevado un “bindi” entre ceja y ceja. Solo que Saridevi, como se
hace llamar en homenaje a Sridevi, actriz bollywoodiense mítica de los
años 80, vino al mundo en Barcelona (en 1981), es periodista y trabaja todas las mañanas en la emisora de ámbito catalán La Xarxa.
Por las tardes, se pone el “lehenga choli”, conjunto de falda, camiseta
corta y velo; se pinta el “kajal”, la línea que enmarca el ojo; y se
entrega en cuerpo y alma a las coreografías con sello Bollywood. Como profesora o como bailarina del quinteto Bollywood Diamonds.
El flechazo de Sara con esta sensual danza se produjo en Londres, en 2004, cuando vio el musical 'Bollywood Dreams'. Fue una revelación. Inmediatamente se apuntó a clases de danza india y se marchó a la meca cinematográfica. Entrevistó a las grandes estrellas, Shahrukh Khan, Amitabh Bachan y Rani Mujkerjee, y de paso, se coló en una película. Dos retos conseguidos: el sueño de los mil indios que cada día llegan a Bombay en la mano de una española. Hay testigos. Su hermana mayor, la realizadora Raquel Barrera, lo grabó todo en el documental 'Camino a Bollywood'.
Soñar despierta
A Bollywood le acompaña la fama de superficial y hasta de hortera. Sin embargo, una devoción como la de Sara hace sospechar que debe haber algo más que tópico cine comercial. Ella conoce bien sus valores ocultos. Su razón de ser. “Las niñas pequeñas dirán que, de mayores, quieren ser como tal actriz y, en la boda de los primos del Punjab, el día más importante de sus vidas, bailarán una canción que suena en una película. Muchas morirían por conocer a sus actores favoritos. Pero, en realidad, es una filosofía de vida. Soñar despierto. Pensar: me lo voy a pasar bien y ya está, sin preocuparme del mañana. En un país como la India, con tanta desigualdad y corrupción, y una realidad tan dura, se agradece que exista algo tan barato como el cine, tan democrático. Es terapéutico y para todos. La gente de los “slums” dejará de comer si hace falta para poder pagar una entrada”, afirma.
En Bollywood, todo dura más: partidos de criquet de siete días, trayectos de tren interminables, bodas que se alargan hasta media semana y películas de cuatro horas. No hay prisas: los saris tienen siete metros de longitud y lleva su trabajo ponérselos. “La medida del tiempo es distinta a la nuestra”, cuenta Sara. “La gente va al cine a pasar el día. Llega por la mañana, ve dos horas de película, hace un intermedio de media hora, come, vuelve a la sala y, al final, se va a casa tan contenta. Ha cantado, ha vivido una historia y se lo ha pasado bien, junto a toda la familia. Mientras aquí cierran cines, en la India abren”.
Sara importa Bollywood como un concepto total. “Cuando empecé las clases, la gente pensaba que era danza del vientre. Aunque también que movemos las caderas, no tiene nada que ver. Si acaso, el origen oriental. Para mí, no es solo ponerme un “bindi”. Es trasmitir lo que he vivido y lo que vivo cada vez que voy a la India. Bollywood es sinónimo de evasión, de pasártelo bien, pero también es la India. Y eso quiere decir muchas cosas. Me gusta acercarme a su cultura desde el lado más folclórico, pero sin descuidar todo lo social. Si puedo ayudar a cambiar un poquito las cosas, voy a dormir más contenta”.
Embajadora total
Sara es la “didi”, la hermana mayor de las niñas de la calle que viven en los centros de la ONG Aasara. “En mis clases me acuerdo de ellas, pienso cómo Bollywood ayuda a una niña de siete años a olvidar su pasado”. La danza tiene la hechura del “hit” discotequero y el perfil de la luz ondulante del neón, pero también la alumbran los dioses Visnú o Shiva. Es tan sagrada como iconoclasta: alcanza el imposible de ser mundana y divina a la vez. “Está inspirada en los bailes clásicos, sobre todo en el “bharatanatyam” y el “odissi”, que surgieron en los templos para contar la historia mítica de los dioses, y en los bailes folclóricos de cada región.
Pero Bollywood es, sobre todo, fusión. Como si juntáramos sevillanas, chotis y sardana e hiciéramos un refrito con la salsa, el merengue o el flamenco”. La gestualidad es igualmente compleja debido a los “mudra”, las 60 posiciones de las manos, y los movimientos de los ojos. “Como si las esculturas de los templos cobraran vida”, explica Sara. Los ornamentos son, también riquísimos, dignos de un bazar de la Ruta de la Seda. En ellos se cruzan felizmente los “kurtas” y el “lehenga choli”, las tintineantes pulseras (“churiya”) y la abundante pedrería. “Hoy vas por la calle, sobre todo aquí, en Barcelona, y eres uno más. No importa cómo vayas vestido. Yo aprovecho para ponerme un sari en cuanto puedo. La última vez, en una boda”, reconoce.
Bollywood diamonds
El grupo de danza de Sara y cuatro más, baila en eventos solidarios, de empresa, despedidas de solteras y en el restaurante Namasté de Barcelona. Siempre a ritmo de “hits” de Bombay, “éxitos de discoteca con presencia importante de instrumentos como el sitar o el dhol. Al año se hacen 900 películas; en cada una hay cinco o seis temas y de estos, uno será un temazo. Lo que es divertido es que copian un montón, y a su modo. Hacen versiones de “We will rock you” de Queen, la banda sonora de 'Pretty Woman', el 'Wannabe' de las Spice Girls o la lambada”.
Por si fuera poco, se explaya, “como los actores hacen “playback”, 10 cantantes tienen el monopolio de todas las canciones: son como dioses. En la India, la música está en todas partes. Hasta en los “rickshaw” la llevan a todo volumen. Cantan cuando nacen, cuando se casan y cuando mueren”. ¿Lo que más echa de menos de allí? “El modo de entender los valores (si te dan su palabra, es al cien por cien), el respeto a los suyos, sentir Bollywood las 24 horas del día y ese concepto de vivir al día. Vivir sabiendo que hoy puedes ser rico y mañana ser pobre”.
Por lo demás, Saridevi ha escrito un libro mano a mano con Carolina Velasco (“Bollywood”, LiniaZero Editorial); ha asesorado a la compañía La Cubana en su último espectáculo, “Campanadas de boda”; y ha bailado el Día de la Independencia en la Embajada de la India. Para saludar siempre recurre al hindú “Namasté”.
Leer más: Sara Barrera: "Bollywood es una filosofía de vida, es soñar despierto" -- Mujerhoy.com -- http://www.mujerhoy.com/hoy/mujeres-hoy/sara-barrera-bollywood-filosofia-740646082013.html#VzW1MeICi6yFYYFY
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El flechazo de Sara con esta sensual danza se produjo en Londres, en 2004, cuando vio el musical 'Bollywood Dreams'. Fue una revelación. Inmediatamente se apuntó a clases de danza india y se marchó a la meca cinematográfica. Entrevistó a las grandes estrellas, Shahrukh Khan, Amitabh Bachan y Rani Mujkerjee, y de paso, se coló en una película. Dos retos conseguidos: el sueño de los mil indios que cada día llegan a Bombay en la mano de una española. Hay testigos. Su hermana mayor, la realizadora Raquel Barrera, lo grabó todo en el documental 'Camino a Bollywood'.
Soñar despierta
A Bollywood le acompaña la fama de superficial y hasta de hortera. Sin embargo, una devoción como la de Sara hace sospechar que debe haber algo más que tópico cine comercial. Ella conoce bien sus valores ocultos. Su razón de ser. “Las niñas pequeñas dirán que, de mayores, quieren ser como tal actriz y, en la boda de los primos del Punjab, el día más importante de sus vidas, bailarán una canción que suena en una película. Muchas morirían por conocer a sus actores favoritos. Pero, en realidad, es una filosofía de vida. Soñar despierto. Pensar: me lo voy a pasar bien y ya está, sin preocuparme del mañana. En un país como la India, con tanta desigualdad y corrupción, y una realidad tan dura, se agradece que exista algo tan barato como el cine, tan democrático. Es terapéutico y para todos. La gente de los “slums” dejará de comer si hace falta para poder pagar una entrada”, afirma.
En Bollywood, todo dura más: partidos de criquet de siete días, trayectos de tren interminables, bodas que se alargan hasta media semana y películas de cuatro horas. No hay prisas: los saris tienen siete metros de longitud y lleva su trabajo ponérselos. “La medida del tiempo es distinta a la nuestra”, cuenta Sara. “La gente va al cine a pasar el día. Llega por la mañana, ve dos horas de película, hace un intermedio de media hora, come, vuelve a la sala y, al final, se va a casa tan contenta. Ha cantado, ha vivido una historia y se lo ha pasado bien, junto a toda la familia. Mientras aquí cierran cines, en la India abren”.
Sara importa Bollywood como un concepto total. “Cuando empecé las clases, la gente pensaba que era danza del vientre. Aunque también que movemos las caderas, no tiene nada que ver. Si acaso, el origen oriental. Para mí, no es solo ponerme un “bindi”. Es trasmitir lo que he vivido y lo que vivo cada vez que voy a la India. Bollywood es sinónimo de evasión, de pasártelo bien, pero también es la India. Y eso quiere decir muchas cosas. Me gusta acercarme a su cultura desde el lado más folclórico, pero sin descuidar todo lo social. Si puedo ayudar a cambiar un poquito las cosas, voy a dormir más contenta”.
Embajadora total
Sara es la “didi”, la hermana mayor de las niñas de la calle que viven en los centros de la ONG Aasara. “En mis clases me acuerdo de ellas, pienso cómo Bollywood ayuda a una niña de siete años a olvidar su pasado”. La danza tiene la hechura del “hit” discotequero y el perfil de la luz ondulante del neón, pero también la alumbran los dioses Visnú o Shiva. Es tan sagrada como iconoclasta: alcanza el imposible de ser mundana y divina a la vez. “Está inspirada en los bailes clásicos, sobre todo en el “bharatanatyam” y el “odissi”, que surgieron en los templos para contar la historia mítica de los dioses, y en los bailes folclóricos de cada región.
Pero Bollywood es, sobre todo, fusión. Como si juntáramos sevillanas, chotis y sardana e hiciéramos un refrito con la salsa, el merengue o el flamenco”. La gestualidad es igualmente compleja debido a los “mudra”, las 60 posiciones de las manos, y los movimientos de los ojos. “Como si las esculturas de los templos cobraran vida”, explica Sara. Los ornamentos son, también riquísimos, dignos de un bazar de la Ruta de la Seda. En ellos se cruzan felizmente los “kurtas” y el “lehenga choli”, las tintineantes pulseras (“churiya”) y la abundante pedrería. “Hoy vas por la calle, sobre todo aquí, en Barcelona, y eres uno más. No importa cómo vayas vestido. Yo aprovecho para ponerme un sari en cuanto puedo. La última vez, en una boda”, reconoce.
Bollywood diamonds
El grupo de danza de Sara y cuatro más, baila en eventos solidarios, de empresa, despedidas de solteras y en el restaurante Namasté de Barcelona. Siempre a ritmo de “hits” de Bombay, “éxitos de discoteca con presencia importante de instrumentos como el sitar o el dhol. Al año se hacen 900 películas; en cada una hay cinco o seis temas y de estos, uno será un temazo. Lo que es divertido es que copian un montón, y a su modo. Hacen versiones de “We will rock you” de Queen, la banda sonora de 'Pretty Woman', el 'Wannabe' de las Spice Girls o la lambada”.
Por si fuera poco, se explaya, “como los actores hacen “playback”, 10 cantantes tienen el monopolio de todas las canciones: son como dioses. En la India, la música está en todas partes. Hasta en los “rickshaw” la llevan a todo volumen. Cantan cuando nacen, cuando se casan y cuando mueren”. ¿Lo que más echa de menos de allí? “El modo de entender los valores (si te dan su palabra, es al cien por cien), el respeto a los suyos, sentir Bollywood las 24 horas del día y ese concepto de vivir al día. Vivir sabiendo que hoy puedes ser rico y mañana ser pobre”.
Por lo demás, Saridevi ha escrito un libro mano a mano con Carolina Velasco (“Bollywood”, LiniaZero Editorial); ha asesorado a la compañía La Cubana en su último espectáculo, “Campanadas de boda”; y ha bailado el Día de la Independencia en la Embajada de la India. Para saludar siempre recurre al hindú “Namasté”.
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