sábado, 3 de agosto de 2013

¿Qué es lo que vuelve loca a una mujer?/ ¿Nos pone el verano más 'calientes'?

TÍTULO; ¿Qué es lo que vuelve loca a una mujer?

Profesionales del sexo revelan sus armas para dejar a las mujeres satisfechas y apuntan las asignaturas que, la gran mayoría de los hombres, tienen todavía pendientes en la cama.

El oído también puede ser un órgano sexual y las palabras un instrumento de excitación.
Foto: Everett Collection
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COVER Quien piense que el sexo es algo instintivo y que cuando llegue el momento algo en nuestro cuerpo o cabeza nos dirá lo que hay que hacer, confía demasiado en la madre naturaleza. Los que crean que viendo material porno pueden hacerse con una guía de por donde van los tiros y aplicarla, punto por punto a la realidad, sobrevaloran el poder didáctico de los medios audiovisuales, y quienes aborden el sexo como una materia a estudiar con metodología científica, libros, estadísticas y estudios llevados a cabo por prestigiosas universidades, conseguirán que este pierda toda su magia.
Los caminos que conducen a la sexualidad, con mayúsculas –cuando uno siente lo que realmente significa la palabra placer– son infinitos. Una amiga terapeuta me contó que trataba a una mujer de unos 50 y tantos años que nunca había tenido orgasmos. Era ama de casa y estaba casada y con hijos. Ninguno en la pareja se preguntó nunca si se lo pasaban bien en la cama, o a lo mejor pensaban que eso era todo, y que el sexo realmente estaba sobrevalorado. El marido muere. A ella, en plena menopausia, se le revolucionan las hormonas, empieza a pensar que a lo mejor, en eso de la cama había algo más y un día, mientras ve en televisión, al tiempo que se masturba, consigue correrse. Temerosa, llama a su terapeuta porque cree que algo extraño le ha ocurrido.
“No hay mujeres frígidas sino hombres inexpertos”, rezaba un dicho que cada vez se oye menos. No es justo culpar a los demás de nuestros problemas o limitaciones, lo que no descarta que todavía siga habiendo hombres y mujeres ineptos en materia erótica y, lo peor de todo, con pocas intenciones de aprender, puesto que creen que se han revisado ya el temario entero.
Dani, 36 años, se dio cuenta de sus propias lagunas cuando empezó a ejercer de gigoló. Siempre tuvo un físico agradecido y un día le propusieron trabajar de boy en despedidas de soltera. Al poco tiempo, sus servicios se fueron ampliando y diversificando. “Cuando me preguntan ¿Qué vuelve locas a las mujeres? Contesto que muchas cosas y a cada una la suya, pero una regla básica es trabajar a fondo los preliminares. Es como cuando vas a correr o a hacer ejercicio, cuanto más calentamiento haces, mejor aguantas y entrenas. Y no me refiero al tópico de que las mujeres son más románticas y quieren que se les dore la píldora, simulando un encuentro, una cena y todo eso. Es algo físico, es como una maquina que tarda más en encenderse y que necesita más tiempo para empezar a funcionar y rendir al cien por cien”.
La conversación con Dani, poco acostumbrado a verbalizar y racionalizar sus estrategias laborales, nos lleva a la conclusión de que hay dos tipos de preliminares: psicológicos y físicos. “Es básico que tu clienta se sienta única, alguien especial. Uno puede acostarse con muchas mujeres cada mes, pero en ese momento, ella debe ser la más importante. Más que los piropos, que están muy bien, pero que repetidos pueden sonar algo falsos, lo mejor es interesarse por ella. Preguntarle sobre su vida e incluso por qué ha decidido recurrir a este tipo de servicios. Mostrarse seducido es también deseable, y a veces no hay que fingir. Me he encontrado con clientas con las que he pensado lo afortunado que era por poder follármelas y que además me pagaran, aunque también ha ocurrido lo contrario. Pero porque este sea mi trabajo, no quiere decir que el sexo me aburra y que me de ya todo igual. El día que eso pase será el momento de dejarlo”.
Bruno, 31 años, brasileño, compagina su trabajo como pintor de brocha gorda con labores más llevaderas, lo que en Brasil se conoce como garoto de programa, en parte por completar su salario y en parte por diversión. “Cuando llegué a España no conocía a nadie y me metí en una página para ligar con chicas. Luego me di cuenta que esa era también una forma de mejorar mis ingresos. Algunas mujeres ofrecían ayuda económica a cambio de sexo y así mataba dos pájaros de un tiro, pero no les cobro a todas. No me considero un profesional, no vivo solo de esto y puedo permitirme elegir”.
El arma secreta de Bruno es tocar, acariciar y sobre todo hablar y susurrar. “Me extraña mucho cuando veo ciertas películas porno, o estoy con algunas personas que no hablan ni dicen nada en la cama. ¿Guardan pacto de silencio? En Brasil hablamos mucho, decimos cosas lindas o avanzamos lo que les vamos a hacer la próxima vez, porque el oído es un órgano muy erótico para nosotros. Quizás por eso damos tanta importancia a la música. Yo no concibo estar con una mujer y no decir nada”.
¿Seguimos las mujeres pendientes de satisfacer a nuestra pareja, en vez de que esta nos satisfaga a nosotras? Dani cree que lo bueno de pagar por sexo es que “te ves libre de tener que trabajar, puedes permitirte no hacer nada y que te lo hagan todo a ti. Ser egoísta y centrarte en disfrutar, en vez de tratar de quedar bien con el otro. Yo creo que a las mujeres les convendría más un poco de esta filosofía. Es verdad que tradicionalmente los hombres han sido más egoístas, van más a lo suyo. Son más genitales y con las mujeres no puedes ir directo a la entrepierna. Estimular demasiado y antes de tiempo el clítoris o la zona vaginal puede producir un efecto contrario. Es una zona delicada y hay que abordarla poco a poco. Antes hay que pasar por el cuello, la espalda, los muslos, los pechos… Justo lo contrario a lo que pasa todavía en muchas cintas porno, diseñadas para hombres".
El sexo oral es otra de las grandes asignaturas pendientes para los hombres en materia del sexo y, me temo que las recientes declaraciones de Michael Douglas al respecto, no harán más que aplazarla de nuevo hasta septiembre. “¿Por qué es tan difícil encontrar un hombre que lo haga bien?”, se preguntaba una amiga, “la mayoría se dedican a hundir su cara ahí  y a babear con un total desconocimiento de la anatomía femenina”.
Bruno cree que el cunnilingus es la prueba de oro para doctorarse en sexología porque “muchas mujeres no llegan al orgasmo con la penetración, pero casi todas lo consiguen con el sexo oral. Realmente no es fácil y probablemente sea lo más cansado y laborioso del trabajo masculino. Por eso muchos lo descartan. Además, hay que seguir una técnica, empezar describiendo pequeños círculos alrededor del clítoris…”.
Otra cosa que aprendió Dani en su trato con las mujeres es que no solo es importante lo que se le haga a la pareja y hacerlo lo mejor posible, sino el ritmo y como entrelazar las diferentes practicas. “Cuando no hay una fluidez en todo lo que se hace, se puede caer en el mecanicismo. Ahora una postura, ahora otra, con total frialdad, cuando debería haber un ritmo más envolvente y espontáneo, que es lo que ocurre cuando los dos miembros de la pareja están calientes, no pueden más y todo se adereza con besos, arañazos, caricias… Hay que alternar la ternura con lo salvaje. Y por supuesto, los ritmos lentos con los más rápidos. La gente tiene la idea de que se siente más a mayor velocidad, pero no siempre es así. Generalmente las mujeres tienen más placer cuando uno va más lento”.
Lo primero que le sorprendió a Bruno cuando entró en el misterioso mundo del sexo es la poca comunicación que todavía existe entre las parejas. “Se supone que los programas de televisión y los expertos aconsejan que se discutan los problemas, se hable de lo que le gusta a cada uno, se traten de buscar soluciones, pero la realidad es otra. Hay muchas mujeres que nunca han tenido un orgasmo y su marido no lo sabe, o no se da cuenta, o nunca se para a preguntar si ella se lo pasa bien. Si algo he aprendido en este oficio es reconocer cuando una mujer se corre. Por mucho que finjan no pueden engañarme porque son respuestas del cuerpo, que no se pueden esconder”.
 

TÍTULO; ¿Nos pone el verano más 'calientes'?

Sexualmente hablando, el verano es la estación más excitante pero, ¿se debe esto a cambios químicos u hormonales o a las vacaciones, la ausencia de estrés y los cuerpos bronceados y ligeros de ropa? Los expertos opinan.


Foto: Everett Collection

cover Siempre he tenido predilección por el verano y las historias al estilo de las de Tennessee Williams, en las que el calor es uno de los principales protagonistas, catalizador para desatar las pasiones y los instintos menos domesticados. La ventana indiscreta, Fuego en el cuerpo, La tentación vive arriba, Un tranvía llamado deseo, Últimas tardes con Teresa... Las largas noches de insomnio y las altas temperaturas parecen tener el poder de desenmascarar al más pintado y la vida se vuelve más extrema, sin medias tintas. Las auténticas personalidades afloran en el patio de recreo que supone el verano, ese paréntesis a la rutina anual, en el que tenemos la sensación de que la vida es mucho más fácil de lo que parece o de lo que nos han hecho creer. It’s summertime and the living is easy –es verano y vivir es más fácil- como decía la canción compuesta por George Gershwin y reinterpretada mil veces por los grandes del jazz.
Gran parte de los argumentos de esas maravillosas historias tienen su base en la teoría de que el calor enciende nuestro deseo y hace subir nuestra libido con consecuencias a veces maravillosas, a veces nefastas. La ropa más ligera e insinuante, las ganas de refrescarse, los largos días de vacaciones por delante, sin nada que hacer, son mucho más efectivos en nuestro apetito sexual que el más potente de los afrodisíacos. La gran mayoría de los mortales coincidiría en que todo esto es cierto y que, en general, los caribeños demuestran más interés por el sexo y más pasión que los funcionarios de Dusseldorf, y que cuando estos últimos viajan a un país más cálido experimentan una leve trasformación de su personalidad –aunque los calcetines los sigan manteniendo- . La duda está en si todos estos cambios que el verano produce en nuestra libido tienen una base científica o responden, más bien, a factores medioambientales.
La luz del sol y su mayor duración en los inacabables días estivales parece que ejerce una importante influencia en ciertas sustancias que juegan un papel clave en la vida sexual de muchas especies, ya que la primavera y el verano son las épocas más propicias para el apareamiento. Estudios del Boston State Hospital, llevados a cabo por el doctor Abraham Myerson, que falleció en 1948, encontraron que los rayos ultravioleta  incrementaban el nivel de testosterona en los machos en un 120%, mientras que en las hembras liberaban estrógenos, lo que favorecía la ovulación. Por una vez, la naturaleza parece que predispone a los dos sexos para que coincidan y hagan juntos cosas sucias, con el fin de perpetuar la especie.
Los científicos no parecen ponerse de acuerdo en si esto es del todo cierto y a que especies afecta. Para el sexólogo Manuel Lucas, miembro de la Sociedad Española de Intervención en Sexología, la única evidencia del aumento del deseo en tiempos de calor se encontró en los rumiantes silvestres (bovinos, caprinos, camélidos…). A los ejemplares de esta especie les sube la actividad testicular durante el verano, provocándoles un mayor crecimiento de la cornamenta. “Aunque la mayor parte de los estudios se han realizado con animales, parece que también en el hombre el efecto solar podría aumentar los niveles de testosterona, sobre todo al final del verano. Esta estación, por tanto, predispone a la mayor liberación de estas hormonas de una manera natural”, sostiene Lucas en su trabajo.
La serotonina es un neurotransmisor que se produce en el cerebro y que nos hace sentir bien, nos proporciona sensaciones de placer y aumenta con el ejercicio físico, la luz solar y la buena alimentación. La luminosidad tiene un efecto directo en la producción de esta sustancia, que además de hacernos ver la vida de color de rosa, también incrementa nuestra excitación sexual, como sentencia Ray Sahelian, experto en ciencia y nutrición por la Drexel University y autor del libro Mind Boosters -Potenciadores de la mente- (St. Martin’s Gritin).
El calor también relaja los músculos, y al tener la piel más al descubierto intensifica las sensaciones receptivas. En una palabra, nos vuelve más sensuales, estando más en contacto con nuestro cuerpo y sus demandas, como comenta la psicóloga y terapeuta sexual norteamericana, Stella Resnick, en su libro Reencontrar el placer (Urano). Las capas de ropa que nos vemos obligados a llevar en invierno son los mejores aliados de los defensores de la castidad, aunque un calor excesivo puede provocar también un efecto antilujuria y causar irritabilidad y agresividad.
Sin embargo, no todos creen en este determinismo endocrino, la sexóloga Pilar Cristóbal, sostiene que la mayor predisposición que tenemos en verano a disfrutar del sexo no se debe a sustancias químicas, sino a que variamos nuestro estilo de vida. “El deseo se genera en el cerebro y este es el que debe dar permiso para que haya interés en el sexo”, comenta Cristóbal. “Si estamos estresados y sin tiempo libre no habrá excitación. Es verdad que la luz del sol hace que se produzcan una serie de neurotransmisores que nos hacen sentir mejor, pero tienen más que ver con el ánimo y la alegría de vivir que con el deseo sexual, claro que estas dos cosas van muy ligadas”. Esta experta tampoco cree en el mito de que los caribeños sean, por determinantes geográficos, más sexuales que los noruegos. “Recientemente se ha hecho un estudio en Brasil llevado a cabo por colegas de ese país, en el que se pone de manifiesto que los niveles de deseo sexual han disminuido y se cree que se debe a la introducción de la forma de trabajar y el modelo de vida europeo”.
La sexóloga y ginecóloga Francisca Molero, del Institut Clinic de Sexología, de Barcelona, opina que “el hecho de que nos apetezca más en vacaciones, es resultado de un conjunto de factores. La mayor cantidad de luz tiene un efecto bioquímico importante, sobre todo en la producción de serotonina, que nos levanta el ánimo. No hay más que ver como en los países nórdicos las enfermedades relacionadas con la depresión son más comunes. Pero yo creo que en los humanos, que no tenemos un sexo tan instintivo, tiene más peso la motivación. El tiempo libre, la falta de responsabilidades laborales, la mayor exposición de unos cuerpos más cuidados –la gente vigila más su alimentación y el bronceado suele favorecer a todo el mundo- y el hecho de que se está más tiempo en la calle y se interactúa más con la gente, hace que nuestras ganas de sexo y las oportunidades aumenten considerablemente”.ç
Ya sea por la química o por el efecto del físico, en verano los portales de contactos y de búsqueda de pareja registran más socios y las ventas de condones aumentan, aunque a veces sean solo meras expectativas y se vuelva de las vacaciones con el paquete –en ambos sentidos- intacto. Pero esa energía generalizada de pasarlo bien, aprovechar el día y hacer algo que podamos contar a los nietos, cuando cumplan la mayoría de edad, siempre estará ahí cada año, con la llegada del calor.

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