TÍTULO; El barrio más visitado del mundo... en Internet,.
El distrito de Seúl que da nombre a 'Gangnam Style' se adapta a la avalancha de turistas,.
La canción de PSY recibió más de 1.734 millones de ‘viajeros’ en YouTube,.
En un cubículo de la cuarta planta de una mole de hormigón de aspecto
achacoso entre los relucientes rascacielos de cristal, Kim Kwang-soo,
uno de los 60.000 funcionarios que trabajan en oficinas densamente
pobladas de Seúl, lidia a diario desde hace un año con las imprevisibles
exigencias del último fenómeno pop planetario. La cosa le va en el
sueldo del recientemente creado puesto de encargado de la División de
Promoción Turística de Gangnam-gu. Un barrio que ha recibido más de 1.734 millones
de visitas virtuales desde julio de 2012, gracias al extraordinario
éxito del vídeo, el más visto de la historia de YouTube, de la canción Gangnam Style, del artista surcoreano PSY, improbable cruce de crooner,humorista y rapero.
El funcionario Kim nunca creyó, como nadie en su sano juicio, que el baile del caballo tendría tanto éxito. Pero el caso es que la absurda coreografía efectuada en varios escenarios del distrito de cuya promoción se encarga este hombrecillo tranquilo ha sido vista e imitada con desigual fortuna por centenares de millones de personas. Y eso incluye a Obama, al primer ministro británico, David Cameron, a la superestrella del arte contemporáneo Ai Wewei y a Ban Ki-moon, que solía ser el surcoreano más famoso del planeta. En la realidad paralela a Internet, la de las tres dimensiones, la de los olores y sabores, la canción también ha surtido su efecto. Gangnam-gu recibirá unos 800.000 turistas, en su mayoría asiáticos, en 2013, el doble que el año pasado, según cálculos oficiales.
Para atenderles se ha inaugurado este verano una oficina de turismo de dos plantas en la que se da puntual información sobre las especialidades locales: del pop coreano (el barrio alberga unas mil agencias de la variante nacional conocida como k-pop y el segundo piso del flamante centro cuenta con una suerte de museo sobre el asunto) al turismo médico: las operaciones para doblar los párpados y las elevaciones de nariz son las más buscadas por viajeras de todo el continente. De la tecnología puntera (Teheran-ro es conocido como el Silicon Valley de Corea) al consumismo en todas sus acepciones. Tras la apertura de la oficina, Gangnam-gu, situado al sureste de una ciudad de 10,5 millones de habitantes, densamente poblada hasta en su subsuelo, se ha convertido en el primero de los 25 distritos de Seúl en contar con un espacio de promoción propio.
En noviembre destronó en la web de vídeos a Justin Bieber. Ese mismo mes, Guinnes reconoció la marca.
El lanzamiento de Gentleman, el siguiente sencillo alcanzó 38 millones de visitas en un solo día. La canción ya ha superado los 500 millones de clics.
Antes, en enero se había colocado cerca de una de las 11 salidas del
metro Gangnam un tenderete de contrachapado que aspira a monumento de la
ciudad y se llama El escenario del baile del caballo. El
ingenio tiene cierta aspiración didáctica: las huellas color amarillo
del suelo sirven de marcas coreográficas a los émulos de PSY, de nombre
real Park Jae-sang, artista célebre desde hace una década en Corea del
Sur por su procacidad, su aire de payaso que llora por dentro y su
afición a la vida disoluta.
No es la única photo opportunity de las inmediaciones, ni mucho menos. A lo largo de la avenida U, a la que afluyen empinadas callejuelas cegadas por los neones de los restaurantes, las tiendas de ropa de marca, las pseudobohemias franquicias de café y las clínicas de bótox, los postes de luz doblan su cometido como centros multimedia en los que, entre otras cosas, uno puede autorretratarse, colocarse sobre un fondo de fantasía y mandar a su novia por correo electrónico un souvenir del barrio del que todos desearían ser vecinos por el elevado nivel de vida y sus buenos colegios. Todos los que, claro, puedan hacer frente a los 10.000 dólares (7.500 euros) que de media cuesta el metro cuadrado de vivienda en la zona.
Así es el style, eficaz, acelerado y tendente a la gratificación inmediata, que se gasta el medio millón de habitantes del lugar al que alude la canción, cuya letra describe en coreano y con tintes impresionistas las tensiones de la vida en el distrito, que son las mismas de Corea del Sur: una sociedad eminentemente conservadora en pugna con las contradicciones de haber tomado la decisión de deslizarse sin agarraderas por el vertiginoso tobogán de la vida moderna. El tema habla de “la novia perfecta, que sabe cuándo mostrarse refinada y cuándo desatar su salvajismo” en un conjunto un tanto críptico que podría ser irónico si no fuera porque los coreanos se toman muy en serio hasta el hecho de estar de broma.
En todo caso, no hubo manera de debatir estos extremos con su autor; hizo falta algo más de un mes de perseguir una entrevista telefónica con PSY para averiguar, mientras el cantante se hallaba de promoción en Reino Unido y el periodista ya de vuelta en Madrid, que solo las concede en persona.
Fruto de sus días en Londres fue el anuncio de que nuestro hombre grabará con el guitarrista Brian May, en un gesto de enorme simbolismo: es lo más cerca que PSY nunca estará de su gran ídolo, Freddie Mercury, el hombre que le inspiró su conversión a la música, antes de pasar un mes de 2001 en la cárcel por posesión de marihuana. De aquel viaje promocional a Reino Unido, también quedó una entrevista en The Sunday Times en la que PSY sacaba a relucir su faceta de pobre estrella del pop, cuyo “mejor amigo” es el vodka coreano. “Cuando me siento feliz, bebo. Cuando estoy triste, bebo. Llueva o salga el sol, bebo. Haga frío o calor, bebo”, confesó. También, que la canción le ha hecho ganar mucho dinero en un año, pero aún está “esperando” a que alguien, como exigía Jerry Maguire, le enseñe la pasta.
No cuesta imaginar la sacudida experimentada por la vida de este hombre de 35 años, de aspecto demasiado gordito, maduro e irónico para los estándares del planeta del entretenimiento coreano, poblado por chicas y chicos tan jóvenes, tan perfectos y tan inofensivos. Pese a ello, PSY, y por extensión el barrio en el que nació como hijo de un hombre de negocios y una empresaria de hostelería, se han convertido en símbolos definitivos de la fenomenal capacidad de Corea del Sur para exportar productos de consumo de masas: de telenovelas de ambientación imperial a grupos de pop; de películas de terror a los centenares de posibilidades de preparar el kimchi, orgullo nacional con forma de col china.
“Aún no hemos sido capaces de analizar las razones y las consecuencias de un éxito tan fenomenal, pero el de PSY es un caso que merece un estudio detenido. ¡Ha logrado hacer famoso un barrio, no ya una ciudad, en un solo parpadeo!”, explica Park Sung-hyun, investigador de la Fundación Coreana para el Intercambio Cultural Internacional, agencia gubernamental dedicada a calibrar la penetración de la música o el cine coreanos en el imaginario global.
Antes de que el país tomase conciencia de su capacidad para eso que en diplomacia se llama poder blando (y crease organismos como el de Park), Gangnam-gu, que significa literalmente “al sur del río” Han, que atraviesa Seúl con caudaloso brío y sirvió de fondo a la fantasía de monstruos mutantes de The Host, la película coreana más taquillera de todos los tiempos, era ya desde los setenta sinónimo del amanecer del país bajo la dictadura de Park Chung-hee, figura controvertida y padre de la actual presidenta, la conservadora Park Geun-hye. Es difícil dar con un seulés que no trate de contemporizar al describir aquellos años del plomo en una actitud por otra parte tan típicamente coreana: si bien el tipo ejerció, te aseguran, una execrable represión sobre su pueblo hasta su asesinato en 1979 a manos del jefe de su servicio secreto, también propició que el país saliera de la devastación económica en la que quedó sumido tras la guerra con el Norte.
Del armisticio que puso fin a aquel conflicto se cumplieron 60 años el 27 de julio. La tensión fraternal aún sin resolver y las periódicas escaladas de hostilidad todavía hacen correr ríos de tinta en los periódicos locales y mantienen intacto su hechizo para turistas de todo el mundo. Una de las actividades ineludibles para los visitantes a la ciudad son las excursiones en el día desde Seúl a la Zona Desmilitarizada del paralelo 38 para conocer uno de los últimos rescoldos de la Guerra Fría.
Aquel milagro económico transformó Gangnam-gu y logró aupar a Corea del Sur al puesto número 15 de la lista de los países más ricos del mundo. Tal vez porque costó tanto, es uno de los orgullos del barrio haber organizado la reunión del G-20 de noviembre de 2011 en el centro de convenciones COEX, otra atracción gangnam style, pues alberga el “centro comercial subterráneo más grande de Asia”. Próximamente servirá de escenario a un concierto en el que PSY, que no puede dar un paso en Seúl sin sufrir el acoso de decenas de fans, dará su bendición a la nueva oficina de turismo.
Varias de las empresas bandera del país como Hyundai o Samsung, protagonistas de su resurgir, tienen sus sedes en el distrito, y son señaladas en grande en los mapas turísticos. En el centro de recepción de visitantes de la segunda una azafata da la bienvenida en un esforzado español a “un lugar para el placer y la plena alegría”. No hay para tanto, salvo si uno es un fundamentalista de la tecnología. Cerca de allí, un enorme cartel publicitario sirve para anunciar la nueva canción de PSY, Gentleman. El rapero, y sobre todo su agencia (YG Entertainment, una de las tres más grandes de Corea), andan algo preocupados porque, pese a haber superado las 500 millones de visitas en YouTube, parece que el tema no conquistará las glorias de su predecesor.
Y tal vez la diferencia estribe en una mera cuestión geográfica. Se han establecido a menudo símiles entre el fenómeno de Gangnam Style y el de la Macarena. Entonces, 1995, cuando el tema dio la vuelta al mundo hasta incluso poseer el desgarbado cuerpo de Bill Clinton con su pegadizo baile, no existía el poderoso agente de contagio de las redes sociales. Aunque quizá la diferencia estribe en que la letra de Los del Río cantaba a una chica —ya saben, cuyo cuerpo era “pa’darle, alegría y cosa buena”—, y no al barrio sevillano del mismo nombre.
El funcionario Kim nunca creyó, como nadie en su sano juicio, que el baile del caballo tendría tanto éxito. Pero el caso es que la absurda coreografía efectuada en varios escenarios del distrito de cuya promoción se encarga este hombrecillo tranquilo ha sido vista e imitada con desigual fortuna por centenares de millones de personas. Y eso incluye a Obama, al primer ministro británico, David Cameron, a la superestrella del arte contemporáneo Ai Wewei y a Ban Ki-moon, que solía ser el surcoreano más famoso del planeta. En la realidad paralela a Internet, la de las tres dimensiones, la de los olores y sabores, la canción también ha surtido su efecto. Gangnam-gu recibirá unos 800.000 turistas, en su mayoría asiáticos, en 2013, el doble que el año pasado, según cálculos oficiales.
Para atenderles se ha inaugurado este verano una oficina de turismo de dos plantas en la que se da puntual información sobre las especialidades locales: del pop coreano (el barrio alberga unas mil agencias de la variante nacional conocida como k-pop y el segundo piso del flamante centro cuenta con una suerte de museo sobre el asunto) al turismo médico: las operaciones para doblar los párpados y las elevaciones de nariz son las más buscadas por viajeras de todo el continente. De la tecnología puntera (Teheran-ro es conocido como el Silicon Valley de Corea) al consumismo en todas sus acepciones. Tras la apertura de la oficina, Gangnam-gu, situado al sureste de una ciudad de 10,5 millones de habitantes, densamente poblada hasta en su subsuelo, se ha convertido en el primero de los 25 distritos de Seúl en contar con un espacio de promoción propio.
Cronología viral
El vídeo de Gangnam Style, lanzado en julio de 2012, había superado ayer los 1.734 millones de visitas en YouTube, lo que lo convierte con mucha diferencia en el más visto de la historia del portal.En noviembre destronó en la web de vídeos a Justin Bieber. Ese mismo mes, Guinnes reconoció la marca.
El lanzamiento de Gentleman, el siguiente sencillo alcanzó 38 millones de visitas en un solo día. La canción ya ha superado los 500 millones de clics.
No es la única photo opportunity de las inmediaciones, ni mucho menos. A lo largo de la avenida U, a la que afluyen empinadas callejuelas cegadas por los neones de los restaurantes, las tiendas de ropa de marca, las pseudobohemias franquicias de café y las clínicas de bótox, los postes de luz doblan su cometido como centros multimedia en los que, entre otras cosas, uno puede autorretratarse, colocarse sobre un fondo de fantasía y mandar a su novia por correo electrónico un souvenir del barrio del que todos desearían ser vecinos por el elevado nivel de vida y sus buenos colegios. Todos los que, claro, puedan hacer frente a los 10.000 dólares (7.500 euros) que de media cuesta el metro cuadrado de vivienda en la zona.
Así es el style, eficaz, acelerado y tendente a la gratificación inmediata, que se gasta el medio millón de habitantes del lugar al que alude la canción, cuya letra describe en coreano y con tintes impresionistas las tensiones de la vida en el distrito, que son las mismas de Corea del Sur: una sociedad eminentemente conservadora en pugna con las contradicciones de haber tomado la decisión de deslizarse sin agarraderas por el vertiginoso tobogán de la vida moderna. El tema habla de “la novia perfecta, que sabe cuándo mostrarse refinada y cuándo desatar su salvajismo” en un conjunto un tanto críptico que podría ser irónico si no fuera porque los coreanos se toman muy en serio hasta el hecho de estar de broma.
En todo caso, no hubo manera de debatir estos extremos con su autor; hizo falta algo más de un mes de perseguir una entrevista telefónica con PSY para averiguar, mientras el cantante se hallaba de promoción en Reino Unido y el periodista ya de vuelta en Madrid, que solo las concede en persona.
Fruto de sus días en Londres fue el anuncio de que nuestro hombre grabará con el guitarrista Brian May, en un gesto de enorme simbolismo: es lo más cerca que PSY nunca estará de su gran ídolo, Freddie Mercury, el hombre que le inspiró su conversión a la música, antes de pasar un mes de 2001 en la cárcel por posesión de marihuana. De aquel viaje promocional a Reino Unido, también quedó una entrevista en The Sunday Times en la que PSY sacaba a relucir su faceta de pobre estrella del pop, cuyo “mejor amigo” es el vodka coreano. “Cuando me siento feliz, bebo. Cuando estoy triste, bebo. Llueva o salga el sol, bebo. Haga frío o calor, bebo”, confesó. También, que la canción le ha hecho ganar mucho dinero en un año, pero aún está “esperando” a que alguien, como exigía Jerry Maguire, le enseñe la pasta.
No cuesta imaginar la sacudida experimentada por la vida de este hombre de 35 años, de aspecto demasiado gordito, maduro e irónico para los estándares del planeta del entretenimiento coreano, poblado por chicas y chicos tan jóvenes, tan perfectos y tan inofensivos. Pese a ello, PSY, y por extensión el barrio en el que nació como hijo de un hombre de negocios y una empresaria de hostelería, se han convertido en símbolos definitivos de la fenomenal capacidad de Corea del Sur para exportar productos de consumo de masas: de telenovelas de ambientación imperial a grupos de pop; de películas de terror a los centenares de posibilidades de preparar el kimchi, orgullo nacional con forma de col china.
“Aún no hemos sido capaces de analizar las razones y las consecuencias de un éxito tan fenomenal, pero el de PSY es un caso que merece un estudio detenido. ¡Ha logrado hacer famoso un barrio, no ya una ciudad, en un solo parpadeo!”, explica Park Sung-hyun, investigador de la Fundación Coreana para el Intercambio Cultural Internacional, agencia gubernamental dedicada a calibrar la penetración de la música o el cine coreanos en el imaginario global.
Antes de que el país tomase conciencia de su capacidad para eso que en diplomacia se llama poder blando (y crease organismos como el de Park), Gangnam-gu, que significa literalmente “al sur del río” Han, que atraviesa Seúl con caudaloso brío y sirvió de fondo a la fantasía de monstruos mutantes de The Host, la película coreana más taquillera de todos los tiempos, era ya desde los setenta sinónimo del amanecer del país bajo la dictadura de Park Chung-hee, figura controvertida y padre de la actual presidenta, la conservadora Park Geun-hye. Es difícil dar con un seulés que no trate de contemporizar al describir aquellos años del plomo en una actitud por otra parte tan típicamente coreana: si bien el tipo ejerció, te aseguran, una execrable represión sobre su pueblo hasta su asesinato en 1979 a manos del jefe de su servicio secreto, también propició que el país saliera de la devastación económica en la que quedó sumido tras la guerra con el Norte.
Del armisticio que puso fin a aquel conflicto se cumplieron 60 años el 27 de julio. La tensión fraternal aún sin resolver y las periódicas escaladas de hostilidad todavía hacen correr ríos de tinta en los periódicos locales y mantienen intacto su hechizo para turistas de todo el mundo. Una de las actividades ineludibles para los visitantes a la ciudad son las excursiones en el día desde Seúl a la Zona Desmilitarizada del paralelo 38 para conocer uno de los últimos rescoldos de la Guerra Fría.
Aquel milagro económico transformó Gangnam-gu y logró aupar a Corea del Sur al puesto número 15 de la lista de los países más ricos del mundo. Tal vez porque costó tanto, es uno de los orgullos del barrio haber organizado la reunión del G-20 de noviembre de 2011 en el centro de convenciones COEX, otra atracción gangnam style, pues alberga el “centro comercial subterráneo más grande de Asia”. Próximamente servirá de escenario a un concierto en el que PSY, que no puede dar un paso en Seúl sin sufrir el acoso de decenas de fans, dará su bendición a la nueva oficina de turismo.
Varias de las empresas bandera del país como Hyundai o Samsung, protagonistas de su resurgir, tienen sus sedes en el distrito, y son señaladas en grande en los mapas turísticos. En el centro de recepción de visitantes de la segunda una azafata da la bienvenida en un esforzado español a “un lugar para el placer y la plena alegría”. No hay para tanto, salvo si uno es un fundamentalista de la tecnología. Cerca de allí, un enorme cartel publicitario sirve para anunciar la nueva canción de PSY, Gentleman. El rapero, y sobre todo su agencia (YG Entertainment, una de las tres más grandes de Corea), andan algo preocupados porque, pese a haber superado las 500 millones de visitas en YouTube, parece que el tema no conquistará las glorias de su predecesor.
Y tal vez la diferencia estribe en una mera cuestión geográfica. Se han establecido a menudo símiles entre el fenómeno de Gangnam Style y el de la Macarena. Entonces, 1995, cuando el tema dio la vuelta al mundo hasta incluso poseer el desgarbado cuerpo de Bill Clinton con su pegadizo baile, no existía el poderoso agente de contagio de las redes sociales. Aunque quizá la diferencia estribe en que la letra de Los del Río cantaba a una chica —ya saben, cuyo cuerpo era “pa’darle, alegría y cosa buena”—, y no al barrio sevillano del mismo nombre.
TÍTULO; La eternidad de Chuso,.
García Bragado, el atleta que más Mundiales (11) ha disputado en la historia, compite hoy con 43 años en los 50 kilómetros marcha,.
Cuando empezó a competir a nivel mundial, a Jesús Ángel García Bragado, al que todo el mundo en el atletismo conoce como Chuso, las caderas no le hacían crac cracy
los marchadores subían a Navacerrada no buscando los efectos de la
altura en el organismo sino para huir del calor del verano madrileño y
de las putas de la Casa de Campo, que se burlaban de ellos, y los
amenazaban cada vez que pasaban dando vueltas a su alrededor. Por
entonces, el gran Potashov aún era soviético y no bielorruso, como sería
poco después, y Korzeniowski, su contemporáneo polaco, solo acababa de
empezar su carrera de acumulación de oros. Aquello era hacia 1993.
Veinte años más tarde, y seis Juegos Olímpicos después, cuando Chuso se prepara para disputar su 11º Mundial de 50 kilómetros marcha, lo que le convierte en el atleta de cualquier país con más mundiales, aquellos rivales son los entrenadores de sus nuevos enemigos, que podrían ser sus hijos, y sus caderas siguen sin hacerle crac crac, pero porque se operó de ambas, raspándolas para que las cabezas del fémur puedan seguir girando incansables sin fricciones unos cuantos miles de kilómetros más. En agosto de 2013, Chuso tiene ya 43 años y mínimas ganas de dejar de ser atleta profesional. “Por un proceso de depuración, he descubierto la esencia del atletismo, su razón de ser, y la amo”, dice el marchador madrileño, que posee uno de los mejores historiales del atletismo español. “Suena cursi lo que voy a decir, pero ser atleta es poder disfrutar marchando solo un atardecer con brisa y ya el calor disipándose por el circuito de Los Huertos, en El Prat de Llobregat. Y por vivir momentos como ese, entrenamientos y sensaciones así, sigo siendo atleta”.
Y ser atleta de elite es también participar en Mundiales, lo que quiere seguir haciendo unos cuantos años más. “Pero mi próximo Mundial, el que haga el número 12, será probablemente el de Londres 2017 y no el de Pekín 2015, porque si el PP sigue presentándome candidato al ayuntamiento de Sant Adrià de Besós, en 2015 tendría que lograr la clasificación muy pronto: si no sería imposible porque tendría que dedicarme a la campaña electoral”, dice Chuso, madrileño de Canillejas, concejal del PP desde hace algunos años y catalán desde algunos más. “Cuando gané el Mundial de Stuttgart 93, justo el año de mi debut mundialista, todo el mundo se extrañaba de que no fuera catalán, pues la marcha era entonces Cataluña: Marín, Llopart, Plaza, Massana… ¿Quién me iba a decir a mí que acabaría viviendo en Cataluña, donde llevo ya 20 años?”
Cuando ganó su primer Mundial, su padre, que fue a verle a Alemania y es un castellano de Toro y sabio, le dijo: “Hijo mío, disfruta, porque este momento no se volverá a repetir”. Y Chuso, que era joven y creía en sí mismo, le decía que no, que no, padre, que vendrán más. “Y tuvo él razón”, dice Chuso, quien volvió a rozar la victoria en Atenas 97 y en Edmonton 2001, donde fue plata, y cerró su carrera metalífera con un bronce en Berlín 2009, a punto de cumplir los 40. “Podía haber ganado algún Mundial más”, sostiene el marchador, a quien entrena su pareja, Montserrat Pastor, viuda de Manuel Alcalde, el técnico del primer Paquillo Fernández. “Pero coincidió mi tiempo con el de Korzeniowski, quizás el mejor marchador de la historia”. Quizás por eso tampoco ganó nunca una medalla olímpica (cuarto, en Pekín, a los 38 años, fue su mejor puesto), pero siempre podrá recordar que justamente en su primer Mundial él derrotó a Korzeniowski. “Yo había hecho una preparación muy a mi manera con mi entrenador de entonces, Alberto Jiménez. Llegué muy en forma, pero mi única obsesión era no hacer el ridículo. Me llevaban a un Mundial, pensaba, y por lo menos tenía que ser finalista. Pensé, salgo en cabeza si me encuentro bien, hago un hueco enorme y eso que ya tengo ganado. Y eso es lo que pasó. Las carreras eran muy diferentes a las de ahora. Entonces, las posiciones al kilómetro 40 eran prácticamente definitivas; ahora, con la llegada de los de 20, se corre a ritmos altísimos y es prácticamente en el 40 cuando empieza lo bueno… Salí, se rompió la carrera y cuando vi que iban a descalificar pronto a Korzeniowski, porque acumuló enseguida dos tarjetas, pensé que la carrera iba a ser muy abierta y en un momento me vi el primero, con la familia por ahí, con toda la emoción, y disfruté del momento”.
Veinte años después, hoy muy tempranito, la única ambición de Chuso García Bragado, antaño un cascarrabias, hoy el ser más amable del mundo, es no ser descalificado como en Daegu, poder llegar al estadio Luzniki, porque aunque él diga que no, nunca se sabe, el de Moscú podría ser su último Mundial.
Veinte años más tarde, y seis Juegos Olímpicos después, cuando Chuso se prepara para disputar su 11º Mundial de 50 kilómetros marcha, lo que le convierte en el atleta de cualquier país con más mundiales, aquellos rivales son los entrenadores de sus nuevos enemigos, que podrían ser sus hijos, y sus caderas siguen sin hacerle crac crac, pero porque se operó de ambas, raspándolas para que las cabezas del fémur puedan seguir girando incansables sin fricciones unos cuantos miles de kilómetros más. En agosto de 2013, Chuso tiene ya 43 años y mínimas ganas de dejar de ser atleta profesional. “Por un proceso de depuración, he descubierto la esencia del atletismo, su razón de ser, y la amo”, dice el marchador madrileño, que posee uno de los mejores historiales del atletismo español. “Suena cursi lo que voy a decir, pero ser atleta es poder disfrutar marchando solo un atardecer con brisa y ya el calor disipándose por el circuito de Los Huertos, en El Prat de Llobregat. Y por vivir momentos como ese, entrenamientos y sensaciones así, sigo siendo atleta”.
Y ser atleta de elite es también participar en Mundiales, lo que quiere seguir haciendo unos cuantos años más. “Pero mi próximo Mundial, el que haga el número 12, será probablemente el de Londres 2017 y no el de Pekín 2015, porque si el PP sigue presentándome candidato al ayuntamiento de Sant Adrià de Besós, en 2015 tendría que lograr la clasificación muy pronto: si no sería imposible porque tendría que dedicarme a la campaña electoral”, dice Chuso, madrileño de Canillejas, concejal del PP desde hace algunos años y catalán desde algunos más. “Cuando gané el Mundial de Stuttgart 93, justo el año de mi debut mundialista, todo el mundo se extrañaba de que no fuera catalán, pues la marcha era entonces Cataluña: Marín, Llopart, Plaza, Massana… ¿Quién me iba a decir a mí que acabaría viviendo en Cataluña, donde llevo ya 20 años?”
Cuando ganó su primer Mundial, su padre, que fue a verle a Alemania y es un castellano de Toro y sabio, le dijo: “Hijo mío, disfruta, porque este momento no se volverá a repetir”. Y Chuso, que era joven y creía en sí mismo, le decía que no, que no, padre, que vendrán más. “Y tuvo él razón”, dice Chuso, quien volvió a rozar la victoria en Atenas 97 y en Edmonton 2001, donde fue plata, y cerró su carrera metalífera con un bronce en Berlín 2009, a punto de cumplir los 40. “Podía haber ganado algún Mundial más”, sostiene el marchador, a quien entrena su pareja, Montserrat Pastor, viuda de Manuel Alcalde, el técnico del primer Paquillo Fernández. “Pero coincidió mi tiempo con el de Korzeniowski, quizás el mejor marchador de la historia”. Quizás por eso tampoco ganó nunca una medalla olímpica (cuarto, en Pekín, a los 38 años, fue su mejor puesto), pero siempre podrá recordar que justamente en su primer Mundial él derrotó a Korzeniowski. “Yo había hecho una preparación muy a mi manera con mi entrenador de entonces, Alberto Jiménez. Llegué muy en forma, pero mi única obsesión era no hacer el ridículo. Me llevaban a un Mundial, pensaba, y por lo menos tenía que ser finalista. Pensé, salgo en cabeza si me encuentro bien, hago un hueco enorme y eso que ya tengo ganado. Y eso es lo que pasó. Las carreras eran muy diferentes a las de ahora. Entonces, las posiciones al kilómetro 40 eran prácticamente definitivas; ahora, con la llegada de los de 20, se corre a ritmos altísimos y es prácticamente en el 40 cuando empieza lo bueno… Salí, se rompió la carrera y cuando vi que iban a descalificar pronto a Korzeniowski, porque acumuló enseguida dos tarjetas, pensé que la carrera iba a ser muy abierta y en un momento me vi el primero, con la familia por ahí, con toda la emoción, y disfruté del momento”.
Veinte años después, hoy muy tempranito, la única ambición de Chuso García Bragado, antaño un cascarrabias, hoy el ser más amable del mundo, es no ser descalificado como en Daegu, poder llegar al estadio Luzniki, porque aunque él diga que no, nunca se sabe, el de Moscú podría ser su último Mundial.
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