TÍTULO; Una ciudad para racistas,.
Un supremacista ario quiere convertir su pequeño pueblo de 19 habitantes en un refugio para los neonazis estadounidenses,.
Paul Craig Cobb tiene un sueño que se parece al de Martin
Luther King lo mismo que la velocidad al tocino. Es más, Cobb representa
todo lo que el legendario defensor los derechos civiles detestaba.
Sueña con una América blanca, pura y aria; detesta a los negros,
hispanos, asiáticos o mestizos y está orgulloso de ser un racista de
manual. Asegura sin complejos que el odio a otras razas es su religión.
Ahora, coincidiendo con el cincuenta aniversario del famoso
discurso del doctor King en Washington ante cientos de miles de
personas, Cobb quiere poner en marcha su plan para conquistar el mundo.
Blanco, claro. El 'paraíso ario' de este político de 62 años está en
Leith, Dakota del Norte, donde se instaló en el invierno de 2012 después
de peregrinar por otros estados, en los que las autoridades no le
miraron con buenos ojos. Situada en el corazón del estado, la localidad
solo cuenta con 19 habitantes. Un lugar perfecto para empezar a crear su
mundo ario. Cobb ha comenzado a comprar parcelas. Su objetivo es claro:
convertir este pueblucho, que solo cuenta con una tienda y casas
repartidas por todo el término municipal, en un lugar seguro para todos
los supremacistas blancos que se sientan perseguidos por sus ideas.
Para dar forma a su plan, el político neonazi inició la
adquisición de terrenos. Un empeño relativamente fácil en esta parte de
Estados Unidos. "Lo único que sé es que compró esa casa sin verla y pagó
5.000 dólares en efectivo", apuntó el alcalde Ryan Schock, que ve como
se puede quedar sin pueblo en dos días. Porque la idea de Cobb incluye,
además de "ver ondear la bandera de los blancos nacionalsocialistas en
la ciudad", como indicó al Grand Folks Herald, cambiarle el nombre del
villorrio racista. Le gusta más Cobbsville, denominación más relacionada
con el culto a la personalidad tan propio de los nazis. Entre los
planes de este político xenófobo, que fue detenido en Canadá por
difundir sus excluyentes ideas, también está el obligar a sus
conciudadanos a votar en las elecciones, a convertirse en modelos de
civilidad y en trabajar para que otros neonazis del mundo lleguen a la
ciudad.
"¡Imagínese lo útil que sería para nuestra causa! Podríamos
declarar una zona prohibida para los invasores mexicanos ilegales y
espías del Mossad (el servicio secreto israelí)", comentó Cobb sobre sus
planes en Vanguard News Network. También se acordó de los periodistas
"izquierdistas o antinazis, que podríamos detener".
A pesar de sus descabelladas ideas, Cobb ha demostrado
saber lo que hace. En primer lugar, no ha quebrantado ninguna ley con
sus planes, hechos públicos a pesar de que ser manifiestamente racistas y
de las protestas de organizaciones pro derechos civiles. Otra cosa será
cuando se atreva a poner esa discriminación por escrito en alguna orden
municipal. En segundo lugar, ha escogido un lugar donde la
multiculturalidad es más bien escasa, por no decir nula. Leith pertenece
al condado de Grant, un lugar que cuenta con 2.394 habitantes según el
último censo de 2010 repartidos, por razas, de la siguiente manera: un
negro, tres asiáticos, 27 indios y el resto, caucásicos. De momento,
este supremacista ha logrado el apoyo de miles de seguidores en EE UU.
TÍTULO: CONOCER, BIOLOGÍA, ¿PODREMOS CONTROLAR LO QUE NOS
RODEA CON LA MENTE?,.
Afortunadamente,
ni los políticos ni los cantores de monsergas se interesan por los
cambios revolucionarios que están a punto de estallar.
Afortunadamente, ni los políticos ni los cantores de
monsergas se interesan por los cambios revolucionarios que están a
punto de estallar. Estos cambios podrían ocurrir antes de que
los procesos del conocimiento cambien de forma irreconocible. A uno de
ellos me he referido en otras ocasiones. Sencillamente, porque es muy
difícil pasarlo por alto si no queremos toparnos con un mundo nuevo a la
vuelta de la esquina.
El experimento sobre la fragilidad de la memoria lo han realizado científicos vinculados al MIT.
Era gente que creía de antemano que la mayoría de los objetos de
nuestro alrededor servirían para depositar inteligencia. Los chips están
a punto de ser tan baratos que podrán perfectamente reemplazar el coste
del papel para envolver, lo que hoy hacen los periódicos usados.
En
la próxima década -me refiero a los diez años que vienen-, lo queramos o
no, la combinación de los chips con sensores ultrafinos permitirá
detectar microbios infecciosos, accidentes y sustos inesperados que nos
permitirán tomar las requeridas prevenciones. Hasta cierto punto -como
asevera el físico Michio Kaku, de la City University de Nueva York-
podrán reconocer caras y voces humanas, entablando formalmente
conversaciones con ellas. Vamos a estar metidos en mundos virtuales que
hoy no podemos siquiera imaginar.
El descubrimiento que tiene, al
parecer, poco que ver con las indagaciones de Michio Kaku toma cuerpo en
una faceta, sin embargo, muy cercana. Yo les ruego a mis queridos
lectores que se aprieten bien el cinturón de seguridad antes de que les
anuncien en los altavoces del avión en el que están viajando lo
siguiente: los investigadores han conseguido implantar falsos recuerdos
en la memoria de los ratones. ¿Se acuerdan de cuando les anunciaba que
faltaba muy poco tiempo para que los jueces no pudieran creer,
seriamente, lo que les contaban los testigos en un juzgado?
Ahora
resulta que, inspirados en el físico Michio Kaku, pero sin ser
conscientes de ello, los investigadores del MIT acaban de revelar con
hechos comprobados que la memoria ficticia -quiero decir, por un hecho
no realizado- es tan eficaz como la memoria verdadera para disparar
reacciones emocionales. Su experimento siguió tres procesos a cual más
innegable.
En primer lugar encerraron a un ratón en una caja al
objeto de que sus neuronas solo memorizasen ese refugio hasta entonces
desconocido. Al día siguiente trasladaron al ratón a un segundo refugio
igualmente desconocido; gracias a un haz de luces intracerebral, los
investigadores activaron las neuronas vinculadas a los recuerdos de la
morada anterior. Simultáneamente transmitieron al ratón un pequeño shock
eléctrico; un calambrazo difícilmente olvidable. Luego lo devolvieron a
la primera caja, donde el ratón mostró un miedo constante a sufrir
nuevas descargas, a pesar de que en esta primera morada nunca recibió la
menor señal de nada malo. A la vista del experimento, no es extraño que
los observadores que asimilan los falsos recuerdos a falsos testimonios
vuelvan a estar de moda.
El rápido crecimiento del poder
de los computadores en menos de cien años permite vislumbrar un
escenario similar al que atribuíamos a los dioses hace no sé cuánto
tiempo; nos bastará con recurrir al mero pensamiento para controlar el
mundo que nos rodea. Será suficiente hacer bascular nuestra
mente para que, al igual que ocurría con los antiguos dioses mitológicos
-a los que les bastaba con levantar el brazo-, unos y otros controlemos
el mundo.
Es curioso, pero, como ha ocurrido tantas veces en el
pasado, somos incapaces de asimilar el cambio más radical de todos los
que han ocurrido hasta ahora: estamos ya enzarzados en la puesta en
marcha de una civilización planetaria. Que me perdonen Rajoy y Obama,
pero nadie se acordará de ellos si los equipos de científicos dedicados a
sentar las bases de la futura civilización planetaria siguen pulsando
las teclas.
Paul Craig Cobb tiene un sueño que se parece al de Martin
Luther King lo mismo que la velocidad al tocino. Es más, Cobb representa
todo lo que el legendario defensor los derechos civiles detestaba.
Sueña con una América blanca, pura y aria; detesta a los negros,
hispanos, asiáticos o mestizos y está orgulloso de ser un racista de
manual. Asegura sin complejos que el odio a otras razas es su religión.
Ahora, coincidiendo con el cincuenta aniversario del famoso
discurso del doctor King en Washington ante cientos de miles de
personas, Cobb quiere poner en marcha su plan para conquistar el mundo.
Blanco, claro. El 'paraíso ario' de este político de 62 años está en
Leith, Dakota del Norte, donde se instaló en el invierno de 2012 después
de peregrinar por otros estados, en los que las autoridades no le
miraron con buenos ojos. Situada en el corazón del estado, la localidad
solo cuenta con 19 habitantes. Un lugar perfecto para empezar a crear su
mundo ario. Cobb ha comenzado a comprar parcelas. Su objetivo es claro:
convertir este pueblucho, que solo cuenta con una tienda y casas
repartidas por todo el término municipal, en un lugar seguro para todos
los supremacistas blancos que se sientan perseguidos por sus ideas.
Para dar forma a su plan, el político neonazi inició la
adquisición de terrenos. Un empeño relativamente fácil en esta parte de
Estados Unidos. "Lo único que sé es que compró esa casa sin verla y pagó
5.000 dólares en efectivo", apuntó el alcalde Ryan Schock, que ve como
se puede quedar sin pueblo en dos días. Porque la idea de Cobb incluye,
además de "ver ondear la bandera de los blancos nacionalsocialistas en
la ciudad", como indicó al Grand Folks Herald, cambiarle el nombre del
villorrio racista. Le gusta más Cobbsville, denominación más relacionada
con el culto a la personalidad tan propio de los nazis. Entre los
planes de este político xenófobo, que fue detenido en Canadá por
difundir sus excluyentes ideas, también está el obligar a sus
conciudadanos a votar en las elecciones, a convertirse en modelos de
civilidad y en trabajar para que otros neonazis del mundo lleguen a la
ciudad.
"¡Imagínese lo útil que sería para nuestra causa! Podríamos
declarar una zona prohibida para los invasores mexicanos ilegales y
espías del Mossad (el servicio secreto israelí)", comentó Cobb sobre sus
planes en Vanguard News Network. También se acordó de los periodistas
"izquierdistas o antinazis, que podríamos detener".
A pesar de sus descabelladas ideas, Cobb ha demostrado
saber lo que hace. En primer lugar, no ha quebrantado ninguna ley con
sus planes, hechos públicos a pesar de que ser manifiestamente racistas y
de las protestas de organizaciones pro derechos civiles. Otra cosa será
cuando se atreva a poner esa discriminación por escrito en alguna orden
municipal. En segundo lugar, ha escogido un lugar donde la
multiculturalidad es más bien escasa, por no decir nula. Leith pertenece
al condado de Grant, un lugar que cuenta con 2.394 habitantes según el
último censo de 2010 repartidos, por razas, de la siguiente manera: un
negro, tres asiáticos, 27 indios y el resto, caucásicos. De momento,
este supremacista ha logrado el apoyo de miles de seguidores en EE UU.
TÍTULO: CONOCER, BIOLOGÍA, ¿PODREMOS CONTROLAR LO QUE NOS
RODEA CON LA MENTE?,.
Afortunadamente,
ni los políticos ni los cantores de monsergas se interesan por los
cambios revolucionarios que están a punto de estallar.
Afortunadamente, ni los políticos ni los cantores de
monsergas se interesan por los cambios revolucionarios que están a
punto de estallar. Estos cambios podrían ocurrir antes de que
los procesos del conocimiento cambien de forma irreconocible. A uno de
ellos me he referido en otras ocasiones. Sencillamente, porque es muy
difícil pasarlo por alto si no queremos toparnos con un mundo nuevo a la
vuelta de la esquina.
El experimento sobre la fragilidad de la memoria lo han realizado científicos vinculados al MIT. Era gente que creía de antemano que la mayoría de los objetos de nuestro alrededor servirían para depositar inteligencia. Los chips están a punto de ser tan baratos que podrán perfectamente reemplazar el coste del papel para envolver, lo que hoy hacen los periódicos usados.
En la próxima década -me refiero a los diez años que vienen-, lo queramos o no, la combinación de los chips con sensores ultrafinos permitirá detectar microbios infecciosos, accidentes y sustos inesperados que nos permitirán tomar las requeridas prevenciones. Hasta cierto punto -como asevera el físico Michio Kaku, de la City University de Nueva York- podrán reconocer caras y voces humanas, entablando formalmente conversaciones con ellas. Vamos a estar metidos en mundos virtuales que hoy no podemos siquiera imaginar.
El descubrimiento que tiene, al parecer, poco que ver con las indagaciones de Michio Kaku toma cuerpo en una faceta, sin embargo, muy cercana. Yo les ruego a mis queridos lectores que se aprieten bien el cinturón de seguridad antes de que les anuncien en los altavoces del avión en el que están viajando lo siguiente: los investigadores han conseguido implantar falsos recuerdos en la memoria de los ratones. ¿Se acuerdan de cuando les anunciaba que faltaba muy poco tiempo para que los jueces no pudieran creer, seriamente, lo que les contaban los testigos en un juzgado?
Ahora resulta que, inspirados en el físico Michio Kaku, pero sin ser conscientes de ello, los investigadores del MIT acaban de revelar con hechos comprobados que la memoria ficticia -quiero decir, por un hecho no realizado- es tan eficaz como la memoria verdadera para disparar reacciones emocionales. Su experimento siguió tres procesos a cual más innegable.
En primer lugar encerraron a un ratón en una caja al objeto de que sus neuronas solo memorizasen ese refugio hasta entonces desconocido. Al día siguiente trasladaron al ratón a un segundo refugio igualmente desconocido; gracias a un haz de luces intracerebral, los investigadores activaron las neuronas vinculadas a los recuerdos de la morada anterior. Simultáneamente transmitieron al ratón un pequeño shock eléctrico; un calambrazo difícilmente olvidable. Luego lo devolvieron a la primera caja, donde el ratón mostró un miedo constante a sufrir nuevas descargas, a pesar de que en esta primera morada nunca recibió la menor señal de nada malo. A la vista del experimento, no es extraño que los observadores que asimilan los falsos recuerdos a falsos testimonios vuelvan a estar de moda.
El rápido crecimiento del poder de los computadores en menos de cien años permite vislumbrar un escenario similar al que atribuíamos a los dioses hace no sé cuánto tiempo; nos bastará con recurrir al mero pensamiento para controlar el mundo que nos rodea. Será suficiente hacer bascular nuestra mente para que, al igual que ocurría con los antiguos dioses mitológicos -a los que les bastaba con levantar el brazo-, unos y otros controlemos el mundo.
Es curioso, pero, como ha ocurrido tantas veces en el pasado, somos incapaces de asimilar el cambio más radical de todos los que han ocurrido hasta ahora: estamos ya enzarzados en la puesta en marcha de una civilización planetaria. Que me perdonen Rajoy y Obama, pero nadie se acordará de ellos si los equipos de científicos dedicados a sentar las bases de la futura civilización planetaria siguen pulsando las teclas.
El experimento sobre la fragilidad de la memoria lo han realizado científicos vinculados al MIT. Era gente que creía de antemano que la mayoría de los objetos de nuestro alrededor servirían para depositar inteligencia. Los chips están a punto de ser tan baratos que podrán perfectamente reemplazar el coste del papel para envolver, lo que hoy hacen los periódicos usados.
En la próxima década -me refiero a los diez años que vienen-, lo queramos o no, la combinación de los chips con sensores ultrafinos permitirá detectar microbios infecciosos, accidentes y sustos inesperados que nos permitirán tomar las requeridas prevenciones. Hasta cierto punto -como asevera el físico Michio Kaku, de la City University de Nueva York- podrán reconocer caras y voces humanas, entablando formalmente conversaciones con ellas. Vamos a estar metidos en mundos virtuales que hoy no podemos siquiera imaginar.
El descubrimiento que tiene, al parecer, poco que ver con las indagaciones de Michio Kaku toma cuerpo en una faceta, sin embargo, muy cercana. Yo les ruego a mis queridos lectores que se aprieten bien el cinturón de seguridad antes de que les anuncien en los altavoces del avión en el que están viajando lo siguiente: los investigadores han conseguido implantar falsos recuerdos en la memoria de los ratones. ¿Se acuerdan de cuando les anunciaba que faltaba muy poco tiempo para que los jueces no pudieran creer, seriamente, lo que les contaban los testigos en un juzgado?
Ahora resulta que, inspirados en el físico Michio Kaku, pero sin ser conscientes de ello, los investigadores del MIT acaban de revelar con hechos comprobados que la memoria ficticia -quiero decir, por un hecho no realizado- es tan eficaz como la memoria verdadera para disparar reacciones emocionales. Su experimento siguió tres procesos a cual más innegable.
En primer lugar encerraron a un ratón en una caja al objeto de que sus neuronas solo memorizasen ese refugio hasta entonces desconocido. Al día siguiente trasladaron al ratón a un segundo refugio igualmente desconocido; gracias a un haz de luces intracerebral, los investigadores activaron las neuronas vinculadas a los recuerdos de la morada anterior. Simultáneamente transmitieron al ratón un pequeño shock eléctrico; un calambrazo difícilmente olvidable. Luego lo devolvieron a la primera caja, donde el ratón mostró un miedo constante a sufrir nuevas descargas, a pesar de que en esta primera morada nunca recibió la menor señal de nada malo. A la vista del experimento, no es extraño que los observadores que asimilan los falsos recuerdos a falsos testimonios vuelvan a estar de moda.
El rápido crecimiento del poder de los computadores en menos de cien años permite vislumbrar un escenario similar al que atribuíamos a los dioses hace no sé cuánto tiempo; nos bastará con recurrir al mero pensamiento para controlar el mundo que nos rodea. Será suficiente hacer bascular nuestra mente para que, al igual que ocurría con los antiguos dioses mitológicos -a los que les bastaba con levantar el brazo-, unos y otros controlemos el mundo.
Es curioso, pero, como ha ocurrido tantas veces en el pasado, somos incapaces de asimilar el cambio más radical de todos los que han ocurrido hasta ahora: estamos ya enzarzados en la puesta en marcha de una civilización planetaria. Que me perdonen Rajoy y Obama, pero nadie se acordará de ellos si los equipos de científicos dedicados a sentar las bases de la futura civilización planetaria siguen pulsando las teclas.
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