TÍTULO: LA OTRA BURBUJA.
Un 70% de los españoles no frecuenta los museos, cuyo número sin embargo ha crecido espectacularmente al calor de la bonanza económica,.
Las inmensas colas que aguardan los aficionados al arte
para ver una exposición en el Prado, el Thyssen o el Reina Sofía pueden
inducir a engaño. Es cierto que las grandes colecciones y centros de
arte suelen estar abarrotados, pero este hecho incontestable contrasta
con que un 70% de los españoles no frecuenta los museos.
Pese a que el número de visitantes a estas instituciones ha
crecido de forman exponencial en una década, de 42 millones a 57
millones entre el 2000 y el 2010, acudir a un museo se sigue asociando
al desarrollo de una actividad cultural que incita al aprendizaje, pero
también al aburrimiento y el cansancio, según reflejan las encuestas.
Frente al espectacular crecimiento de las infraestructuras culturales,
la respuesta del público ha estado presidida por la indiferencia: en los
últimos 20 años el aumento de los visitantes ha sido magro y ha
evolucionado de un 28,3% a un 30,6%.
Quienes no pisan los museos ven a los que sí lo hacen con
evidentes prejuicios. Al principio evocan rasgos positivos, como su
cultura y preparación académica, pero cuando se profundiza un poco de
repente surgen en el imaginario colectivo los estereotipos negativos.
Así, los que tienen aversión a estas entidades endosan atributos
despectivos a los visitantes de los museos, que son vistos como personas
solitarias, «grises, con gafas y bohemias». No es un chiste, así figura
en las respuestas de un estudio que encargó el Ministerio de Cultura
titulado 'Conociendo a todos los públicos. Qué imágenes se asocian a las
mujeres'. Este informe destaca que los que han visitado en el último
año un museo solo representan el 30,5%, mientras que los que han hecho
hace más de un año constituyen el 33,8% y los que se abstienen de acudir
a ellos el 33,5%. Es decir, los visitantes frecuentes de los museos
encarnan el grupo más minoritario.
El perfil del público que acude a estas instituciones es
predominantemente femenino, mientras que la edad media es de 42 años. El
prototipo responde al de una mujer, adulta joven, que trabaja y tiene
estudios superiores.
Aunque en España han proliferado los grandes museos
diseñados por arquitectos de renombre, como Santiago Calatrava u Óscar
Niemeyer, las encuestas revelan que al público profano, poco amigo del
silencio cuasi religioso que se gasta en el Prado o el Louvre, le
agradan otras cosas. Al público ocasional le gustan sobremanera los
pequeños museos de cera, así como otros monográficos, como los dedicados
a la aviación, las motos o los saberes culinarios. El Museo de
Chocolate de Astorga es el paradigma de este abultado grupo de personas
poco amigas de las pinacotecas. Porque, de acuerdo con el estudio, son
legión los que identifican de forma errónea la palabra 'museo' con el
centro de arte.
Como ocurre ya con el cine, el público joven está
desertando de las exposiciones. En los últimos años, los visitantes de
15 a 19 años y de 20 a 24 años ha descendido un 3,1% y un 12,2%,
respectivamente.
Emular el éxito del Guggenheim de Bilbao está en el
inconsciente de muchos gestores culturales, aunque no son pocos los
visitantes que están tan o más interesados por el perro Puppy, del
artista Jeff Koons, y el edificio de Frank Gehry que por el contenido de
las exposiciones.
Sorprende que en una España que ha optado por dotarse de
instalaciones museísticas por doquier, el incremento de público es muy
exiguo. Algunos expertos interpretan que la 'burbuja inmobiliaria' corre
en paralelo con la 'burbuja museística'. Después de la fiebre de
inauguraciones de museos, ahora, en épocas de vacas flacas, sus
responsables no saben muy cómo mantenerlos. No se olvide que entre el
2000 y el 2010 el censo de museos y colecciones en España ha pasado de
1.125 a 1.479, lo que supone un incremento del 31,5%. Esta eclosión no
ha venido acompañada de un incremento correlativo en el número de
visitantes, cuyo aumento es apenas de 2,3 puntos porcentuales en dos
décadas, las que van de 1990 al 2010.
Salas sin contenido
La bonanza económica se tradujo en un ardor museístico que,
al cabo de los años, deja en muchos casos un panorama desolador. La
Ciudad de la Cultura es el exponente de un modo de hacer en que se
hicieron centros sin saber cómo llenarlos de contenido. El mal llamado
milagro económico trajo consigo un afán por erigir museos para atraer al
turista y de paso procurar votos al político de turno.
Pero este fervor por dotarse de nuevas infraestructuras
adolecía de una falta de demanda cultural. El éxito de algunas
exposiciones recientes, como la de Dalí en el Reina Sofía, tiene más que
ver con la adhesión de un público ocasional que gusta de participar en
eventos que con una avidez de cultura.
es el porcentaje en que se ha incrementado el número de
museos entre el año 2000 y el 2010, pasando de 1.125 a 1.479. Un aumento
desorbitado si se compara con la exigua subida de 2,3 puntos del número
de visitantes a los distintos museos en las dos últimas décadas. El
desapego museístico es más evidente entre los más jóvenes con un
descenso del 3,1% de los visitantes de 15 a 19 años y todavía más
acusado del 12,2% entre los 20 a 24 años.
TÍTULO: OQUESTRADA HIZO DISFRUTAR ANOCHE AL POPULOSO
AUDITORIO DEL FOLK PLASENCIA.
Oquestrada hizo disfrutar anoche al populoso auditorio del Folk Plasencia
Los portugueses presentaron su
'tasca beat' y a una arrebatadora Marta Miranda cuya voz y presencia se
adueñaron del escenario
Los portugueses de Oquestrada debutaron anoche en el
Festival Folk de Plasencia y no defraudaron. Por el contrario hicieron
disfrutar, acaso más de lo esperado por buena parte, al numeroso público
que acudió al recinto Torre Lucía de Plasencia. Lo consiguieron con su
'tasca beat', ese cóctel musical personal y nostálgico, vital y
contagioso, que solo ellos sirven desde el escenario.
Elaborado a base de esencia musical portuguesa rescatada
del arrabal, aderezado con ecos de fado, evocaciones coloniales y de
ultramar, guiños a la canción francesa y al cabaret, los de Oquestrada
supieron conectar con la populosa audiencia placentina con su música de
verdad. La misma que es capaz de hacer de los vuelos de la falda de
Marta Miranda delicados quiebros vocales o rítmicos y transformarla en
dueña y señora del escenario. Su voz y entrega, el acompañamiento del
acordeón, la guitarra portuguesa y la peculiar 'contrabacia' que les
caracteriza dejaron en la memoria musical de muchos no solo los
estribillos de sus más populares temas, como 'Oxalá te veja ao vivo' o
'Se esta rua fosse minha' sino el recuerdo de una noche dulce y
evocadora, como el sabor de la ginjinha.
La segunda velada del Festival Folk Plasencia la abrieron
los extremeños de Llares Folk que se acercaron hasta Plasencia «muy
ilusionados por regresar al más importante festival de música de la
región» y presentar, entre otras, las canciones que forman parte de su
últimos disco titulado 'De Vetonia a Lusitania'.
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