TÍTULO. REVISTA
XL SEMANAL , NEYMAR EL OSADO, “ ESTOY
LISTO PARA CUALQUIER DESAFIO.
Neymar, el osado: "Estoy listo para cualquier desafío"
Con solo 21 años es el deportista más
rentable del mundo. Y es que no solo juega al fútbol. La nueva perla
brasileña del Barça genera negocio y pasiones tanto dentro como fuera
del campo. Le contamos cómo es la nueva estrella de la Liga, con el
talento de Messi y el carisma de un actor de Hollywood
El padre, que también fue jugador de fútbol, aunque sin llegar a tener una carrera destacable, trabajó como mecánico y funcionario antes de ser agente de su hijo. Pero siempre tuvo claro su potencial, desde que jugaba en la calle con una pelota de trapo. No es que Neymar se criase en una favela, pero la situación económica en casa no era boyante. De hecho, la educación del pequeño Ney se financió con becas de buenos colegios que querían que aquel chaval enclenque pero con un dominio inusual del balón jugase en sus equipos.
Su madre, Nadine, es quien le inculca los valores y la fe. Son evangelistas. Ella reza con él antes de cada partido, en casa o por teléfono. Cuando Ney tenía cuatro meses, sufrieron un accidente de tráfico. El niño rodó por debajo de los asientos del coche, pero solo sufrió un rasguño. El padre estuvo en coma tres meses. Aquello reforzó sus creencias y, hoy, Neymar viaja siempre con una Biblia en la maleta.
Cuando la situación económica de los padres mejoró algo, se trasladaron a Santos, la ciudad que lo vería estallar como futbolista. Su padre compró una casa con vistas al estadio del que sería su primer gran equipo. «Para que no perdiese de vista el objetivo», dice.
Tener el objetivo claro es una de las máximas de su padre. El esfuerzo para alcanzarlo es la otra. Y eso implicaba jugar al fútbol, pero también cursos de inglés, un logopeda para mejorar su expresión oral... Clases de interpretación es lo único que no necesitó. Tiene un talento natural para eso.
La cuestión clave en su imagen no fue decisión de su padre. Al contrario. Fue el día que apareció en el campo, sin avisar a su progenitor, con una cresta mohicana en el pelo coloreada de naranja. La decisión la habían tomado él y su peluquero de toda la vida, Cosme. Después del partido, a Juninho -como lo llaman en casa- le cayó una bronca monumental. Ese no era el estilo de una familia religiosa, tradicional, discreta. Tanto que pensó en quitársela al día siguiente, pero, cuando llegaron los periódicos por la mañana, los titulares lo dejaban claro: había dado en el clavo. La cresta ocupaba las portadas. Bien es cierto que ese día también había marcado dos goles. Pero a partir de ahí su padre tuvo que aceptar que el estilismo corriera por cuenta de su hijo: llegaron los pendientes, las gorras, los tatuajes... Y empezaron a llamarlo 'el Beckham brasileño'. A él le hace gracia: «Mi único parecido con Beckham son los cortes de pelo. Sí, me gusta comprar ropa, los buenos perfumes, las cremas para el pelo. Soy presumido. No tengo problema en reconocerlo. Como el hecho de que me depilo las piernas. Pero no me considero metrosexual. Eso es cosa de Beckham, que es muy elegante».
Neymar no es Beckham. Es otra cosa. Es descaro y simpatía. Su imagen es transgresora, pero sobre todo feliz. Parece un tipo 'normal' y la gente empatiza con él. Su lema es «osadía y alegría», palabras que lleva grabadas en sus botas. La expresión surgió en una conversación con su amigo el cantante Thiaguinho y este acabó componiendo una canción con ese título. Esa es otra 'versión' del futbolista: Neymar y la música. No solo porque acuda siempre al Carnaval; es porque algunos de sus mejores amigos son músicos y se ha subido al escenario para acompañarlos, además de participar en media docena de videoclips. Por no hablar de las coreografías que crea para celebrar sus goles con canciones que inmediatamente se convierten en éxito. Todo simpático, natural... Pero ¿y si una discográfica pagase? Otro filón.
El chico también tiene su lado antipático. Neymar es iracundo. El momento cumbre de la pérdida de papeles se produjo en 2010, cuando su entrenador le impidió tirar un penalti y el jugador comenzó a insultarlo. Llegó a agredir a los compañeros que intentaban detenerlo. Lamentable. Pero peor aún fue cuando el entrenador decidió castigarlo sin jugar en los siguientes partidos... y acabaron despidiéndolo. El presidente del club prefirió apoyar a su megaestrella. La situación podía haber creado un monstruo, pero no ocurrió así. Además de las críticas de la prensa, el correctivo fue llegar a casa y encontrarse a su madre llorando, avergonzada. Neymar dice que fue el peor día de su vida. Juró que no volvería a hacer algo similar. Y tan grave no lo ha hecho. Pero broncas en el campo sigue teniendo. No debe de ser fácil controlar ese carácter impetuoso para alguien que se sabe centro de atención de medio mundo desde adolescente. Con 15 años ya hizo una prueba con el Real Madrid y con 17 se lo disputaban los mejores clubes de Europa. Eso, sin duda, imprime carácter: «Las presiones no me afectan. Desde pequeño sueño con jugar en la selección y ser un ídolo de multitudes. Estoy listo para cualquier desafío».
Por eso también está acostumbrado a las críticas. «Si marco muchos goles, la gente me pide más y me dice que soy individualista. Si participo en el juego y hago pases, me dicen que ya no soy decisivo. Es difícil agradar a todo el mundo. Por suerte, Dios me ha dado el don de jugar al fútbol... pero también un poco de paciencia».
Pero lo que más le critican es ser un jugador 'piscinero', de los que se deja caer con facilidad. Él se defiende diciendo que lo hace para protegerse porque los defensas le entran con demasiada agresividad. Es el jugador que ha sufrido más faltas en las dos últimas Ligas brasileñas. «Salto y me tiro para defenderme, para que no me lesionen». Más de una vez ha mostrado tras un partido sus espinillas machacadas en Twitter.
Las lesiones son el mayor riesgo al que se enfrenta. Eso y que su físico se deteriore. Su llegada al Barcelona ha estado marcada por una anemia que ha tenido en vilo a los aficionados. Siempre lo han apodado 'flacucho', así que perder siete kilos cuando ya le cuesta mantenerse por encima de los 65 (para su 1,74) no es 'inocuo'. Quizá por eso, aunque le gusta la vida nocturna, Neymar ni bebe ni fuma ni consume nada que pueda dañar su cuerpo. Eso sí, en Brasil era un habitual de fiestas nocturnas; en gran parte, por imposición de sus patrocinadores, y en parte, por afición propia. Hasta el presidente del Santos tuvo que admitirlo: «Hay días que llega al entrenamiento habiendo dormido dos horas, pero como nunca llega tarde no hay problema». En el Barcelona no van a ser tan permisivos. Claro que tampoco habrá tantas tentaciones: su novia se queda en Brasil y sus amigos también han regresado. De momento tendrá que centrarse en sus otras aficiones: los relojes, las gafas de sol y los coches en miniatura... que progresivamente van transformándose en deportivos de verdad, aunque todavía no tiene el Porsche y el Ferrari con los que sueña. Lo que sí le sacó a su padre fue un yate de lujo. Se lo apostaron. Suelen apostar cosas pequeñas como desafío para conseguir ciertos logros deportivos. En una bravuconada, el pasado mes de abril su padre le apostó que no marcaba cuatro goles en un encuentro. El yate que su hijo reclamaba estaba en juego. Y Neymar los marcó.
Aquí -dicen-, escoltado por Dani Alves, con la responsabilidad de ocupar la taquilla de Abidal y el reto de estar al nivel de Messi no parece que vaya a haber muchas juergas. Eso sí, nunca se sabe dónde está el peligro.
La actriz con la que correteaba en el culebrón, Tatá Werneck, llevaba tacones. Él iba descalzo. En un momento, ella le pisa. Neymar se agarra el pie con cara de dolor. Ella entra en pánico. Si llega a lesionar al crac, la megaestrella, la 'joya', el tipo al que el Ejército brasileño libró de la mili porque «representaba mejor a la nación en el campo», no es que la despidan, es que la exilian.
TÍTULO: BALONCESTO, AMISTOSO, FRANCIA-84- ESPAÑA-85-.
Amistoso. Francia 84-85 España
Partido de la RutaÑ13 en Motpellier que enfrentño a Francia y a España como preparación para el EuroBasket de Eslovenia 2013.
TÍTULO; CHRIS HORNER NO CADUCA,.
Hace
justo un siglo ya, en el Tour de 1913, Eugene Christophe pasó la noche
en una forja del Tourmalet arreglando su bicicleta mientras sus ..
Hace justo un siglo ya, en el Tour de 1913, Eugene
Christophe pasó la noche en una forja del Tourmalet arreglando su
bicicleta mientras sus rivales se alejaban. Acabó aquella etapa y aquel
Tour, y mucho después, en 1922, fue el líder más viejo del Tour, ya con
37 años. Nadie ha superado esa meta. Solo Andrea Noé, ya en 2007, fue
líder del Giro con más edad, 38 años. La de Christophe es una de esas
historias que solo parecen posibles en aquel pasado, cuando el ciclismo
era más que deporte: una aventura. Cosa de supervivientes. Gestas
increíbles, como la de ayer de Chris Horner, nacido un siglo más tarde
que Christophe, pero más viejo que él. El líder más viejo.
El último kilómetro del Mirador de Lobeira es inflamable.
Quema. Arriba hay una cruz, en memoria de los muertos del mar. Eso no va
con Chris Horner, que corre como si fuera eterno. No teme el paso del
tiempo. Aparece el primero, tres segundos antes que Valverde y 'Purito',
otra vez sin puntería ni reacción; Nibali, Basso y Zubeldia; trece
segundos antes que Henao, Nieve y Samuel, algo recuperado. Horner manda
sobre el tiempo, lo maneja. Al ver la meta se relaja, saborea el
momento. Pierde unos segundos. Qué más da. «¿Cuántas veces tiene uno la
ocasión de disfrutar de un instante así?». Su biografía responde: una
cada 41 años. Esa edad tiene el ganador de etapa y líder más viejo en la
historia del Tour, el Giro y la Vuelta. Horner ha descubierto la eterna
juventud. «La clave es la pasión», dice alegre, atropellándose con el
castellano. No mira el calendario, no tiene edad: «Si he ganado la
Vuelta al País Vasco (2010) con 39 años, ¿por qué no puedo ganar esta
Vuelta?». Horner no caduca.
La suya es una historia americana. Con drama, claro. Greg
LeMond, triple ganador del Tour, resucitó tras un disparo durante una
cacería. Lance Armstrong volvió del cáncer para ganar siete Tours. A su
manera, Horner también ha sobrevivido. Como era hijo de un mecánico de
la Armada, nació en la base estadounidense de Okinawa (Japón). Pedaleó
en su pueblo, El Cruce, en Oregón. Buen nombre. Tuvo que elegir hacia
dónde dirigir su vida en muchos cruces. Jugó a los dados con su futuro.
Trabajó de peón en la obra; estuvo en el paro; metió su vida en una
autocaravana y recorrió Estados Unidos de costa a costa, de carrera en
carrera. Salió adelante con «veinte dólares a la semana». Comía en las
áreas de servicio de las autopistas: hamburguesas, donuts, coca-cola y
chocolatinas. La dieta del antideportista.
Y solo una carambola le cambió el rumbo. Un director
francés, Alain Gallopin, el que ahora le dirige en el RadioShack, viajó a
una carrera en Sudáfrica para ojear a un australiano rápido, Baden
Cooke. Fichó a Horner, que voló a París. Allí le esperaba el director de
la Française des Jeux, que se encontró con un hippie pálido, huesudo y
con coleta. No llevaba más que una mochilla. «Es todo lo que tengo». Era
1998, el año del 'caso Festina'. El ciclismo francés estaba podrido de
dopaje, como el resto. Horner fracasó, regresó derrotado a Oregón. Barco
hundido.
Solo el azar.
A veces, hacen falta dos golpes del azar. En la Française
había coincidido con un veterano corredor suizo, Mauro Gianetti, que,
años después, se hizo mánager del Saunier Duval. Y, como uno de sus
patrocinadores era la firma estadounidense de bicicletas Scott, tuvo que
fichar un corredor con ese pasaporte. Uno barato. Se acordó del hippie.
Horner, ya calvo, reinició el viaje.
El ciclista infinito. Aunque casi muere en 2011. Tras una
tremenda caída en el Tour, sufrió un desmayo en el avión de vuelta a EE
UU. Once horas en el aire con un coágulo en los pulmones. «Pasé seis
meses como en cuarentena, atiborrado de medicamentos y mirando en la
televisión carreras que quizá pude haber ganado», lamentaba entonces con
su voz de flauta. Contra la ley del paso del tiempo y lleno de comida
basura, Horner se rehízo de eso y de la operación de rodilla que este
año le ha tenido cinco meses lejos de Europa. «Soy como el vino», le
gusta decir. Mejor cuando envejece. Gran reserva. Nadie es ni ha sido
como Horner.
Y en el RadioShack lo saben: el sábado salieron a la
contrarreloj por equipos para vestir de líder a Cancellara. Horner era
el elegido para sucederle en el primer final en alto. Nibali y el
Astana, vencedores aquel día, retrasaron los planes. Pero el tiempo
juega a favor de Horner. A la tercera etapa, ya tiene lo que buscaba.
Líder con 41 años.
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