lunes, 25 de marzo de 2013

EL SELLO DE GALLO, LAS GANAS DE NAZARE,./ VIVIMOS UNA NUEVA VICTORIANA AGUANTANDA HASTA LA REVOLUCIÓN,.

TÍTULO: EL SELLO DE GALLO, LAS GANAS DE NAZARE,.


,EL SELLO DE GALLO, LAS GANAS DE ...Nazaré

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  1. El sello de Gallo, las ganas de Nazaré


    La resolución de Gallo, la entrega de Nazaré, el aire cabal de Urdiales, una corrida más desigual de lo previsto y una tarde de perros. Se puso ...foto,.
     
    La resolución de Gallo, la entrega de Nazaré, el aire cabal de Urdiales, una corrida más desigual de lo previsto y una tarde de perros. Se puso a llover con más o menos ganas en cuanto se soltó el tercero de la tarde -un colorado calcetero, algo carivaco, estrecho y alto- y ya no paró. Una manta inclemente de agua durante la lidia del quinto, el menos propicio de los cuatro torrestrellas.
    Frío, humedad, desbandada en los tendidos cuando se cerraron los cielos y ese ambiente algo hirsuto de Madrid. «¡Empezamos bien.!», sentenció uno al aparecer el primer toro de la temporada en Madrid. Jabonero, bastote, las manos por delante, una vuelta de campana, los pitones escobillados, dos puyazos, un quite de Gallo por chicuelinas -tarjeta de visita-, a la espera pero hilo en banderillas y un muy desigual y caprichoso son en la muleta, porque tomaba el primer viaje sin duelo pero al tercero se vencía, se acostaba, se metía o se quedaba debajo.
    Antes de romper a llover, sopló y molestó el viento. Perjudicado, por tanto, Diego Urdiales, compuesto, tenso cuando se paró el toro y tal vez desanimado por dos circunstancias: el viento, fatal para quienes gastan engaños tan pequeños -la muleta mínima del torero de Arnedo- y ese toro tan de más a menos, y no habiendo sido el más gran cosa. Tres pinchazos, un descabello, un aviso.
    Luego, por su orden y en contraclima, salieron tres toros de muy aceptable condición y muy distintos entre sí. Un segundo de Torrestrella colorado girón, de morro chato y muchas carnes que berreó como un poseso pero se empleó con nobleza y no tanta calidad; un tercero, de Torrestrella también, que fue de menos a más y quiso por la mano izquierda con claridad; y un formidable cuarto de Torrealta, cinqueño, 647 kilos, corto de manos, ventrudo, fantástica culata y grandes aires. El toro de la tarde.
    Solo que un ligero descuido dejó al toro arrancarse al caballo de la puerta recién salidos los dos de picar, derribó estrepitosamente y en son de bravo y fue, aunque noble, gran gallo de pelea. Un final rajadito, y con eso no se contaba, pero la lluvia impuso una faena abierta en pausas forzadas y a Urdiales, que manejó la cosa con seguridad y entereza, le costó romperse con el toro. Tanto toro en tromba no cabía en una muleta tan chica, ni daba de sí más el brazo. No se descubrió el toro, cuatro golpes de descabello tras una corta tendenciosa y sonaron dos avisos. Gallo anduvo listo, firme y sereno con el segundo de la tarde. Encaje vertical en el saludo al lance y, luego, entre tablas y rayas, frente a la Puerta de Madrid, un trasteo de buen pulso, bien ligado, siempre por la mano diestra, que de tanda en tanda -y fueron cinco- ganó en autoridad y vuelo. En un solo terreno la faena toda, armónica, bien rematada. El toro se acabó saliendo suelto: un desarme que Gallo convirtió en un desplante. Hubo runrún de asentimiento. Falló la espada: dos pinchazos por fuera, una estocada, un descabello.
    Nazaré se descaró sin espera con el tercero. Puesto desde el primer viaje, le aguantó dos apretones y lo empezó a llevar bien toreado con la izquierda. Ajuste, mano baja, limpieza. Buen trabajo bajo la lluvia. Una estocada en el rincón. No cundió la petición de oreja. Por la lluvia. Y dos toros últimos sin mayor gloria: un quinto torrestrella perfectamente informal -pero Gallo brindó al público- y un grandísimo sexto, de Torrealta, que galopó de salida pero tuvo su guasa: cabezazos, taponazos, acostones, una pizca de violencia. Gallo cumplió sin alardes, Nazaré sufrió algo más. 

    TÍTULO:   VIVIMOS UNA NUEVA VICTORIANA AGUANTANDA HASTA LA REVOLUCIÓN,.


    «Vivimos una nueva era victoriana, aguantando hasta la revolución»

    No podía faltar una nueva adaptación de 'Grandes esperanzas', desde este miércoles en los cines. Mike Newell filma con respeto hacia el ...
     
    El año pasado se conmemoró el 200 aniversario del nacimiento de Charles Dickens. No podía faltar una nueva adaptación de 'Grandes esperanzas', desde este miércoles en los cines. Mike Newell filma con respeto hacia el clásico las peripecias de Pip (Jeremy Irvine) y el siniestro Magwitch (Ralph Fiennes) y muestra el Londres de principios del XIX como un lodazal donde la lucha de clases dejaba un reguero de víctimas. A sus 70 años, el autor de 'Cuatro bodas y un funeral', 'Harry Potter y el cáliz de fuego' y la maravillosa 'Donnie Brasco' demostró en el pasado Festival de Cine Europeo de Sevilla su energía y buen humor.
    - ¿En dónde reside la vigencia de las obras de Dickens?
    - Dickens es un autor contemporáneo. Él creía que el mundo en el que vivía era injusto y cruel. Sus historias siempre presentan a un individuo que trata de luchar contra esa opresión. Hay mucho optimismo en sus novelas, no es deprimente como Dostoievski ni tiene miedo a la sociedad de su tiempo. En el fondo, Dickens sabe que lo que sienten las personas es más poderoso que todas las presiones en su contra. Además, era muy bueno en lo que hacía, el mejor. ¿Sabe que siempre escribía de pie? Trabajó durante 58 años hasta que murió exhausto. Nadie brilló como él desde los 20 años. Fue un titán. Estaba tan en contra de las cosas que no dejaba al nadie al margen, todos tenían voz en sus novelas, y por eso los ingleses sabemos que habla para todos nosotros. Dickens en cambio odiaba América porque allí no le pagaban los derechos de autor.
    - Charles Dickens se rebeló contra la sociedad de su tiempo, pero no ha pasado a la posteridad como un contestatario.
    - Cierto. Le invitaron en tres ocasiones a conocer a la reina y las tres dijo que no. Era muy cristiano, pero más crítico que rebelde. Hay grandes narradores que son también políticos, como George Orwell. Dickens no era nada político, porque lo que le preocupaban eran las diferencias entre las personas. Veía la maquinaria que regía el Imperio británico fuera de control. El niño al que enviaban al reformatorio no tenía ninguna posibilidad de defenderse, no había justicia para él. Eso era lo que le sublevaba a Dickens.
    - 'Grandes esperanzas' demuestra que el ascenso social no trae necesariamente la felicidad. Si hubiéramos aprendido esa lección quizá no estaríamos en esta crisis.
    - Por supuesto. El protagonista pisa a la gente a la que debería cuidar para medrar, con la excusa de que quiere conquistar a la chica. Y enseguida se adapta a la vida de caballero londinense. Cuando paseas en la actualidad por Londres te encuentras con manifestaciones de todo tipo: contra los recortes del Gobierno, los bancos... Cuando llegan a la City, al centro financiero, los ejecutivos se asoman a las ventanas y agitan billetes de cincuenta libras. Yo lo he visto. A los de arriba les importa un bledo qué les ocurre a los de abajo. Mienten y defraudan porque todo vale para llegar a la meta. No hemos avanzado nada desde los tiempos de Dickens. Vivimos una nueva era victoriana. No sé muy bien qué sucede en su país pero me lo puedo imaginar. En el mío vamos a toda pastilla, pero hacia atrás. En aquella sociedad victoriana también se pasaban el tiempo esperando la revolución, viendo hasta qué punto iban a aguantar. Hay tanto descontento que se da la misma mezcla volátil que en los libros de Dickens.
    - Londres sigue atrayendo a gente.
    - Sí. ¿Conoce ese cuadro de Goya? 'Saturno devorando a sus hijos'. Eso es Londres. Generaciones y generaciones piensan que pueden destruir Londres, y la ciudad les destruye a ellos. Siempre ha sido así. Londres es demasiado grande y cruel.
    - ¿Cómo se contempla a sí mismo en la industria del cine: autor, artesano?
    - Lo que hace a un director es tener promesa y propósito. Nadie puede acertar siempre, hasta Michael Haneke se equivoca alguna vez. Hay cineastas que esperan a que todos los elementos sean los deseados: el guion, los actores... Después estamos los demás, que queremos contar historias desesperadamente. De niño, mi padre me escribía cuentos. Trabajaba en la construcción pero tenía ese hobby. Y estaba loco por el teatro, al igual que mi madre. Estaba claro que yo me iba a dedicar a esto, pero no lo supe hasta los veintitantos. Me siento incompleto si no tengo una historia que contar.
    Con Pacino
    - Fue el primer director británico en firmar una película de la saga Harry Potter, que se ha convertido en un icono del país.
    - Fui feliz en el rodaje pese a la dureza de una superproducción así. Me gustaba mucho el libro, aunque Warner quería sacar dos películas de él porque así doblarían las ganancias. Yo me negué. El actor protagonista, Daniel Radcliffe, me preguntó cómo iba a ser la película. Y lo le contesté que como 'Con la muerte en los talones', donde Cary Grant no tiene ni idea de qué le va a ocurrir en cada momento. Harry tampoco sabe por qué le persigue Voldemort para hacerse con tres gotas de su sangre.
    - Mi película suya favorita es 'Donnie Brasco'.
    - Y la mía. Me encantó trabajar con Al Pacino y sobre todo con los auténticos gángsters que encontré en Queens, se portaron maravillosamente. No había referencias a 'El padrino' ni a los mafiosos de Scorsese. Uno de los gángsters me reconoció que en la realidad todos intentaban actuar como Corleone -fríos, racionales-, cuando en realidad eran como su hermano Sonny,.



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