lunes, 18 de marzo de 2013

Claves sport de la primavera Un biquini al día / Desde el punto de penalti. /

Un biquini al día

TÍTULO: Claves sport de la primavera

Un biquini al día

Mostrar cada día un traje de baño diferente, y colgar la fotografía en Instagram. La modelo Devin Brugman ha revolucionado las redes sociales con esta idea tan sensual y original. Conoce su historia.


TÍTULO: desde el punto de penalti.

Ahora que se acerca el Barça-Milán, se me ocurre que la clasificación bien podría resolverse a lanzamientos desde el punto de penalti. Y vuelve a mi memoria un suceso: la primera constatación de una tanda de desempate a penaltis en la historia data de hace más de cincuenta años. Fue en Cádiz, en el Trofeo Carranza, y ganó el Barça al Zaragoza.
Aunque hoy suene raro, hubo tiempos en los que no se resolvían los empates así. Se resolvían con uno, dos o hasta en su caso tres (tal cosa ocurrió en una final de Copa de Escocia) partidos de desempate. Y cuando el tiempo apretaba, por moneda al aire o algún otro modo de azar. España dejó de ir al Mundial de Suiza (1954) porque en el desempate con Turquía, en Roma, acabado a su vez en empate tras prórroga, un bambino sacó de una copa el nombre de Turquía. En busca de evitar la moneda (o la mano inocente en la copa) se arbitraron distintas soluciones aquí y allá. Fue bastante extendida la de prórrogas de un cuarto de hora (tras la prórroga verdadera, de media hora) cambiando de portería cada vez, hasta que alguien marcara un gol, en cuyo caso acababa el partido. Así vi, por ejemplo, al Betis eliminar al Madrid de la Copa cuando acababa de ganar la Sexta Copa de Europa, con los ye-yés.
Se probaban varias fórmulas, aquí y allá, ninguna convencía. Y a medida que había más actividad futbolística, y por consiguiente menos fechas para desempate, el problema se hacía más acuciante.
La solución llegó de Cádiz, vieja y sabia tierra. Una tierra a la que no sólo debemos el garum, el cante por alegrías y la Pepa. También le debemos el invento de las tandas de penaltis.
Se juntaron la necesidad del Carranza de resolver los empates por vía rápida y el ingenio de un gaditano, de nombre Rafael Ballester. El Carranza, nacido a finales de los cincuenta, fue junto al Teresa Herrera, la gran cita futbolística del verano. Tiraba de los grandes equipos nacionales (ahí presentó el Madrid a Didí en suelo español) y de los mejores de Europa o Suramérica, en años aún sin tele, o sin apenas tele, en los que todo era nuevo y deslumbrante. Fue el acontecimiento del verano hasta los setenta.
Con un problema: se jugaban las semifinales el sábado y la final de vencidos y la final verdadera el domingo. Los desempates del sábado eran mortales. Impensable jugar prórrogas de quince minutos alternativas tras la prórroga. Para la edición de 1958 se pensó dar ganador en los empates al equipo que menos córners hubiera cedido en la prórroga. Resultó poco convincente.
Entonces surgió la propuesta de Rafael Ballester, directivo del Cádiz, colaborador con alguna frecuencia del Diario de Cádiz, que desde las páginas de este periódico lanzó la idea de que los desempates se resolvieran con sendas tantas de cinco lanzamientos desde el punto de penalti para cada equipo. La idea pareció interesante, y la primera ocasión de ponerla en práctica llegó en la final de 1962.
Re
Fue una gran edición, como lo eran todas las de entonces, aunque faltara el Real Madrid, favorito de la ciudad y que había ganado las dos anteriores. Como campeón, el Madrid habría tenido derecho a participar, pero le interesó más otro programa. Jugaron Barça, Inter, San Lorenzo de Almagro (repescado a última hora por fallo del Peñarol, anunciado en los programas) y el Zaragoza, que iba de telonero. Pero se estaba gestando un gran Zaragoza, que en la semifinal ganó 4-2 al Inter de Helenio Herrera con su lujosa delantera formada por Jair, Maschio, Hitchens, Suárez y Corso. A su vez, un Barça de entreguerras batiría al San Lorenzo de Almagro (con el gran Sanfilippo como estrella, autor de los dos goles) por 3-2.
Final española, pues. Y final que tras 0-0 en el tiempo reglamentario pasó a la prórroga. En ella se adelantó el Zaragoza (favorito del público, siempre con David frente a Goliath) con gol de Marcelino nada más iniciarse ese periodo, pero a tres minutos del final empató el pequeñísimo delantero Re.
Y entonces se produjo el hecho, la primera tanda de penaltis. Y la ganó el Barça.

El Barcelona, con la copa del Trofeo Carranza, en 1961. / as
El árbitro era el portugués Joaquim Campos, que había sido instruido previamente por el delegado, De la Fuente, del acuerdo de desempatar así. Se sorteó y tocó que lanzara primero el Zaragoza. Los cinco seguidos, ese era el acuerdo. Tiró Duca (brasileño, Adrualdo Barroso da Silva Lima por nombre completo) y gol; Seminario, gol; Lapetra, al poste; Santamaría, fuera; Yarza (el portero), gol. Total, tres. Cambio de portería entonces y lanza el Barça: Benítez, gol; Re, gol; Camps, rechaza Yarza al palo y el balón no entra; Cubillas, rachaza Yarza con el pie; Rodri, gol. Tres a tres. Se discute entonces si otra tanda (sólo estaba prevista una) o la moneda. El partido había empezado a las diez de la noche, y era ya la una y media. Waldo Marco, presidente del Zaragoza, pide moneda; Enrique Llaudet, presidente del Barça, confiado en la superioridad técnica de los suyos, prefiere otra tanda. El alcalde de Cádiz, León de Carranza, lanza moneda al aire para dilucidar. Gana el Barça. Más penaltis. Y ahora el primero que lanza es el Barça.
Marcan consecutivamente Goyvaerts, Benítez, Re, Gracia y Vergés. Cambio de portería y lanza el Zaragoza. Duca tira al poste entre un ¡Oooohhh! de decepción. El Barça es campeón. Ha ganado la primera tanda de la historia. Recoge la copa entre pitos: la gente iba con el Zaragoza, por ser el débil y porque al ganar el Barça suponía que repetiría el año siguiente, lo que se interpretaba como que no podría acudir el Madrid, el favorito de la ciudad.
Los penaltis de desempate empezaron a utilizarse un poco por aquí y por allá, pero tardaron en homologarse. Aún Italia pasaría a la final de la Eurocopa de 1968, contra Yugoslavia, eliminando a la URSS por penaltis, tras desempate no resuelto. En 1970, un árbitro alemán, llamado Karl Wade, recomendó en la UEFA este sistema, que lo incorporó a las competiciones europeas a partir de la 1971-72, aunque no para finales. Aún la final de Copa de Europa Atlético-Bayern, en 1974, se resolvió en desempate. Pero ya entraron con todo el derecho en la Eurocopa de 1978, cuya final, Checoslovaquia-RFA, fue resuelta en los penaltis, con el celebérrimo tiro de Panenka. En el Mundial España-82, la RFA pasó a la final tras batir a Francia en los penaltis, en Sevilla. Y la final del Mundial de EE UU, 1994, se la ganaría Brasil a Italia en los penaltis, tras famoso fallo de Baggio.
Hoy los penaltis son algo común, muy telegénico y nada discutido. La UEFA le atribuye el invento a Karl Wade. Mal hecho. La ocurrencia fue de Rafael Ballester, en el Carranza, hace ya más de cincuenta años. Y la primera vez que se pusieron en funcionamiento sirvieron para darle al Barça aquel bonito y lejano Carranza.
Conste en acta, por si mañana acabamos el partido en lanzamientos desde el punto de penalti.

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