martes, 21 de febrero de 2012

NO ME GUSTAN LOS LUNES POR ROBERTO PALOMAR.

Hace tiempo que el Real Madrid abandonó la ejemplaridad. El papanatismo se ha instalado en alguna de las esferas del club y se dan comportamientos similares al de otras entidades que nunca tuvieron grandeza. Los complejos para albergar la final de la Copa del Rey son una buena muestra de ese infantilismo que preside alguna de las decisiones de la entidad. Desde que Florentino decidió regirse por las encuestas, el Real Madrid lo podría dirigir el dueño de Sigma Dos o de Demoscopia, cuando lo que se le pide a un mandatario es que tome decisiones más allá del fervor popular.ROBERTO PALOMAR-FOTO.
El Real Madrid ha visto como en su estadio ganaban la Copa del Rey enemigos tan encarnizados como el Barcelona y el Atlético de Madrid. Incluso ha perdido finales en su propio estadio. Que se recuerde, ni se han llenado los psiquiátricos de gente atormentada ni la cosa ha ido más allá de la mera decepción deportiva. Es absurdo ampararse en una obras para negar el escenario a uno de los grandes partidos de la temporada.
Ahora bien, si al Madrid lo invade el papanatismo propio y el de otros elementos laterales que merodean y chupan del club, al Barcelona no le mueve más que el fariseismo barato. Al Barça no le importa el aforo. Lo que le importa es ir a defecar a los servicios del Bernabéu antes de que Florentino acometa las obras. El Barcelona está acosando al Madrid de forma injustificada. Si ya se sabe que en el ánimo del club blanco está no ceder el estadio, ¿a qué viene tanta insistencia y tanta petición de ejemplaridad y buena convivencia?
Sería ejemplar, efectivamente, que la final se jugara en el Bernabéu, pero también sería muy saludable que no se pitaran los himnos, se respetase la figura del Rey y que los socios del Real Madrid se encontrasen el estadio tal y como estaba antes del partido y los madrileños su ciudad en perfectas condiciones tras el duelo. ¿Se puede garantizar eso?
El fútbol español ha llegado a un estado de forofismo tal que la final de la Copa del Rey acabará jugándose en un portaaviones, en medio del Atlántico Norte.

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