sábado, 18 de febrero de 2012

AMIGOS DEL TACO:/ ENRÉDATE- CLAVADAS EN EL CORCHO:/ EL HOMBRE INCÓMODO:

TÍTULO: AMIGOS DEL TAGO:

A Un Amigo:


A Un Amigo



Fuiste música, y como música te has ido.
Melodía en armonía.

Acordes acordes con tu idea de la vida, una balada alegre de la que, dichosos, formábamos parte.
Arte en cada nota. Notas, gotas de una esencia pura, que perdura.
La partitura de una vida escrita con fuerza.
Ritmo al compás de la amistad.
Pasos que dejan huella, momentos que quedan, instantes que permanecen.
Personas que marcan.

La vida es un concierto en el que no hay que pagar entrada, en el que cada canción es una vivencia, un sentimiento. Y cada pausa, un silencio de sabiduría.
Luces que se apagan tras cada actuación. Humildad que incrementó tu brillo.
El tiempo compartido convertido en algo que recordar.
Un amigo en hermano.
Cada recuerdo en sonrisa.

Encárgate de que suene la música cuando volvamos a vernos.
Mientras, aquí seguirán presentes momentos, grabados a perpetuidad.
Pues tu concierto ha acabado… de empezar.
Porque fuiste música, y como música has marchado.
Canciones que nunca dejarán de sonar.


TÍTULO: ENRÉDATE- CLAVADAS EN EL CORCHO:

En estos tiempos, la equidad era cosa difícil. Dar lo necesario a cada cual, recibir de igual modo, no eran hechos corrientes. Tampoco repartir, aun momentos; o formar parte de ellos.
La justicia nunca ha sido una característica que defina ese espacio de tiempo llamado vida.
Tampoco algo innato a las personas, incluso a aquellas que creen llevarla por bandera.
Subsanar errores es cada vez más raro. Casi tanto como aceptar los propios.
Y el peso de las cosas realmente importantes ha dejado de ser tal, dando paso a quizá pesados y, de igual modo, absurdos valores.

Bajó de sus pensamientos, aun sin haber sido consciente de subir hasta ellos.
También su mirada descendió bruscamente, y volvió a enfocar el trabajo que había comenzado unos momentos antes.

La balanza parecía rota.
No conseguía ver claramente a qué era debido, pero no realizaba su función correctamente.
El equilibrio que reinaba en ella cuando ambos lados yacían vacíos se había quebrado y, ahora, siempre pesaba más uno de ellos. Solía pasar algo así en muchas balanzas. Y casi siempre era el mismo lado el que cedía. Aquél que más peso había soportado. Incluso en aquellas balanzas que llevaban lustros funcionando y cuya precisión era alabada por muchos ocurría, últimamente, este mismo hecho.

La solución, aparentemente fácil, era equilibrarlas y, acto seguido, limpiarlas y engrasarlas para que su precisión fuese perfecta. Pero algunas de ellas, a pesar de estos y otros cuidados, se resistían a volver a ser el símbolo de equilibrio, justicia y equidad para el cual habían sido construidas e inevitablemente, sin remedio alguno, eran desechadas, o guardadas en un olvidado rincón.



Cogió la taza de café, que siempre tenía en la mesa, a mano derecha.
Nunca se había preguntado el por qué de su profesión. Reparar balanzas. Había quienes decían que el hecho de reparar ya era de por sí valioso. Todavía más si se trataba de algo tan útil.

Dejó la taza tras beber unos tragos, y se levantó con dificultad. Desde hacía un tiempo cojeaba de la pierna izquierda. Era como si, por algún motivo, soportase más peso del esperado, como una balanza quebrada. Dirigió la mirada a la techumbre del barracón en el que pasaba tantas horas de su vida, como buscando alguno de sus pensamientos revoloteando alrededor.

"¿Por qué no pondrían el corazón en el centro del cuerpo, para aguantar mejor su peso?" - se preguntó.
"Quizá para que, alguien, al igual que tú eres capaz de reparar balanzas, equilibre un alma rota..." - le pareció escuchar vagamente, sin distinguir si la respuesta venía de su interior.

Algo le hizo mirar la balanza, encima de la mesa.
Ciertamente, casi todo puede repararse una vez conocida la causa del daño sufrido. Aunque, a veces, cuesta.


TÍTULO: EL HOMBRE INCÓMODO:

PIENSO EN EL HOMBRE incómodo para los otros, aquel que los demás no saben cómo tratar, dónde colocar. Porque aparece allí donde no acostumbraba, donde siempre hubo una mujer, y ahora, sin embargo, está él, el hombre incómodo. Incómodo es el adjetivo que vino a mi cabeza cuando leí una carta escrita por Dolores de Cospedal a un periódico en protesta por un artículo publicado sobre su marido. Un artículo sobre los supuestos problemas de protocolo que estaría causando su marido por su 'empeño' en acompañarla a muchos actos públicos. Me encantó la respuesta de Cospedal, sobre todo por la última parte, cuando ponía el dedo en la llaga de esta historia. En su sorpresa, en la mía, en la de mucha gente, porque un medio criticara que su pareja la acompañara a los actos públicos, cuando ningún medio había puesto jamás en cuestión la presencia de las parejas de los gobernantes en los actos oficiales de cualquier país o región. Siempre que tales parejas fueran mujeres, claro está.

NO SOLO ESO, la mayoría incluso se empeña en redoblar el protagonismo de algunas parejas presidenciales, aún más cuando ellas son guapas o famosas, como es el caso de Carla Bruni o Michelle Obama, que a veces parecen más presidentas que sus propios maridos, a tenor de las páginas y fotografías que les dedican. Para ellas, no hay problemas de protocolo. Porque están donde deben, donde se las espera, de consortes, de símbolos familiares, de apoyos morales. Como a ellos no se les espera, algunos prefieren desaparecer. Incluso antes de que sus esposas sean presidentas. Y no, no es una broma malvada, sino que pienso en la llamativa cantidad de líderes políticas divorciadas, como la anterior presidenta chilena, Michelle Bachelet, o la presidenta brasileña Dilma Rousseff. Y cuando permanecen, se borran de las fotografías o de las sillas de acompañantes. Como Joachim Sauer, el marido de Angela Merkel, cuyo aspecto ni recordamos.

LA POLÍTICA es un mero reflejo de lo que ocurre en la sociedad. De los muchos hombres
incómodos que aparecen allí donde no se les espera. En las profesiones tradicionalmente ocupadas por las mujeres, por ejemplo. Cuando es él y no ella el enfermero y le miramos como si se hubiera equivocado de profesión. O cuando es él el azafato que recibe a los congresistas y nos ponemos a suponerle rasgos afeminados. Como aún lo hacemos con los que están donde siempre estuvieron ellas, en los parques con los niños, en las consultas de los pediatras, en las colas de las fruterías.

CLARO QUE HAY una categoría aún superior del hombre incómodo. Cuando ella, la ejecutiva, presenta a su nueva pareja que es su secretario. O cuando ella, la divorciada de 40 años, aparece del brazo de su nuevo novio, el estudiante de 25 años. La miramos como nunca miramos al ejecutivo que se casó con su secretaria, el cuarentón que se enamoró de la veinteañera. Y no sabemos qué hacer con él, el hombre incómodo. Porque ha tenido la osadía de ocupar un lugar que nos resistimos a concederle.

P. D. ¿Y qué piensan los hombres incómodos de su situación? Hemos dedicado tantas páginas a la igualdad femenina que hemos olvidado los otros problemas de igualdad, los de ellos, los hombres que también han roto las tradicionales barreras sociales y se han atrevido con los nuevos papeles.


La política es un mero reflejo de lo que ocurre en la sociedad. De los muchos hombres incómodos que
aparecen allí donde no se les espera.

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