Consumo .
Carrie, Samantha, Miranda y Charlotte son algo más que las protagonistas de 'Sexo en Nueva York'; son el paradigma de un modelo de vida idealizado, en el que comprar es la ocupación principal y el sinónimo de una felicidad con crédito ilimitado. Pero, ¿qué ocurre cuando una persona normal intenta trasladar ese consumismo exacerbado a la vida real? No estamos hablando de casos aislados. Nada menos que un 5% de los españoles son adictos a las compras, según el psicólogo Javier Garcés Prieto, presidente de la Asociación Nacional de Estudios Psicológicos y Sociales y director técnico del Informe sobre Prevención y Tratamiento de los Problemas Psicológicos relacionados con los Hábitos de Consumo promovido por la Unión Europea.
De acuerdo con Garcés, la tercera parte de la población tiene problemas graves de autocontrol, una patología que se agudizó con las 'ventajas' nacidas al calor de una época de bonanza. Entonces, las compañías de unificación de deudas, los créditos al consumo que los bancos otorgaban para cualquier fruslería o las tarjetas oro concedidas solo por abrir una cuenta corriente nos sumieron en un espejismo; parecía que nos podíamos permitir adquirir al momento todo tipo de bienes y olvidarnos de pagarlos. "Era maravilloso entrar en tiendas de lujo y llevarte un bolso, un vestido, lo que fuera, casi todas las semanas y no preocuparte por si tenías dinero en el banco o no", explica M. Ballesteros, una de las afectadas por esta patología que prefiere no dar su nombre. M. afirma que, aunque ir de tiendas se convirtió en su principal ocupación al salir del trabajo, las compras nunca llegaron a condicionar su vida. "Sentía un cosquilleo cuando se acercaba la hora, pero cada vez me duraba menos y empecé a frecuentar más las tiendas. Supe entrar en razón a tiempo, cuando muchos amigos empezaron a irse al paro. Eso me asustó mucho", apunta.
LA TRAMPA DEL DINERO VIRTUAL
Su caso no es aislado; a medida que la crisis se agrandaba, las facilidades de compra fueron menguando. Regresó entonces una antigua técnica para estimular el consumo, basada en las promociones 'sine die', las gangas continuas, las rebajas infinitas, los saldos de cualquier producto y en cualquier época, los 'dos por uno', los descuentos… en definitiva, la vida en versión 'low cost'. De bruces con la realidad, la mayoría de las personas cambiaron el modo en el que gastaban (de mucho pasaron a poco y de caro a barato). Fue un aprendizaje a marchas forzadas que, para algunos, supuso además tener que revelar un problema que hasta entonces permanecía oculto: su consumismo frenético.
"Con la actual coyuntura económica muchos se han visto obligados a confesar el sobreendeudamiento al que han llegado –afirma Javier Garcés–, porque ya no podían ir alargando los plazos de pago con tanta facilidad ni disponer de más dinero de plástico, que es el verdadero enemigo de estas personas. Lo grave es que, cuando esto ocurre, ya deben sumas altísimas que, junto a los intereses, llevan a una situación insostenible. Muchas familias han tenido que hipotecar sus casas por culpa de la adicción de uno de sus miembros. De hecho, casi un 40% gasta más de lo que necesita y la mayoría olvida que, a veces, la mejor compra es la que no se hace".
Este afán consumista, que en inglés tiene el sugerente nombre de 'shopping spree' ('la juerga de las compras'), esconde en la trastienda mucho sufrimiento. "Sabes que estás haciendo algo malo porque mientes, siempre evitas decir adónde vas, acudes solo y, cuando llegas a casa, lo primero que haces es esconder las bolsas. Eso acaba afectándote a nivel psicológico", explica M. Ballesteros, que se inició en esta práctica cuando ascendió en su profesión de consultora financiera y fue deslizándose por una pendiente de compras sin freno durante seis años.
UNA ESPIRAL DE CONSUMO
El doctor Blas Bombín, fundador y director del Centro Específico de Tratamiento y Rehabilitación de Adicciones Sociales (CETRAS), una entidad de referencia en adicciones conductuales, explica el proceso: "Esta es una enfermedad que se basa en el dinero, es el vehículo imprescindible; y ahora hay un paisaje de fondo en el que todo el mundo tiende a apretarse el cinturón. Pero los adictos, aunque vean una merma importante de su poder adquisitivo, emprenden una huida hacia adelante, tratan de seguir gastando como antes o más, en lo que se conoce como el mecanismo de abyección. Buscan provocar una colisión total para despertar de este problema, porque saben que no hay escapatoria. Es como si esperaran asistir al fin del mundo, pero, en realidad, lo que buscan de forma desesperada es ayuda".
Mirar escaparates es una afición que siempre se ha asociado más con las mujeres y lo cierto es que los niveles de adicción de las féminas a los estímulos de compra son mayores. Se calcula que ellas visitan una media de 7,5 establecimientos para adquirir un pantalón, mientras que al hombre le basta con acudir a 1,5 tiendas para realizar la misma compra. Además, ellas no solo padecen más este trastorno, sino que empiezan a sufrirlo de forma cada vez más precoz, en torno a los veintitantos años, y logran mantenerlo oculto durante una década, por término medio.
Javier Garcés Prieto alerta de que cada generación es más consumista que la anterior. Es más; según el psicólogo, un 8% de los jóvenes actuales tiene un nivel de consumo que puede considerarse patológico. Unos padres demasiado complacientes, la permeabilidad a los mensajes publicitarios y una cultura que promueve la constante renovación estética suelen estar detrás de esta tendencia desmesurada a acumular objetos. La adicción puede tener, además, otras causas diferentes: una personalidad hedonista e impulsiva, la búsqueda de prestigio o de consideración personal y ciertos sentimientos de insatisfacción personal o de baja autoestima.
¿MÁS CRISIS? MÁS COMPRAS
Estos factores, extraidos de distintas encuestas, junto con datos teóricos, como las tasas y el tiempo de recuperación del Índice de Confianza del Consumidor, sirvieron de base a un equipo de investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia, la Universidad del País Vasco y la Universitat de València para desarrollar un curioso modelo matemático. Su función era pronosticar el número de ciudadanos adictos a las compras que habría en los próximos años en España en función de los diferentes escenarios de recuperación de la crisis. Sus conclusiones, contrariamente a lo que dicta la lógica, constataban que, incluso en caso de estancamiento económico, en 2012 y 2013 la cifra de adictos iría en ascenso y llegaría al 17,21%. Un porcentaje nada despreciable para un país que no llega a fin de mes.
CASOS REALES
Cecilia Peña (30 años, Periodista) "Mis padres pagaban mis facturas de 600 euros".
“Las compras son mi vicio. Me gasto el 70% de mi sueldo en ropa y accesorios. Siempre he tenido esta afición, incluso cuando estaba sin trabajo y vivía a costa de mis padres. Quizá fueron demasiado permisivos cuando les llegaba a fin de mes una factura mía de 600 €. Mi consuelo es que busco productos baratos y así me parece que gasto menos. Porque disfruto más comprándome muchas prendas que un bolso de firma. De hecho, tengo una ruta 'low cost', que recorro cuatro veces por semana. Vivo cerca de cuatro tiendas de Zara, mi marca de cabecera. Si no encuentro la pieza que busco en una, voy a todas. Y si tampoco así lo logro, me conecto a la web y la compro. Me genera mucha ansiedad pensar que se va a terminar. Mis amigos y padres tratan de disuadirme, pero no me puedo resistir. Un chico con el que salí insistía en que tenía que controlarme, que si teníamos hijos no podría seguir gastando así. Alguna vez he intentado cambiar, pero soy incapaz. Pero, como me conozco, no manejo tarjetas de crédito. Me da pánico meterme en un verdadero problema y endeudarme. Y doy gracias por no tener un físico espectacular, sino ¡me lo compraría todo! Siempre quiero estar a la última –me encanta que alaben mi ropa–, aunque eso me impide hacer otras cosas, como irme a la India con mis amigas Solo tendría que ahorrar 200 € al mes, pero no me planteo las cosas a largo plazo".
Concepción Ramos (desempleada, 61 años). "La sensación de que eres rica es gratificante".
"Tuve una infancia muy pobre y, cuando dispuse de dinero, me volví loca. Mi marido tenía un buen puesto y yo también trabajaba. Tenía 4.000 € al mes para gastar. Lo mío eran los libros y la ropa. Pasaba por unos grandes almacenes y me llevaba todo lo que me gustaba por duplicado. Pero, en el fondo, no lo disfrutaba. Lo escondía todo y, a veces, hasta me olvidaba de que lo tenía. También he gastado mucho en bisutería y en la teletienda; es muy gratificante tener la sensación de que eres rica, salir de un gran almacén con un montón de bolsas y presumir. Pero cuando mi madre murió y nos dejó su casa, tuve que dar la parte proporcional a mis sobrinas y ahí se descubrió el déficit que tenía. Desde entonces, he ido pagando las deudas como he podido, porque ahora estoy en paro. Ya sólo debo 4.000 € a mi hija, que es mi mayor pesar; eso y no poder comprarle nada a mi nieta, a la que antes le regalaba el sol y la luna. Tras más de dos décadas de adicción, pedí ayuda al movimiento cristiano en el que participo desde hace tiempo. Estoy empezando a vivir sin atesorar cosas. Sé que puedo controlarme si estoy tranquila. Si estoy estresada, no es tan fácil".
Elena Vázquez (Técnico en Telecomunicaciones, 41 años). "Llegué a tener 21 teléfonos".
"La rehabilitación es dura, pero con la satisfacción de no depender de tus impulsos. Las compras se convierten en un hábito que te esclaviza y tapa problemas, como la soledad. Estuve más de cuatro años enganchada. Tenía 21 teléfonos y los cajones llenos de maquillaje y productos de belleza que compré por internet, lo que me creó una deuda de más de 30.000 €. Ahí toqué fondo y mi marido se dio cuenta; hasta entonces, con un crédito tapaba otro, pero llegó un momento en el que ya no me daban más. Fue una suerte. Ahora tengo restringidas las webs a las que puedo entrar. No llevo dinero ni tarjetas, a menos que deba hacer una compra, y entonces tengo que volver con el ticket y justificar cada euro. He logrado que mirar tiendas ya no me produzca ansiedad, algo que me pasaba hasta en el súper. Hago listas para controlar el gasto y ni me acuerdo del móvil. Lo he logrado gracias al apoyo de mi marido... y eso que me gasté nuestros ahorros, con los que él tenía la ilusión de comprarse un coche. Eso es lo peor, defraudar a los que te quieren y el rechazo de algunos amigos. Pero puedo salir de esta. No he tenido recaídas y voy a lograrlo".
De acuerdo con Garcés, la tercera parte de la población tiene problemas graves de autocontrol, una patología que se agudizó con las 'ventajas' nacidas al calor de una época de bonanza. Entonces, las compañías de unificación de deudas, los créditos al consumo que los bancos otorgaban para cualquier fruslería o las tarjetas oro concedidas solo por abrir una cuenta corriente nos sumieron en un espejismo; parecía que nos podíamos permitir adquirir al momento todo tipo de bienes y olvidarnos de pagarlos. "Era maravilloso entrar en tiendas de lujo y llevarte un bolso, un vestido, lo que fuera, casi todas las semanas y no preocuparte por si tenías dinero en el banco o no", explica M. Ballesteros, una de las afectadas por esta patología que prefiere no dar su nombre. M. afirma que, aunque ir de tiendas se convirtió en su principal ocupación al salir del trabajo, las compras nunca llegaron a condicionar su vida. "Sentía un cosquilleo cuando se acercaba la hora, pero cada vez me duraba menos y empecé a frecuentar más las tiendas. Supe entrar en razón a tiempo, cuando muchos amigos empezaron a irse al paro. Eso me asustó mucho", apunta.
LA TRAMPA DEL DINERO VIRTUAL
Su caso no es aislado; a medida que la crisis se agrandaba, las facilidades de compra fueron menguando. Regresó entonces una antigua técnica para estimular el consumo, basada en las promociones 'sine die', las gangas continuas, las rebajas infinitas, los saldos de cualquier producto y en cualquier época, los 'dos por uno', los descuentos… en definitiva, la vida en versión 'low cost'. De bruces con la realidad, la mayoría de las personas cambiaron el modo en el que gastaban (de mucho pasaron a poco y de caro a barato). Fue un aprendizaje a marchas forzadas que, para algunos, supuso además tener que revelar un problema que hasta entonces permanecía oculto: su consumismo frenético.
"Con la actual coyuntura económica muchos se han visto obligados a confesar el sobreendeudamiento al que han llegado –afirma Javier Garcés–, porque ya no podían ir alargando los plazos de pago con tanta facilidad ni disponer de más dinero de plástico, que es el verdadero enemigo de estas personas. Lo grave es que, cuando esto ocurre, ya deben sumas altísimas que, junto a los intereses, llevan a una situación insostenible. Muchas familias han tenido que hipotecar sus casas por culpa de la adicción de uno de sus miembros. De hecho, casi un 40% gasta más de lo que necesita y la mayoría olvida que, a veces, la mejor compra es la que no se hace".
Este afán consumista, que en inglés tiene el sugerente nombre de 'shopping spree' ('la juerga de las compras'), esconde en la trastienda mucho sufrimiento. "Sabes que estás haciendo algo malo porque mientes, siempre evitas decir adónde vas, acudes solo y, cuando llegas a casa, lo primero que haces es esconder las bolsas. Eso acaba afectándote a nivel psicológico", explica M. Ballesteros, que se inició en esta práctica cuando ascendió en su profesión de consultora financiera y fue deslizándose por una pendiente de compras sin freno durante seis años.
UNA ESPIRAL DE CONSUMO
El doctor Blas Bombín, fundador y director del Centro Específico de Tratamiento y Rehabilitación de Adicciones Sociales (CETRAS), una entidad de referencia en adicciones conductuales, explica el proceso: "Esta es una enfermedad que se basa en el dinero, es el vehículo imprescindible; y ahora hay un paisaje de fondo en el que todo el mundo tiende a apretarse el cinturón. Pero los adictos, aunque vean una merma importante de su poder adquisitivo, emprenden una huida hacia adelante, tratan de seguir gastando como antes o más, en lo que se conoce como el mecanismo de abyección. Buscan provocar una colisión total para despertar de este problema, porque saben que no hay escapatoria. Es como si esperaran asistir al fin del mundo, pero, en realidad, lo que buscan de forma desesperada es ayuda".
Mirar escaparates es una afición que siempre se ha asociado más con las mujeres y lo cierto es que los niveles de adicción de las féminas a los estímulos de compra son mayores. Se calcula que ellas visitan una media de 7,5 establecimientos para adquirir un pantalón, mientras que al hombre le basta con acudir a 1,5 tiendas para realizar la misma compra. Además, ellas no solo padecen más este trastorno, sino que empiezan a sufrirlo de forma cada vez más precoz, en torno a los veintitantos años, y logran mantenerlo oculto durante una década, por término medio.
Javier Garcés Prieto alerta de que cada generación es más consumista que la anterior. Es más; según el psicólogo, un 8% de los jóvenes actuales tiene un nivel de consumo que puede considerarse patológico. Unos padres demasiado complacientes, la permeabilidad a los mensajes publicitarios y una cultura que promueve la constante renovación estética suelen estar detrás de esta tendencia desmesurada a acumular objetos. La adicción puede tener, además, otras causas diferentes: una personalidad hedonista e impulsiva, la búsqueda de prestigio o de consideración personal y ciertos sentimientos de insatisfacción personal o de baja autoestima.
¿MÁS CRISIS? MÁS COMPRAS
Estos factores, extraidos de distintas encuestas, junto con datos teóricos, como las tasas y el tiempo de recuperación del Índice de Confianza del Consumidor, sirvieron de base a un equipo de investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia, la Universidad del País Vasco y la Universitat de València para desarrollar un curioso modelo matemático. Su función era pronosticar el número de ciudadanos adictos a las compras que habría en los próximos años en España en función de los diferentes escenarios de recuperación de la crisis. Sus conclusiones, contrariamente a lo que dicta la lógica, constataban que, incluso en caso de estancamiento económico, en 2012 y 2013 la cifra de adictos iría en ascenso y llegaría al 17,21%. Un porcentaje nada despreciable para un país que no llega a fin de mes.
CASOS REALES
Cecilia Peña (30 años, Periodista) "Mis padres pagaban mis facturas de 600 euros".
“Las compras son mi vicio. Me gasto el 70% de mi sueldo en ropa y accesorios. Siempre he tenido esta afición, incluso cuando estaba sin trabajo y vivía a costa de mis padres. Quizá fueron demasiado permisivos cuando les llegaba a fin de mes una factura mía de 600 €. Mi consuelo es que busco productos baratos y así me parece que gasto menos. Porque disfruto más comprándome muchas prendas que un bolso de firma. De hecho, tengo una ruta 'low cost', que recorro cuatro veces por semana. Vivo cerca de cuatro tiendas de Zara, mi marca de cabecera. Si no encuentro la pieza que busco en una, voy a todas. Y si tampoco así lo logro, me conecto a la web y la compro. Me genera mucha ansiedad pensar que se va a terminar. Mis amigos y padres tratan de disuadirme, pero no me puedo resistir. Un chico con el que salí insistía en que tenía que controlarme, que si teníamos hijos no podría seguir gastando así. Alguna vez he intentado cambiar, pero soy incapaz. Pero, como me conozco, no manejo tarjetas de crédito. Me da pánico meterme en un verdadero problema y endeudarme. Y doy gracias por no tener un físico espectacular, sino ¡me lo compraría todo! Siempre quiero estar a la última –me encanta que alaben mi ropa–, aunque eso me impide hacer otras cosas, como irme a la India con mis amigas Solo tendría que ahorrar 200 € al mes, pero no me planteo las cosas a largo plazo".
Concepción Ramos (desempleada, 61 años). "La sensación de que eres rica es gratificante".
"Tuve una infancia muy pobre y, cuando dispuse de dinero, me volví loca. Mi marido tenía un buen puesto y yo también trabajaba. Tenía 4.000 € al mes para gastar. Lo mío eran los libros y la ropa. Pasaba por unos grandes almacenes y me llevaba todo lo que me gustaba por duplicado. Pero, en el fondo, no lo disfrutaba. Lo escondía todo y, a veces, hasta me olvidaba de que lo tenía. También he gastado mucho en bisutería y en la teletienda; es muy gratificante tener la sensación de que eres rica, salir de un gran almacén con un montón de bolsas y presumir. Pero cuando mi madre murió y nos dejó su casa, tuve que dar la parte proporcional a mis sobrinas y ahí se descubrió el déficit que tenía. Desde entonces, he ido pagando las deudas como he podido, porque ahora estoy en paro. Ya sólo debo 4.000 € a mi hija, que es mi mayor pesar; eso y no poder comprarle nada a mi nieta, a la que antes le regalaba el sol y la luna. Tras más de dos décadas de adicción, pedí ayuda al movimiento cristiano en el que participo desde hace tiempo. Estoy empezando a vivir sin atesorar cosas. Sé que puedo controlarme si estoy tranquila. Si estoy estresada, no es tan fácil".
Elena Vázquez (Técnico en Telecomunicaciones, 41 años). "Llegué a tener 21 teléfonos".
"La rehabilitación es dura, pero con la satisfacción de no depender de tus impulsos. Las compras se convierten en un hábito que te esclaviza y tapa problemas, como la soledad. Estuve más de cuatro años enganchada. Tenía 21 teléfonos y los cajones llenos de maquillaje y productos de belleza que compré por internet, lo que me creó una deuda de más de 30.000 €. Ahí toqué fondo y mi marido se dio cuenta; hasta entonces, con un crédito tapaba otro, pero llegó un momento en el que ya no me daban más. Fue una suerte. Ahora tengo restringidas las webs a las que puedo entrar. No llevo dinero ni tarjetas, a menos que deba hacer una compra, y entonces tengo que volver con el ticket y justificar cada euro. He logrado que mirar tiendas ya no me produzca ansiedad, algo que me pasaba hasta en el súper. Hago listas para controlar el gasto y ni me acuerdo del móvil. Lo he logrado gracias al apoyo de mi marido... y eso que me gasté nuestros ahorros, con los que él tenía la ilusión de comprarse un coche. Eso es lo peor, defraudar a los que te quieren y el rechazo de algunos amigos. Pero puedo salir de esta. No he tenido recaídas y voy a lograrlo".
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