jueves, 16 de febrero de 2012

Lugares./ Islas Flotantes.

 TÍTULO: LUGARES:

El bosque, antes oscuro y tétrico, como si de un cementerio natural se tratase, había cambiado su aspecto y, tras los últimos pasos, la maraña de zarzas y espinos que ocultaban el serpenteante camino que transcurría entre pequeños pinos había dado lugar a espacios abiertos, salpicados por grandes troncos de enormes chopos, hayas y encinas, cuyas copas, apenas visibles en lo alto, formaban un techo que dejaba pasar, aquí y allá, los rayos de un sol distante, creando un bello juego de luces y sombras.

El sendero, ahora ya libre de toda maleza, se mostraba iluminado, como invitando a recorrerlo y dejarse llevar allí donde él decidía. El ambiente, cálido a los sentidos, estaba plagado de pequeñas luces que flotaban por todas partes, subiendo y bajando gracias a la brisa que las mecía, al tiempo que peinaba las flores y hierbas de alrededor, propagando sus fragancias.

Mecido por esta misma brisa, el camino le llevó, tras recorrer los más bellos rincones, hasta un robusto tronco, centenario al menos, en cuya base se advertía algo así como un refugio.
Unas pequeñas velas, cuyas llamas parecía habían sido capturadas de entre las luces que le rodeaban, iluminaban la estancia, suficientemente grande como para sentirse cómodo.
Al entrar, fue tal la sensación de protección y bienestar que deseó quedarse allí para siempre, sin más necesidad que la de sentir que nada podía hacerle daño, a pesar de cuanto se perdía de la belleza que lo rodeaba.


Cuentan algunos, que todavía sigue allí.
Disfrutando de la protección que tanto necesitaba. Dejando de lado casi todo cuanto anhelaba.


Existen lugares maravillosos, y mágicos. También momentos.
Lo difícil es encontrarlos. Lograr ver, entre bosques de malos tiempos y marañas de nefastos acontecimientos, instantes llenos de belleza, y magia. Caminos que, aunque llenos de obstáculos en su inicio, nos guían hasta escenarios, y vivencias, dignos de un sueño.
Lo difícil es, una vez hallados, disfrutarlos plenamente. Sin verlos distantes, sin formar parte de ellos. Sin permanecer en ese refugio. A salvo. Ausente.

TÍTULO: ISLAS FLOTANTES:

Hubo un tiempo en el que el mundo era distinto.
Azul. De un azul intenso, inmenso.
Todo agua, y cielo. Mar y nubes. Ocasos rojizos y albas tenues.

Amaneceres nacidos entre brumas y nieblas, donde la vastedad de un horizonte sin fin se confunde con la infinidad del silencio, eterno viajante errante sin rumbo.

Anocheceres distantes, sobre el remanso de paz de un mar teñido con los últimos rayos de un sol poniente, donde un velo se alza en el linde que alcanza la vista.
Oscuridad, que todo lo envuelve. Arriba, en el inalcanzable cielo techado de estrellas. Abajo, en los profundos abismos, donde todo va a parar.


Algo se mueve en la noche. Una sombra en la negrura vaga taciturna, guiada por reflejos de luna. Lentamente se desliza entre las aguas, dejando una estela que se desvanece tras las olas, ahora en calma, otrora gigantescas, rompiendo la quietud reinante.
Su pausado avance cesa al despuntar el alba, cuando el sol ilumina toda su grandeza.

¡Tierra! Gritan muchos cuando las ven, alzándose sobre la línea difusa que une cielo y mar.
Y se regocijan por su suerte, pues ignoran cuanto ocultan bajo las aguas.
Pero otros tantos las temen, y procuran jamás acercarse a ellas.
Cuando la prudencia se confunde con el miedo, éste último suele vencer.

Islas flotantes, las llaman. Lugares sin ombría, en las que los puntos cardinales cambian a cada momento, según viran. Pues tienen vida propia.

Gigantescos monstruos de historias olvidadas. Criaturas nacidas de mitos y leyendas, ya extintas. Lo cierto es que nunca se sumergen, sabedoras de la importancia de su presencia en la superficie, esencial para quienes habitan su lomo. Seres dependientes, pendientes de la vida que los sustenta.


Pero en este mundo de antaño, las islas mueren… Nacen, surgen de las aguas, y luego permanecen, por mucho tiempo entre los azules intensos del cielo y opacos del mar. Hasta llegar el momento en que, por alguna desconocida razón, van a morir rumbo al ocaso.

Y allí se hunden, lentamente, en los profundos abismos de los confines del fin del mundo, donde todo acaba.
Y con ellas, se pierde su riqueza, como la de un ser sabio cuando marcha para siempre.

Mientras, por suerte, en otros lugares en la inmensidad del gran mar, nuevas islas flotantes emergen, y se llenan de vida…


Soplan vientos del norte. Llegan mareas del sur.

No hay comentarios:

Publicar un comentario