jueves, 16 de febrero de 2012

UN APLAUSO PARA EL PRODUCTOR.

Cuando uno se mete en un grupo de teatro con 15 años, lo más normal es que quiera ser actor, a ser posible protagonista. También hay gente a la que, por voluntad de mando o visión artística, le da por dirigir, aunque quizá con esa edad no le hagan mucho caso. Pero aquel Jesús Cimarro-foto- de los primeros 80, un adolescente entre los fundadores del primer taller de teatro de Euskadi, tenía claro que su vocación no era la convencional: «Yo quería ser organizador, se me daba bien. Entonces no hablábamos de producción, ni de gestión: organizábamos. Y, con 46 años, aquí sigo».
Aquello sucedía en su pueblo, la localidad vizcaína de Ermua. Jesús era un chaval fascinado por lo que puede hacer una persona sobre un escenario, solo con su cuerpo y su voz: se recuerda con 18 años, en el teatro bilbaíno Campos Elíseos, boquiabierto ante el monólogo de Lola Herrera en 'Cinco horas con Mario' y soñando que algún día llegaría a trabajar con intérpretes de ese calibre. Nada más acabar COU, entró en la compañía Geroa, un gran nombre del teatro vasco, y con 21 años hizo las maletas y se marchó a Madrid, a vivir de alquiler en la calle Toledo, delante del teatro La Latina. Allí seguía soñando que, quién sabe, tal vez en un futuro podría montar algo en el edificio de enfrente, uno de esos templos santificados por décadas de aplausos.
Hoy, Jesús recibe precisamente en su despacho de La Latina, del que es director gerente y copropietario: las oficinas, estrenadas hace dos semanas, todavía huelen a nuevo. Y, si le hubiésemos pillado unos días antes, habríamos redondeado el juego de los sueños cumplidos, porque hasta finales de enero tenía allí mismo a Lola Herrera con 'Querida Matilde': «Lleva cinco años trabajando conmigo. El año pasado, una revista le dijo que quería hacerle una foto con una persona especial para ella y me eligió a mí», se enternece Jesús, que dirige la productora Pentación desde hace la friolera de 24 años. También es director del Teatro Bellas Artes, presidente de la Asociación de Productores y Teatros de Madrid y vicepresidente de la federación española. Tiene 115 empleados y en todo este tiempo ha producido 125 espectáculos, pero quizá el dato más apabullante, por encima de su currículo, es que ahora mismo tiene 21 espectáculos en cartel.
Porque, pese a la crisis que nos obsesiona y nos paraliza, el teatro funciona. En Barcelona ya han hecho las cuentas del año pasado, que registran un incremento del 8% en el número de espectadores, y Jesús considera que se trata de un fenómeno general: «Hemos conseguido que los espectadores vuelvan: los últimos diez años han sido de continua evolución. Y las cifras dicen, por ejemplo, que en Madrid va más público al teatro que al fútbol». ¿Por qué se gastan el dinero en una entrada, que no es un producto de primera necesidad? «Yo creo que apetece ver espectáculos: tenemos la tele de 50 pulgadas, el iPad, el iPhone, el email, el WhatsApp, pasamos el día en el sofá controlándolo todo con mandos, ya ni hablamos, y surge una necesidad de volver a las cosas en vivo, al escenario, a las personas de carne y hueso».

TÍTULO: Marisa y su sobrina

A Jesús le ilusiona especialmente ver en la cola a gente de todas las edades. «Eso es un gusto. Marisa Paredes vino el otro viernes con su sobrina, a ver a Lola Herrera, y la chica se enteró de que después estaba Leo Harlem y se quedó también al 'Club de la Comedia'». El productor, que ya prepara la fiesta por el 25 aniversario de Pentación -«un cuarto de siglo con el mismo nombre y el mismo CIF es un éxito increíble», apunta-, bien podría tirarse una hora enumerando intérpretes de primera fila con los que ha trabajado, desde Fernando Fernán Gómez, Adolfo Marsillach, Mary Carrillo o Héctor Alterio hasta Javier Cámara, Amaia Salamanca o Fran Perea. ¿Qué rasgo define a un buen productor? «El amor al teatro y cierto punto de locura controlada, porque nuestra materia prima son las personas: los actores son seres muy frágiles, que tienen la sensibilidad a flor de piel».
La gran lástima es que, por mucho que los espectadores respondan, las empresas siguen ahogadas por culpa de ayuntamientos morosos, que las contratan y después no pagan: «Es terrible, angustioso -se indigna Jesús Cimarro-. Yo no me corto un pelo, lo digo claramente: me deben 1,3 millones de euros. Ya me he cansado, tengo más de 50 procedimientos monitorios contra ayuntamientos y a cuatro los he llevado a juicio, porque se están riendo de mí. Les lleno los teatros, se quedan con el dinero de la taquilla y a mí no me dan nada». Eso es hoy lo más dramático de este arte.

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