Alberto Contador ha prestado sus ojos. Los ha repartido
entre sus gregarios. Miran por él. La etapa de ayer se decidió en cuatro
miradas y un grito. Primera mirada: a 31 kilómetros de la meta, Roche
se gira. El líder, Froome, es fácil de localizar. Va de amarillo y va
atrás. Demasiado cerca del cuchillo que afila el viento lateral. Segunda
mirada: Roche activa el telégrafo visual y mira a Rogers, siempre con
las orejas altas. Es el capitán en carrera del equipo Saxo. Sin
palabras, Rogers capta el mensaje. El instinto decide por él.
«Abróchense los cinturones». Es el momento de la guillotina. Antes,
claro, consulta. Tercera mirada: Rogers usa los ojos para consultar a
Contador, el jefe. Cuarta mirada: Contador le manda un guiño. OK. Tras
las cuatro miradas, se escucha el grito, la voz de Rogers: 'Let's go'.
«Vamos».
Bennati, otro de los gregarios de Contador, abre gas. Un
kilómetro tras moto. Bestial. La escena dura unos segundos, pero a
Froome le cuesta más de un minuto en la meta. Contador le acecha en la
general, ya a 2 minutos y 45 segundos. Su equipo, el Saxo, tiene más
talla que el Sky. Y en el aire flota una certeza: queda Tour. Lo
reactivaron ayer Contador y sus muchos ojos con un tremendo golpe de
viento.
En el Tour pesa hasta el aire. Y cuando el viento sopla de
costado sabe a sangre. A matanza. Más que correr, los ciclistas huyen.
Desde la salida en Tours se vio que en las ramas ondeaba el viento. Una
larga recta les separaba de la meta de Saint-Amand-Montrond. Es la
Francia central, más amarilla, decorada con campos de cereales,
desprotegida cuando sopla el silbido que más asusta: el viento de
costado. Cortante. A Valverde el viento se le vino encima en el
avituallamiento. Una ola de mala suerte. «El Tour no es mi carrera»,
maldijo.
Un ciclista, pendiente de coger la bolsa con comida, se
despistó e impactó por detrás con el murciano. Sonó un ruido. Un radio
de la rueda trasera quedó partido. Era el peor momento, cuando zumbaban
las balas, cuando el equipo Belkin (Mollema y Ten Dam) y el Omega
(Cavedish) habían sacado los abanicos. Las cuchillas. Sin ese radio, la
rueda de Valverde no dejaba de tocar las gomas del freno. Y ahí se
equivocó. Echó pie a tierra para esperar el repuesto en lugar de coger
la bici de un compañero. El coche del Movistar tardó. No podía pasar. El
viento había troceado ya la carrera. Valverde estaba sentenciado. A dos
horas aún de la meta. El Movistar paró incluso a Rui Costa, noveno en
la general, para ayudarle. Ni así. El viento lateral siempre causa
estragos. Por el aire llegó la noticia de la desgracia del Movistar.
Philippe Mauduit, director de Contador, quiso esperarle. «No es
fair-play acelerar cuando pasa algo así», dijo. El Belkin, que quiere
meter a Mollema en el podio, no lo vio así. «Ya estábamos atacando
cuando Valverde ha tenido el problema. Para nosotros la etapa ha sido
perfecta», replicó Mollema.
Perfecta para él. El holandés ocupa ahora la segunda plaza
del Tour, a 2.28 de Froome. Ahí estaba hasta ayer Valverde, que
asfixiado por el viento perdió 10 minutos. Perdió el Tour. «Siempre me
pasa algo», cabeceaba. Entró cabizbajo, condenado.
Mientras el Movistar portaba el féretro de Valverde camino
de Saint-Amand-Montrond, Froome se relamía en su carroza. A Contador, en
cambio, sólo le quedaba su hábito: atacar. Hasta con los ojos. Sus
piernas le habían traicionado en los Pirineos y en la 'crono' del Mont
Saint-Michel. Ayer pedaleó con los ojos, con su reputación de rebelde,
con su carácter de ciclista antiguo. Ocaña. Fuente. Contador. No es
ciclista para ser segundo. Así es su mirada. A 31 kilómetros de la meta,
un brillo flotaba en sus pupilas. En Saint-Armand-Montrong, donde
Cavendish pudo con Sagan, los ojos de Contador entraron mirando atrás,
hacia sus presas. Gesto de cazador. De rabia, de orgullo, de pelea.
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Tras días de desvelos, incertidumbre y mucho trabajo, por fin, arrancó
ayer la III edición del Festival Internacional de Música (FIM) Ciudad de
Trujillo, puesto en marcha por la Asociación Promúsica, con la
implicación y aportaciones de empresas y particulares. Los organizadores
también han contado con la colaboración del Ayuntamiento anfitrión. El
presidente, José Antonio Hueso, se muestra satisf...
SOCIEDAD
Junto a los Solistas de Londres actuará al piano el virtuoso Luis Fernando Pérez, a las 22.00 ,.
Tras días de desvelos, incertidumbre y mucho trabajo, por
fin, arrancó ayer la III edición del Festival Internacional de Música
(FIM) Ciudad de Trujillo, puesto en marcha por la Asociación Promúsica,
con la implicación y aportaciones de empresas y particulares. Los
organizadores también han contado con la colaboración del Ayuntamiento
anfitrión. El presidente, José Antonio Hueso, se muestra satisfecho de
la aceptación del primer día.
El plato fuerte de la jornada inaugural tuvo lugar a las
diez de la noche, en el patio del palacio de los Duques de San Carlos,
adornado con sus mejores galas para acoger este evento. Ese concierto
inaugural estuvo protagonizado por la Orquesta Joven FIM Trujillo,
formada por 35 jóvenes estudiantes seleccionados de distintos lugares de
España. Días antes se estuvieron preparando y formando, bajo la tutela y
la batuta del maestro Michael Thomas. Junto a la agrupación, al piano,
estuvo una joven promesa. Se trata de Carlos Martín Rayo. Experimentado
ya en esta faceta a pesar de su edad, 19 años, deleitó al público
asistente. La velada estuvo dedicada al 'Genio en Beethoven'. En el
repertorio se incluyó la Obertura de 'Egmont', el Segundo Concierto para
Piano y Orquesta, y la Primera Sinfonía. Hubo unas 300 personas que
disfrutaron anoche de esta música.
Como ya pasara en otras ediciones, se hizo una pausa en
mitad del concierto. De este modo, en otro de los recintos del palacio
de los Duques de San Carlos, los asistentes pudieron degustar vino,
queso y jamón, elaborados en la ciudad y aportados por entidades
patrocinadoras. «Se trata de una distinción de esas entidades,
iniciativa que se ha hecho en todas la ediciones», explica José Antonio
Hueso.
Ese concierto no es el único que tuvo lugar ayer en
Trujillo. A modo de entrante de este menú musical de tres días, la
Orquesta Joven FIM Trujillo llevó a cabo un recital familiar en el
teatro Gabriel y Galán. Significó el punto y final a la parte didáctica
del festival. Semanas atrás, se realizaron talleres con jóvenes y
discapacitados para acercarles la música, con varias actividades.
No hubo demasiadas personas en el teatro. Eso no fue un
problema para los músicos, que hicieron vibrar al poco público asistente
con la interpretación de diversas piezas. Se escucharon, entre otras,
una selección de movimientos de la Primera Sinfonía de Beethoven. Antes,
de forma didáctica, se explicaron las obras interpretadas, así como la
importancia de una orquesta y el papel del director. Para ello, niños
asistentes tuvieron la oportunidad de coger la batuta y 'dirigir' unos
segundos a los jóvenes músicos.
Los días grandes para este festival llegarán hoy y mañana.
Fuentes de la organización esperan superar el número de entradas
vendidas a las de ayer. Se pueden conseguir bien en taquilla, bien en la
oficina de turismo de Trujillo. La música continuará esta noche, a
partir de las 22.00 horas, en el palacio de San Carlos, que se ha
convertido en sede del FIM. El concierto programado está dedicado a Los
Románticos Vieneses. En esta ocasión, ofrecerá un recital el pianista
Luis Fernando Pérez, aclamado unánimemente por la crítica, según fuentes
de la organización. Estará acompañado por 'The Soloists of London
Quintet'. Deleitarán al público con los íntimos quintetos de Schumann y
Schubert. Los organizadores confían en que tenga una buena aceptación.
El festival se terminará mañana con el recital de la solista Noelia Fernández Rodiles, junto a 'Los solistas de Londres'.
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