TÍTULO; ENRÉDATE, VIVIR PARA GUSTAR ( Y SER RETUITEADO,.)
Voy a reír, voy a bailar
Vivir mi vida lalalalá
Voy a reír, voy a gozar
Vivir mi vida lalalalá
Voy a reír (eeso!), voy a bailar
Vivir mi vida lalalalá
Voy a reír, voy a gozar
Vivir mi vida lalalalá
A veces llega la lluvia
Para limpiar las heridas
A veces solo una gota
Puede vencer la sequía
Y para qué llorar, pa' qué
Si duele una pena, se olvida
Y para qué sufrir, pa' qué
Si así es la vida, hay que vivirla
Lalalé
Voy a reír, voy a bailar
Vivir mi vida lalalalá
Voy a reír, voy a gozar
Vivir mi vida lalalalá
Eeeso!
Voy ha vivir el momento
Para entender el destino
Voy a escuchar en silencio
Para encontrar el camino
Y para qué llorar, pa' qué
Si duele una pena, se olvida
Y para qué sufrír, pa' qué
Si duele una pena, se olvida
Lalalé
Voy a reír, voy a bailar
Vivir mi vida lalalalá
Voy a reír, voy a gozar
Vivir mi vida lalalalá
Mi gente!
Toooma!
Voy a reír, voy a bailar
Pa' qué llorar, pa' que sufrir
Empieza a soñar, a reír
Voy a reír (ohoo!), voy a bailar
Siente y baila y goza
Que la vida es una sola
Voy a reír, voy a bailar
Vive, sigue
Siempre pa'lante
No mires pa'trás
Eeeso!
Mi gente
La vida es una haha
Voy a reír, voy a bailar
Vivir mi vida lalalalá
Voy a reír, voy a gozar
Vivir mi vida lalalalá,.
TÍTULO; NIÑOS NORMALES,.
Me llama una amiga y por su voz
noto que está entre desolada e iracunda. “He tenido una entrevista con
el director del colegio de mi hija y no .
Me llama una amiga y por su voz noto que está entre desolada e iracunda. “He
tenido una entrevista con el director del colegio de mi hija y no se le
ha ocurrido otra cosa que decirme que Paula “parece” normal. Los
profesores dicen que se la ve sana y “normal”. ¡Pero que se han creído!”. Comprendo su irritación, la misma que he sufrido yo a lo largo de los años. Verán, Paula, la hija de mi amiga, es disléxica y sufre el trastorno de falta de atención por hiperactividad (TDAH). El pack completo.
Antes, cuando un niño o un joven no paraba en clase, cuando los ojos se
le iban detrás de una mosca, cuando no prestaba atención, los
profesores se quejaban de su falta de interés y de que tenían la cabeza
en Babia. Ahora, ya se sabe que muchos de ellos padecen ese trastorno.
Paula acaba de cumplir 18 años, está sana, le encanta hacer deporte, es
simpática y tiene una personalidad arrolladora. Pero es disléxica, lo
que le plantea dificultades a la hora de hacer exámenes escritos. En
cuanto a su falta de atención, le cuesta concentrarse en clase, lo que
irrita a sus profesores.
El colegio no ha querido presentarla al examen de Selectividad.
“Imposible con las faltas de ortografía que tiene”, dijo el director.
Además, le han quedado un par de asignaturas porque los profesores no
están por la labor de comprender que las faltas son fruto de la
dislexia, o que si no presta atención no es por fastidiarles sino porque
no puede. Y sí, Paula es normal, totalmente normal. No tiene tres ojos
ni cuatro piernas. Tan normal como lo fueron Einstein, Benjamín
Franklin, Walt Disney, el general Patton, Rodin, Van Gogh o Flaubert. La
lista de ilustres disléxicos que han sufrido el trastorno de déficit de
atención es una muestra de que quienes lo padecen pueden hacer lo mismo
que el resto y, en muchos casos, ser personas brillantes y
extraordinarias.
El problema es que su forma de expresar sus conocimientos es diferente y necesitan la ayuda y comprensión de sus profesores.
Hay “maestros” extraordinarios que comprenden el problema y se implican
para ayudar a que estos niños desarrollen todo su potencial. No sé que
habría hecho yo sin la ayuda de la gran maestra y escritora Josefina
Aldecoa o sin la de otro excelente educador, Antonio Barceló. El
problema es que nuestro sistema educativo margina las diferencias. En
el mundo anglosajón a ningún profesor se le ocurriría decir que un
disléxico parece “normal”. Nuestro país está segando el desarrollo y las posibilidades de estos niños.
Solo los mediocres intelectuales, los que se comportan como
ovejas incapaces de salir del carril, no ven el potencial de la
“diferencia”. Sí, los disléxicos o quienes tienen déficit de
atención poseen una manera diferente de aprender, de comportarse, pero
no son mejores ni peores que el resto. Ya que al ministro Wert le
encanta pisar charcos, le propongo que aborde el problema de estos
niños, que siguen siendo los grandes olvidados. Sería
revolucionario que los “incluyera” dentro del sistema educativo, pero no
como una rareza, para evitar que los padres mendiguemos a directores y
profesores que tengan presente sus circunstancia, y dependamos de su
buena voluntad. Ningún ministro de Educación de este país ha prestado atención a los disléxicos. Ya es hora de que alguien lo haga.
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