sábado, 6 de julio de 2013

ENRÉDATE ,RUIDO, POR FAVOR ESTOY CREANDO,./ LA QUIEBRA DE LA ATENCION,.

TÍTULO; ENRÉDATE ,RUIDO, POR FAVOR ESTOY CREANDO,.


Siete cosas que no sabías sobre los efectos de la música,.
musica-efectos
1. Mejora el vocabulario. De acuerdo con una reciente revisión publicada en la revista Nature Reviews Neuroscience por Nina Kraus, de la Universidad Northwester (EE UU), durante el entrenamiento musical para tocar un instrumento se establecen conexiones neuronales que mejoran también otros aspectos de la comunicación humana. De ahí que los niños con formación musical tengan un mejor vocabulario y capacidad de lectura. También explica por qué los músicos son capaces de escuchar mejor una conversación cuando hay ruido de fondo que el común de los mortales.

2. ¿Música de fondo? Tanto si reproducimos una canción de Lady Gaga como si optamos por un disco de música clásica, escuchar música mientras desarrollamos una tarea cognitiva -como estudiar o redactar un informe- reduce el rendimiento, según un artículo publicado hace poco en Applied Cognitive Psychology. Lo mejor en estos casos, dicen sus autores, es el silencio.

3. Ritmo para hacer deporte. Científicos de la Universidad de Brunel demostraron en 2008 que escuchar cierto tipo de música, fundamentalmente de los géneros rock y pop, podemos aumentar nuestra resistencia al ejercicio físico intenso hasta un 15%. El estudio fue publicado en la revista Journal of Sport & Exercise Psychology.

4. La música, por la izquierda. Según un estudio realizado hace unos años en las universidades de California y Arizona (EE UU) y publicado en Science, el oído derecho recoge mejor los sonidos del habla, mientras que el izquierdo, responde mejor a la música. "Incluso al nacer, el oído está estructurado para distinguir entre los diferentes tipos de sonidos y enviarlo al lugar correcto en el cerebro", concluía una de las autoras del estudio, Barbara Cone-Wesson.

5. Música y alcohol. La música alta en los bares incita a beber más alcohol en menos tiempo, según una investigación francesa difundida en 2008 por la revista Alcoholism: Clinical & Experimental Research. Además, cuanto más alto es el volumen de la música más rápido se consume la bebida.

6. Buena para la circulación. Científicos del Centro Médico de la Universidad de Maryland han demostrado que escuchar música puede beneficiar al sistema cardiovascular tanto como hacer ejercicio o tomar ciertos medicamentos. Concretamente, analizando la respuesta de los vasos sanguíneos con ultrasonidos mientras escuchamos música, Michael Miller y sus colegas comprobaron que el diámetro de los vasos, medido en la parte alta del brazo, aumenta un 26% con nuestra música favorita. En contraste, la música que calificamos como estresante hace que los vasos se contraigan un 6%. Los experimentos mostraron también que escuchando canciones que invitan a reír los vasos sanguíneos se dilatan un 19%, mientras que la música relajante produce una expansión del 11%.

7. Con los ojos cerrados. Estudiando los cerebros de 15 sujetos con ayuda de resonancia magnética funcional, Yulia Lerner, de la Universidad de Tel Aviv, demostró el año pasado que cerrar los ojos aumenta el efecto emocional que nos produce la músca. Concretamente la doctora Lerner utilizó música de miedo del estilo de la empleada por Alfred Hitchcock en sus películas.Y comprobó así que la actividad de la amígdala, una zona del cerebro vinculada a la sensación de miedo, aumentaba mucho más con los ojos cerrados que si se mantenían abiertos. 

TÍTULO; LA QUIEBRA DE LA ATENCION,

Hace unos días, en mi país, Italia, un padre olvidó a su hijo de un año y medio dentro del coche. Tenía que haberlo dejado en la guardería ...

Hace unos días, en mi país, Italia, un padre olvidó a su hijo de un año y medio dentro del coche. Tenía que haberlo dejado en la guardería antes de ir al trabajo, pero se le fue el santo al cielo y el pequeño, amarrado en su silla, murió deshidratado por el calor. El dolor absoluto de los padres de este niño pesa sobre todos como una roca. La falta de atención que está en la base de este drama (que, desgraciadamente, se podría repetir) es una señal de alarma que no podemos seguir ignorando. Y es que la evolución tecnológica de los últimos 30 años nos ha conducido con demasiada celeridad a un ritmo de vida para el cual nuestro cuerpo y nuestra mente no estaban todavía preparados. En un mundo con una devoción ciega al progreso, nos hemos convencido de que somos, exclusivamente, cultura, y de que esta nos permite adaptar nuestra vida a las nuevas exigencias. Sin embargo, ¿es así de verdad?

Este mundo, que exige que seamos entes culturales, esconde una gran fragilidad. Somos el resultado de la evolución: si nuestra historia fuese un pastel, la cultura sería un maravilloso y jugoso relleno, pero no la esencia de la receta.
La base del pastel es la naturaleza, que trae consigo leyes propias para cada especie. La del ser humano, como todas, tiene sus hábitos y son estos comportamientos, forjados a lo largo de miles de años de evolución (en su doble vertiente natural y cultural), los que se han trastornado en los últimos 30 años. Ha tenido lugar una alteración de las costumbres, de las etapas vitales, de los ritmos de la vida cotidiana, del propio flujo, antes calmado, del pensamiento. De unos 20 años a esta parte, la irrupción de las tecnologías de comunicación instantánea ha quebrado por completo nuestra capacidad para mantener una atención profunda. Estamos pendientes, sí, pero solo a chasquidos superficiales, a timbres de teléfono, chirridos, lucecitas electrónicas; siempre listos para contestar, siempre localizados para todo el mundo y siempre con el pánico a perder ese cordón que nos mantiene conectados al mundo virtual que nos rodea. Pero este ser nuestro eternamente conectado nos ha llevado, como no podía ser de otra manera, a vivir en un estado de alerta constante.

Nuestro cerebro está hecho para la profundidad y la lentitud; alejarlo de esto trae un alto grado de inestabilidad. No se trata de estar en contra de la tecnología, sino de comprender si la tecnología nos sirve a nosotros o si, por el contrario, estamos destinados a ser sus siervos. Sin una profunda atención, un escritor no logrará escribir un libro, ni un poeta un poema, ni un científico podrá llevar a buen término una investigación. Sin una profunda atención se diluyen también las relaciones humanas, que están hechas solamente de amor, y el amor no es otra cosa que una forma de atención prolongada en el tiempo. Estar siempre conectados y distraídos con toda una serie de llamadas, alertas, lucecitas y pitidos nos ha conducido a una constante quiebra de la atención. Y con ella hemos perdido también la capacidad de estar despiertos y presentes en las relaciones más vitales que pueblan nuestra existencia.

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