jueves, 11 de julio de 2013

FROOME, EL TARZAN DEL TOUR,./ Ocasión para Talavante, sin fortuna un Juli guerrero

TÍTULO; FROOME, EL TARZAN DEL TOUR,.

El Comercio (Ecuador)
  1. Froome, el 'Tarzán' del Tour

    En las películas de Tarzán, los negros formaban parte de la fauna. Eran los porteadores que caían siempre por el desfiladero.
    En las películas de Tarzán, los negros formaban parte de la fauna. Eran los porteadores que caían siempre por el desfiladero. Grito desesperado. Los blancos, europeos, cultos, bien vestidos, seguían adelante como si nada. Gajes del guion. Las historias de África, el continente negro, siempre las han contado los blancos. El Tour es también un deporte para pieles pálidas. Pero eso lo está cambiando Chris Froome. Parece blanco, tímido, domado. Y en realidad es africano, negro, salvaje. Su novia, Michelle Cound, conoce bien las dos pieles del líder del Tour: «El ciclismo le permite soltar su agresividad. Su energía. Cuando se baja, es pura calma». Británico de té a las cinco en punto y, a la vez, 'Tarzán' de la selva, de este Tour.
    Ayer, en el Mont Saint-Michel, un lugar que también tiene dos caras, mar y tierra, Froome salió a cazar montado en su bicicleta. Era su jungla, una contrarreloj llana de 32 kilómetros. Se sació: le metió dos minutos a Contador, Valverde y Mollema; tres y medio a 'Purito' y Quintana. Una carnicería. Sólo se le escapó, y por un suspiro de 12 segundos, Tony Martin, ganador de la etapa. Al monte mágico que pega Bretaña con Normandía, Froome llegó con sangre en la boca. Caníbal. Piel africana. Niño criado en la sabana de Kenia. Luego, cuando se bajó de la bici, cambió de color. Piel blanca. Recatado. Niño de colegio privado en Sudáfrica. «Aún no he ganado el Tour. Mi principal rival es Valverde», concedió limpiándose, fino, el último rastro de sangre de la comisura de los labios. En la clasificación, sin embargo, sonaban los tambores de África: Froome le saca ya tres minutos y medio al segundo, a Valverde, y 3.37 a Mollema; casi cuatro a Contador; y más de cinco a Quintana. Por primera vez en cien ediciones, la historia de un Tour parece que la va a escribir un africano. Piel blanca; letra negra.
    «Por la mañana, en el calentamiento, he visto el Mont Saint-Michel. Vaya sitio. Me ha gustado. Luego, en carrera, ni me he fijado», contó Froome. Nada de turismo. Sólo cazar. En todos los puntos intermedios superó a Tony Martin, pero cedió 12 segundos en la meta ante el coloso alemán, que había volado a 54,271 kilómetros por hora -tercera crono más rápida de la historia del Tour-. «Lo he pasado mal, muy mal en los dos kilómetros finales», confesó Froome. Él es así. Un porteador que lo da todo. Un africano.
    Cuenta David Kinjah, el entrenador que le descubrió en Kenia con 13 años, que Froome le pedía salir a rodar con los mayores, que le prometía bajarse a mitad de camino y que, ya allí, se negaba a dejar el entrenamiento. Pedaleaba hasta caer fundido. Cuentan también que en una carrera en tándem sobre 100 kilómetros, su compañero se agotó mediada la prueba. Froome tiró solo con ese lastre y, aun así, subió al podio. Cuentan, por último, que cuando acababa las carreras había que sostenerle en brazos, que ni tenía fuerzas para quitarse el casco. Que no medía. Que le podía el instinto.
    Orina a Cavendish
    Y es africano. Negro con piel blanca. La prensa británica no le trata como a sir Bradley Wiggins, inglés de primera. En Nairobi, la madre de Froome, británica y divorciada, trabajaba de negra. Era sirviente en las casas de los blancos ricos. Su primera bicicleta fue prestada. Sus amigos eran como él, niños negros libres por la colinas de la capital keniana. Kinjah le enseñó a pedalear y mucho más. «Me ayudó a entender que no necesitabas la mejor bicicleta ni las mejores condiciones. Puedes simplemente montarte en una bici y pedalear», recuerda.
    Lo confirmó la etapa del Mont Saint-Michel, la más turística de este Tour, la que vio cómo arrojaban un bote de orina a Cavendish por haber tirado el día anterior a un lanzador de Kittel, la que ratificó que Evans está en su declive, que Kwiatkowski es parte del futuro, que Castroviejo está hecho para el cronómetro, que Nieve se hunde en jornadas así -cedió cinco minutos- y que Quintana, el mejor escalador, aún tendrá que esperar para su Tour.
    Valverde y Contador quedan a la espera de levantar el ancla en los Alpes. A Contador sólo le queda recuperar el 'espíritu de Fuente Dé'. «Estoy bastante lejos», dijo apenas en la meta. A Valverde, feliz con su segunda plaza, le empieza a tentar la opción de conservar lo que tiene.
     

    TÍTULO; Ocasión para Talavante, sin fortuna un Juli guerrero


    1. Ocasión para Talavante, sin fortuna un Juli guerrero

      Se resistió frenado el toro que rompió plaza y se jalearon a modo cuatro lances de Morante más estirados que compuestos. Enseguida se ...
       
      Se resistió frenado el toro que rompió plaza y se jalearon a modo cuatro lances de Morante más estirados que compuestos. Enseguida se trastocó el argumento: el toro se rompió en un puyazo de meter los riñones hasta vaciarse y, sin dolerse, se encogió desde entonces. Aire, por tanto, de toro reservón. A Morante no le convenció el panorama y decidió despachar por la vía rápida. No pasó con la espada, se escupió el acero tres veces, poca puntería con el verduguillo. Se le enfadaron los fieles y los infieles.
      Bien armado y puesto, como la corrida entera, el segundo vino al capote pronto. 'El Juli' lo fijó con ocho lances y media que dejaron al toro en la boca de riego. Pronto y fijo, arreó en banderillas, pero en son celoso. Un brindis emotivo y secreto: a don Carlos Val Carreres, eminente cirujano, jefe médico de la plaza de toros de Zaragoza. Un médico totémico para los toreros. Honores al brindis: dos muletazos de cata y 'El Juli' a la distancia para, a favor de querencia, citar de largo con descaro. No se arrancó el toro, hubo que ir acortando terrenos para convencerlo y ni así.
      Dos viajes, un renuncio -del toro, no del torero- en el tercero y la sorpresa de encontrarse de pronto 'El Juli' sin enemigo ni oponente. El toro se empezó a apoyar en las manos a la defensiva, se rajó de golpe -se iba de engaño antes de tomarlo y buscaba las tablas. Un pinchazo a paso de banderillas y una estocada.
      El tercero fue el mejor de los seis. Talavante se dejó ir en cuatro lances limpios y una media tan recortada y escueta que fue más cuarto que media. Se picó corrido y en la puerta en una primera vara somera. Un picotazo igual de somero luego. Eso fue todo. Se quedó el toro crudo y se vino arriba después de banderillas. Firme y suelto Talavante en el mismo platillo tras una apertura por estatuarios redondeada con muletazos improvisados a pies juntos del repertorio mexicano.
      Una notable tanda con la zurda, ligada, traída hacia dentro: noble el toro en toques y enganches. No tan metido en la muleta, la punteó por la mano derecha. Muchos bríos del toro; aliento de Talavante, pero la cosa empezó a pesar de ahí en adelante. Las pausas dieron al toro todavía más vida de la que tenía, no más gana de pelea. Así que la segunda parte fue donde quiso el toro y Talavante se arrepentiría. Se esfumó el invento tras tanto esfuerzo. Un pinchazo, una entera soltando el engaño, dos descabellos. ¡Ay!
      Ocasión para Talavante, sin fortuna un Juli guerreroMorante salió por el cuarto a desquitarse, pretendió torear de capa con asiento pero claudicó el toro, suelto de varas, blandito y descoordinado tras enterrar los pitones y cobrar un volatín demoledor. Para el desguace. Morante aguantó inmutable un derrote que fue como un croché en la mandíbula. Dos o tres topetazos. Y se acabó: cuatro pinchazos y media.
      Suelto y sin fijeza de salida, el quinto se dolió en una larga vara y cortó en banderillas. 'El Juli' brindó al público. Y lo mismo que con el toro de Val Carreres, honores al brindis, porque no fue faena de esconderse pese al recelo reservón del toro, que no metió en serio cara ni riñones. Ni una sola vez. Punteaba protestando. En los medios, 'El Juli' estuvo al ataque desde el minuto uno como ahora se dice. Muy laborioso. Resolución de Julián, claudicaciones del toro. Se acabó el toro, que esperó tras la igualada. Tres pinchazos, media, dos descabellos.
      El sexto fue del hierro de Toros de Cortés, sangre Lisardo y no Domecq, y eso se notó en todo: en remate y en talante. Un par de puyazos traseros y lesivos. Toro con un punto de agresividad, pero pronto y entregado. Más firme que entregado o inspirado Talavante. Cuando se cansó se fue por la espada. Era, sobre el papel, la corrida estelar de sanfermines. No lo fue a la hora de la verdad. Suele pasar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario