José Luis Rodríguez Álvarez, director de la AEDP, defiende, frente a la postura de Google, un derecho al olvido que conviva con el de la ...
El bochorno dibuja una tarde asfixiante y el mercurio
ajusta cuentas con el meteorólogo que vaticinó que el verano pasaría de
largo en el sur de Europa. Al abrigo del climatizador de su despacho, José Luis Rodríguez Álvarez disecciona
los muchos frentes del caliente tira y afloja que la Agencia Española
de Protección de Datos (AEPD) que dirige mantiene con Google desde
tiempo atrás y que les ha hecho encontrarse en la arena judicial en más
de una ocasión.
«Estamos en un momento crítico para la privacidad»,
afirma Rodríguez, mientras destaca la importancia de la nueva normativa
comunitaria que prepara la Comisión y que próximamente verá la luz. «La
anterior data del año 95 y está sufriendo el paso del tiempo. El mecanismo de tutela ha sido erosionado por el continuo desarrollo de nuevas tecnologías, el fenómeno de la globalización y el de internet», agrega.
El último episodio de este pulso sucedió hace dos semanas en Luxemburgo.
A raíz de una serie de cuestiones elevadas a la Justicia europea por
parte de la Audiencia Nacional, Niilo Jääskinen, abogado general de la
UE, hizo públicas sus recomendaciones en las que, entre otras cosas, se
posicionó en contra de un 'derecho al olvido' de carácter general.
Aunque en ocho de cada diez ocasiones los magistrados
suelen coincidir con estos criterios, Rodríguez pide esperar a la
sentencia que podría conocerse en el mes de septiembre e indica que en
la AEPD tampoco son partidarios de que esta materia se articule de una
manera «genérica»: «Debe comprender solo la difusión de informaciones personales que no tengan relevancia pública,
no tengan actualidad, no sean de interés general». Este principio,
asegura, debe ser limitado y convivir con otros derechos fundamentales,
como la libertad de expresión o de información.
«Sin embargo, esto no alcanza a conocer que una persona sea
portadora de una enfermedad, tenga una discapacidad, sea víctima de
maltrato... Y no alcanza tampoco a conocer un delito menor indultado
hace quince años y que al meter en internet el nombre de esa persona se
pueda encontrar esa información», enumera con insistencia.
«Aunque la publicación inicial pueda ser legítima lo que no lo es en estos casos es la difusión universal que hacen los buscadores»,
afirma. «También estamos denegando peticiones. Muchísimos afectados en
procesos de corrupción están acudiendo a la agencia pidiendo el derecho
al olvido y las negamos sistemáticamente», remacha negando la
posibilidad de que esto se convierta en una especie de «barra libre».
Habla cargado de prudencia y sosiego del mismo modo que
internet lo hace cargado de unos y ceros. Sobre la posición de la
compañía de Mountain View, que en más de una ocasión ha sugerido que
retirar esos enlaces sería algo parecido a la censura, dice que recurrir
a ese término es utilizar una «palabra gruesa». «La censura se usa en regímenes no democráticos para, desde el poder, cercenar derechos. Aquí estamos tratando de defenderlos», sostiene.
Lo que Rodríguez sí comparte con Jääskinen es el criterio
de que Google debe regirse por la normativa comunitaria para actuar a
este lado del Atlántico aunque su cuartel general esté en California.
«Se trata de que las empresas europeas y las no europeas que tratan
datos personales de europeos tengan las mismas reglas de juego»,
sostiene. Y trasladado al lado de los particulares, esto supondría
también «tener los mismos derechos».
«De no ser así», continúa, «todos los usuarios europeos estarían
desprotegidos. La única fórmula sería ir a reclamar a Estados Unidos.
Además de la carga que supone, en aquel país no se permite el acceso a
la justicia a los no residentes, por lo que cualquier vía quedaría
cerrada».
Expediente sancionador
Si los tribunales comunitarios dictaminan finalmente que
Google y el resto de multinacionales tecnológicas deben regirse por la
ley europea, esto podría sentar un precedente importante para combatir
el conocido como 'sándwich holandés' y demás técnicas de arquitectura
financiera para evitar tributar en aquellos países donde operan y
hacerlo en paraísos fiscales donde les resulte más asequible.
«Parece que es cierto que las empresas que son reticentes a la normativa de protección de datos son reticentes a cumplir otras normativas como la fiscal», opina.
Tras una petición firmada por los Veintisiete miembros de
la Unión que fue ignorada por Google, el pasado mes de junio, España,
junto a otros países europeos, inició un proceso sancionador por los
cambios de la política de uso que entraron en vigor hace más de un año
con la que unificó las condiciones de más de 60 de sus servicios.
Rodríguez, quien denuncia la «falta de transparencia»
de estos entes, cuenta que, tras una investigación coordinada por las
autoridades galas, hay indicios de que el buscador almacena una
«desproporcionada cantidad de datos» mayor que la necesaria para prestar
el servicio y por más tiempo de lo permitido.
TÍTULO: EXHIBICION DE SARCASMOS,.
Exhibición de sarcasmo. hoy.
Leer los diarios de Andrés Trapiello siempre es algo
instructivo. Aun siendo un género minoritario, el escritor ha conseguido
que sus diarios constituyan una cita bianual que se espera con cierta
ansiedad. En 'Miseria y compañía' (Pre-textos), la última entrega de lo
que el autor denomina una «novela en marcha», Trapiello despliega una
generosa muestra de su sarcasmo y sentido del humor, ofrece impagables
descripciones de personajes que parecen sacados de una novela de Galdós y
regala al lector atinados aforismos.
En esta ocasión, el autor cuenta un año pródigo en
acontecimientos. Fue en 2004 cuando se produjeron los atentados de Al
Qaeda en Madrid, las elecciones en que los populares fueron desalojados
de poder por un Rodríguez Zapatero triunfante y la boda del príncipe
Felipe con Letizia Ortiz. Trapiello está especialmente dotado para la
descripción de ambientes y el relato de sucedidos. La crónica familiar
se adereza con el libro de viajes, y este con la anécdota jugosa que
nace del trato con personajes extravagantes, como aquel vendedor del
Rastro, padre de una abundante progenie -18 hijos nada menos- que
atesoraba en un llavero los cordones umbilicales de sus hijos.
'Miseria y compañía' hace el número 18 de sus diarios, que
se agrupan bajo el título genérico de 'Salón de pasos perdidos'. En la
presente entrega vuelven a aparecer los escenarios ya recurrentes en
otros libros, sus estancia en Las Viñas, sus inclinaciones
hipocondriacas, sus manías y sus obsesiones, sus odios e inquinas, entre
las que ocupa un lugar destacado el arte actual y las instalaciones,
una «versión sofisticada de jugar a las casitas». Arremete el poeta y
novelista contra un arte deshumanizado, mercantilizado hasta la náusea y
que tiene a muchos cultivadores que viven del cuento. Que un urinario
de Duchamp y la Victoria de Samotracia tengan el mismo rango en los
museos es para el escritor una broma que ha ido demasiado lejos.
Precisamente porque se toma muy en serio el arte Andrés Trapiello no se
cansa de reivindicar a Ramón Gaya, cuya desmemoria y declinar vital son
objeto de un pasaje emotivo y hondo. Gaya ejerció de mentor y maestro de
toda una generación de intelectuales que orientó a Trapiello y compañía
con libros, pinturas y una manera de enjuiciar la Guerra Civil como
nadie lo había hecho antes, sin maniqueísmos.
Para un hombre que concibe la poesía como un relámpago de
luz casi cegadora, Juan Ramón Jiménez es el máximo exponente de la
expresión de la belleza. Junto a esos tributos y homenajes, menudean las
semblanzas malévolas. El psiquiatra Carlos Castilla del Pino, Luis
María Anson, Javier Marías o Pere Gimferrer reciben algunos de sus
dardos. Ni el mismísimo Rey Juan Carlos se libra de sus críticas
aceradas. «Y qué desolador: jamás le hemos visto con un libro en la
mano, ni hemos visto que haya ido por su cuenta a ver tal o cual museo,
ni citar una sola película buena o un verso de nadie. Todo el día con
las motos, con los barcos, con la caza, con el fútbol, como cualquier
contratista de obras», dice del monarca.
«Mitología wagneriana»
En 'Miseria y compañía' surgen sus andanzas como escritor
que vive de los bolos literarios y que viaja allí donde le contratan las
sucursales del Instituto Cervantes: Múnich, Bruselas, Utrecht, Brujas o
Ámsterdam. En 2004, algunos de los comentarios que endilga a los
alemanes se antojan pertinentes, sobre todo cuando apunta que se les «ha
subido la cerveza a la cabeza» y se creen los «dioses de la mitología
wagneriana».
No faltan episodios turbadores, como la muerte de su amigo
Michi Panero. Quién le iba a decir al eximio poeta Leopoldo Panero, de
afiliación franquista, que uno de sus hijos acabaría mendigando un
puesto de ujier y que terminaría malvendiendo todo el patrimonio
familiar a los traperos. Michi Panero acabó sus días en Astorga viviendo
de la caridad del Ayuntamiento, «que le buscó el empleo de portero de
la que fue su casa (como su madre acabó de portera de uno de los
ministerios en los que su marido había sido jerarca)».
Trapiello, que desconfía de las exuberancias de la prosa,
cree que el mejor estilo es el que pasa inadvertido. Por eso hace suyas
las palabras de Juan Ramón Jiménez: «Quien escribe como se habla llegará
en lo porvenir más lejos que quien escribe como se escribe». Siguiendo a
rajatabla la premisa de estar bien atento a la calle y a la vida
corriente de las personas, ha encontrado un modo de escribir que tiene
mucho de cervantino.
La cubierta del libro, con una radiografía de su pie roto y
con clavos, es una humorada hacia los que recriminan al escritor que
sus diarios desprecian la intimidad.
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