martes, 16 de julio de 2013

"Estamos en un momento crítico para la privacidad",./ EXHIBICION DE SARCASMOS,.

TÍTULO; "Estamos en un momento crítico para la privacidad",.

José Luis Rodríguez Álvarez, director de la AEDP, defiende, frente a la postura de Google, un derecho al olvido que conviva con el de la ...
 
El bochorno dibuja una tarde asfixiante y el mercurio ajusta cuentas con el meteorólogo que vaticinó que el verano pasaría de largo en el sur de Europa. Al abrigo del climatizador de su despacho, José Luis Rodríguez Álvarez disecciona los muchos frentes del caliente tira y afloja que la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) que dirige mantiene con Google desde tiempo atrás y que les ha hecho encontrarse en la arena judicial en más de una ocasión.
«Estamos en un momento crítico para la privacidad», afirma Rodríguez, mientras destaca la importancia de la nueva normativa comunitaria que prepara la Comisión y que próximamente verá la luz. «La anterior data del año 95 y está sufriendo el paso del tiempo. El mecanismo de tutela ha sido erosionado por el continuo desarrollo de nuevas tecnologías, el fenómeno de la globalización y el de internet», agrega.
El último episodio de este pulso sucedió hace dos semanas en Luxemburgo. A raíz de una serie de cuestiones elevadas a la Justicia europea por parte de la Audiencia Nacional, Niilo Jääskinen, abogado general de la UE, hizo públicas sus recomendaciones en las que, entre otras cosas, se posicionó en contra de un 'derecho al olvido' de carácter general.
Aunque en ocho de cada diez ocasiones los magistrados suelen coincidir con estos criterios, Rodríguez pide esperar a la sentencia que podría conocerse en el mes de septiembre e indica que en la AEPD tampoco son partidarios de que esta materia se articule de una manera «genérica»: «Debe comprender solo la difusión de informaciones personales que no tengan relevancia pública, no tengan actualidad, no sean de interés general». Este principio, asegura, debe ser limitado y convivir con otros derechos fundamentales, como la libertad de expresión o de información.
«Sin embargo, esto no alcanza a conocer que una persona sea portadora de una enfermedad, tenga una discapacidad, sea víctima de maltrato... Y no alcanza tampoco a conocer un delito menor indultado hace quince años y que al meter en internet el nombre de esa persona se pueda encontrar esa información», enumera con insistencia.
«Aunque la publicación inicial pueda ser legítima lo que no lo es en estos casos es la difusión universal que hacen los buscadores», afirma. «También estamos denegando peticiones. Muchísimos afectados en procesos de corrupción están acudiendo a la agencia pidiendo el derecho al olvido y las negamos sistemáticamente», remacha negando la posibilidad de que esto se convierta en una especie de «barra libre».
Habla cargado de prudencia y sosiego del mismo modo que internet lo hace cargado de unos y ceros. Sobre la posición de la compañía de Mountain View, que en más de una ocasión ha sugerido que retirar esos enlaces sería algo parecido a la censura, dice que recurrir a ese término es utilizar una «palabra gruesa». «La censura se usa en regímenes no democráticos para, desde el poder, cercenar derechos. Aquí estamos tratando de defenderlos», sostiene.
Lo que Rodríguez sí comparte con Jääskinen es el criterio de que Google debe regirse por la normativa comunitaria para actuar a este lado del Atlántico aunque su cuartel general esté en California. «Se trata de que las empresas europeas y las no europeas que tratan datos personales de europeos tengan las mismas reglas de juego», sostiene. Y trasladado al lado de los particulares, esto supondría también «tener los mismos derechos». «De no ser así», continúa, «todos los usuarios europeos estarían desprotegidos. La única fórmula sería ir a reclamar a Estados Unidos. Además de la carga que supone, en aquel país no se permite el acceso a la justicia a los no residentes, por lo que cualquier vía quedaría cerrada».

Expediente sancionador

Si los tribunales comunitarios dictaminan finalmente que Google y el resto de multinacionales tecnológicas deben regirse por la ley europea, esto podría sentar un precedente importante para combatir el conocido como 'sándwich holandés' y demás técnicas de arquitectura financiera para evitar tributar en aquellos países donde operan y hacerlo en paraísos fiscales donde les resulte más asequible.
«Parece que es cierto que las empresas que son reticentes a la normativa de protección de datos son reticentes a cumplir otras normativas como la fiscal», opina.
Tras una petición firmada por los Veintisiete miembros de la Unión que fue ignorada por Google, el pasado mes de junio, España, junto a otros países europeos, inició un proceso sancionador por los cambios de la política de uso que entraron en vigor hace más de un año con la que unificó las condiciones de más de 60 de sus servicios.
Rodríguez, quien denuncia la «falta de transparencia» de estos entes, cuenta que, tras una investigación coordinada por las autoridades galas, hay indicios de que el buscador almacena una «desproporcionada cantidad de datos» mayor que la necesaria para prestar el servicio y por más tiempo de lo permitido. 

TÍTULO:  EXHIBICION DE SARCASMOS,.
Exhibición de sarcasmo 

Exhibición de sarcasmo. hoy.


 - Leer los diarios de Andrés Trapiello siempre es algo instructivo. Aun siendo un género minoritario, el escritor ha conseguido que sus diarios ...
 
Leer los diarios de Andrés Trapiello siempre es algo instructivo. Aun siendo un género minoritario, el escritor ha conseguido que sus diarios constituyan una cita bianual que se espera con cierta ansiedad. En 'Miseria y compañía' (Pre-textos), la última entrega de lo que el autor denomina una «novela en marcha», Trapiello despliega una generosa muestra de su sarcasmo y sentido del humor, ofrece impagables descripciones de personajes que parecen sacados de una novela de Galdós y regala al lector atinados aforismos.
En esta ocasión, el autor cuenta un año pródigo en acontecimientos. Fue en 2004 cuando se produjeron los atentados de Al Qaeda en Madrid, las elecciones en que los populares fueron desalojados de poder por un Rodríguez Zapatero triunfante y la boda del príncipe Felipe con Letizia Ortiz. Trapiello está especialmente dotado para la descripción de ambientes y el relato de sucedidos. La crónica familiar se adereza con el libro de viajes, y este con la anécdota jugosa que nace del trato con personajes extravagantes, como aquel vendedor del Rastro, padre de una abundante progenie -18 hijos nada menos- que atesoraba en un llavero los cordones umbilicales de sus hijos.
'Miseria y compañía' hace el número 18 de sus diarios, que se agrupan bajo el título genérico de 'Salón de pasos perdidos'. En la presente entrega vuelven a aparecer los escenarios ya recurrentes en otros libros, sus estancia en Las Viñas, sus inclinaciones hipocondriacas, sus manías y sus obsesiones, sus odios e inquinas, entre las que ocupa un lugar destacado el arte actual y las instalaciones, una «versión sofisticada de jugar a las casitas». Arremete el poeta y novelista contra un arte deshumanizado, mercantilizado hasta la náusea y que tiene a muchos cultivadores que viven del cuento. Que un urinario de Duchamp y la Victoria de Samotracia tengan el mismo rango en los museos es para el escritor una broma que ha ido demasiado lejos. Precisamente porque se toma muy en serio el arte Andrés Trapiello no se cansa de reivindicar a Ramón Gaya, cuya desmemoria y declinar vital son objeto de un pasaje emotivo y hondo. Gaya ejerció de mentor y maestro de toda una generación de intelectuales que orientó a Trapiello y compañía con libros, pinturas y una manera de enjuiciar la Guerra Civil como nadie lo había hecho antes, sin maniqueísmos.
Para un hombre que concibe la poesía como un relámpago de luz casi cegadora, Juan Ramón Jiménez es el máximo exponente de la expresión de la belleza. Junto a esos tributos y homenajes, menudean las semblanzas malévolas. El psiquiatra Carlos Castilla del Pino, Luis María Anson, Javier Marías o Pere Gimferrer reciben algunos de sus dardos. Ni el mismísimo Rey Juan Carlos se libra de sus críticas aceradas. «Y qué desolador: jamás le hemos visto con un libro en la mano, ni hemos visto que haya ido por su cuenta a ver tal o cual museo, ni citar una sola película buena o un verso de nadie. Todo el día con las motos, con los barcos, con la caza, con el fútbol, como cualquier contratista de obras», dice del monarca.
«Mitología wagneriana»
En 'Miseria y compañía' surgen sus andanzas como escritor que vive de los bolos literarios y que viaja allí donde le contratan las sucursales del Instituto Cervantes: Múnich, Bruselas, Utrecht, Brujas o Ámsterdam. En 2004, algunos de los comentarios que endilga a los alemanes se antojan pertinentes, sobre todo cuando apunta que se les «ha subido la cerveza a la cabeza» y se creen los «dioses de la mitología wagneriana».
No faltan episodios turbadores, como la muerte de su amigo Michi Panero. Quién le iba a decir al eximio poeta Leopoldo Panero, de afiliación franquista, que uno de sus hijos acabaría mendigando un puesto de ujier y que terminaría malvendiendo todo el patrimonio familiar a los traperos. Michi Panero acabó sus días en Astorga viviendo de la caridad del Ayuntamiento, «que le buscó el empleo de portero de la que fue su casa (como su madre acabó de portera de uno de los ministerios en los que su marido había sido jerarca)».
Trapiello, que desconfía de las exuberancias de la prosa, cree que el mejor estilo es el que pasa inadvertido. Por eso hace suyas las palabras de Juan Ramón Jiménez: «Quien escribe como se habla llegará en lo porvenir más lejos que quien escribe como se escribe». Siguiendo a rajatabla la premisa de estar bien atento a la calle y a la vida corriente de las personas, ha encontrado un modo de escribir que tiene mucho de cervantino.
La cubierta del libro, con una radiografía de su pie roto y con clavos, es una humorada hacia los que recriminan al escritor que sus diarios desprecian la intimidad.

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