TÍTULO;PROTAGONISTA,. Deepa Mehta: "No creo que las occidentales sean más felices que las indias"
La
directora de “Agua” se ha atrevido a adaptar “Hijos de la medianoche”,
la gran novela de Salman Rushdie sobre la independencia de la ...
La nueva película de la directora Deepa Mehta, “Hijos de
la medianoche” (ya en cartelera), no puede empezar mejor: el 15 de
agosto de 1947, a las 12 de la noche, nacen dos niños en una clínica de
Bombay. En ese instante, la India se independiza de Gran
Bretaña. La comadrona, por equivocación, los intercambia. Así, Saleem
Sinai, hijo ilegítimo de una mujer pobre, y Shiva, descendiente de un
matrimonio rico, truecan sus destinos.
Saleem cuenta su vida en primera persona. En la versión original de la película, su voz en off pertenece al escritor Salman Rushdie, ganador del premio Booker en 1981 por “Los hijos de la medianoche”, considerada por muchos críticos como una de las mejores novelas de la literatura contemporánea anglosajona.
El propio Rushdie es quien que ha adaptado al cine la historia, convirtiendo un libro de 600 páginas en un guión de 150. “Hace tres años –cuenta la directora– estábamos cenando juntos, hablamos de una posible adaptación y me dijo: “¡Hazla!”. De hecho, el escritor ha estado tan involucrado en el proyecto, que le vendió los derechos de la novela a la productora por un único y simbólico dólar. Y la directora le ha dejado hacer. “Trabajamos por separado y cuando intercambiamos nuestras versiones, habíamos creado una historia casi idéntica. Fue muy fácil hacer un borrador sólido porque queríamos contar la misma historia y no hubo lucha de egos. Sabía que si no le gustaba mi película, se arruinaría nuestra relación... ¡Pero afortunadamente hoy todavía seguimos siendo muy amigos!”.
Saleem y Shiva, los protagonistas, son los “hijos de la medianoche”, la primera generación libre de la India. En la película, ellos, como todos los bebés nacidos ese día, están dotados de poderes sobrenaturales que atemorizan a algunas personas. “Pero no son poderes mágicos, como los que tiene Harry Potter –dice Deepa, entre risas–, sino los poderes que da la libertad: el poder de la ilusión, el poder de la posibilidad. Son la metáfora de la esperanza”. Todo contado en un tono de realismo mágico que puede dejar perplejos a algunos, pero que es una de las características del libro.
Agotada emocionalmente
La película fue ovacionada en su presentación en el Festival de Valladolid y ha recibido ocho nominaciones a los premios del cine canadienses, el país donde vive afincada la directora desde hace casi 40 años. Al terminar el rodaje de esta historia épica y coral, se supo que Deepa Mehta había quedado agotada emocionalmente y algún periódico llegó a sugerir que “Hijos de la medianoche” sería el ultimo intento de es mujer de “hacer las paces y entender a su país de origen”.
Ahora, con el rodaje superado y digerido, la cineasta no lo ve así. “Sí siento que es una película muy especial para mí por muchas razones. Entre ellas, porque es la historia de mi generación. Es la historia de cómo tratamos de dejar de ser “british India”, y vivimos con idealismo nuestras expectativas, muy elevadas quizás, de conseguir la libertad y la independencia”. Además, “Hijos de la medianoche”, le ha servido a Mehta para resolver asuntos que le han inquietado desde siempre. “En la película he encontrado respuesta a preguntas esenciales de la vida. Qué es el hogar, la familia, la identidad... El protagonista de la película está constantemente tratando de averiguar quién es. Su familia india también intenta descubrir su lugar en el mundo tras la partida de los británicos”.
Deepa Mehta nació en Punjab en 1950, es hija de un distribuidor de cine y estudió Filosofía en la Universidad de Nueva Delhi. Llegó a Canadá en 1973, después de contraer matrimonio con el productor canadiense Paul Saltzman, con el que acabó teniendo un agrio divorcio que se saldó con un duro balance para ella, ya que perdió la custodia de su única hija. Pero aún así nunca dejó el país.
En Canadá comenzó su propia carrera en el cine, escribiendo guiones para películas y documentales para niños; con diversas escapadas para hacer tele en Los Ángeles, donde dirigió varios capítulos de “El joven Indiana Jones”. En 1991 consiguió llamar por primera vez la atención del Festival de Cannes con su primer largometraje como directora, “Sam y yo”. Pero la fama internacional le llegó por fin con su trilogía de los elementos (“Fuego”, “Tierra”, “Agua”) y con la nominación a los Oscar de esta última, la historia de una niña-viuda en los años 30, que conmovió a los espectadores de todo el mundo, para sorpresa de la propia directora: “Como mi padre decía, hay dos cosas que nunca podrás predecir: el día de tu muerte y éxito de una película”.
Fe en la educación
En la actualidad, con la India entre las economías emergentes y sus estudiantes haciendo carrera en las facultades de Ingeniería de las universidades de élite de Estados Unidos, podría decirse que las cosas están cambiando. Sin embargo, Mehta no es muy optimista. “La modernización alcanza a un porcentaje muy bajo de la población, los que están expuestos a la influencia del mundo occidental. El resto, la mayoría, viven anclados a las tradiciones y creencias que expongo en mis películas. Realmente, la educación es la única salida para que la India cambie. Lo único que mejoraría la vida de la gente y evitaría tantas historias trágicas”.
En “Agua”puso de manifiesto la situación de las mujeres hindúes y su vulnerabilidad ante la violación (por lo que el rodaje de su película fue saboteado violentamente por los integristas), pero a la cineasta no le gustan los tópicos y no está dispuesta a aceptar a la primera que a las mujeres de su país les vaya mucho peor que a aquellas que han nacido en Occidente. “Sinceramente, no creo en la premisa de que las mujeres occidentales tengan más oportunidades de ser felices que las de otras culturas. En la India quizás sea más evidente la discriminación. Pero en todas partes las mujeres están viviendo una época muy difícil, incluido Estados Unidos y España, donde sigue habiendo graves problemas de desigualdad. La clave es que además de educar a las mujeres, también hay que educar a los hombres, solo entonces todo cambiará”.
Saleem cuenta su vida en primera persona. En la versión original de la película, su voz en off pertenece al escritor Salman Rushdie, ganador del premio Booker en 1981 por “Los hijos de la medianoche”, considerada por muchos críticos como una de las mejores novelas de la literatura contemporánea anglosajona.
El propio Rushdie es quien que ha adaptado al cine la historia, convirtiendo un libro de 600 páginas en un guión de 150. “Hace tres años –cuenta la directora– estábamos cenando juntos, hablamos de una posible adaptación y me dijo: “¡Hazla!”. De hecho, el escritor ha estado tan involucrado en el proyecto, que le vendió los derechos de la novela a la productora por un único y simbólico dólar. Y la directora le ha dejado hacer. “Trabajamos por separado y cuando intercambiamos nuestras versiones, habíamos creado una historia casi idéntica. Fue muy fácil hacer un borrador sólido porque queríamos contar la misma historia y no hubo lucha de egos. Sabía que si no le gustaba mi película, se arruinaría nuestra relación... ¡Pero afortunadamente hoy todavía seguimos siendo muy amigos!”.
Saleem y Shiva, los protagonistas, son los “hijos de la medianoche”, la primera generación libre de la India. En la película, ellos, como todos los bebés nacidos ese día, están dotados de poderes sobrenaturales que atemorizan a algunas personas. “Pero no son poderes mágicos, como los que tiene Harry Potter –dice Deepa, entre risas–, sino los poderes que da la libertad: el poder de la ilusión, el poder de la posibilidad. Son la metáfora de la esperanza”. Todo contado en un tono de realismo mágico que puede dejar perplejos a algunos, pero que es una de las características del libro.
Agotada emocionalmente
La película fue ovacionada en su presentación en el Festival de Valladolid y ha recibido ocho nominaciones a los premios del cine canadienses, el país donde vive afincada la directora desde hace casi 40 años. Al terminar el rodaje de esta historia épica y coral, se supo que Deepa Mehta había quedado agotada emocionalmente y algún periódico llegó a sugerir que “Hijos de la medianoche” sería el ultimo intento de es mujer de “hacer las paces y entender a su país de origen”.
Ahora, con el rodaje superado y digerido, la cineasta no lo ve así. “Sí siento que es una película muy especial para mí por muchas razones. Entre ellas, porque es la historia de mi generación. Es la historia de cómo tratamos de dejar de ser “british India”, y vivimos con idealismo nuestras expectativas, muy elevadas quizás, de conseguir la libertad y la independencia”. Además, “Hijos de la medianoche”, le ha servido a Mehta para resolver asuntos que le han inquietado desde siempre. “En la película he encontrado respuesta a preguntas esenciales de la vida. Qué es el hogar, la familia, la identidad... El protagonista de la película está constantemente tratando de averiguar quién es. Su familia india también intenta descubrir su lugar en el mundo tras la partida de los británicos”.
Deepa Mehta nació en Punjab en 1950, es hija de un distribuidor de cine y estudió Filosofía en la Universidad de Nueva Delhi. Llegó a Canadá en 1973, después de contraer matrimonio con el productor canadiense Paul Saltzman, con el que acabó teniendo un agrio divorcio que se saldó con un duro balance para ella, ya que perdió la custodia de su única hija. Pero aún así nunca dejó el país.
En Canadá comenzó su propia carrera en el cine, escribiendo guiones para películas y documentales para niños; con diversas escapadas para hacer tele en Los Ángeles, donde dirigió varios capítulos de “El joven Indiana Jones”. En 1991 consiguió llamar por primera vez la atención del Festival de Cannes con su primer largometraje como directora, “Sam y yo”. Pero la fama internacional le llegó por fin con su trilogía de los elementos (“Fuego”, “Tierra”, “Agua”) y con la nominación a los Oscar de esta última, la historia de una niña-viuda en los años 30, que conmovió a los espectadores de todo el mundo, para sorpresa de la propia directora: “Como mi padre decía, hay dos cosas que nunca podrás predecir: el día de tu muerte y éxito de una película”.
Fe en la educación
En la actualidad, con la India entre las economías emergentes y sus estudiantes haciendo carrera en las facultades de Ingeniería de las universidades de élite de Estados Unidos, podría decirse que las cosas están cambiando. Sin embargo, Mehta no es muy optimista. “La modernización alcanza a un porcentaje muy bajo de la población, los que están expuestos a la influencia del mundo occidental. El resto, la mayoría, viven anclados a las tradiciones y creencias que expongo en mis películas. Realmente, la educación es la única salida para que la India cambie. Lo único que mejoraría la vida de la gente y evitaría tantas historias trágicas”.
En “Agua”puso de manifiesto la situación de las mujeres hindúes y su vulnerabilidad ante la violación (por lo que el rodaje de su película fue saboteado violentamente por los integristas), pero a la cineasta no le gustan los tópicos y no está dispuesta a aceptar a la primera que a las mujeres de su país les vaya mucho peor que a aquellas que han nacido en Occidente. “Sinceramente, no creo en la premisa de que las mujeres occidentales tengan más oportunidades de ser felices que las de otras culturas. En la India quizás sea más evidente la discriminación. Pero en todas partes las mujeres están viviendo una época muy difícil, incluido Estados Unidos y España, donde sigue habiendo graves problemas de desigualdad. La clave es que además de educar a las mujeres, también hay que educar a los hombres, solo entonces todo cambiará”.
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