José Luis Márquez (Guadalajara, 1950) tiene en su retina la historia bélica mundial de más de un cuarto siglo. Su cámara grabó sin temblarle el pulso algunas de las miserias más grandes de la Humanidad, desde Vietnam hasta el conflicto entre Israel y el Líbano de 2006. Ha escuchado el silbido de las balas en la guerra de Yugoslavia, las de El Salvador, Nicaragua, el Golfo, Mozambique, la rebelión de Tiananmen... Sólo lograron herirle una vez: en el frente de RTVE, el día que le dieron la jubilación anticipada. Esta semana ha contado su experiencia en la Universidad de Verano Menéndez Pelayo de Santander.
- ¿Por qué se fue a Vietnam?
- La televisión me ofreció ir, era novísimo y no lo dudé. Marché con todo el respeto a este trabajo y me enamoré de él. Supe que lo que me gustaba iba a ser ir por el mundo grabando guerras.
- ¿Qué le pasó allí?
- No lo sé. Muchas veces son sensaciones indescriptibles. Ves las injusticias, los desmanes y te enamora la idea de contarlo a través de la cámara, que son tus ojos.
-¿Qué conflicto fue más duro?
- Bosnia. Los tres años que viví en Sarajevo fueron distinto a todo. En cualquier conflicto, tu trabajo termina en un hotel con una buena ducha, una comida, incluso, por qué no, una copa. Pero en Sarajevo vivimos la guerra pura y dura en nuestras propias carnes. El hotel no tenía ni comida, ni agua, ni ventanas. Nada.
- ¿Ha tenido que bajarse la cámara del hombro para detenerse a contemplar una escena?
-Siempre he sido muy rebelde, pero en Afganistan, me tocó bajarla dos veces. En realidad, me la voló un ruso de 2,40 por 2,40 y tuve que pedirle perdón de rodillas para que me la devolviera.
- ¿Pero el dolor le ha obligado alguna vez a pulsar la pausa?
- Aunque sea duro, tu trabajo es denunciarlo. Tienes que poder. Además, tampoco te da tiempo a pensar si puedes o no.
- ¿Puede guardarse buen recuerdo de un oficio como el suyo?
- Lo guardo muy grato, y eso que hay algo que nunca acabo de entender. Bueno, sí lo entiendo. Las guerras son un negocio para las empresas. Un día Libia se pone de moda y quince días después la dejamos en manos de Dios y nos vamos. Viajamos de guerra en guerra en función de lo que vende.
- ¿No le ha temblado el pulso, al menos, fuera del frente?.
- A un profesional no le tiembla el pulso. A mí me han puesto una pistola en la cabeza para pedirme la cámara y no la he dado. En la vida real, en cambio, te tiembla el pulso en cantidad de ocasiones.
- ¿Ni siquiera tuvo miedo cuando intentaba huir de la Plaza de Tiannamen haciéndose el muerto entre una pila de cadáveres?
- Jamás. Yo siempre pensaba '¡Joroba! Juego a la lotería y nunca me toca. Mala suerte sería venir aquí 15 días y que me toque la lotería'.
- Vivir en medio de tanto dolor, ¿le hace a uno insensible?
- Sí y eso es lo malo. Mides las cosas de una manera que no es real y acabas haciendo daño a las personas que más quieres.
- ¿Se ha sentido herido?
- La peor herida que me queda es haber dejado de trabajar en esto.
- ¿A qué se dedica?
- A mi familia y a la vida contemplativa. Lo echo mucho de menos. Cada vez que veo el 'Telediario', siento una espina clavada en mí.
- Hubo quien les acusó a usted y a Arturo Pérez-Reverte de cubrir las guerras desde los hoteles y de comprar a los militares para preparar las imágenes.
- Me río de eso. No hablemos de tonterías que son inciertas.
- ¿Le halaga oír que le ha fastidiado la comida a medio país?
- Depende de quién lo diga, pero sí. Hay quien sostiene que es muy duro, pero hay imágenes que no deben verse tomando una cerveza, sino comiendo, para que se te revuelva el estómago.
- ¿Recuerda su último trabajo?
- La guerra de Israel contra el Líbano. Sí. Allí fui a divertirme.
- ¿Qué quiere decir?
- Sabía que era la última y me permití hacer cosas prohibidas como colarme en Líbano con el ejército israelí. Me decía, bueno, si me quitan el carné, que me echen. ¡Como no volveré a trabajar!
TÍTULO: REVISTA XL SEMANAL VÍCTOR ULLATE:
Como nunca se muerde la lengua, lo retamos a cerrar la boca. En expresión corporal, pocos como Víctor Ullate. Tiene nuevo espectáculo ...
A la hora de soltar críticas por la falta de ayudas a la danza clásica -a la que considera arrinconada y sin el reconocimiento que merece-, nunca se corta. Pero ha aceptado el reto. Y lo borda. El bailarín está de muy buen humor.
Arranca 2013 con fuerza: con un nuevo centro apenas abierto (de su escuela han salido grandes de la danza como Tamara Rojo o Ángel Corella), gira dentro y fuera de nuestras fronteras (en febrero pasa de San Sebastián de los Reyes a Lima, Perú) y un libro de memorias a punto de publicarse (escritas por su amiga Carmen Guaita).
El año que viene celebrará su 25º aniversario al frente de la compañía que lleva su nombre. Pero Ullate sigue con ganas de más: al preguntarle si no tiene intención de descansar, arranca a bailar. Más claro, agua,.
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