La muerte de una joven estudiante india tras una salvaje violación ha puesto en pie de guerra a las mujeres de su país. Pero también ha ...
Foto del perro que salva a las mujeres del infierno, etc,.
El 16 de diciembre el mundo se horrorizaba al conocer la brutal agresión sufrida por Jyoti Singh Pandey, una estudiante de 23 años violada por seis hombres en un autobús de Nueva Delhi. Días después, la joven fallecía en un hospital de Singapur a causa de las lesiones y las calles se llenaban de personas que reclamaban justicia y seguridad. “Su muerte debe impulsarnos a hacer todo lo necesario para poner fin al sinsentido de la violencia contra las mujeres solo por el hecho de serlo”, proclamaba Michelle Bachelet, directora ejecutiva de ONU Mujeres, entidad que trabaja por la igualdad.
India, donde hay una agresión sexual cada 20 minutos y donde solo uno de cada cuatro violadores es condenado, es uno de los países más peligrosos para las mujeres, pero no el único. Es un “problema de proporciones pandémicas”, dicen desde Naciones Unidas. Las cifras hablan por sí solas: en el planeta, hasta un 70% de las féminas sufre, en algún momento de su vida, violencia física o sexual ejercida por varones, en su mayoría esposos, parejas o conocidos. Para las que tienen entre 15 y 44 años, la violencia causa más muertes y discapacidades que el cáncer, la malaria, los accidentes de tráfico y la guerra juntos.
Una lista sin fin
Es la trasgresión a los derechos humanos más extendida y adquiere múltiples formas: violencia doméstica, abuso sexual contra las niñas, acoso en el trabajo, tráfico de personas, violación a manos de esposos o desconocidos, en campos de refugiados, como táctica de guerra... La lista se alarga y no se confina a una cultura, religión o país: en EE.UU., el 83% de las niñas de entre 12 y 16 años sufre acoso sexual en la escuela pública; en Dinamarca, el sexo sin consentimiento con una persona indefensa por estar dormida, drogada o enferma, se considera abuso, no violación; en Rusia, más de 57.000 mujeres son víctimas de tráfico de personas cada año; en España, 649 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas desde 2003. Las raíces hay que buscarlas en la discriminación persistente en pleno siglo XXI, aunque en algunos países es mucho más peligroso no nacer hombre que en otros.
Los países más peligrosos
India
Es el país democrático más grande del mundo, pero ser mujer es un riesgo. Se calcula que 50 millones de niñas no llegaron a nacer debido al aborto selectivo durante el pasado siglo. Además, un 44,5% se casa antes de los 18 años, muchas en bodas pactadas a los 10. En 2011 se denunciaron 24.206 violaciones, pero son 231.000 mujeres las que fallecen cada año víctimas de agresiones sexuales como la que sufrió Jyoti Singh Pandey, por lo que las ONG calculan que las cifras reales están muy lejos de las estadísticas oficiales.
Afganistán
Siempre ocultas y en la sombra, con escasas posibilidades de tener opinión y mucho menos de mostrarla en público, entre el 70% y el 80% de las afganas son forzadas a casarse en matrimonios concertados. Una de cada 11 tiene un alto riesgo de morir al dar a la luz debido a la falta de acceso a los médicos y el 87% son analfabetas y no tiene acceso a la educación. Ocho de cada 10 sufre violencia doméstica y una mujer violada puede ser acusada de adulterio por sus familiares. Aunque el país ha aprobado la Ley de Eliminación de Violencia, según Naciones Unidas “aún queda un largo camino que recorrer”.
Somalia
Inmerso en más de 20 años de guerra, muchas mujeres somalíes han quedado solas al cargo de sus hijos. Para ellas los campos de refugiados se convierten en auténticas trampas donde son víctimas de ataques y violaciones durante las distribuciones de alimentos o por las noches. A esto hay que sumarle que el 95% son sometidas a mutilación genital y que solo un 9% recibe asistencia sanitaria al dar a luz.
Rep. Democrática del Congo
Aún no recuperado del conflicto y de la posterior crisis humanitaria que a principios del siglo habían dejado tras de sí unos cinco millones de muertos. Desde 1996, al este del país han sido denunciados al menos 200.000 casos de violencia sexual, en su mayoría contra mujeres y niñas, pero informes de las campañas realizadas por las activistas congoleñas hablan de 1.150 violaciones al día, es decir 48 cada hora. Además, el 57% de las embarazadas padecen anemia, con escasos recursos para tratarla.
Pakistán
Las pakistaníes sufren abusos desde antes de nacer con la práctica de infanticidio femenino, a lo que se unen costumbres rituales dañinas, incluyendo agresiones con ácido, matrimonios forzados –incluso a edades muy tempranas–, “castigos” por lapidación y otros abusos físicos. Más de 1.000 mujeres y niñas son víctimas de los llamados “homicidios por honor” cada año, según la Comisión de Derechos Humanos de ese país. El 90% sufre violencia doméstica y, en su vida laboral, cobran un 82% menos que los hombres. En 2011 más de 700 mujeres se quitaron la vida.
Indonesia
Se calcula que 100.000 menores, en su mayoría niñas, y mujeres son víctimas de la trata de seres humanos todos los años, según datos de Unicef. Es un negocio lucrativo que incluye criminalidad y prostitución forzada, dentro de sus fronteras e incluso como “mercancía” enviadas a otros lugares del mundo. En ese país un tercio de los trabajadores del sexo no ha cumplido los 18 años. Además, la violencia sexual es una realidad diaria, desde la violación hasta el acoso en el lugar de trabajo que sufre más del 90% de las indonesias.
Colombia
Ocupa el primer puesto en el ranking de países latinoamericanos más peligrosos para las mujeres. En los últimos años, la Unidad de Atención a Víctimas del Gobierno Nacional ha recibido 5.000 denuncias por delitos sexuales perpetrados por actores del conflicto armado. Entre 2007 y 2012 fueron 83.000 las víctimas de violaciones y 514 murieron a manos de sus parejas. En el 96,6% de los casos de violencia doméstica registrados durante pasado año el hombre fue el agresor. En Colombia, cada seis días se reporta una mujer asesinada por su pareja o por su anterior pareja.
México
“La situación de los derechos de la mujer es alarmante, hemos presenciado un aumento de los homicidios y una continua y habitual ausencia de investigaciones efectivas y de justicia”, se asegura desde Amnistía Internacional. Entre 1985 y 2009 fueron asesinadas 34.000 mujeres; en el Estado de Chihuahua suponían una de cada cuatro víctimas. Un cuarto de las mexicanas sufre abusos físicos por parte de sus parejas.
Sudáfrica
Aunque desde el final del “apartaheid” se ha conseguido una mejora en las condiciones de las mujeres, la violencia sigue siendo una de las formas más extendidas de discriminación, superando barreras de raza y clase, según afirma Oxfam. Entre 2010 y 2011 se registraron 66.196 casos de agresión sexual en un país donde una mujer es asesinada por su pareja cada seis horas, según datos de ONU Mujer. Además, los casos de VIH/sida entre ellas doblan al de los varones.
Yemen
Un 14% de niñas yemeníes se casa antes de los 15 años y un 52% antes de los 18, algo que, como muestra la ONG Human Rights Watch, dificulta su acceso a la Educación, perjudica su salud al aumentar el número de embarazos sin posibilidad de controlarlos, y las mantiene como ciudadanas de segunda clase. Además, según denuncia Amnistía Internacional, “reciben un trato más severo que los hombres cuando son acusadas de actos “inmorales”, mientras que a ellos se les trata con indulgencia cuando asesinan a mujeres de su familia en nombre del honor”.
Decálogos de riesgos
India, donde hay una agresión sexual cada 20 minutos y donde solo uno de cada cuatro violadores es condenado, es uno de los países más peligrosos para las mujeres, pero no el único. Es un “problema de proporciones pandémicas”, dicen desde Naciones Unidas. Las cifras hablan por sí solas: en el planeta, hasta un 70% de las féminas sufre, en algún momento de su vida, violencia física o sexual ejercida por varones, en su mayoría esposos, parejas o conocidos. Para las que tienen entre 15 y 44 años, la violencia causa más muertes y discapacidades que el cáncer, la malaria, los accidentes de tráfico y la guerra juntos.
Una lista sin fin
Es la trasgresión a los derechos humanos más extendida y adquiere múltiples formas: violencia doméstica, abuso sexual contra las niñas, acoso en el trabajo, tráfico de personas, violación a manos de esposos o desconocidos, en campos de refugiados, como táctica de guerra... La lista se alarga y no se confina a una cultura, religión o país: en EE.UU., el 83% de las niñas de entre 12 y 16 años sufre acoso sexual en la escuela pública; en Dinamarca, el sexo sin consentimiento con una persona indefensa por estar dormida, drogada o enferma, se considera abuso, no violación; en Rusia, más de 57.000 mujeres son víctimas de tráfico de personas cada año; en España, 649 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas desde 2003. Las raíces hay que buscarlas en la discriminación persistente en pleno siglo XXI, aunque en algunos países es mucho más peligroso no nacer hombre que en otros.
Los países más peligrosos
India
Es el país democrático más grande del mundo, pero ser mujer es un riesgo. Se calcula que 50 millones de niñas no llegaron a nacer debido al aborto selectivo durante el pasado siglo. Además, un 44,5% se casa antes de los 18 años, muchas en bodas pactadas a los 10. En 2011 se denunciaron 24.206 violaciones, pero son 231.000 mujeres las que fallecen cada año víctimas de agresiones sexuales como la que sufrió Jyoti Singh Pandey, por lo que las ONG calculan que las cifras reales están muy lejos de las estadísticas oficiales.
Afganistán
Siempre ocultas y en la sombra, con escasas posibilidades de tener opinión y mucho menos de mostrarla en público, entre el 70% y el 80% de las afganas son forzadas a casarse en matrimonios concertados. Una de cada 11 tiene un alto riesgo de morir al dar a la luz debido a la falta de acceso a los médicos y el 87% son analfabetas y no tiene acceso a la educación. Ocho de cada 10 sufre violencia doméstica y una mujer violada puede ser acusada de adulterio por sus familiares. Aunque el país ha aprobado la Ley de Eliminación de Violencia, según Naciones Unidas “aún queda un largo camino que recorrer”.
Somalia
Inmerso en más de 20 años de guerra, muchas mujeres somalíes han quedado solas al cargo de sus hijos. Para ellas los campos de refugiados se convierten en auténticas trampas donde son víctimas de ataques y violaciones durante las distribuciones de alimentos o por las noches. A esto hay que sumarle que el 95% son sometidas a mutilación genital y que solo un 9% recibe asistencia sanitaria al dar a luz.
Rep. Democrática del Congo
Aún no recuperado del conflicto y de la posterior crisis humanitaria que a principios del siglo habían dejado tras de sí unos cinco millones de muertos. Desde 1996, al este del país han sido denunciados al menos 200.000 casos de violencia sexual, en su mayoría contra mujeres y niñas, pero informes de las campañas realizadas por las activistas congoleñas hablan de 1.150 violaciones al día, es decir 48 cada hora. Además, el 57% de las embarazadas padecen anemia, con escasos recursos para tratarla.
Pakistán
Las pakistaníes sufren abusos desde antes de nacer con la práctica de infanticidio femenino, a lo que se unen costumbres rituales dañinas, incluyendo agresiones con ácido, matrimonios forzados –incluso a edades muy tempranas–, “castigos” por lapidación y otros abusos físicos. Más de 1.000 mujeres y niñas son víctimas de los llamados “homicidios por honor” cada año, según la Comisión de Derechos Humanos de ese país. El 90% sufre violencia doméstica y, en su vida laboral, cobran un 82% menos que los hombres. En 2011 más de 700 mujeres se quitaron la vida.
Indonesia
Se calcula que 100.000 menores, en su mayoría niñas, y mujeres son víctimas de la trata de seres humanos todos los años, según datos de Unicef. Es un negocio lucrativo que incluye criminalidad y prostitución forzada, dentro de sus fronteras e incluso como “mercancía” enviadas a otros lugares del mundo. En ese país un tercio de los trabajadores del sexo no ha cumplido los 18 años. Además, la violencia sexual es una realidad diaria, desde la violación hasta el acoso en el lugar de trabajo que sufre más del 90% de las indonesias.
Colombia
Ocupa el primer puesto en el ranking de países latinoamericanos más peligrosos para las mujeres. En los últimos años, la Unidad de Atención a Víctimas del Gobierno Nacional ha recibido 5.000 denuncias por delitos sexuales perpetrados por actores del conflicto armado. Entre 2007 y 2012 fueron 83.000 las víctimas de violaciones y 514 murieron a manos de sus parejas. En el 96,6% de los casos de violencia doméstica registrados durante pasado año el hombre fue el agresor. En Colombia, cada seis días se reporta una mujer asesinada por su pareja o por su anterior pareja.
México
“La situación de los derechos de la mujer es alarmante, hemos presenciado un aumento de los homicidios y una continua y habitual ausencia de investigaciones efectivas y de justicia”, se asegura desde Amnistía Internacional. Entre 1985 y 2009 fueron asesinadas 34.000 mujeres; en el Estado de Chihuahua suponían una de cada cuatro víctimas. Un cuarto de las mexicanas sufre abusos físicos por parte de sus parejas.
Sudáfrica
Aunque desde el final del “apartaheid” se ha conseguido una mejora en las condiciones de las mujeres, la violencia sigue siendo una de las formas más extendidas de discriminación, superando barreras de raza y clase, según afirma Oxfam. Entre 2010 y 2011 se registraron 66.196 casos de agresión sexual en un país donde una mujer es asesinada por su pareja cada seis horas, según datos de ONU Mujer. Además, los casos de VIH/sida entre ellas doblan al de los varones.
Yemen
Un 14% de niñas yemeníes se casa antes de los 15 años y un 52% antes de los 18, algo que, como muestra la ONG Human Rights Watch, dificulta su acceso a la Educación, perjudica su salud al aumentar el número de embarazos sin posibilidad de controlarlos, y las mantiene como ciudadanas de segunda clase. Además, según denuncia Amnistía Internacional, “reciben un trato más severo que los hombres cuando son acusadas de actos “inmorales”, mientras que a ellos se les trata con indulgencia cuando asesinan a mujeres de su familia en nombre del honor”.
Decálogos de riesgos
- Violencia por parte de la pareja: es la forma más común y se produce en uniones matrimoniales o libres. Según la OMS, el porcentaje de mujeres sujetas a abusos por parte de sus compañeros varía del 6% en Japón al 59% en Etiopía.
- Agresión sexual: una de cada cinco mujeres sufrirá algún tipo de violencia sexual a lo largo de toda su vida.
- Víctimas del conflicto: ellas son agredidas como estrategia de guerra para humillar al oponente, aterrorizar a las poblaciones y destruir sociedades. Entre 20.000 y 50.000 fueron violadas en Bosnia.
- Ablación: la mutilación de parte de los genitales femeninos se realiza en algunas culturas para evitar el placer sexual y así “garantizar” que lleguen vírgenes al matrimonio. Cada año, más de tres millones de niñas corren el riesgo de sufrirla.
- VIH/sida: el sexo no deseado propicia el riesgo de infección. Las mujeres agredidas por sus parejas tienen un 48% más de probabilidad de contraer el virus.
- Asesinatos por la dote: una práctica por la que el marido puede asesinar a su esposa si su familia no paga lo pactado en el acuerdo de matrimonio. En India, durante el año 2007, 22 mujeres murieron por esta causa.
- Homicidios por honor: si se sospecha que una mujer tiene relaciones extramatrimoniales, sus familiares lo pueden considerar una afrenta, que se cobra 5.000 víctimas al año.
- Maltrato durante el embarazo: una de cada cuatro gestantes de todo el mundo experimenta violencia física o sexual, lo que aumenta el riesgo de aborto.
- Abuso por discapacidad: en Europa, Norteamérica y Australia, más de la mitad de las mujeres discapacitadas ha experimentado en su vida alguna forma de abuso.
- Acoso en el mundo laboral: entre el 40 y el 50% de las mujeres de los países de la Unión Europea experimentan insinuaciones sexuales, contactos físicos no deseados u otras formas de acoso sexual en el lugar de trabajo.
'Cohousing', los abuelos se van de casa
Adulto, hombre o mujer, de edad imprecisa (presumiblemente pasados los 55), de buen ver, con ganas de vivir y muchos planes en la cabeza.
Adulto, hombre o mujer, de edad imprecisa (presumiblemente pasados los 55), de buen ver, con ganas de vivir y muchos planes en la cabeza. Todos los planes, excepto uno, ir a parar a una residencia de ancianos, “una residencia aparcacoches”, según la definición de una de estas personas.
No quieren ser “mantenidos” ni “aguantados”, no quieren hijos que los soporten por la herencia o por los 1.500 € de la pensión. Ya que hay que envejecer, quieren hacerlo de otra manera. A la suya. “Nos gustaría terminar de otra manera”, me confiesa Marisa Sarriá, metida hasta las cejas en el proyecto Housekide, en Donosti. Alguno de ellos perteneció en su día a la generación que inventó las comunas, el “flower power” y el “compartir es vivir”. Y algo de eso buscan. Son muchos en todo el mundo, reunidos en proyectos de 'cohousing', como Silver Sage (Colorado) o Glaciar Circle y Wolf Creek Lodge (California). Pero también en Francia (La Maison des Babayagás, que acaba de inaugurarse, y es exclusiva para mujeres), o en las afueras de Madrid (Trabelsol).
Casi en familia
Todos tienen la ilusión de envejecer entre amigos, en un sitio agradable donde no estén aislados, aburridos y arrinconados. La fórmula que han encontrado es el 'cohousing', un sistema que combina la privacidad de las casas particulares con la vida social de los espacios comunes, como la lavandería, el gimnasio, la biblioteca o los jardines. En algunas de estas iniciativas se organizan equipos rotativos de cocineros que hacen la comida un par de veces por semana o en las grandes ocasiones. “Se establecen relaciones muy fuertes entre la gente y al final tienes un grupo de amigos listo para ayudar en todo. Si alguien enferma y tiene que hacer una rehabilitación, prefiere hacerla en casa y no quedarse en el hospital”, dijo recientemente a The New York Times Dene Peterson (81 años), uno de los fundadores del 'cohousing' ElderSpirit, abierto desde 2006, donde los residentes tienen entre 60 y 86 años, y pagan 165.000 dólares por una casa de dos dormitorios. Si prefieren alquilar, los precios oscilan entre 315 y 500 dólares al mes por un apartamento.
Lo que han conseguido es un espacio de libertad que resulta mucho más atractivo que el régimen casi clínico de una residencia de ancianos. “La mayoría vimos varias residencias antes de decidirnos por esta posibilidad y no hemos encontrado nada atractivo en esos sitios”, aseguró un residente de Silver Sage, otro proyecto norteamericano. Los fundadores se implican en cuerpo y alma en todas las partes del proceso, desde escoger los terrenos y decidir los planos a negociar con los arquitectos y los ayuntamientos de las ciudades. Están construyendo una casa a su medida y toman todas decisiones de principio a fin porque quieren, mantener el control sobre sus vidas.
Cuando hablo con Ángel Abalde está en pleno proceso de organizar Housekide, un proyecto que se quiere levantar en el País Vasco. Llevan dos años de trabajo y ya han reclutado gente para llenar 27 unidades, así le llaman a los apartamentos “autosuficientes” donde se puede vivir solo o en pareja. Además de las casas que estarán equipadas para personas mayores, habrá espacios comunes (sala de estar, videoteca, comedor o lavandería) donde transcurrirá la convivencia y la vida social.
“No nos parecía bien hipotecarle la vida a nuestros hijos. Muchos hemos atendido a nuestros mayores y sabemos que supone una pérdida de vida propia y una elevado nivel de sufrimiento. No queremos repetir la historia”, explica Ángel. Así que han puesto manos a la obra y han contactado con entidades financieras de la llamada banca ética para financiar su innovador proyecto vendiendo parte de su patrimonio o sus pisos actuales. “Se trata de una cooperativa de vivienda de cesión de uso para personas mayores”, resume Marisa Sarriá, otra de las implicadas. Esto supone, según explica Ángel, que la propiedad sería de la cooperativa y, si alguien decidiese mudarse o falleciera, ellos o sus herederos podrían recuperar el dinero invertido.
La idea es llenar entre 30 y 40 apartamentos y buscar un espacio urbano para construir su nueva casa. Porque, según explica Marisa, prefieren que la gente siga donde ha vivido toda la vida para mantener sus hábitos de siempre. “Que sigan cogiendo el metro y el bus”, resume Ángel. Ante tanto entusiasmo pregunto tímidamente por la crisis. Pero, sorprendentemente, no dicen aquello de “¿Crisis? ¿Qué crisis?”, sino algo casi peor: “A nosotros la crisis nos viene bien. Además de disminuir el precio del suelo y la construcción, ha puesto el problema sobre el tapete: parece más claro que nunca que el Estado no podrá hacerse cargo de nosotros y lo que hacemos es salirnos del camino trillado para afrontar el envejecimiento”, dice Ángel.
La nueva vía
Los que ya hacen su vida en una de estas casas suelen estar muy satisfechos, aunque, como en cualquier familia o comunidad de vecinos, haya desacuerdos. No es fácil conseguir un consenso para el menú de las comilonas colectivas en ElderSpirit, a la que cada quien debe llevar un plato, o para determinar las responsabilidades en algunas tareas colectivas. Por eso, este tipo de vida no es para todo el mundo.
Ha ocurrido incluso con algunos miembros fundadores de Silver Sage, que tras probar un tiempo, descubrieron que aquello no era lo que pensaban. Por eso, en el proyecto del País Vasco, concebido como un “cohousing” en cesión de la propiedad, cada quien recupera el dinero cuando decida marcharse. En cualquier caso, y para irse conociendo mejor, aunque muchos eran amigos, los futuros vecinos ya salen juntos al campo, preparan meriendas y se van a ver los fuegos artificiales.
¿Y qué pasa cuando algún miembro necesite algo más que compañía? Es decir, cuando sean más débiles o dependientes. Estas ideas no están diseñadas para convertirse en centros gerontológicos. “Ninguno hemos firmado para tener esa clase de cuidados. En algún momento, aún con viviendas accesibles a las sillas de ruedas y una red de amigos incondicionales, tendremos que contratar a alguien que nos cuide o mudarnos a otro sitio”, reconoce un vecino de SilverSage.
Ángel Abalde tiene una opinión similar: “La idea no es generar una solidaridad obligada ni crear un servicio gerontológico, me da la impresión de que tendremos que acabar en una residencia”, reconoce. Sin embargo, todos los que han decidido embarcarse en esta aventura –“con toda la ilusión del mundo, ya la realidad se encargará de ponernos en nuestro sitio”, dice Marisa Sarriá–, coinciden en que el mayor obstáculo es el esfuerzo para poner en marcha el proyecto. De hecho, ninguno necesita de inmediato la compañía y los cuidados que busca en este tipo de casas, pero están en la edad de pensar en ello y cuentan con fuerzas para afrontar las gestiones. Según Ángel, la media de edad de los que se han reunido en Donosti es de 63 años, pero el criterio es ser mayor de 55.
La Biblia de este movimiento, el libro “The Senior Cohousing Handbook” (“Manual del cohousing para mayores”), escrito por el arquitecto Charles Durret, insiste en que quienes estén interesados deben intentarlo entre los 50 y 60 años y, aunque reconoce que los primeros pasos son difíciles, dice que una vez establecidas las bases, en dos o tres años es posible tener la nueva casa.
Entre todos los que construyen Housekide, los que eran amigos y los que se han ido apuntando por el camino, sobra energía y actividad: “Estamos jubilados, seguimos activos, tenemos buena salud y nos quedan años por delante, ¡¿cómo para no decidir cómo queremos vivirlos?!”, razona Marisa.
- Y los hijos, ¿qué dicen?
- ¿Ellos? ¡Pero si son los grandes beneficiados de esta historia!
Cuando los divos se retiran
Dustin Hoffman se ha estrenado como director a los 75 años con “El cuarteto” (estreno el 25 de enero), la historia de un grupo de viejos amigos que viven en una residencia para cantantes de ópera retirados y organizan cada año, coincidiendo con el aniversario de Giuseppe Verdi, un concierto para recaudar fondos. Esta cinta, junto a “¿Y si nos vamos a vivir juntos?” y “El exótico hotel Marigold”, forman parte de una tendencia de comedias amables protagonizadas por mayores que quieren defender su independencia y disfrutar juntos del “tercer acto”.
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