-foto--Blanca Marsillach:"Si dijese lo peor que he hecho, te asustarías"
Nací en Barcelona en 1966. Actriz y
empresaria. Se cumplen 10 años del fallecimiento de mi padre: Adolfo
Marsillach. Acerco el teatro a gente con discapacidad y a mujeres que
sufren violencia de género.
Blanca Marsillach. Mi padre era un tierno y un gran tímido. Lo que no sacaba en la vida lo metía en sus personajes. Tenía bastante sentido.
XLSemanal. Dicen que era un hombre de trato... ¿complicadillo?
B.M. Era muy británico. Muy reservado. Creo que él murió por la mediocridad que hay en España. No entendía la falta de rigor. Si hubiera sido inglés, habría sido lord y se le hubiera hecho otro tipo de tributo. Seguramente seguiría vivo.
XL. ¿Qué opinaría de la España actual?
B.M. No comment. Él era catalán, aunque creía en una España unida. Pero no me hagas entrar en ese terreno, por favor.
XL. Creo que la Blanca veinteañera tampoco es que tuviese un trato fácil.
B.M. Es que yo era muy rebelde. Pero no me arrepiento. Arrepentirse es una pérdida de tiempo. Hay que sacar provecho hasta de lo peor que hicimos.
XL. ¿Y qué es lo peor que hizo?
B.M. [Sonríe]. ¿Y tú te crees que te lo voy a decir a ti? ¡Vamos, anda!
XL. No va a salir de aquí, se lo juro.
B.M. ¡No, déjate! Te asustarías. Y no es plan ponerse a aterrorizar al personal.
XL. La peor bronca con su padre ¿fue a raíz de su desnudo en Interviú?
B.M. ¡Esa fue también fina! No fue ni bronca. Directamente, me dejó de hablar. Llegó al quiosco y se encontró a su hija desnuda. Pero todos hemos sido jóvenes y hemos cometido locuras, ¿no?
XL. La oveja negra ¿nace o se hace?
B.M. Es que ya no soy eso. Es una etiqueta que le debo, sobre todo, a Paco Umbral. Me entendió bien. Yo iba con mis gafas de sol, y venía de la Movida, y a él le hacía mucha gracia, aunque le producía cierta inquietud.
XL. Adolfo Marsillach era un seductor nato. En eso, ¿ha salido usted a él?
B.M. Sí, coqueteo hasta con mi sombra. Y mi padre coqueteaba hasta con mi hermana Cristina y conmigo. Yo le decía que eligiese, que con las dos iba a ser imposible. Él aseguraba que con Cristina se casaría y conmigo tendría una aventura. Me juzgaba por mi físico. Pero las apariencias engañan [ríe].
XL. Hablando de físicos: su madre, Teresa del Río, quedó cuarta en Miss Universo. Eso es una buena base.
B.M. Pues sí. ¡Joé!, qué tía. Con certificado, además. Aprendo mucho de ella. La flexibilidad con que ella vive la vida. Sentido deportivo. El tú puedes.
XL. ¿Diría que el teatro social puede solucionar, en parte, esta crisis?
B.M. ¡No! ¡Aquí lo que se necesita es un tío que sea un gestor genial; y en EE.UU., otro! ¡Y punto y aparte!
Su Desayuno es el siguiente,.
En carne viva«Alguna vez ha caído una hamburguesa cuando estoy de gira. Lo sé, no es lo más saludable del mundo; pero es que a veces lo saludable es darse un homenaje».
TÍTULO: DOS HISTORIAS SOBRE PIEDRAS,.
XLSemanal. Dicen que era un hombre de trato... ¿complicadillo?
B.M. Era muy británico. Muy reservado. Creo que él murió por la mediocridad que hay en España. No entendía la falta de rigor. Si hubiera sido inglés, habría sido lord y se le hubiera hecho otro tipo de tributo. Seguramente seguiría vivo.
XL. ¿Qué opinaría de la España actual?
B.M. No comment. Él era catalán, aunque creía en una España unida. Pero no me hagas entrar en ese terreno, por favor.
XL. Creo que la Blanca veinteañera tampoco es que tuviese un trato fácil.
B.M. Es que yo era muy rebelde. Pero no me arrepiento. Arrepentirse es una pérdida de tiempo. Hay que sacar provecho hasta de lo peor que hicimos.
XL. ¿Y qué es lo peor que hizo?
B.M. [Sonríe]. ¿Y tú te crees que te lo voy a decir a ti? ¡Vamos, anda!
XL. No va a salir de aquí, se lo juro.
B.M. ¡No, déjate! Te asustarías. Y no es plan ponerse a aterrorizar al personal.
XL. La peor bronca con su padre ¿fue a raíz de su desnudo en Interviú?
B.M. ¡Esa fue también fina! No fue ni bronca. Directamente, me dejó de hablar. Llegó al quiosco y se encontró a su hija desnuda. Pero todos hemos sido jóvenes y hemos cometido locuras, ¿no?
XL. La oveja negra ¿nace o se hace?
B.M. Es que ya no soy eso. Es una etiqueta que le debo, sobre todo, a Paco Umbral. Me entendió bien. Yo iba con mis gafas de sol, y venía de la Movida, y a él le hacía mucha gracia, aunque le producía cierta inquietud.
XL. Adolfo Marsillach era un seductor nato. En eso, ¿ha salido usted a él?
B.M. Sí, coqueteo hasta con mi sombra. Y mi padre coqueteaba hasta con mi hermana Cristina y conmigo. Yo le decía que eligiese, que con las dos iba a ser imposible. Él aseguraba que con Cristina se casaría y conmigo tendría una aventura. Me juzgaba por mi físico. Pero las apariencias engañan [ríe].
XL. Hablando de físicos: su madre, Teresa del Río, quedó cuarta en Miss Universo. Eso es una buena base.
B.M. Pues sí. ¡Joé!, qué tía. Con certificado, además. Aprendo mucho de ella. La flexibilidad con que ella vive la vida. Sentido deportivo. El tú puedes.
XL. ¿Diría que el teatro social puede solucionar, en parte, esta crisis?
B.M. ¡No! ¡Aquí lo que se necesita es un tío que sea un gestor genial; y en EE.UU., otro! ¡Y punto y aparte!
Su Desayuno es el siguiente,.
En carne viva«Alguna vez ha caído una hamburguesa cuando estoy de gira. Lo sé, no es lo más saludable del mundo; pero es que a veces lo saludable es darse un homenaje».
TÍTULO: DOS HISTORIAS SOBRE PIEDRAS,.
La Internet continúa siendo un gran manantial de historias. A
continuación, dos historias sobre piedras, extraídas de la Red de
redes.
El guijarro correcto
El hombre oyó decir que cierto alquimista había perdido, en un desierto muy cercano, el resultado de años de trabajo: la famosa piedra filosofal, que transformaba en oro cualquier metal que tocase.
Impulsado por el deseo de encontrarla y hacerse rico, el hombre se dirigió al desierto. Como no sabía exactamente qué aspecto tenía la piedra filosofal, comenzó a recoger todos los guijarros que encontraba, poniéndolos en contacto con la hebilla de su cinturón y observando si ocurría algo.
Transcurrió un año, y otro más, y nada. El hombre, no obstante, conservaba con terquedad su deseo de recuperar la piedra mágica. Por ello, ya automáticamente, caminaba por los diversos valles y montañas del desierto, restregando un guijarro tras otro contra su cinturón.
Cierta noche, antes de dormir, ¡se dio cuenta de que su hebilla se había transformado en oro!
¿Pero cuál de las piedras había obrado el prodigio? ¿Acaso el milagro había ocurrido por la mañana o ya de noche? ¿Hace cuánto tiempo, realmente, no se fijaba en el resultado de su esfuerzo? Lo que antes era la búsqueda de algo concreto se había transformado en un ejercicio mecánico, al que no prestaba ninguna atención ni le proporcionaba el menor placer. Lo que era una aventura se había transformado en una obligación odiosa.
Ahora ya no había manera de descubrir la piedra exacta, pues la hebilla ya era de oro, y ya no podría ser nuevamente transformada. Había recorrido el camino correcto, pero había dejado de prestar atención al milagro que lo aguardaba.
Las piedras mayores
El maestro puso encima de la mesa un jarrón de cristal.
A continuación sacó de una bolsa una decena de piedras del tamaño de una naranja y empezó a meterlas una a una dentro del recipiente.
Cuando el jarrón ya tenía piedras hasta el borde, les preguntó a sus alumnos:
-¿Está lleno?
Todos respondieron que sí. El maestro, sin embargo, echó mano de otra bolsa que contenía grava y, sacudiendo las piedras grandes de dentro del jarrón, logró meter bastante grava en los espacios vacíos.
-¿Está lleno? preguntó de nuevo.
Los alumnos dijeron que ahora sí que estaba lleno. Entonces fue cuando el maestro usó el contenido de una tercera bolsa, que contenía fina arena, derramándola en el interior del jarrón. La arena fue rellenando todos los intersticios entre las piedras y la grava, hasta completar todo el recipiente.
-De acuerdo- dijo el maestro, ahora el jarrón está lleno. ¿Cuál es la enseñanza que he querido demostrar?
-Que no importa lo ocupado que estés, pues siempre habrá espacio para hacer algo más- dijo un alumno.Nada de eso. En realidad, esta pequeña demostración nos permite darnos cuenta de lo siguiente: si no ponemos las piedras grandes al principio, no podremos meterlas después.A partir de eso pensemos: ¿cuáles son las cosas importantes de nuestra vida? ¿Qué proyectos dejamos para más adelante, qué aventuras nos negamos a vivir, por qué amores no luchamos?
Preguntaos cuáles son las piedras grandes, sólidas, que mantienen encendida en vosotros la llama de Dios... y ponedlas rápido en el jarrón de las decisiones, o dentro de muy poco ya no encontraréis lugar para ellas.
El guijarro correcto
El hombre oyó decir que cierto alquimista había perdido, en un desierto muy cercano, el resultado de años de trabajo: la famosa piedra filosofal, que transformaba en oro cualquier metal que tocase.
Impulsado por el deseo de encontrarla y hacerse rico, el hombre se dirigió al desierto. Como no sabía exactamente qué aspecto tenía la piedra filosofal, comenzó a recoger todos los guijarros que encontraba, poniéndolos en contacto con la hebilla de su cinturón y observando si ocurría algo.
Transcurrió un año, y otro más, y nada. El hombre, no obstante, conservaba con terquedad su deseo de recuperar la piedra mágica. Por ello, ya automáticamente, caminaba por los diversos valles y montañas del desierto, restregando un guijarro tras otro contra su cinturón.
Cierta noche, antes de dormir, ¡se dio cuenta de que su hebilla se había transformado en oro!
¿Pero cuál de las piedras había obrado el prodigio? ¿Acaso el milagro había ocurrido por la mañana o ya de noche? ¿Hace cuánto tiempo, realmente, no se fijaba en el resultado de su esfuerzo? Lo que antes era la búsqueda de algo concreto se había transformado en un ejercicio mecánico, al que no prestaba ninguna atención ni le proporcionaba el menor placer. Lo que era una aventura se había transformado en una obligación odiosa.
Ahora ya no había manera de descubrir la piedra exacta, pues la hebilla ya era de oro, y ya no podría ser nuevamente transformada. Había recorrido el camino correcto, pero había dejado de prestar atención al milagro que lo aguardaba.
Las piedras mayores
El maestro puso encima de la mesa un jarrón de cristal.
A continuación sacó de una bolsa una decena de piedras del tamaño de una naranja y empezó a meterlas una a una dentro del recipiente.
Cuando el jarrón ya tenía piedras hasta el borde, les preguntó a sus alumnos:
-¿Está lleno?
Todos respondieron que sí. El maestro, sin embargo, echó mano de otra bolsa que contenía grava y, sacudiendo las piedras grandes de dentro del jarrón, logró meter bastante grava en los espacios vacíos.
-¿Está lleno? preguntó de nuevo.
Los alumnos dijeron que ahora sí que estaba lleno. Entonces fue cuando el maestro usó el contenido de una tercera bolsa, que contenía fina arena, derramándola en el interior del jarrón. La arena fue rellenando todos los intersticios entre las piedras y la grava, hasta completar todo el recipiente.
-De acuerdo- dijo el maestro, ahora el jarrón está lleno. ¿Cuál es la enseñanza que he querido demostrar?
-Que no importa lo ocupado que estés, pues siempre habrá espacio para hacer algo más- dijo un alumno.Nada de eso. En realidad, esta pequeña demostración nos permite darnos cuenta de lo siguiente: si no ponemos las piedras grandes al principio, no podremos meterlas después.A partir de eso pensemos: ¿cuáles son las cosas importantes de nuestra vida? ¿Qué proyectos dejamos para más adelante, qué aventuras nos negamos a vivir, por qué amores no luchamos?
Preguntaos cuáles son las piedras grandes, sólidas, que mantienen encendida en vosotros la llama de Dios... y ponedlas rápido en el jarrón de las decisiones, o dentro de muy poco ya no encontraréis lugar para ellas.
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