TÍTULO: DE LA RASPA AL PARAISO--CASTUERA:
SALONES DE BODA
De La Raspa al Paraíso
Francisco García lleva 60 años dedicado a la hostelería en Castuera
Francisco posa junto a la máquina de café donde él, su hermano y su padre sirvieron sus primeros cafés.
Francisco García Pozo, más conocido
como Paco, tiene 65 años y se ha jubilado recientemente. Dedicado
desde muy pequeño al "sacrificado" mundo de la hostelería,
ahora acompaña y aconseja a sus dos hijos en su negocio, los Salones
de Boda El Paraíso.
Hace aproximadamente 60 años,
Francisco ya trabajaba en el mítico Bar La Raspa ayudando a su
padre. El nombre del local era debido a que por las mañanas era una
pescadería y a partir de la una del mediodía cambiaban los peces
por el vino y la cerveza. "Mi hermano y yo teníamos que subir a
una silla para atender a los clientes", recuerda Paco con visible
alegría.
A principios de los años 60, y a manos
de su padre todavía, cambiaron la Raspa por el bar de la Parada de
Autobuses, pero debido a la fama y al cariño entre sus clientes,
adoptaron pronto el mismo nombre, y allí continuaron trabajando.
En el año 70 y hasta el año 74, su
lugar de trabajo fue el Casino Sociedad, hasta que el 1 de Mayo del
74 inauguraron El Paraíso. Entonces Francisco y su hermano ya cogían
"más galones" en la gestión y dirección del negocio y
empezaron a adoptar más responsabilidades.
De todas formas, recuerda que "la
hostelería antes era más sencilla, pues había más clientes y más
alterne", aunque también indica que la competencia "siempre ha
sido muy alta". Concretamente entre el tramo de Los Mártires y la
Plaza de España, Paco puede nombrar más de diez bares de aquella
época, de los que solo "dos o tres".
"El negocio ha evolucionado mucho",
afirma, y siente que él y su hermano son "partícipes de ello",
pues han dedicado toda su vida a su ejercicio. Fueron los primeros en
dar el paso y cambiar "de taberna a cafetería" y además
comenzaron a prestar servicios de boda incluyendo "los platos, las
copas y el baile para hacerlo más sencillo para el cliente".
Así, en el año 80 fundaron el
'Salones de Boda Paraíso II', con cafetería y restaurante. Diez
años más tarde incluyeron servicio de hotel y aún no había otros
salones para celebrar bodas.
El año 84 fue el de la fundación del
Bar Restaurante La Piscina, siendo el tercer establecimiento activo
que tenía su familia. "No era fácil" compaginarlos tres, pero
se repartieron y cada uno tenía sus propios empleados. "Mucho
trabajo, pero con buenos resultados", cuenta.
Francisco tiene claro que siempre
estuvieron "arriesgando", desde que comenzaron con el Paraíso I,
Salones de Boda, "todo eran hipotecas y bancos". Pero se muestra
muy satisfecho con todo lo que ha conseguido y no se arrepiente "de
nada".
"La profesionalidad y la alegría que
hemos tenido desde niños nos han hecho llegar a donde hemos
llegado", asegura, y no olvida a su padre, que confió en ellos y
les brindó "ayuda económica y toda su confianza".
Más recientemente, inauguran un nuevo
local en 2008 llamado Salones de Boda Paraíso y deciden dejar los
otros dos locales, aunque su hermano aún sigue en el Bar La Piscina.
"A veces no se podía abarcar tanto y no estábamos ni en un sitio
ni en otro", cuenta, por lo que decidieron hacer una nueva
inversión y dedicar su trabajo a un único local.
Hay muchas diferencias con el trabajo
de antes al de ahora. "Nuestra evolución más notable ha sido la
cocina, pues hemos pasado de una cocina tradicional a una más
moderna sin perder la esencia de lo casero y lo tradicional, y los
resultados están a la vista de todos", informa.
Francisco siempre ha sido "muy
exigente" con su trabajo y sus empleados, así como con sus hijos.
Durante un curso de repostería, varios alumnos hicieron un pastel y
el profesor preguntó si estaba rico. Casi al unísono contestaron
que sí, pero el tutor quiso aleccionarlos comparando su trabajo con
el de "un torero que hace una gran faena, pero no mata". El
problema de aquel paste: la presentación.
"Hay que cocinar con amor de madre",
afirma Paco entre risas, "y hay que cuidar cada detalle y trabajar
siempre con productos de primera calidad". Le gusta dedicar tiempo
a la cocina e innovar en ella y cosecha buenos resultados, pero ha
tenido que tirar "muchos platos" por no tener un resultado final
adecuado. "Los ojos deben comer antes que los dientes", apunta.
Ahora, el objetivo es "salir de la
crisis y funcionar bien", y Francisco, aunque jubilado, no pierde
detalle de su negocio y aconseja y acompaña a sus hijos Paco y
Carlos cada día.
Las claves del éxito, para él son
claras: "trabajar con alegría, disfrutar de la hostelería,
esforzarse y hacer siempre que el cliente esté cómodo". Y viendo
tan buenos resultados, ésta debe de ser la fórmula adecuada.
TÍTULO: 5O AÑOS SIN RAMÓN.
El cisne mete la cabeza debajo del agua para
ver si hay ladrones". Esta es una de las cientos de greguerías, ese
dardo poético y satírico que
50 Años sin Ramón Gómez de la Serna,.
"El cisne mete la cabeza debajo del agua para ver si hay
ladrones". Esta es una de las cientos de greguerías, ese dardo poético y
satírico que creó Ramón Gómez de la Serna, el impulsor de la modernidad
y las vanguardias que murió en enero de 1963, en Buenos Aires.
La fecha exacta de su muerte ronda la frontera entre el 12 y el 13 de enero, ya que falleció de madrugada tras una larga agonía, en compañía de su mujer, su inseparable Luisa Sofovich.
Después, sus restos mortales llegaron a Madrid el 23 de enero del mismo año y fue enterrado en el pabellón de hombres ilustres de la Sacramental de San Justo, donde también descansan los restos de Marino José de Larra, José Espronceda o Manuel Bretón de los Herros.
El inventor de las greguerías, simplemente "Ramón", como se le conocía en España y fuera de ella en los años veinte y treinta del siglo XX, nació en Madrid el 3 de julio de 1888 en una familia acomodada y culta.
Su padre fundó la revista "Prometeo", donde el escritor empezó a publicar sus experimentos literarios y hacerse eco de las vanguardias europeas, antes y después de su primer viaje a París.
Fundó en 1915 de la tertulia del café Pombo, en la calle Carretas cerca de la céntrica puerta del Sol de Madrid, donde acudían Guillermo de la Torre, José Bergamín o Federico García Lorca, y publicó su primera proclama del Pombo y "El Rastro; y es que Gómez de la Serna hizo de Madrid su material literario.
La ciudad que dejó al comienzo de la Guerra Civil, en 1936, para marcharse a Buenos Aires, donde se caso con la argentina Luisa Sofovich y donde sufrió muchas penurias económicas.
Pero antes pasó por otras ciudades como Estoril y París, donde frecuentó los "ismos", en especial a los dadaístas, y provocó la admiración de grandes como Pablo Ruiz Picasso, Amedeo Modigliani, Max Jacob, o Gertrudes Stein.
Novelas como "La viuda blanca y negra", "La Nardo" (dedicada a Madrid), "La mujer de ámbar", "Senos" (libro antecesor y paradigmático de la literatura erótica) , "Cinelandia", "Circo", sus retratos biográficos de Goya, Azorín, Valle Inclán, Óscar Wilde, o el Greco, entre otros muchos, son algunos de los títulos más emblemáticos del autor de las greguerías.
Porque las greguerías, ese juego con el lenguaje que inventó Ramón en 1910, esas metáforas visuales, pintadas con humor y, en la mayoría de las veces con el absurdo y con un elemento de sorpresa para el lector, no fueron el único género que cultivo Ramón, ya que hizo ensayo, teatro, relatos, novela corta, larga y la citadas biografías.
Gómez de la Serna escribió greguerías hasta el último día de su vida. En 2009 salieron a la luz 400 inéditas descubiertas por la hispanista Laurie-Anne Laget, que las halló entre las 65 cajas llenas de manuscritos, apuntes, fichas y libros en la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos), que fueron depositadas por la viuda del escritor en 1970.
Y todas ellas escritas por Gómez de la Serna en los últimos años de su vida, entere los años 58 y 61. "Las palabras son el esqueleto de las cosas por eso duran más que ellas". "El nenúfar es una flor que se escapó de los árboles para navegar en las aguas" o "Los pulpos son los guantes del mar", son algunas de las perlas que se hallaban en este último recuento de las obras del escritor.
Hoy, cincuenta años después de su muerte, Gómez de la Serna, que influyó en la generación del 27 y en todos los modernos, hasta en muchos autores de la movida madrileña, como los editores de la revista "El canto de la Tripulación", que hicieron del escritor su referencia, sigue siendo un faro y un laboratorio para la creación.
La fecha exacta de su muerte ronda la frontera entre el 12 y el 13 de enero, ya que falleció de madrugada tras una larga agonía, en compañía de su mujer, su inseparable Luisa Sofovich.
Después, sus restos mortales llegaron a Madrid el 23 de enero del mismo año y fue enterrado en el pabellón de hombres ilustres de la Sacramental de San Justo, donde también descansan los restos de Marino José de Larra, José Espronceda o Manuel Bretón de los Herros.
El inventor de las greguerías, simplemente "Ramón", como se le conocía en España y fuera de ella en los años veinte y treinta del siglo XX, nació en Madrid el 3 de julio de 1888 en una familia acomodada y culta.
Su padre fundó la revista "Prometeo", donde el escritor empezó a publicar sus experimentos literarios y hacerse eco de las vanguardias europeas, antes y después de su primer viaje a París.
Fundó en 1915 de la tertulia del café Pombo, en la calle Carretas cerca de la céntrica puerta del Sol de Madrid, donde acudían Guillermo de la Torre, José Bergamín o Federico García Lorca, y publicó su primera proclama del Pombo y "El Rastro; y es que Gómez de la Serna hizo de Madrid su material literario.
La ciudad que dejó al comienzo de la Guerra Civil, en 1936, para marcharse a Buenos Aires, donde se caso con la argentina Luisa Sofovich y donde sufrió muchas penurias económicas.
Pero antes pasó por otras ciudades como Estoril y París, donde frecuentó los "ismos", en especial a los dadaístas, y provocó la admiración de grandes como Pablo Ruiz Picasso, Amedeo Modigliani, Max Jacob, o Gertrudes Stein.
Novelas como "La viuda blanca y negra", "La Nardo" (dedicada a Madrid), "La mujer de ámbar", "Senos" (libro antecesor y paradigmático de la literatura erótica) , "Cinelandia", "Circo", sus retratos biográficos de Goya, Azorín, Valle Inclán, Óscar Wilde, o el Greco, entre otros muchos, son algunos de los títulos más emblemáticos del autor de las greguerías.
Porque las greguerías, ese juego con el lenguaje que inventó Ramón en 1910, esas metáforas visuales, pintadas con humor y, en la mayoría de las veces con el absurdo y con un elemento de sorpresa para el lector, no fueron el único género que cultivo Ramón, ya que hizo ensayo, teatro, relatos, novela corta, larga y la citadas biografías.
Gómez de la Serna escribió greguerías hasta el último día de su vida. En 2009 salieron a la luz 400 inéditas descubiertas por la hispanista Laurie-Anne Laget, que las halló entre las 65 cajas llenas de manuscritos, apuntes, fichas y libros en la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos), que fueron depositadas por la viuda del escritor en 1970.
Y todas ellas escritas por Gómez de la Serna en los últimos años de su vida, entere los años 58 y 61. "Las palabras son el esqueleto de las cosas por eso duran más que ellas". "El nenúfar es una flor que se escapó de los árboles para navegar en las aguas" o "Los pulpos son los guantes del mar", son algunas de las perlas que se hallaban en este último recuento de las obras del escritor.
Hoy, cincuenta años después de su muerte, Gómez de la Serna, que influyó en la generación del 27 y en todos los modernos, hasta en muchos autores de la movida madrileña, como los editores de la revista "El canto de la Tripulación", que hicieron del escritor su referencia, sigue siendo un faro y un laboratorio para la creación.
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