viernes, 11 de enero de 2013

EL HIJO DE LA PANTERA ROSA--Roberto Benigni, Claudia Cardinale,

TÍTULO: EL HIJO DE LA PANTERA ROSA:

El hijo de la Pantera Rosa dirigida por Blake Edwards y protagonizada por Roberto Benigni, Herbert Lom, Claudia Cardinale, Nicoletta Braschi, Shabana Azmi,.

Cuando la princesa Yasmin de Lugash es secuestrada, el comisario Dreyfuss se hace cargo del caso. Para llevar a cabo la investigación, asignan al comisario un ayudante: un gendarme local llamado Jacques. Pronto Dreyfuss comienza a observar en el agente ciertas características que le resultan muy familiares.  

TÍTULO: Roberto Benigni:

Roberto Remigio Benigni (Castiglion Fiorentino, Italia, 27 de octubre de 1952 ), conocido como Roberto Benigni, es un actor, guionista y director italiano de cine ...
Estar personalmente frente a frente con Roberto Benigni es como encontrarse sumergido en una de sus películas. Es difícil no tener durante toda la entrevista una sonrisa en los labios ante alguien como él, radiante de simpatía, espontaneidad, buen humor, con sus ropas y cabellos tan desaliñados como sus personajes de la pantalla, con su multitud de gesticulaciones, bromas, imitaciones. A sus 47 años, Roberto Benigni ha trabajado ya como actor en 20 películas -la última de ellas en el papel de Detritus en Astérix y Obélix contra César- y ha dirigido otras seis.
Este encuentro se celebró en París con motivo de la presentación de La vida es bella, película que ya tiene 30 galardones en su haber, además de siete candidaturas al Oscar de Hollywood. El filme llegará mañana a las pantallas españolas.
Antes de escribirla, dirigir y protagonizar La vida es bella, hubiera sido difícil pensar que este gran cómico italiano pudiera elegir como escenario para ella el infierno del campo de exterminio de Auschwitz. Cuando uno le pregunta a Benigni cómo se metió en ese terreno tan pantanoso, su primera respuesta fue: «Pues, no me acuerdo».
Al darse cuenta de que su respuesta era propia de uno de sus típicos personajes cómicos, piensa con la mirada en el techo, como buscando un apuntador que le ayude con la respuesta, junta sus manos como para una plegaria y finalmente responde: «Es como cuando un músico siente en su cabeza una cierta melodía, se pone a probar con su instrumento y termina sacando una pieza». «Sí, sí -dice como si reflexionara por primera vez sobre el tema- fue durante una cena con Vincenzo Cerami (con quien compartió el guión), en un momento en el que me dije que tenía que hacerme un desafío, que tenía que probar mi cuerpo, mi condición de clown, ante una situación extrema, y claro, la extrema situación por excelencia, es un campo de exterminio».
Roberto Benigni asegura que, después de haber llegado a esa idea, se sintió obsesionado por ella: «No podía pensar en otra cosa», reconoce.
El cineasta italiano tomó rápidamente conciencia de que una película de esas características, recreada en la Italia fascista, con los protagonistas deportados a campos de exterminio nazis, no era lo mismo que dirigir e interpretar El pequeño diablo (1988), El monstruo (1994) o cualquier otra de sus comedias de éxito asegurado.
«Sí, fue algo muy distinto a cualquiera de las otras películas que había hecho antes, pero sin embargo, desde el primer momento supe que no sería una película sobre el Holocausto; de hecho, el protagonista es como si ni siquiera supiera que era de origen judío».
Añade Benigni: «Decidí que no relataría ningún hecho real ni mostraría escenas violentas, ese es otro estilo, quería hacer una fábula amarga, donde se realzara el amor y el coraje, una película bella; por encima de todas las cosas, bella».
El clown italiano comenta: «En definitiva, con ésta película volví a recurrir a una cosa para mí muy importante, a la ingenuidad, la pureza, la simplicidad de la niñez», contesta.
En la película, Guido Orefice (Benigni) hace uso de toda su imaginación para hacer creer a su hijo, confinado en la misma barraca de Auschwitz que él, que todo es parte de un juego, logrando así preservarlo, ponerlo a salvo del drama del campo y de la muerte que les acecha. «¿Qué mejor que proteger esa pureza del niño de esa trágica realidad, esa realidad que no tendría que ser verdad?», pregunta Roberto Benigni.
«Pero, cuidado», aclara, «siempre tuve claro que La vida es bella no podía ser una comedia, porque es imposible hacer reír sobre el Holocausto, nunca se me hubiera ocurrido intentar divertir con los esqueletos de las víctimas o los hornos».
Protesta pública
El gran actor y cineasta reconoce que, a pesar de todo ello, la comunidad judía italiana protestó públicamente cuando supo que estaba haciendo una película ambientada en Auschwitz. «Sí, es cierto, y podían entenderse sus temores, yo odio los prejuicios y la censura, no hay nada más terrible para un cómico, para un actor, que los prejuicios y la censura, pero comprendí la preocupación de cierta gente, me reuní con varios de ellos para intentar transmitirles mi idea, mi mensaje».
Benigni explica que logró incluso que varios de los supervivientes de Auschwitz fueran al plató donde rodaba y aportaran detalles y consejos para reconstruir con más fidelidad aquella realidad. «Creo que después de ver la película la mayoría se dio cuenta de que habían sido infundados sus temores».
Dice que el nombre de su película se le ocurrió a Vincenzo Cerami, el coguionista, y es una frase que dijo Trotsky durante su exilio en México, antes de ser asesinado por encargo de Stalin. «Benigni, ¿usted cree que la vida es bella?», le preguntamos. «Claro, porque no se entiende nunca nada y estamos siempre sorprendiéndonos de algo».
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«Un modo natural de ser antifascista» (por Ruben Amon)
ROMA.- Las siete candidaturas de La vida es bella en Hollywood no sólo representan una marca inédita para un filme de lengua extranjera, sino que además confrontan las opciones de Benigni en la misma categoría que Spielberg, Peter Weir, Tom Hanks y Nick Nolte.
«Sólo me falta ir a hacer pis con Charlton Heston», confiesa el polifacético director/actor italiano para evitarse un cara a cara inmediato con la realidad de los Oscar. «No sé que sucederá en la gran noche del cine, pero es muy difícil que cualquier resultado pueda modificar este permanente estado de entusiasmo, de ilusión, de felicidad, de locura».
«Creo que esta increíble relación de candidaturas se debe a un emotivo grado de entendimiento con el público americano. Ha existido, desde el primer momento, una complicidad capaz de situarme en los shows de más audiencia como un personaje próximo, cercano, espontáneo. Me sentía como la princesa de Ucrania», dice Benigni.
Sobre el filme, comenta: «Creo que compagina la bondad, el sentido más entrañable de las cosas, porque necesitaba explicar todo lo positivo que he aprendido en mi vida. Creo que puede entresacarse una lectura fundamental: cuando se mezclan las culturas, se produce una chispa que señala el camino del arte».
El realizador italiano no quiere olvidar la verdadera referencia narrativa del filme: «La película es el resultado de las enseñanzas de mi abuelo cuando me contaba su experiencia en un campo de concentración. Me refiero, sobre todo, a la capacidad de contar las cosas graves de un modo ligero, repleto de bromas y de situaciones cómicas. He descubierto gracias a mi abuelo un modo natural de ser antifascista».
Critica de Pablo Silva, para Fotograma
Cuando el narrador al comenzar la película dice: “Esta es una historia simple, pero no es fácil de contar” nos está anticipando que clase de historia vamos a ver.
Benigni muy conocido en Italia por su aparición en el film de Jim Jarmusch “Down by law” y “Night on Earth” (Una noche en la Tierra), y también como el torpísimo “El hijo de la Pantera rosa”. Todas sus apariciones son seguros éxitos de taquilla.
Pero cuando decidió tomar como tema el holocausto y hacer de ello una fábula cómica, sabia que no todo serían flores.
Sin embargo, y pese a recibir la bofetada mas grande que diera el Times contra un film, llamándolo “una fábula fascista” “La vida es bella” supo por si misma llevar a Roberto al Gran Premio del jurado de Cannes (donde al ganarlo, Roberto, en medio de las risas, literalmente besó los pies de su presidente el director Martin Scorsese) o al especial premio en el Jerusalén Film Festival.
Pero estas reacciones de amor-odio son comprensibles. Nadie que tome un tema como el holocausto en broma puede no preeverlo.
Pero el film triunfa por si mismo. Su sentimentalismo lo desborda.
La candidez viene directamente de Benigni, una de las personas mas graciosas del mundo, que transmite una energía y una verborragia mezcladas con un aura muy especial que infunden a sus personajes -quizás algo de lo mas importante del cine- una creíble inocencia.
Inocente es el personaje de Guido cuando en 1939 se va a probar suerte a la pequeña ciudad de Arezzo, preguntándose por su alma de judío “Cómo pudo pasarme a mi?” y enamorándose de la hermosa Dora (La mujer de Benigni y coestrella de todos sus films).
El estilo caótico de comedia con gags que parecen remozados chaplinescos continua la primera mitad del film, con peripecias acrobáticas en una moto, aprendiendo a ser mozo y demostrando esas pequeñas torpezas tan benignianas.
La grandeza del film es como lleva la tragedia a la comedia, y cuan milimetricamente planeados están esos pasajes. Así será llevado luego en el tren al campo de concentración, ya de la mano de su hijo, Giosue. Lo que parecía una comedia romántica se torna absolutamente trágica. Benigni se ve llevado a intentar explicar y salvaguardar a su pequeño hijo del horror inexplicable.
Así inventa toda una fábula donde el campo de concentración solo es un enorme juego para un premio fabuloso, un tanque de verdad!
El punto es entonces atreverse a pensar que hubo personas que hicieron lo inimaginable para escapar, o ayudar otros a escapar del horror. No por eso niega el millón y medio de niños asesinados. Solo imagina, simplemente, una historia optimista, dentro de un horror inenarrable.
TÍTULO; Claudia Cardinale:

Claudia Cardinale: “Una gata que araña” 

Claudia Cardinale: “Una gata que araña”

(Fotos: Giulia Panattoni/
Un actor francés de 30 años, Alexandre Styker, se tumba sobre el diván de la diva italiana en París. Visconti, Fellini, Delon… Cuarenta años de carrera les separan. Breve conversación entre dos amigos que hablan de

“Supongo que quieres un cigarro”, bromea Claudia con Alexandre, sentada en su sofá. Los dos actores se conocieron hace cuatro años gracias a la representación de una obra de Tennessee Williams, Dulce pájaro de juventud, bajo la dirección de Philippe Adrien, en el teatro de la Madeleine en París. “Como vivíamos cerca, cogíamos el mismo taxi. Así es como nos hicimos amigos”. Esta es la historia de un rubio atractivo que entra en escena y de una gran dama del cine decidida a no salir todavía.
(Giulia Panattoni)Claudia Cardinale nació en Túnez en 1938. Hija de padres sicilianos, tiene 70 años y pertenece a los ’happy few’, esos actores que han superado el centenar de películas rodadas con los mejores directores del mundo. Además de sobre las tablas, Alexandre Styker ha actuado recientemente en la serie de televisión francesa de Canal+, La Commune.
¿Es Claudia Cardinale en la vida real como en el cine? “No, ¡en realidad soy una persona normal!”, se defiende la actriz. “Tú no eres normal, asegura Alexandre, ¡es inquietante la normalidad!”.
Aunque los dos amigos viven en el mismo barrio, la vida del actor es, a menudo, nómada. “Sin embargo, tenemos un pequeño ritual entre nosotros: nos llamamos antes de Año Nuevo, nos preguntamos qué vamos a comer y qué vamos a hacer en Nochevieja. Comemos casi siempre cuscús y tayín (plato típico de la comida magrebí)”.

Alain Delon y Claudia Cardinale: una pareja eterna

(Giulia Panattoni)
Aún hoy, Alexandre y Claudia cogen el mismo taxi para ir al teatro, incluso si van de espectadores, como ocurre casi siempre. “Claudia me llevó a ver una obra con Delon. Fue divertido, de repente tenía a ‘El gatopardo’ delante de mí”, recuerda Alexandre. “Alain me llama frecuentemente, estamos muy unidos, él dice siempre que, gracias al cine, ¡somos una pareja eterna!”, prosigue Claudia.
Y no faltan representaciones en la ciudad de las luces: “Mi barrio de París es como un pueblo, nadie me molesta. En Roma, la gente salta por encima de ti y en Túnez gritan ‘¡Claudia, Claudia!’ porque soy la única actriz conocida que ha nacido allí. Tengo que tomar el té en todos los lugares de la Medina para que la gente no se sienta herida”.
Por el camino se amontonan multitud de trofeos y premios dorados. “Mi suerte fue llegar en un momento mágico para el cine: los años 60. Hacía cinco o seis películas al año. Estaban los grandes directores y estaba el riesgo: nunca sabíamos si íbamos a poder acabar la película”.

Visconti y los años que pasan

(Giulia Panattoni)Y si Alexandre Styker tuviera una película en la cabeza, aquella en la que le habría gustado dar la réplica a Claudia… Él responde: “¡La chica con la maleta (de Valério Zurlini, 1960)! Es una película que he visto con ella. Claudia me dijo que me parecía a Jacques Perrin, así que, en mi opinión, debería haber logrado papel. ¡El único impedimento es que aún no había nacido!”.
Y es que Alejandro nacía mientras que Claudia rodaba Violencia y Pasión de Visconti y había participado ya en más de cincuenta películas. Sin embargo, la amistad va más allá de los años: “¿Cuarenta? ¡Hace apenas algunos años… incluso algunos meses!”. “¿Por qué no también con Visconti?”, añade el joven a sus sueños sin cumplir. “¡Era un genio!, he hecho cuatro películas con él y me ha llevado a los cuatro rincones del mundo, me cubría de regalos. “Decía que yo era una gata que se podía acariciar, pero que arañaba. Visconti era un hombre de teatro, no podías mover un músculo de la cara si él no estaba de acuerdo. Hacía que los ojos dijeran lo que los ojos no dicen”, concluye.
“Todo lo contrario sucedía con Federico Fellini, con el que rodé al mismo tiempo Ocho y medio. No había guión, la improvisación era total…”, señala la actriz. Alexandre Styker lo confirma: “¡Es verdad, al final vemos el rigor de Visconti y el caos de Fellini!”.

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