TÍTULO; REVISTA 10 MINUTOS , Isabel, la discreta,.
SOCIEDAD
Apenas se maquilla, nunca se tiñe
el pelo y tampoco acude a los desfiles de otros diseñadores. Pero la
parisina Marant es la diseñadora más 'cool'. Sus prendas son imitadas
hasta la extenuación
Lo más fácil sería reparar en su lista de seguidoras, que
son legión. Sienna Miller, Joan Smalls, Kate Bosworth, Miranda Kerr,
Rachel Bilson, Rosie Huntington-Whiteley... Nada nuevo en el horizonte
de una diseñadora. ¿Acaso alguna logra el triunfo sin el concurso de la
famosa de turno? El estilo de Isabel Marant (París, 1967) se aleja del
reinante en las pasarelas. Su secreto radica en que intenta hacer ropa
para llevar. «Hay un montón de diseños bonitos, pero no son para la vida
diaria. Mi ropa es como soy yo», reflexiona. Los pantalones pitillo de
estilo rockero, los abrigos de estilo masculino y, sobre todo, las
'sneakers' con tacón son sus creaciones más conseguidas.
Ahora que goza de un éxito sin precedentes y es imitada
hasta la extenuación, puede ir con la cabeza bien alta, pero no siempre
fue así. Sus comienzos fueron extraordinariamente complicados. Sufrió en
los noventa. En tiempos en los que todo era sexy e imperaban las
grandes etiquetas, Marant padeció el olvido de una crítica que ignoró la
sencillez de sus prendas. Otras creadoras se habrían plegado a los
designios de una industria inmisericorde con los profesionales de
remarcada personalidad que se niegan a torcer el brazo ante la tiranía
de las tendencias.
Sin embargo, Isabel siguió a lo suyo. Si las editoras no
mostraban el más mínimo interés por sus piezas, qué sentido tenía
hacerles el caldo gordo. ¿Acaso la iban a prestar más atención por
subirse al carro de la ostentación? Su preocupación siempre fue «vestir a
cualquier tipo de chica en cualquier día». Marant está «muy
involucrada» en hacer un prêt-à-porter real. «No me convence la ropa
complicada que únicamente nos ponemos en contadas ocasiones», confesó a
la revista 'Marie Claire'. Es difícil discernir hasta dónde alcanza la
sinceridad de esta creadora, que se resiste a ser una más de un circo en
el que el reconocimiento suele ir ligado a las ventas.
Presa fácil
Isabel, que se formó junto a Yohji Yamamoto y Chloé y que
en noviembre lanzará una colección 'low cost' para H&M, nunca se ha
sentido «tentada» ante las ofertas de grandes grupos interesados en la
compra de su compañía. Cuando los grandes tiburones del lujo se lanzan a
la conquista de sus presas, pocas son las que se resisten ante los
montones de millones que ponen encima de la mesa. Por su tamaño, Isabel,
hoy por hoy, es una pieza relativamente fácil comparada con esos leones
apellidados Arnault o Pinault, pero da mucha guerra.
«Es importante crear con el corazón y no la cartera», se
justifica para ensalzar a todo ese ejército de mujeres desconocidas a
las que viste desde hace años. «No puedes estar continuamente conectada
con el estado de ánimo de lo que la gente quiere, pero así es este
mundo. A veces gustas más y otras menos. No importa». Sus diseños la
retratan como una creadora sin muchas ambiciones económicas. «Soy muy
afortunada porque puedo hacer lo que quiera de la forma que quiero y no
tengo ninguna preocupación por hacer dinero».
A diferencia de esa vieja guardia que disfruta dejándose
ver todos los veranos en sus majestuosos yates -Armani, Valentino o
Roberto Cavalli-, Isabel, hija de una modelo de éxito y un padre que
intentó alejarla de la moda, no sueña con viajar en avión privado ni
exhibirse en las fiestas más exclusivas. Es bastante huidiza. Apenas se
maquilla y nunca se tiñe el pelo. Si puede pasar desapercibida, mucho
mejor, aunque de pequeña se metía cuñas de corcho en las zapatillas para
parecer más alta. Era la más bajita de todas sus amigas. En cuanto
puede, se escapa a su cabaña del bosque, junto a su marido, su hija y su
madre, donde cocina, juega a las cartas, lee, nada o, simplemente,
disfruta de una copa de vino. Tiene muy clara su filosofía de vida:
menos es más. Dentro y fuera de las pasarelas.
Pero también es presa de sus contradicciones. Si tuviera
que quedarse con una modelo, elegiría a Aymeline Valade, la maniquí de
los huesos marcados que ha reabierto el debate de la anorexia por su
aspecto escuálido. Si bien le «molesta» la insistencia con que la
industria fashion muestra a chicas «superdelgadas», hasta el punto de
que cree que no debería «participar en este juego», se desmarca de sus
colegas. «No visto solamente a modelos. Me gustan las mujeres con
curvas», explicó a 'Vogue'.
«Gastar continuamente»
Isabel se prueba todas las prendas que diseña, las corrige
sobre su cuerpo y luego sale con ellas puestas a la calle para comprobar
la reacción de la gente. Sigue al pie de la letra los consejos de la
directora de Studio Berçot Fashion de París, la escuela de diseño en la
que se graduó, que recomendaba a sus alumnas que se pusieran durante una
semana sus creaciones para averiguar si serían del gusto de las demás
mujeres. «Interioricé de manera muy clara que no debería hacer cosas que
no quisiera llevar yo misma», remarca.
Con el tiempo y viendo cómo se las gasta este negocio,
también ha aprendido que no tiene sentido llenar los armarios sin ton ni
son. Las compras compulsivas le entristecen «un poco», así como los
ritmos tan salvajes de una industria insaciable que «empuja a gastar
continuamente». Marant ama la moda, pero detesta el despilfarro. Cuando
va de tiendas pone «mucha atención» y procura hacerse con «muy pocas
cosas y precisas». Solo aquello que necesita o le va a «durar siglos».
Por eso sus prendas desprenden ese poso atemporal. Marant
es todo lo contrario, por ejemplo, de Karl Lagerfeld, que disfruta
sintiéndose protagonista de los 'realities shows' en que se han
convertido las semanas de la moda, donde se escruta hasta el detalle más
nimio. Isabel escapa de los focos. Se pasa la vida en su estudio y otea
las Fashion Week desde la trastienda del 'backstage', sin ver lo que
sucede a su alrededor.
Jamás acude a los desfiles de otros modistos, pese a las
numerosas invitaciones que recibe. Siempre está «totalmente no
disponible. Lo odio. Toda esa gente mirándose los unos a los otros, no
va conmigo para nada. Me siento muy incómoda», admite. En el fondo,
Isabel es como su marca. De las más 'cool' sin pretenderlo.
TÍTULO; EL ECONOMISTA QUE SE RIE DE KEYNES,.
F rente a los prejuicios que lo encasillan como un tipo serio y árido, este doctor en Economía se dedica a acercar a la gente la ciencia del ...
SOCIEDAD
El economista que se ríe de Keynes
Doctor en economía y estrella del
club de la comedia, Yoram Bauman ingenia cómics para explicar el
complejo mundo de las finanzas
F rente a los prejuicios que lo encasillan como un tipo
serio y árido, este doctor en Economía se dedica a acercar a la gente la
ciencia del dinero. Y lo hace con gracia. A través de monólogos, cómics
y chistes bastante ocurrentes. El hombre tras las gafas se define como
el 'único economista monologuista' del mundo y mete a Keynes en los
clubes nocturnos. Va de bolo en bolo por el mundo (llega de Mónaco y
ahora viaja a Toulouse), se llama Yoram Bauman (San Francisco, 1973),
sonríe mucho y lleva una camiseta en la que se lee 'Mejora la economía,
invítame a una copa'. Está en Madrid para presentar sus dos libros de
Introducción a la Macroeconomía y a la Microeconomía en viñetas (Ed.
Debate, con los dibujos de Grady Klein) y explicar las claves de los
movimientos del dinero a gentes que tienen la soga al cuello y que no
saben quién la sujeta. «La diferencia entre ambas es que en micro los
economistas se equivocan en cosas pequeñas y en macro se equivocan en
general».
- A los españoles no les hace ninguna gracia la economía. ¿Cómo ve al Gobierno?
- No quiero que la gente piense que hago bromas sobre sus
problemas. Solo hablamos de las teorías. Mariano Rajoy es una persona en
un barco muy pequeño en mitad de una tormenta enorme. Lo que puede
hacer tiene sus límites, sobre todo por las conexiones con Europa.
España no tiene el destino en sus manos.
- ¿Podría explicar esta crisis?
- Hay una analogía entre la familia y la economía. Cuando
todo va bien, es una familia organizada pero si las cosas se tuercen
comienzan las discusiones, hay gente en paro, crecen las deudas y se
vuelve disfuncional. La crisis de la deuda es lo que le ha pasado a una
familia que tenía planes de tener hijos, llevarlos a la universidad y
jubilarse y que ahora ve que el camino es... distinto.
- Pero esto parece un monólogo donde solo habla el FMI o Bruselas y los demás escuchan.
- Cuando tienes una unión monetaria es como un matrimonio:
mejor si bailas al compás. Cuando las cosas empiezan a ir mal es difícil
saber quién toma las decisiones. Eso sí, cuando mi mujer y yo
discutimos, ella tiene el voto del desempate.
- ¿Ella sería Angela Merkel?
- (Risas) Alemania tiene un peso enorme, pero hay muchas otras interacciones.
- ¿Los movimientos como el 15M u Occupy Wall Street son el hijo rebelde de esa familia?
- Podría ser -ríe-. Estos movimientos inyectan ideas al
discurso general y terminan por unirse a la discusión. Llevan los temas
como la justicia y el paro a la luz pública. No creo que vayan a
destituir el capitalismo, pero espero que encuentren maneras de hacer
mejor la vida de las personas.
- ¿Cree que el bien común va a ganar más peso en la gran ecuación económica?
- En los últimos años, la economía se ha desplazado hacia
la desigualdad, hacia la máxima de que el ganador se lo lleva todo. Dudo
que vaya a haber un cambio en la tendencia.
Humor, impuestos y carbón
Bauman se doctoró en Economía por la Universidad de
Washington y más tarde fue profesor e investigador. La vena del
espectáculo le llegó casi por casualidad. En 2010, tomó los diez
principios de la economía del sacrosanto profesor de Harvard Greg Mankiw
y les dio la vuelta entre risas. De ahí, la broma pasó a Youtube y él
saltó a la fama entre los círculos económicos. El propio Mankiw le ríe
los chistes en la reunión anual de la asociación de economistas, y si
pasa por Boston se toma un café con él.
En los monólogos, Bauman simplifica teorías económicas
hasta el absurdo. Uno de sus trabajos humorísticos que más le ha hecho
reír consistió en investigar la razón de los premios Nobel de Economía,
como Ronald Coase, galardonado en 1991. Después de mucho pensar, Bauman
averiguó que su alambicada teoría quería decir que «si no se ponen
barreras al comercio, no hay barreras al comercio». Desde hace años,
actúa en los clubes de monologuistas de todo el mundo y ha fundado el
suyo propio en el que recauda fondos para los más necesitados. «Es una
manera de acercar las finanzas a las personas».
Yoram no se hizo economista para subir al escenario, sino
que antes de estudiar, tuvo una idea que lo llevó a matricularse. «Quise
ser economista para estudiar el intercambio de impuestos. Fiscalizamos
cosas positivas como la renta y el trabajo, pero podríamos bajar estos
impuestos y gravar más otras cosas que no son deseables, como por
ejemplo, los combustibles fósiles, el carbón, el petróleo o el gas».
Tras recibir el apoyo de gentes como el Nobel de Economía
2008, Paul Krugman, y el propio Mankiw, Bauman ha visto cómo la medida
se ha instalado en la Columbia Británica, una provincia de Canadá, «y no
se ha hundido el mundo». Sabe que no será fácil. «Mire, en el Estado de
Washington hay impuestos al consumo, pero no sobre las rentas. En
Oregon, que está justo al lado, se gravan las rentas pero no hay IVA.
¿Cree que alguno de los dos está dispuesto a cambiar su política fiscal?
Yo no».
TÍTULO; «Prefiero ir en burro a vivir mal para tener un coche»
Andy
Solé es fotógrafo del HOY en Plasencia y conoce bien la zona: sabe que
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