Ram Bhavnani: "Soy millonario y jamás he despedido a nadie"
De tendero de un bazar en Tenerife a
una de las grandes fortunas de España. Acaba de comprar la sede del
Deutsche Bank en Madrid.
Y le fue bien. Muy bien. Su estrategia como inversor durante años siempre fue la misma: concentrar toda la inversión en un único valor, un banco. Gran parte de las acciones que compraba las financiaba con créditos bancarios y adquiría un porcentaje que le permitía estar en el consejo de administración y participar en la gestión. Así llegó a ocupar un puesto en el consejo del Banco Zaragozano junto con los Albertos y desafió a los Botín en Bankinter al quedarse con el 15 por ciento de las acciones. En 2007 vendió su participación en Bankinter a Crédit Agricole y le sacó una plusvalía de unos 400 millones. Desde entonces, sus movimientos en Bolsa no pasan inadvertidos para ningún trader que se precie. Aunque también ha tenido tropiezos. En 2009, el Banco Popular se convirtió en su pesadilla. Logró salir, con pérdidas, pero sin grandes daños. De hecho, su sociedad de inversión, Casa Kishoo, no ha perdido en el balance anual de ningún ejercicio. Por cierto, la sociedad se llama igual que la tienda familiar, donde tiene su oficina y algún día hasta se lo puede encontrar despachando.
XLSemanal. Empecemos por lo que mejor conoce usted: la banca. ¿Cómo es posible que hayamos tenido que llegar a rescatar a algunas entidades?
Ram Bhavnani. Porque algo han hecho mal. Y yo creo ha sido no analizar bien el dinero que daban a gente que luego no iba a ser capaz de devolverlo. Los comerciales salían con la escopeta a dar crédito y con la escopeta han quitado los créditos. ¿Quién tiene la culpa? El que ha cogido el dinero, por supuesto, pero el que ha informado mal también. Hubo avaricia por parte de los bancos, que siempre quieren crecer, crecer y crecer. No han sabido estarse quietos. Lo sabían de sobra, porque en varios consejos se decía: «Esto no puede ser, esto no puede ser», pero no querían parar...
XL. ¿Se veía venir lo que ha sucedido?
R.B. Cuando compré acciones del Central Hispano, lo adquirió el Santander; cuando compré del Zaragozano, lo compró Barclays, y multipliqué por cinco mi inversión. Cuando compré Bankinter, luego lo vendí a Crédit Agricole... Se veía que iba a haber una concentración. Pero todo este desorden, el colapso total, eso no era previsible. Si se hubiesen hecho fusiones ordenadamente, el resultado habría sido otro.
XL. ¿Y no había otra solución que el rescate?
R.B. Al final da lo mismo. Podían haberlos dejado caer como cualquier comerciante, empresario o industria, es verdad. Pero, si no los rescatan, se pierden los depósitos. Puede haber mucha gente que prefiera que pierdan los que tienen millones en el banco, pero si esos señores pierden el dinero luego no invertirán y, al final, el daño puede ser mayor. Es difícil saber.
XL. ¿Y cree usted que la situación empieza a corregirse?
R.B. No, han tardado demasiado en reaccionar. En Canarias, por ejemplo, hay pisos que valían 300.000 euros en 2007 y que ahora valen 100.000. Si antes, en 2008 o 2009, hubiesen bajado los precios, igual no hubiéramos llegado a estos problemas. La banca en los últimos años ha engañado en sus propios balances. Por eso han necesitado el rescate de Europa y del contribuyente. Los pisos los bajaron el cinco y luego otro cinco... y mientras tanto refinanciar y refinanciar esperando que no cayesen, ¿para qué? Refinanciaban para no reflejar las pérdidas. Un error. ¿Cómo, siendo tan inteligentes, han hecho esto? No se entiende. Ha sido un derroche total de dinero. Además, han pagado unos sueldos muy altos y a mucha gente. Siete cajas se unieron en Bankia, tenían casi 20 consejeros cada uno, 120 consejeros... ¿Para qué tantos consejeros? ¿Qué aconsejaban?
XL. Parece que nada bueno...
R.B. Pasa con otras entidades también. Pescanova tiene 2500 millones de deuda o más. Y su balance decía que eran 1500. ¿Cómo es posible? ¿Cómo le han dado los bancos 2500 millones al señor de Pescanova?
XL. Dígamelo usted.
R.B. Yo no lo sé [risas]. Los bancos han sido ciegos. Yo tengo invertidos 50.000 euros en Pescanova, porque todo el mundo decía que era la mejor, y mira cómo está; imposible recuperar los 50.000 euros [risas]. Pescanova era la perla del mercado y de repente está acabada. Y si esto le pasa a Pescanova, ¿cuántos más están acabados y no lo sabemos?
XL. Si usted no lo sabe, ¿quién lo va a saber?
R.B. Algo está funcionando mal. Los auditores hacen mal su trabajo, el Banco de España no aparece... Sí, algo está mal. Pero, bueno, con la crisis algo hemos aprendido.
XL. ¿Quiere decir que ahora gana con otro tipo de inversiones?
R.B. Sí, claro. Yo antes ganaba mucho dinero concentrando el riesgo, hoy diversifico. Ahora hemos ganado un montón de dinero con la deuda institucional. Hemos comprado muchos bonos españoles a 10 o 15 años. Con la deuda del Estado que hemos comprado ahora estamos teniendo mucho beneficio [risas]. Salió bien.
XL. ¿No teme que quiebre el Estado?
R.B. Yo siempre he pensado que España es un gran país.
XL. Vamos, que usted apuesta por España...
R.B. Pues parece que nos ha ido bien [risas]. El año pasado ganamos el 15 por ciento con la inversión en el Estado. Yo confío en España.
XL. ¿Usted es de los que ganan dinero con la crisis?
R.B. No necesariamente. Pero sin riesgo no hay beneficio. En los últimos dos o tres años, mucha gente ha comprado solares muy baratos que ahora no valen nada. Si yo hubiese invertido en eso, ahora me iría mal. Pero invertimos en el Estado. Con todo, nosotros tenemos muchas cosas infectadas: hoteles, un golf que costó 80 millones y no vale ahora ni 40...
XL. Pero usted nunca apostó por el sector inmobiliario...
R.B. No, no mucho. Pero tenemos inmuebles... y nadie paga. Pero no echamos a nadie. ¿Qué vamos a hacer? Dirán: «Es usted rico y echa gente a la calle».
XL. ¿Teme que le hagan un escrache?
R.B. No, no es eso. El problema es que, si echo a la gente, luego tengo que poner un guardia, pagar la comunidad, ocuparme del mantenimiento... y no es negocio. Si el que tiene que pagar 700 puede pagar 200, que pague 200 y se quede.
XL. O sea que usted no es partidario de los desahucios.
R.B. Bueno, hay muchos desahucios que no son como la gente piensa. Hay pisos de 300.000 euros que el señor que está dentro sabe que no vale más de 100.000. Si el banco lo desahucia, igual le está haciendo un favor. Más vale que entregue el piso al banco y se vaya a un piso de alquiler. Eso sí, que el banco, después de dar el piso, no lo persiga.
XL. ¿Habla de la dación en pago?
R.B. Sí. Aquí hacen responsable del pago del piso a la mujer, al padre, al abuelo... y eso es horroroso. Es horroroso que el banco te pida un aval con los ahorros de tu abuelo. Para eso ¡que no hubiesen dado el crédito!
XL. Pero lo dieron...
R.B. Todo el mundo tiene derecho a una vivienda, pero no a un piso de cuatro habitaciones. Si usted no puede pagar el piso que se compró, dé las llaves al banco y que el Ayuntamiento lo coloque en un piso pequeño. Usted paga lo que pueda pagar. ¿100 euros? Pues 100. Pero tiene un techo, que es un derecho.
XL. Cuando le dice esto a las personas importantes con la que se reúne, ¿qué le responden?
R.B. Que si hay unos constructores, unos contratos, que no se puede... Y quizá tengan razón. Ahora, los ayuntamientos no tienen nada. No pueden hacer ni eso. Pero deberían. Eso se debería estudiar. Y otras cosas. Mire, una señora que trabajaba en nuestra casa recibe una pensión de 400 euros y el banco le cobra 40 por la transferencia. ¡Eso es un impuesto absurdo! Cuando uno reclama, hacen caso y lo devuelven. Pero es muy triste la indefensión de los débiles.
XL. Perdone que insista: usted que es accionista de tantos bancos, que participa, ¿se queja de esto?
R.B. Yo ya no estoy en el banco. ¡No estoy! No estoy en ningún consejo. Después de Bankinter, no quiero estar. Es horrible cómo están los bancos. Los empresarios van a los bancos a pedir crédito y les piden mil papeles... Es perder el tiempo. Desde 2008 ir a los bancos es perder tiempo. No van a dar nada a nadie. Porque no tienen suficiente.
XL. Pues sí que lo pinta bien... Si los bancos no van a dar crédito, ¿cómo salimos de esta?
R.B. Los bancos están metidos en grandes concursos de acreedores, ningún constructor puede pagar... No dan porque no tienen. Hasta que no terminen de limpiar sus balances, no hay nada que hacer.
XL. ¿Y cuándo acabarán de limpiar?
R.B. Eso lo saben ellos y el Banco de España.
XL. Usted también tiene que saber algo...
R.B. No, no... yo creo que ahora lo están haciendo bien. Aunque hay cosas... El Sareb [banco malo] no tiene ni precios todavía. Están tardando mucho en sacar viviendas al mercado, en asumir la pérdida.
XL. Para haber invertido tanto en bancos, no demuestra mucha confianza en ellos...
R.B. [Risas]. El sistema bancario se va a contraer y se debía haber contraído con mucha más rapidez. Es imprescindible. Eso y bajar lo sueldos y que todo el mundo trabaje. En lugar de estar quitando gente, mantener los puestos de trabajo bajando los sueldos.
XL. Empezando por arriba quizá...
R.B. Por supuesto. Ellos tienen la mayor responsabilidad. Pueden estar cinco años sin cobrar nada.
XL. ¿Se refiere a los directivos y consejeros de las entidades? Por eso lo llaman 'el millonario indignado', ¿no? Propone que le bajen los sueldos a los banqueros...
R.B. Son gente responsable y ven que han traído ruina a todo el país. Algunos están sufriendo. De hecho, se están rebajando sus sueldos en un 10 o 12 por ciento anual. Pues que se los bajen el 80 por ciento. En los tiempos buenos, todos contentos con sus sueldos altos. Ahora, que se los bajen. ¡Y mucho!
XL. Entiendo que no quiera estar en los consejos de los bancos. Igual no lo recibían bien... Usted empezó a jugar a Bolsa de forma autodidacta. ¿Cómo se aprende a ganar dinero en el mercado bursátil?
R.B. Hablando con la gente, con personas como usted, con los taxistas. En la calle se aprende mucho...
XL. Hombre, algo más debe de haber...
R.B. [Risas]. Lo mejor para ganar dinero no es la Bolsa, es hacer negocios: la tienda, vender textiles, hoteles... Trabajar día a día para ganar dinero. Eso son los negocios. La Bolsa es un termómetro y hay que saber leerlo. Me gusta porque te permite tener liquidez al momento. Yo siempre he ido por la Bolsa y no por el ladrillo porque en esta, si tú coges el teléfono y vendes, ya sabes si has perdido o has ganado.
XL. Imagínese que soy un español de clase media que ha conseguido ahorrar 30.000 euros. ¿Qué me recomienda?
R.B. Depósito fijo, que nunca tendrá pérdidas. O Bonos del Estado a 10 o 15 años. Cobra el 5 por ciento y ya. El banco le va a dar el 1 o 2 por ciento y, además, le cobra comisiones. Mejor los bonos. Si tiene más de dinero, meta algo en productos con riesgo, pero diversifique, aunque pierda en alguno no será importante. Pero si solo tiene 5000 o 10.000 euros, no juegue en Bolsa. Bonos del Estado.
XL. Dice usted que nunca pensó en ser empresario ni inversor, que las cosas fueron surgiendo. Pero a los 70 años sigue al pie del cañón, ¿no piensa retirarse?
R.B. En eso estoy. Ahora quiero que se hagan cargo de la empresa familiar otros, una hija mía y un hijo de mi cuñado, que pueden hacerlo. Y hay un gran equipo. Yo siempre estaré ahí, si quieren consejo, claro.
XL. ¿Y sus hijos y sobrinos tienen tan buen olfato como usted para las inversiones?
R.B. Sí, mejor [risas]. Es un equipo de gente muy buena. En mi vida he despedido a un empleado. Nunca. Indirectamente tenemos muchos hoteles y ellos sí que han hecho ERE, pero a la gente que trabaja conmigo directamente nunca la he despedido. Yo creo que la gente es buena.
XL. ¿Usted que se mueve en un mundo como el financiero cree en la bondad del ser humano? ¿Nunca ha tenido problemas serios en los negocios que le hayan hecho dudar?
R.B. Sí, he tenido problemas. Pero tienes que estar preparado. Cuando alguien viene a reclamar su dinero, debes estar preparado para devolvérselo. Y si no te quieren renovar un crédito, no quieren y ya está. Pero sí, también he tenido problemas. En 2009, el Banco Popular estaba por el suelo. Mi hija estaba mal [enferma de cáncer] y yo estaba en EE.UU. Nada más llegar, vi que el Santander y el Banif estaban muy preocupados. Y les dije: «Si ustedes quieren quedarse con todo, quédense con todo». Luego se arregló. No fue grave. Al final, el único problema no solventable fue el de mi hija [falleció]. Ese es el peor problema de mi vida.
XL. Una experiencia como la muerte de una hija afecta muchísimo más que perder dinero...
R.B. Sí, ahora estamos aprendiendo a vivir con su memoria. Era muy buena, generosa, llena de amor... y esos son los recuerdos que quedan. Lo otro... si los bancos se quedan con todo, pues que se queden. Si llegamos como refugiados y salimos adelante, podemos hacerlo de nuevo.
XL. A pesar de su fortuna, no se le conoce ningún lujo: no colecciona coches ni arte...
R.B. No. No tengo apego a esas cosas. Millonario soy, sí. Tengo tranquilidad total. Pero no puedo hacer mucho más de lo que hago: vivir, comer y dormir tranquilo. Y no hacer mal a la gente. Y si he hecho mal, que me perdonen. Hago negocios porque es lo que sé hacer, me gusta. Ha salido bien.
XL. ¿Reconocerá que es un millonario atípico?
R.B. No sé. A mí me da lo mismo hablar con un barrendero que con el presidente del Gobierno. Vivo en Tenerife, no salgo mucho, voy a la India, a lugares religiosos. Mi mujer también es voluntaria contra el cáncer, acompaña a la gente durante la quimioterapia... hacemos vida normal.
XL. A usted lo llaman el 'Warren Buffett' español por su acierto al invertir, aunque ya sabe que Buffett es partidario de subir los impuestos a los ricos...
R.B. Yo lo que creo que hay que hacer es rebajar algunos impuestos, como la Seguridad Social, que impiden a los empresarios contratar gente. Hay que reducir los que impiden crear riqueza. Otra cosa son los impuestos sobre la riqueza. Luego si se suben los impuestos al patrimonio... A mí esos impuestos no me parecen mal, siempre que el dinero se utilice bien, claro.
XL. ¿Vamos a salir de la crisis?
R.B. Sí, claro que sí. ¿Por qué el bono de 7 está en 4,30? Porque hay más confianza para invertir en España. Llegará inversión extranjera a España. De todas las crisis se sale reforzado.
XL. Hombre, no creo yo que los seis millones de parados...
R.B. No, claro, algunos lo están pasando muy mal y no podrán. Pero la mentalidad de la gente, la fuerza, los lazos que hacen que un hijo ayude a un padre o un padre a un hijo... Esos factores sociales y personales saldrán reforzados.
XL. Dígame lo que todos los españoles queremos saber: ¿cuándo vamos a ver los 'brotes verdes'?
R.B. [Risas]. Llegarán. Aquí hay mucho talento. Los jóvenes ahora se van, pero volverán. Y España es muy buen sitio. Mire el clima... [risas]
XL. ¿En cinco años?
R.B. Cuando estemos abajo.
XL. ¿Se puede bajar más?
R.B. Yo creo que no, sinceramente, yo creo que estamos llegando al límite.
XL. Y repuntaremos...
R.B. Mmmmm. No vamos a salir de golpe. Más vale ir despacio...
Privadísimo
Nació en Hyderabad, Sindh, en 1944, cuando aún era la India. Ahora es Pakistán. En 1947, su familia tuvo que huir de las matanzas. Estudió en un colegio de jesuitas en Pune. Sacaba muy buenas notas, pero al fallecer su padre tuvo que ponerse a trabajar. Su padre, comerciante, pasó años viajando por el norte de África. De Marruecos saltó a Tenerife. Allí enfermó y tuvo que regresar a la India en 1961. Bhavnani emigró con 17 años a Hong Kong. Allí empezó a trabajar en una tienda del que acabaría siendo su suegro. Llegó a Tenerife en 1965 a trabajar en un bazar de suegro. Al morir este, él se hizo cargo del negocio junto con su suegra y un cuñado. Su hija Sonia falleció de cáncer en 2009. Tiene tres descendientes más. Practica el hinduismo y cree en la reencarnación. Es vegetariano y camina dos o tres horas al día.
Bhavnani tiene 70 años y sigue al frente de la empresa familiar. Su jornada empieza a las siete de la mañana, pendiente del cierre de la Bolsa de Japón. Luego habla con sus gestores, que lo informan de cómo va el mercado de acciones y divisas antes de actualizar sus cuentas e inversiones. Ahora, además, forma traders para trabajar con él. La demanda ha sido tal que ha tenido que cobrar para filtrar la selección. Ese dinero lo ha destinado a la Fundación Vicente Ferrer. Trabaja desde hace 52 años en esta sencilla oficina en Santa Cruz de Tenerife y asegura que aún está lejos de la jubilación. Su fortuna se calcula en más 500 millones de euros.
TÍTULO: LA CARTA DE LA SEMANA EL NOMBRE DE FRANCO,.
En nombre de Franco -
En nombre de Franco
Arcadi Espada ha escrito un libro sobre un funcionario del Estado español que siguió las instrucciones que le dio su Gobierno.
-¡Ah!, ¿y eso da para un libro?
Sí, siempre que converjan circunstancias muy concretas: que el escenario fuera la Hungría nazi («un coto de caza», como la definió el escritor húngaro Sandor Marai), que el funcionario ocupara un cargo diplomático de nuestra Embajada, que la orden consistiera en salvar judíos y que el Gobierno estuviera presidido por Francisco Franco.
Es la historia de Ángel Sanz Briz, hombre que posteriormente fuera embajador en China y que falleciera al comienzo de los ochenta sin que su trabajo hubiera sido ampliamente reconocido por extraños e incluso por propios. Sanz Briz y un grupo de franquistas de inequívoca factura aplicaron con especial pasión humanitaria las instrucciones según las cuales debían expender salvoconductos para liberar de su sombrío destino a cuantos judíos pudieran. Espada marca como labor esencial de su libro demostrar que tales acciones no fueron iniciativas individuales desconectadas, cuando no opuestas, de la política exterior del régimen franquista, sino una concienzuda aplicación del sentido del deber. ¿Qué razón llevaba a Franco a desdecir su inicial simpatía por el Eje, y a los alemanes en particular, mediante la liberación de judíos del desgarrador destino final que tenían preparado los nazis? Táctica política, indudablemente. Intereses estratégicos. Franco sabía que la derrota era inevitable (1944) y que lo que más convenía a los intereses de su régimen era salvar al mayor número de judíos posibles. Se trataba de mejorar su imagen internacional. Así se lo indicó a Sanz Briz, tal como demuestra Espada con su minuciosa labor de investigación. Como dice el autor, «estos señores salvaron a las personas en nombre de Franco; ya sé que es muy dura esta complejidad, que lo bonito es salvar a la gente en nombre de Gary Cooper, pero la vida es así de complicada». La razón de Estado no siempre es incompatible con la razón moral.
Curiosamente, Sanz Briz no fue debidamente reconocido por el Gobierno español. Sí por el hebreo, que en 1966 le distinguió como Justo entre los Justos, aunque se le recomendó que no acudiese a recoger el galardón para no enturbiar nuestras relaciones privilegiadas con las naciones árabes. A la par, a quien el Gobierno español atribuyó todos los méritos del trabajo humanitario en Budapest fue a Giorgio Perlasca, funcionario de la delegación que quedó como encargado de negocios después de que Sanz Briz fuera mudado a Berna. Perlasca suplantó los logros de Sanz, falseó la historia y quedó como el verdadero héroe de la Embajada en Hungría. Tanto fue así que el Gobierno español le condecoró con la Orden de Isabel la Católica. Para Sanz Briz no hubo nada: prosiguió una brillante carrera profesional en el ámbito diplomático, pero no fue reconocido por todas las gestiones que realizó gracias a sus contactos privilegiados con el Gobierno húngaro de la época. Espada ha querido, tantos años después, demostrar que Perlasca estuvo allí y que a buen seguro colaboró en salvar aquellos miles de judíos, pero también que fue considerado «el ángel español» solo tras haber manipulado a patadas la figura de su verdadero salvador.
A estas alturas, poco puede importarle a Espada que algunos consideren que le hace un favor involuntario al franquismo. El perfil forrado de titanio de un periodista de su imprevisible condición hace que sea inmune a esas cosas. Espada asume los riesgos de circular a contramano por las calles de la corrección política. Que se lo digan a él después de todas las invectivas que recibió y recibe a cuenta de su postura crítica con el 'pensamiento único' imperante en Cataluña. Eso forja caracteres, créanme.
Si se pregunta por lo que ocurrió con aquellos cinco mil judíos que la España de Franco salvó de los crematorios urgentes de los nazis, debe saber que la inmensa mayoría se quedó en Budapest. Caído el nazismo, creyeron que la pesadilla había acabado. No fueron capaces de prever que llegaban los soviéticos y que su tortura proseguiría cuarenta y cinco años más. Los pocos que se fueron no lo lamentaron nunca.
-¡Ah!, ¿y eso da para un libro?
Sí, siempre que converjan circunstancias muy concretas: que el escenario fuera la Hungría nazi («un coto de caza», como la definió el escritor húngaro Sandor Marai), que el funcionario ocupara un cargo diplomático de nuestra Embajada, que la orden consistiera en salvar judíos y que el Gobierno estuviera presidido por Francisco Franco.
Es la historia de Ángel Sanz Briz, hombre que posteriormente fuera embajador en China y que falleciera al comienzo de los ochenta sin que su trabajo hubiera sido ampliamente reconocido por extraños e incluso por propios. Sanz Briz y un grupo de franquistas de inequívoca factura aplicaron con especial pasión humanitaria las instrucciones según las cuales debían expender salvoconductos para liberar de su sombrío destino a cuantos judíos pudieran. Espada marca como labor esencial de su libro demostrar que tales acciones no fueron iniciativas individuales desconectadas, cuando no opuestas, de la política exterior del régimen franquista, sino una concienzuda aplicación del sentido del deber. ¿Qué razón llevaba a Franco a desdecir su inicial simpatía por el Eje, y a los alemanes en particular, mediante la liberación de judíos del desgarrador destino final que tenían preparado los nazis? Táctica política, indudablemente. Intereses estratégicos. Franco sabía que la derrota era inevitable (1944) y que lo que más convenía a los intereses de su régimen era salvar al mayor número de judíos posibles. Se trataba de mejorar su imagen internacional. Así se lo indicó a Sanz Briz, tal como demuestra Espada con su minuciosa labor de investigación. Como dice el autor, «estos señores salvaron a las personas en nombre de Franco; ya sé que es muy dura esta complejidad, que lo bonito es salvar a la gente en nombre de Gary Cooper, pero la vida es así de complicada». La razón de Estado no siempre es incompatible con la razón moral.
Curiosamente, Sanz Briz no fue debidamente reconocido por el Gobierno español. Sí por el hebreo, que en 1966 le distinguió como Justo entre los Justos, aunque se le recomendó que no acudiese a recoger el galardón para no enturbiar nuestras relaciones privilegiadas con las naciones árabes. A la par, a quien el Gobierno español atribuyó todos los méritos del trabajo humanitario en Budapest fue a Giorgio Perlasca, funcionario de la delegación que quedó como encargado de negocios después de que Sanz Briz fuera mudado a Berna. Perlasca suplantó los logros de Sanz, falseó la historia y quedó como el verdadero héroe de la Embajada en Hungría. Tanto fue así que el Gobierno español le condecoró con la Orden de Isabel la Católica. Para Sanz Briz no hubo nada: prosiguió una brillante carrera profesional en el ámbito diplomático, pero no fue reconocido por todas las gestiones que realizó gracias a sus contactos privilegiados con el Gobierno húngaro de la época. Espada ha querido, tantos años después, demostrar que Perlasca estuvo allí y que a buen seguro colaboró en salvar aquellos miles de judíos, pero también que fue considerado «el ángel español» solo tras haber manipulado a patadas la figura de su verdadero salvador.
A estas alturas, poco puede importarle a Espada que algunos consideren que le hace un favor involuntario al franquismo. El perfil forrado de titanio de un periodista de su imprevisible condición hace que sea inmune a esas cosas. Espada asume los riesgos de circular a contramano por las calles de la corrección política. Que se lo digan a él después de todas las invectivas que recibió y recibe a cuenta de su postura crítica con el 'pensamiento único' imperante en Cataluña. Eso forja caracteres, créanme.
Si se pregunta por lo que ocurrió con aquellos cinco mil judíos que la España de Franco salvó de los crematorios urgentes de los nazis, debe saber que la inmensa mayoría se quedó en Budapest. Caído el nazismo, creyeron que la pesadilla había acabado. No fueron capaces de prever que llegaban los soviéticos y que su tortura proseguiría cuarenta y cinco años más. Los pocos que se fueron no lo lamentaron nunca.
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