El penúltimo del Grupo Orígenes.
Lorenzo García Vega-foto- ya duerme en Playa Albina
Era el miembro más jóven del grupo Orígenes, una vanguardia literaria cubana capitaneada por José Lezama Lima.
Hay quienes llegaron a creer que en verdad existía un lugar llamado Playa Albina, como indefectiblemente Lorenzo García Vega llamaba a Miami, donde vivió durante muchísimos años como exiliado; había nacido en 1926 en Jagüey Grande, Cuba, y acaba de morir en el Metropolitan Hospital de Florida. Fue el miembro más joven del grupo Orígenes, nucleado en la Habana de los años cuarenta en torno a José Lezama Lima y a la revista del mismo nombre; en Los años de Orígenes (Caracas, Monte Ávila; 1978-Buenos Aires, Bajo la Luna, 2007) García Vega cuenta cómo conoció al “Maestro”: “Yo estaba en la trastienda de una librería y un espectador me dijo: –Muchacho, ¡lee a Proust!-. Era Lezama Lima”.
Pero Los años de Orígenes dista mucho de ser el típico libro de memorias a mayor gloria del autor y sus mentores. Como todo lo que escribió García Vega, es difícil de definir, casi imposible de glosar y por todo eso extraordinariamente estimulante de leer, inteligentísimo y limpio de toda complacencia –con el mundo y consigo– pues, ¿a quién iba a temerle o con quién iba a querer congraciarse el hombre que había inventado esa Playa Albina donde todo, hasta la desolación, era casi impalpable? Los años de Orígenes un ejercicio crítico de memoria personal y colectiva, de una amarga comicidad, en el que García Vega manifiesta su admiración y gratitud hacia Lezama, pero también su intolerancia al tufillo católico de buena parte del grupo que lo rodeaba; el rechazo de la construcción del mito Lezama, sostenido en buena medida por escritores y críticos que nunca lo conocieron y sin embargo establecieron tesis sobre la relación entre el asma y la puntuación del poeta; la crítica mordaz a la fundación y el ceremonial de los ritos habano-parisinos del neobarroco comandado por Severo Sarduy, “Severo también viviente flor de mármol”; en fin, la crónica (velada, como un perfume omnipresente) de la difícil situación de quienes, tras la revolución de Castro, salieron de Cuba para no volver: con todas las penurias del exiliado y, encima, sin la menor solidaridad del sistema intelectual latinoamericano, comprometido casi en bloque con el castrismo, lo que él llamaría “la fineza aprovechadita de la farsante izquierda latinoamericana”.
De una manera callada, fragmentaria, llena de auotoironía y risa implícita, García Vega construyó la alternativa al tropicalismo revolucionario, neobarroco o postestructuralista y sus carnavales más o menos afortunados de adjetivos. No mueras sin laberinto, El oficio de peder, Cuerdas para Aleister y Devastación del hotel San Luis son algunos de los libros de García Vega, casi siempre en lo que podríamos llamar prosa poética si admitimos que aquí “poética” no tiene nada que ver con el sentimentalismo, la coloratura, la magia de los instantes o la epifanía sublime: “Acabo de visitar la tumba de un amigo recién muerto, en Chacarita, y me desespera entender que los muertos permanecerán acostados” escribía en Erogando trizas donde gotas de lo vario pinto, que su amiga, la poeta Elsa López, le publicó el año pasado en Ediciones La Palma; y también: “Una triste realidad de esta Playa Albina donde vivo. Tambores, cachivaches. Lo que al final no suena, aunque uno se pase el día tocando el tambor”. Tocar el tambor: escribir el poema; persistir en lo inútil y hasta en lo absurdo como forma –única– de supervivencia. Autorretratarse bajo la figura de un cascote más de los grandes delirios de grandeza del siglo y sus guías iluminados.
Y sin embargo buena parte de la mejor poesía cubana no sería igual, no sería tan buena, sin Lorenzo: lo vemos en Antonio José Ponte, en Rolando Sánchez Mejías, en Idalia Morejón, en Rogelio Saunders, en Pedro Marqués de Armas. Porque ese absurdo de la vida y de la historia del que García Vega se hace carne en su Playa Albina no está lejos de las contorsiones tragicómicas de los personajes de Beckett o de la minuciosa autodestrucción de los protagonistas de Bernhard, para mencionar dos autores que admiraba. Es decir, la asunción de la gran herencia cubana en poesía pero con esa torsión inesperada, extemporánea o intempestiva, de la amargura de Lorenzo, que reduce a prestigioso polvillo el regusto dulzón de los barroquismos en auge por tantos años. En su último libro, Palíndromo en otra cerradura, homenaje a Duchamp (Barcelona, Barataria, 2011), escribió: “Me mantengo sin nombrarme. ¿Por cuál rato? Es un rostro que no es nada, un blancor de lo seco. Sus luces –es un avión– pasan sobre la noche. También es como un raro sello. Es muy curioso”. Muy curioso, sí: como su destino, que es en parte el nuestro, el de sus lectores;, y como ahora su muerte.
TÍTULO: A LA CITA CON UNA MUJER VOY CON EL PECHO POR DELANTE.
Iván Fandiño-torero.
Respeto al torero que desfila pero mi escuela es más clásica, y a Armani le daría calabazas.
Una cosa es ser torero. Otra, ser torero antiguo. En ello está Iván Fandiño. A este orduñés de 31 años se le percibe la torería hasta en la forma de hablar. Tras un arranque de temporada brillante, el diestro vizcaíno, con casa en Guadalajara y finca en Ciudad Real y que ayer toreó en Las Ventas, piensa encerrarse en Bilbao con seis toros el próximo 16 de junio. «Una bilbainada», admite.
-Dice en su web: «Encontraré un camino o si no lo crearé».
-Eso es de Aníbal, de cuando fue a cruzar los Alpes, je, je...
-¿Ha encontrado ese camino o lo está creando?
-Lo estoy creando. Contra viento y marea, pero ahí voy. No es fácil llegar a torero cuando has nacido cerca de Bilbao y no de Salamanca o Sevilla.
-¿Tiene vocación de superhéroe?
-No, pero hay otra frase que dice que lo que haces en la vida tiene su eco en la eternidad. Y a eso aspiro.
-¿A ser un hombre para la eternidad?
-Tanto como eso no. Pero sí quiero que el día de mañana puedan hablar de mí con muy buenas palabras. Más que ser una figura, eso que se ha vuelto tan banal, me gustaría escribir una página en la historia del toreo.
-¿Se ha banalizado la figura del torero?
-Sí. Antiguamente se veía a los toreros como gente especial. Hoy nos hemos acostumbrado a una vida cómoda y eso se ha trasladado al mundo del toro. Yo estoy intentando cambiarlo. Quiero volver a los años en los que las primeras figuras hacían la gesta de lidiar toros del gusto de los toristas.
-Se va a crear muchos enemigos entre las primeras figuras...
-Quizá ya los tenga. Y lo asumo.
-¿Es frívolo que un torero desfile en una pasarela?
-Eso es algo personal. Pero mi educación taurina es más clásica. No me imagino a Belmonte o a Manolete desfilando.
-O sea, que usted a Armani le daría calabazas.
-Creo que sí. Pero lo respeto y no lo critico porque es hasta positivo para la fiesta, hace que se conozca más.
-¿Qué se reprocha cuando no cuaja una faena?
-Cosas técnicas. Soy una persona que torea mucho más con el corazón que con la cabeza y eso puede jugar en mi contra. El corazón siempre me pierde.
-¿En la vida también?
-También. Me muevo por impulsos, por vibraciones. La gente hoy es más frívola y calculadora. Yo no.
-Y pensar que iba para pelotari...
-Empecé a jugar con cuatro años y lo dejé por los toros. Un día, después de correr un encierro en Llodio, me dieron un capote. Pegué cuatro chicuelinas y aquello fue la perdición.
-Y ahora su madre, a rezar a las estampas...
-No, pero tampoco yo soy muy creyente. No soy de ponerme al amparo de una virgen para torear.
-¿Y a quién se encomienda? ¿A Nietzsche?
-Bueno, pues uno de los pocos libros que he leído y me han gustado ha sido 'El Anticristo' de Nietzsche. Pero no me encomiendo a él sino a mi esfuerzo y sacrificio diario.
-¿Hay mucho 'pelotari' alrededor de un torero?
-No soy muy sociable. Me gustan la soledad y el campo. Siempre hay quien se arrima un poco más pero, como yo digo, cuanto más grande es el torero, más humilde su persona.
-¿Esa soledad no la comparte con una pareja?
-No. Estoy entregado a mi profesión en cuerpo y alma.
-Pero eso acabará algún día...
-Cuando consiga los propósitos que tengo en la vida.
-Bueno, pero cuando cita a una mujer para quedar con ella la cita por chicuelinas, por bernardinas...
-Cuando tengo que hacer algo de eso, con el pecho por delante.
-¿Le suena el agujero de Bankia, la prima de riesgo?
-Estoy ajeno a todo eso. Cuando mi apoderado me presenta las cuentas ni las miro. Rompo los folios. El euro y el politiqueo no me quitan el sueño, solo me preocupa que la gente lo pase mal.
-¿Puede llegar a tener pellizco un torero que no es andaluz?
-Los vascos tenemos 'pellizko', con 'k'. Hay gente que al verme torear me dice que podría haber nacido en el sur.
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