TÍTULO: Una lección de confianza.
El pasaje del Evangelio que nuestra Madre Iglesia participa hoy, abraza dos parábolas de la semilla, que resaltan el papel primordial de la acción de Dios en el crecimiento del Reino, siempre respetando el tiempo como componente esencial de la vida, necesario para la fructificación (Mc 4, 26-34).
¡A Dios rogando, y con el mazo dando!
La parábola de la semilla que crece por sí misma es propia de Marcos. Mateo y Lucas no la incluyeron; quizá la considerarían riesgosa, pues en ella Jesús asegura: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano a la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha” (vv. 26-29).
No son los hombres los que dan fuerza al proyecto divino ni son sus resistencias las que pueden detenerlo. El Reino lleva dentro de sí el principio de su crecimiento hasta llegar al término previsto por Dios, pero no hay una germinación que no requiera una duración, ni un fruto sin que medie un tiempo indispensable, y el trabajo oportuno del hombre que siembra, y en el momento de la siega mete la hoz. San Ignacio aconseja: “Si tienes algún problema, confía en Dios como si sólo de Él dependiera su resolución, y ponte a trabajar como si solamente de ti estuviera el resolverlo”. ¡A Dios rogando, y con el mazo dando!
La parábola de la semilla que crece por sí misma es propia de Marcos. Mateo y Lucas no la incluyeron; quizá la considerarían riesgosa, pues en ella Jesús asegura: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano a la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha” (vv. 26-29).
No son los hombres los que dan fuerza al proyecto divino ni son sus resistencias las que pueden detenerlo. El Reino lleva dentro de sí el principio de su crecimiento hasta llegar al término previsto por Dios, pero no hay una germinación que no requiera una duración, ni un fruto sin que medie un tiempo indispensable, y el trabajo oportuno del hombre que siembra, y en el momento de la siega mete la hoz. San Ignacio aconseja: “Si tienes algún problema, confía en Dios como si sólo de Él dependiera su resolución, y ponte a trabajar como si solamente de ti estuviera el resolverlo”. ¡A Dios rogando, y con el mazo dando!
Los imperceptibles comienzos del Reino
Enseguida, Jesús dijo una parábola que encuentra sentido en el contraste: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola podemos representarlo? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar en su sombra” (vv. 30-32).
El contraste se establece entre la humildad del punto de partida: un pequeño grano, y la magnitud del punto de llegada: el árbol. La magnificencia del Reino está ya presente en esa pequeña semilla, o sea, en la vida y en la predicación de Jesús, y más tarde en la vida y en la predicación de la Iglesia. El acontecimiento del Reino tiene comienzos imperceptibles. Pera necesario que aprendieran una lección de confianza,foto.
Enseguida, Jesús dijo una parábola que encuentra sentido en el contraste: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola podemos representarlo? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar en su sombra” (vv. 30-32).
El contraste se establece entre la humildad del punto de partida: un pequeño grano, y la magnitud del punto de llegada: el árbol. La magnificencia del Reino está ya presente en esa pequeña semilla, o sea, en la vida y en la predicación de Jesús, y más tarde en la vida y en la predicación de la Iglesia. El acontecimiento del Reino tiene comienzos imperceptibles. Pera necesario que aprendieran una lección de confianza,foto.
TÍTULO: LOS NIÑOS Y LOS CUENTOS.
El cuento acercará al niño/a a la lectura, un niño/a que se haya aficionado desde pequeño/a a los cuentos tendrá un mayor interés por descifrar lo que dicen los libros. De su entusiasmo y placer nacerá su amor por la Literatura.
Es muy importante contar cuentos a los niños/as desde muy temprana edad ya que:
- Se establece una buena relación afectiva entre padres, madres e hijos/as.
- Estimula el desarrollo de su incipiente lenguaje oral.
- El niño/a puede leer las imágenes de un cuento, expresando lo que ve, interpretando los distintos elementos de las imágenes, haciendo hipótesis de lo que puede suceder después, etc. como paso previo a toda lectura comprensiva de un texto.
- El niño/a se identifica con los problemas de los personajes de los cuentos y encuentra en ellos la solución a sus conflictos.
- El relato de cuentos favorece el conocimiento espacio-temporal, dónde sucede, en qué lugar, qué sucede antes, qué sucedes después, etc.
- En definitiva, escuchar, mirar, leer cuentos acercará al niño/a al lenguaje escrito.
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