lunes, 25 de junio de 2012

EL LADO FEMENINO DE LA SELECCIÓN./ EL PULSO DEL PLANETA: UNA FAMILIA, 27 PISOS./ EL TIEMPO ENTRE COSTURAS/ LA VIDA ENTRE COSTURAS.

TÍTULO: EL LADO FEMENINO DE LA SELECCIÓN.

19 mujeres y 17 niños completan el combinado español para la Eurocopa.
Solo cuatro de los 23 hombres de Vicente del Bosque siguen en el mercado.

Ni pisarán el césped de los campos de Polonia y Ucrania ni tocarán un balón. Pero van a sudar la camiseta. Las 19 mujeres que han fichado los futbolistas de la selección están ya en la ciudad polaca de Gdansk, donde los hombres de Vicente del Bosque jugaron su primer partido de la Eurocopa. Ellas dan el toque rosa a la marea roja.
Nagore Aramburu presume de veteranía. Su marido, Xabi Alonso (30 años), debutó con la selección en el Mundial de 2006, en Alemania. Eran novios desde 2002. El amor surgió en San Sebastián. Se casaron en 2009 con un testigo de excepción, su hijo Jon (4), al que en 2010 se sumó la pequeña Ane (2). Esta historia de más de diez años quizás habría sido más breve si en 2004 Nagore no hubiese hecho las maletas. El ahora 14 del Madrid probó suerte en el Liverpool y su novia no dudó en dejar su carrera como actriz para emigrar con Xabi a Inglaterra. De regreso en Madrid, pone en práctica sus estudios de Gestión de Empresas dirigiendo su propia tienda de ropa.
La nueva cita europea servirá para que la empresaria vasca se ponga al día con una vieja amiga, Yolanda Ruiz, esposa del simpático portero Pepe Reina (29). Sus maridos, aparte de compañeros de selección, compartieron vestuario en Liverpool. Sus trayectorias han sido muy parecidas. Yolanda, exjugadora profesional de voleibol, y Pepe se conocieron en 2001, en la Feria de Córdoba, y la pareja recaló en la ciudad de los Beatles, en 2005. En Inglaterra continuó su formación cursando Administración y Dirección de Empresas. Ardua tarea la de coger el libro cuando se tienen tres niños: Grecia (5), Alma (3) y Luca (1).

De «penalti»

La tercera en llegar al palco del Liverpool fue Olalla Domínguez. La mujer de Fernando Torres (28) se unió al club de las WAGS del equipo inglés en 2007. Su relación se fraguó cuando aún eran unos críos en las playas de Costa da Morte, donde ambos veraneaban. Al cumplir los 18, Olalla dejó su Santiago natal para irse a Madrid con Fernando. Se casaron en El Escorial de «penalti». La boda se celebró en mayo de 2009 y en julio nació Nora (2). También tienen a Leo, de un añito.
Las legiones de fans que durante años persiguieron a «El Niño» tienen ahora sus ojos clavados en otro rubio de mirada azul. Fernando Llorente (27). La afortunada que tiene al 9 del Athletic de Bilbao para ella solita es una chica reservada donde las haya. Sabemos que se llama María, que es de San Sebastián y médica residente en un hospital bilbaíno. Es tal el misterio, que no le habíamos visto la cara hasta que se paseó con el delantero de «la Roja» por Roland Garros la semana pasada.

¿Se casarán Iker y Sara?

Antes de que Gerard Piqué (25) fichara a Shakira para el palco de honor del Camp Nou, otra colombiana llevaba años siendo titular. La modelo Yolanda Cardona es la responsable del buen estado físico de Víctor Valdés. Andrés Iniesta (28) se casará con la madre de su hija Valeria (1), Anna Ortiz, justo después de la Eurocopa, el 8 de julio.Veremos si otra boda —esta merengue— no les quita el protagonismo, porque aunque Iker Casillas (31) y Sara Carbonero lo niegan, sus amigos se fueron de la lengua y dijeron que se casarían el 7 de julio. ¿Habrá derbi?
Cesc Fàbregas, de 25 años, no se casa. Pero no le falta novia. El culé cayó rendido en los brazos de Daniella Semaan, una maniquí libanesa doce años mayor que él. Tampoco suenan campanas de boda para Sergio Ramos y Lara Álvarez. Solo Xavi Hernández, Juan Mata, Sergio Busquets y David Silva siguen en el «mercado».

TÍTULO: EL PULSO DEL PLANETA: UNA FAMILIA, 27 PISOS.

El matrimonio Ambani y sus tres hijos ocupan el edificio más caro del mundo. No es Nueva York, es Bombay.
La vivienda unifamiliar más cara del mundo está en Bombay y tiene 27 plantas. Sus dueños la han mostrado para evitar «exageraciones»

Uno de los salones de la casa, con enormes ventanales. :: JONATHAN BECKER/VANITY FAIR.
Bombay es una ciudad de extremos. Seis millones y medio de sus vecinos habitan en suburbios de chabolas, apretados y miserables, pero en su 'skyline' se dibuja el desconcertante perfil de la vivienda privada más cara del mundo, Antilia, la casa que ocupa desde hace menos de un año la familia del magnate Mukesh Ambani. Seguramente nadie pondrá en duda que el rascacielos particular parece muy preferible a la choza sin red de saneamiento, pero, desde luego, suena un poco exagerada la idea de levantar un edificio de veintisiete plantas para servir de hogar a un matrimonio con tres hijos: a veces, los ricos más ricos llevan las cosas tan lejos que casi dejan de dar envidia.
Mukesh Ambani, la mayor fortuna de la India y el puesto 35 en la clasificación mundial, pasó su infancia en un apartamento de dos habitaciones. Después, su padre empezó a acumular millones y compró un edificio de catorce plantas, para que los hijos pudiesen establecerse con sus familias en diferentes pisos. Mukesh, convertido ya en uno de los grandes potentados del planeta, ha dado un paso más con Antilia, bautizada así por una isla atlántica de leyenda, la misma a la que supuestamente huyeron siete obispos visigodos cuando los musulmanes invadieron la Península Ibérica. Diversos medios se han referido al edificio como «el Taj Mahal del siglo XXI», «la mansión de los cielos» o «el juego de Lego mal ensamblado», atendiendo a su suntuosidad interior, su notable altura -los 27 pisos resultan engañosos, porque todos son dobles o triples, así que la construcción alcanza 173 metros- o el chocante diseño exterior de la firma estadounidense Perkins & Will.
Antilia, valorada en unos 800 millones de euros, es un palacio vertical con 37.000 metros cuadrados de superficie habitable. Cuenta con tres helipuertos y seis plantas de garaje, en las que caben 168 coches. La entrada principal da a un gran 'lobby' del que parten nueve ascensores, para subir al teatro de cincuenta asientos, el descomunal salón de baile, los comedores, los spas, las piscinas, la biblioteca o la 'sala de hielo', con su opción de nevada artificial para combatir el sofoco de Bombay. Cada piso está decorado de manera diferente, usando materiales exquisitos hasta lo rebuscado. Las cuatro plantas superiores sirven de vivienda familiar propiamente dicha, con jardines en terraza y vistas al mar.
600 empleados
Tras meses de curiosidad insatisfecha, la familia ha decidido mostrar por fin el interior de la casa a una revista, 'Vanity Fair'. «Es un hogar moderno con corazón indio», resume en el reportaje la esposa del magnate, Nita, un poco harta de «las informaciones exageradas que han aparecido». Más allá de descubrir que en la casa también hay una capilla hinduista y enormes estatuas de los dioses Shiva y Ganesha, no parece que la idea de desmesura vaya a disiparse, ya que las fotografías recuerdan a un hotel de megalujo. «Es una casa elevada sobre un jardín», dice también Nita, que se describe como «bastante espiritual» y practica todos los días una hora de danza clásica india.
A los Ambani les hacen falta 600 empleados para mantener Antilia en funcionamiento. La prensa del país asiático logró hacerse con el primer recibo de la luz, correspondiente al mes de septiembre: el gasto, casi inconcebible, ascendía a cien mil euros. También han trascendido las necesidades de vajilla, con un pedido de 25.000 piezas a la firma japonesa Noritake: eso sí, en lugar de comprarlas en la India, han acudido a Sri Lanka, donde salen un 70% más baratas. Resulta curioso recordar que, hasta que erigió su extraño rascacielos, siempre se consideró a Mukesh Ambani un hombre poco dado a las ostentaciones. El único exceso que se le conocía era el 'Airbus' de 47 millones de euros que compró como regalo de cumpleaños para su esposa.
Pero los ricos más ricos son caprichosos. A menos de un kilómetro de distancia avanzan las obras de la nueva casa de Gautam Singhania, emperador del sector textil: tiene más de treinta pisos, una zona de museo para la colección de jade del propietario y una silueta de Tetris fallido, similar a la elegida por los Ambani. Antilia ya no es la única residencia unifamiliar que se alza en el 'skyline' de Bombay como un dedo levantado.

TÍTULO: EL TIEMPO ENTRE COSTURAS/ LA VIDA ENTRE COSTURAS.


Sira es hija de una modista madrileña. Desconoce quién es su padre, pero un día, éste, un hombre de negocios políticamente comprometido con la derecha española, teme por su vida y quiere conocerla antes de que le maten. Durante la cita, el padre entrega a Sira las joyas de la familia y un dinero con el que le aconseja huir al norte de África antes de que la guerra estalle. Sira escapa con su novio hasta Tetuán donde tienen intención de abrir una academia de mecanografía, pero Ramiro huye con el dinero y deja a Sira embarazada y en la ruina. Después de que Sira aborte y se recupere del shock traumático que padece, su casera, Candelaria, la ayuda a abrir un atelier al que puedan acudir las mujeres de los militares y los diplomáticos afincados en el norte de África. Es en este lugar donde la protagonista conoce a la británica Rosalinda Fox (personaje real que fue amante de Juan Luis Beigbeder, el primer ministro de exteriores de Franco). A través de la inglesa, Sira accede a un mundo de fiestas y glamour hasta entonces ajeno a ella. Allí conoce a Marcus Logan, un distinguido periodista de turbio pasado y con quien mantendrá una tierna historia de amor y amistad. Rosalinda, Beigbeder y todos los contactos pro-británicos con los que Sira se relaciona en África, la irán envolviendo en un ambiente de informantes y espías: la psicosis creada por el futuro estallido de la II Guerra Mundial y la posible alineación de España con los alemanes, hace que todo el mundo investigue a todo el mundo. Al final, también Sira se convertirá en una de ellos y su atelier, al que acuden todas las alemanas de postín, en el punto neurálgico del que salen jugosas informaciones que, sin embargo, ponen en peligro la vida de la protagonista.

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