El cuadro se exhibe, junto con otros 16 lienzos finalistas, en la Sala Vaquero Poblador de la Diputación de Badajoz.
El lienzo 'Objets Perdus' de la sevillana Gloria Martín ha ganado el XXX Premio Internacional de Pintura 'Eugenio Hermoso' y se exhibe desde ayer en la Sala Vaquero Poblador de la Diputación de Badajoz junto con otros 16 lienzos finalistas de este certamen.
Este concurso es convocado por el ayuntamiento de Fregenal de la Sierra en colaboración con la institución provincial.
El jurado estuvo compuesto, entre otros, por el presidente del mismo, Manuel Parralo, antiguo decano de la Facultad de Bellas Artes de la Complutense de Madrid y frexnense de nacimiento; Román Hernández Nieves, director del Museo Provincial de Bellas Artes; Juan Manuel Bonet y Ángel Franco.
Los 17 cuadros expuestos hasta el próximo 30 de junio proceden de Extremadura, Andalucía, Madrid, Oviedo, León, Ciudad Real y Portugal. De la región se han seleccionado creaciones del emeritense Pedro Muñoz Gijón y de los artistas de Llerena Miguel Ángel González Chacón y Mª del Carmen Rodríguez Palop. La continuidad del certamen ha peligrado toda vez que este año perdió la colaboración de la Junta de Extremadura, pero el alcalde de Fregenal, Juan Francisco Ceballos, dijo que «al menos hemos podido mantenerlo y alcanzar la treinta edición vivos (...) pero en cualquier caso satisfechos, porque el premio sigue adelante por la determinación de la Diputación de Badajoz».
Foto--El alcalde de Fregenal, Juan Francisco Ceballos, y el diputado Miguel Ruiz junto a la obra ganadora.
TÍTULO: EL CÁNCER HUYE DE LA BUENA MESA.
Una oncóloga y una química con un libro sobre qué alimentos alejan esta enfermedad.
La obra, avalada por la Sociedad Española de Oncología, está basada en estudios cientificos y en la experiencia con los pacientes.
El pan es uno de los alimentos más beneficiosos, lo que no que hacer es comerlo con salsas.
«Un 35% de los tumores se produce por una dieta inadecuada, obesidad y sedentarismo y en otro 25% de los cánceres la alimentación, aunque no sea la causa directa, está incluida entre los agentes inductores». Es la voz de Paula J. Fonseca, oncóloga médica, y Belén Álvarez, química especialista en nutrición, autoras del exitoso libro 'Comer para vencer al cáncer' (Ediciones Nobel). Van por la cuarta edición en dos meses, con 22.000 ejemplares vendidos y cosechando éxitos en las distintas ferias del libro que se celebran estos días.
El porqué de su éxito es bien sencillo. Este es un libro fácil de leer y que aporta claves rigurosas para prevenir la enfermedad -a ese importante concepto se dedica la primera parte con recomendaciones de pautas alimenticias- y para tratarla desde el menú diario en el caso de que ya conviva con nosotros -a esto dedica la segunda mitad del volumen-. Ofrecen las dos investigadoras no solo las identidades de los alimentos claramente antitumorales, sino también las cantidades que se deben ingerir y hasta el modo de cocinarlas y combinarlas entre sí. Por ejemplo, según la oncóloga, si se toma un ahumado como el salmón, que es, en sus palabras, más que poco recomendable («por los humos con los que son tratados, aunque hoy ya son menos perjudiciales que antes»), lo que hay que hacer es combinarlo con unas buenas dosis de vitamina C, «por ejemplo, con una ensalada de tomate».
Calabazas, zanahorias...
El tomate es precisamente uno de los alimentos preferidos de estas dos estudiosas. Ocupa el número tres en el top 10, junto a todo tipo de alimentos de coloración roja, como las calabazas o las zanahorias.
Llama también la atención en este catálogo de imprescindibles la presencia de uno de los alimentos que desaparece de cualquier dieta, el pan. «Es un error evitarlo», dice Paula Fonseca. «Es uno de los alimentos más beneficiosos. Lo que no hay que hacer es comerlo con salsas. Entonces es cuando engorda». De hecho el pan está, con los yogures, por delante del aceite de oliva, que han colocado en el número 10 de la lista.
En todas y cada una de las páginas de 'Comer para vencer el cáncer', Fonseca y Álvarez hacen aclaración demostratoria de la estrecha relación que tiene la alimentación con la enfermedad. Tanto a la hora de alejarla como durante el tratamiento, lo que deja bien claro el libro es que «el cáncer huye de la buena mesa», en palabras de Paula Fonseca, o que «la prevención está sobre el mantel», en las de Belén Álvarez.
Al final, el libro se convierte, según ellas, en «una guía de alimentación basada a la vez en la realidad científica y en la experiencia con los pacientes».
Aval científico
Alfredo Carrato, catedrático y jefe de Servicio de Oncología Médica del Hospital Universitario Ramón y Cajal y presidente de la Comisión Nacional de Oncología Médica, subraya en el prólogo del libro que este «supone una relevante aportación para el bienestar y la calidad de vida de las personas e indudablemente contribuye en la ganancia del terreno al cáncer, al disminuir su incidencia, morbilidad y mortalidad».
La obra está avalada por la Sociedad Española de Oncología (SEOM), que otorga al año su distinción y sello oficial a un reducido número de publicaciones.
A esta se lo dio porque, cómo explica el catedrático Carrato, «ayuda a responder a la repetitiva pregunta que nos hacen diariamente nuestros pacientes y familiares sobre la dieta más conveniente en cada caso».
«Quien bien come y digiere, solo de viejo se muere», dice el refranero español, y Fonseca y Álvarez secundan esta sentencia con sus investigaciones, las cuales han volcado en su libro «con un lenguaje sencillo y accesible».
Sin embargo, para mantener el rigor y la precisión, las autoras han utilizado también un vocabulario técnico que es recogido por orden alfabético en un glosario al final del libro.
TÍTULO: JUEGO DE LÁGRIMAS.
Una gota de llanto contiene más de 1.500 proteínas diferentes cuya función en muchos casos se desconoce.
Lo que sí se sabe es que el ser humano produce varios tipos de lágrimas.
Marlon Brando, Humphrey Bogart o el tipo más duro que uno se pueda imaginar también lloran. Las lágrimas son tan necesarias para el bienestar del ser humano como el aire para respirar. No es una exageración. El llanto está considerado como la mejor terapia contra el estrés; los ojos serían incapaces de ver si no estuvieran permanentemente lubricados, y las personas resultarían, seguramente, mucho menos humanas de no ser porque el lloro les conecta directamente con lo más profundo de sus sentimientos.
Una reciente investigación, publicada este mismo año, pone de manifiesto el grado de complejidad de lo que parece simplemente agua. No lo es. Una gota de llanto contiene nada menos que 1.543 proteínas. Y cada una de ellas tiene su función. Algunas son fundamentales y otras ni se sabe.
Más allá de las lágrimas de cocodrilo, que también lubrican los ojos del animal cuando está fuera del agua, el ser humano es la única especie que llora por motivos emocionales. Algunos antropólogos explican este hecho en las ceremonias de cremación de los muertos que practicaba el hombre prehistórico. El humo de las hogueras irritaba sus ojos y, en algún momento de la evolución, el sollozo que este hecho les provocaba acabó por conectar la parte física con la afectiva. Hay estudios que apuntan a que también los elefantes y los gorilas lloran de tristeza, pero no hay nada demostrado.
Lo que sí se sabe es que el ser humano produce varios tipos de lágrimas. Las que brotan en un momento de tensión, para liberar el estrés, no son iguales que las que caen en un momento de intensa alegría o de profunda tristeza. Incluso son diferentes las que provoca el visionado de una película, sea el mayor drama o la historia más romántica. La cantidad de agua, proteínas, mucosidades y aceite que llevan varía de una a otra en función de las circunstancias que le rodeen.
Los científicos las distinguen de tres tipos, cada una de ellas con una misión distinta. Las basales se ocupan de que el ojo esté siempre húmedo. Forman una película que se va renovando con el parpadeo y que sirve para que los principales órganos de la visión no se sequen. Las llamadas reflejas, por su parte, lo protegen de agentes externos, como el humo del tabaco o el polen de primavera. Las emocionales, más cargadas por ejemplo de endorfinas, ayudan al cerebro a librarse de la carga anímica que supone una muerte, una ruptura de pareja o algo menos trascendental, como un profundo beso antes de un 'The end'.
Como un gel
La fuente de las lágrimas forma parte de un «complejo mecanismo neuronal» que comunica la factoría lagrimal del ojo con las áreas del cerebro relacionadas con las emociones. El nacedero se encuentra en las glándulas lagrimales, situadas justo encima del globo ocular. Unos conductos, llamados canalículos, se ocupan de transportarlas hasta la superficie ocular, donde el párpado las distribuye de manera constante y homogénea, garantizando una correcta visión. El sistema está conectado con la nariz, que forma parte del mecanismo de drenaje, y con el cerebro, que es el que ordena y regula su producción.
Tan sofisticado sistema de producción resulta incapaz de impedir, sin embargo, que el llamado ojo seco resulte ser el principal motivo de atención en las consultas de oftalmología de todo el mundo. Lo sufren hasta los niños, aunque lo normal es que a partir de los 50 años todo el mundo lo padezca en mayor o menor medida.
El uso continuado de lentillas, el trabajo con pantallas de ordenador o un parpadeo inadecuado favorecen la sequedad de la superficie ocular, que a la larga puede generar graves problemas de salud. Una larga conducción en situaciones adversas, de noche o con una tormenta incesante, puede secar el ojo de manera transitoria, aunque en ocasiones, cuando se produce por trastornos hormonales o del sistema de defensas, puede convertirlo en una enfermedad crónica, como la miopía.
El tratamiento depende de la gravedad del problema, aunque lo normal es que el especialista apueste por una terapia escalonada, que comience con técnicas de aprendizaje para la humectación del ojo. Si parpadear de manera correcta no impide que uno siga sintiendo arenilla cada vez que abre y cierra los ojos, el oftalmólogo provocará otras alternativas, como el uso de diferentes lágrimas artificiales, el taponado del 'desagüe' del sistema lagrimal y el uso de factores de crecimiento, nutrientes capaces de dar a este órgano la humedad que necesita.
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