Se acerca el 50 aniversario de la muerte de Marilyn Monroe, pero rara es la semana en la que la ambición rubia no sea noticia. La última surge en España y viene de la mano del televisivo psiquiatra forense José Cabrera, quien concluye en su libro 'CSI: Marilyn (Caso abierto)' que la actriz «no quería morir, de ninguna manera». Una tesis que pone en tela de juicio la versión oficial; que murió de una sobredosis de barbitúricos.
El médico se basa en el material desclasificado en 2011 por el FBI y las charlas de la artista con su psiquiatra. Los días antes de morir, asegura, «no mostraba comportamientos suicidas. Tenía proyectos». Respalda la afirmación el testamento que elaboró un año antes. Algo que no responde a las pautas típicas de los suicidas, que actúan al poco después de firmar.
Entonces, ¿qué pasó? «Mi opinión personal es que fue un accidente», responde. «Nadie la quiso. No tuvo ni padre ni madre. Había vivido en doce orfelinatos. No podía dormir». Todo esto la pudo llevar a excederse con los somníferos. Pero no con la intención de acabar con su vida, porque «era una superviviente».
Cabrera, no obstante, no descarta el asesinato. Muchos eran los peces gordos que estaban interesados en borrarla del mapa. El primero, el director del FBI, el «paranoico» J. Edgar Hoover, que en su afán de proteger EE UU la persiguió sin descanso. Su relación con John F. Kennedy y, en el momento de su fallecimiento, con el hermano de éste, Robert, hacía pensar que tenía más información de la debida.
En agosto se cumplirán 50 años de la repentina muerte de Marilyn Monroe-foto.
Lo de anoche con Bruce Springsteen y su tropa no fue normal. En serio, fuera de forofismos, el concierto de anoche de Bruce Springsteen y la E Street Band en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid rozó lo sobrehumano. Fue histórico. Los fans más veteranos y los expertos de la revista norteamericana Backstreets y la española Point Blank discuten si la actuación de ayer del músico de Nueva Jersey, camino de los 63 años, fue la más larga de sus 40 años sobre los escenarios. Difícil saberlo con precisión mientras ya hay gente revisando en los archivos de este hombre que tiene el honor de ser uno de los músicos norteamericanos con más giras a sus espaldas, y de las más largas. Pero apunten esta cifra: 3 horas y 48 minutos de concierto. Casi cuatro horas. Seguramente, un concierto para contar a los nietos.
TÍTULO: Cuando Bruce Springsteen roza lo sobrehumano en un concierto.
Lo de anoche con Bruce Springsteen y su tropa no fue normal. En serio, fuera de forofismos, el concierto de anoche de Bruce Springsteen y la E Street Band en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid rozó lo sobrehumano. Fue histórico. Los fans más veteranos y los expertos de la revista norteamericana Backstreets y la española Point Blank discuten si la actuación de ayer del músico de Nueva Jersey, camino de los 63 años, fue la más larga de sus 40 años sobre los escenarios. Difícil saberlo con precisión mientras ya hay gente revisando en los archivos de este hombre que tiene el honor de ser uno de los músicos norteamericanos con más giras a sus espaldas, y de las más largas. Pero apunten esta cifra: 3 horas y 48 minutos de concierto. Casi cuatro horas. Seguramente, un concierto para contar a los nietos.
Venían Springsteen y la E Street Band de descansar una semana en mitad de su gira europera y cogieron fuerzas. Y tanto. Casi cuatro horas para tocar 32 canciones, entre composiciones del nuevo disco, Wrecking Ball, clásicos imperecederos (Born to run, Born in the USA, Thunder Road, Hungry Heart...) y auténticas joyas de su enorme cancionero (Spanish eyes, Be true, Spirits in the night o ese Talk to me con la colaboración de Southside Johnny, que estaba de gira por España y se subió al escenario como si el tiempo retrocediese a finales de los setenta). El concierto de anoche está disputándose su lugar en la historia springsteeniana. Compite por duración con uno de la Nochevieja de 1980 donde al parecer Springsteen llegó a las 3 horas y 45 minutos, pero hay quien apunta desde Estados Unidos que habría que revisar las grabaciones porque es posible que, en los bises finales cortados antes de tiempo en los piratas, se llegó a superar por algún minuto esa cifra de 3 horas y 48 minutos.
El director de Point Blank, Salva, uno de los mayores conocedores de la obra del músico a nivel mundial, está en contacto con expertos de la carrera de Springsteen en Estados Unidos (la mayoría trabajan para la revista Backstreets). En conversación telefónica, me ha asegurado que si no es el más largo quedaría empatado técnicamente con el de la Nochevieja de 1980, encuadrado dentro de una gira espectacular cuando Springsteen acababa de publicar The River. Algunos fans españoles han señalado por las redes sociales que en los ochenta ya hubo conciertos que duraron unas cuatro horas pero hay que recordar que, por entonces, había descansos cercanos a la media hora en mitad de la actuación. No estaríamos hablando de lo mismo. Anoche, Springsteen y la E Street Band descansaron apenas cuatro minutos y esas 3 horas y 48 minutos fueron íntegras de música, sin parones largos. De cualquier manera, Point Blank y Backstreets ya trabajan en la elaboración de un artículo, pensado para los fans del de Nueva Jersey, que intente decir qué concierto fue el más largo y comparar actuaciones antológicas del hombre y la banda que se ganaron el apodo de máquina del rock en los setenta por sus incendiarias y largas actuaciones. Evidentemente, una disputa solo apta para fans.
Si la actuación de anoche ya ha pasado a la historia por estar en el podio de las más largas de la carrera del boss, también es cierto que tuvo altibajos, con canciones que se alargaron demasiado o partes donde la pegada no era muy contundente, aunque solo por el tramo con Youngstown, Murder Incoporated, She’s the one, Talk to me, Spanish Eyes, Working on a highway y Shackled and drawn merece la pena pagar una entrada. Durante ese tramo, fue brutal el derroche de rock’n’roll fiero, con las guitarras de Bruce, Steve Van Zandt (enorme solo en Because the night) y Nils Lofgren rasgando la noche madrileña con el ímpetu de las mejores esencias eléctricas del rock. Pero para todo instó a leer la crónica de mi buen compañero Fernando Neira, crítico musical de los que no abundan. Springsteen es el peor enemigo de los periodistas que tienen que mandar su crónica con el aliento feroz del cierre de edición en un periódico. Hablo con conocimiento de causa e imagino por las que pasó Neira mientras lo de anoche no hacía más que alargarse en pleno júbilo rock. Los conciertos son interminables y lo normal es que se guarde una traca sin freno de rock’n’roll, como ayer hizo al incluir en la tanda final Born in the USA, Born to run, Seven nights to rock o Twist and shout.
Son muchísimos los fans de Springsteen que tienen una historia de sus celebrados conciertos. Algunos de ellos legendarios ya en la memoria colectiva como el primero que dio en España en Barcelona en 1981. El crítico musical Ignacio Julià estuvo presente en esa actuación y la recuerda así en el libro recientemente publicado De Greetings from Asbury Park a la tierra prometida: “Fue un espectáculo inédito para quienes habíamos crecido en la aparatosa idolatría del rock de los años setenta. Una demostración de honradez y voluntad de conectar, de expresar ideas aparentemente sencillas que hacen entender muchas otras, desplegando música fraternal y constructiva. Ni siquiera el punk, con su negatividad y su agresiva pose, era tan visceral”.
Desde este periódico, esta Ruta Norteamericana invita a los lectores a contar su vivencia más personal de un concierto de Springsteen, ahora que parece que ha querido hacer historia en Madrid justo cuando mañana se cumple un año del fallecimiento del saxofonista Clarence Clemons. Casi diría que lo ayer era la mejor forma de recordar a Big Man.
Yo aporto mi grano de arena. Mi mejor vivencia fue cuando tuve la oportunidad de ver a Springsteen en 2004 en el mítico Stone Pony, el garito de Asbury Park, en Nueva Jersey, donde empezó su carrera como músico. Era el 30 aniversario de la sala y había un festival de bandas y el autor de Born to run se subió al escenario con Joe Grushecky y los Houserockers al completo. Fue colosal verlos con varias copas de más, en una sala pequeña, tocando rock y garaje a todo trapo. Era un Springsteen de bar con una banda de bar, al más puro estilo americano de “one, two, three”. Pedía canciones a la gente y así sonaron versiones eléctricas como la de Johnny 99. Entre canción y canción, se tomaban todos un chupito. En un receso, la mujer de Springsteen, Patti Scialfa, más borracha que el resto y eufórica besó en la boca a la violinista Soozie Tyrell. El garito enmudeció. Había que verle la cara a Springsteen. Era un poema pensando que eso podía salir en cualquier tabloide. El puritanismo norteamericano también se esconde en los recovecos de un garito de Nueva Jersey a las tantas de la madrugada. En esa noche de fiesta, estaba el actor Sean Penn, amigo de Springsteen, tomando Jack Daniels, uno detrás de otro. Pero fue el rock/soul/R&B/garage sudoroso lo que se alargó hasta las tantas con pasión y diversión. Imborrable.
Pero, ¿cuál es tu historia, anécdota o vivencia de un concierto de Springsteen? Cualquiera que sea es bienvenida porque pocas fiestas del rock hay tan importantes como las que protagonizan Springsteen y la E Street Band. Y si estuviste anoche en el Bernabéu, ya puedes decir eso de "yo estuve allí". Ya puedes decir que, seguramente, viviste el concierto más largo de la historia de Springsteen. Que viviste algo como este Spirtis in the night, cantada anoche, que a continuación se ve en este vídeo de Rock In Rio en Lisboa.
El director de Point Blank, Salva, uno de los mayores conocedores de la obra del músico a nivel mundial, está en contacto con expertos de la carrera de Springsteen en Estados Unidos (la mayoría trabajan para la revista Backstreets). En conversación telefónica, me ha asegurado que si no es el más largo quedaría empatado técnicamente con el de la Nochevieja de 1980, encuadrado dentro de una gira espectacular cuando Springsteen acababa de publicar The River. Algunos fans españoles han señalado por las redes sociales que en los ochenta ya hubo conciertos que duraron unas cuatro horas pero hay que recordar que, por entonces, había descansos cercanos a la media hora en mitad de la actuación. No estaríamos hablando de lo mismo. Anoche, Springsteen y la E Street Band descansaron apenas cuatro minutos y esas 3 horas y 48 minutos fueron íntegras de música, sin parones largos. De cualquier manera, Point Blank y Backstreets ya trabajan en la elaboración de un artículo, pensado para los fans del de Nueva Jersey, que intente decir qué concierto fue el más largo y comparar actuaciones antológicas del hombre y la banda que se ganaron el apodo de máquina del rock en los setenta por sus incendiarias y largas actuaciones. Evidentemente, una disputa solo apta para fans.
Si la actuación de anoche ya ha pasado a la historia por estar en el podio de las más largas de la carrera del boss, también es cierto que tuvo altibajos, con canciones que se alargaron demasiado o partes donde la pegada no era muy contundente, aunque solo por el tramo con Youngstown, Murder Incoporated, She’s the one, Talk to me, Spanish Eyes, Working on a highway y Shackled and drawn merece la pena pagar una entrada. Durante ese tramo, fue brutal el derroche de rock’n’roll fiero, con las guitarras de Bruce, Steve Van Zandt (enorme solo en Because the night) y Nils Lofgren rasgando la noche madrileña con el ímpetu de las mejores esencias eléctricas del rock. Pero para todo instó a leer la crónica de mi buen compañero Fernando Neira, crítico musical de los que no abundan. Springsteen es el peor enemigo de los periodistas que tienen que mandar su crónica con el aliento feroz del cierre de edición en un periódico. Hablo con conocimiento de causa e imagino por las que pasó Neira mientras lo de anoche no hacía más que alargarse en pleno júbilo rock. Los conciertos son interminables y lo normal es que se guarde una traca sin freno de rock’n’roll, como ayer hizo al incluir en la tanda final Born in the USA, Born to run, Seven nights to rock o Twist and shout.
Son muchísimos los fans de Springsteen que tienen una historia de sus celebrados conciertos. Algunos de ellos legendarios ya en la memoria colectiva como el primero que dio en España en Barcelona en 1981. El crítico musical Ignacio Julià estuvo presente en esa actuación y la recuerda así en el libro recientemente publicado De Greetings from Asbury Park a la tierra prometida: “Fue un espectáculo inédito para quienes habíamos crecido en la aparatosa idolatría del rock de los años setenta. Una demostración de honradez y voluntad de conectar, de expresar ideas aparentemente sencillas que hacen entender muchas otras, desplegando música fraternal y constructiva. Ni siquiera el punk, con su negatividad y su agresiva pose, era tan visceral”.
Desde este periódico, esta Ruta Norteamericana invita a los lectores a contar su vivencia más personal de un concierto de Springsteen, ahora que parece que ha querido hacer historia en Madrid justo cuando mañana se cumple un año del fallecimiento del saxofonista Clarence Clemons. Casi diría que lo ayer era la mejor forma de recordar a Big Man.
Yo aporto mi grano de arena. Mi mejor vivencia fue cuando tuve la oportunidad de ver a Springsteen en 2004 en el mítico Stone Pony, el garito de Asbury Park, en Nueva Jersey, donde empezó su carrera como músico. Era el 30 aniversario de la sala y había un festival de bandas y el autor de Born to run se subió al escenario con Joe Grushecky y los Houserockers al completo. Fue colosal verlos con varias copas de más, en una sala pequeña, tocando rock y garaje a todo trapo. Era un Springsteen de bar con una banda de bar, al más puro estilo americano de “one, two, three”. Pedía canciones a la gente y así sonaron versiones eléctricas como la de Johnny 99. Entre canción y canción, se tomaban todos un chupito. En un receso, la mujer de Springsteen, Patti Scialfa, más borracha que el resto y eufórica besó en la boca a la violinista Soozie Tyrell. El garito enmudeció. Había que verle la cara a Springsteen. Era un poema pensando que eso podía salir en cualquier tabloide. El puritanismo norteamericano también se esconde en los recovecos de un garito de Nueva Jersey a las tantas de la madrugada. En esa noche de fiesta, estaba el actor Sean Penn, amigo de Springsteen, tomando Jack Daniels, uno detrás de otro. Pero fue el rock/soul/R&B/garage sudoroso lo que se alargó hasta las tantas con pasión y diversión. Imborrable.
Pero, ¿cuál es tu historia, anécdota o vivencia de un concierto de Springsteen? Cualquiera que sea es bienvenida porque pocas fiestas del rock hay tan importantes como las que protagonizan Springsteen y la E Street Band. Y si estuviste anoche en el Bernabéu, ya puedes decir eso de "yo estuve allí". Ya puedes decir que, seguramente, viviste el concierto más largo de la historia de Springsteen. Que viviste algo como este Spirtis in the night, cantada anoche, que a continuación se ve en este vídeo de Rock In Rio en Lisboa.
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