lunes, 11 de junio de 2012

UN BÚHO REAL, ELECTROCUTADO EN UNA TORRETA DE ALTA TENSIÓN./ CUANDO EL BÓTOX SE VA DE LAS MANOS.

TÍTULO: UN BÚHO REAL, ELECTROCUTADO EN UNA TORRETA DE ALTA TENSIÓN.

Es una especie protegida de la quedan muy pocos ejemplares por la zona de la Serena.
En la mañana del pasado viernes, el propietario de una de las canteras de Quintana de la Serena se vio sorprendido al ver un ave de gran tamaño colgando cabeza abajo de una torreta de alta tensión. Se trataba de un búho real adulto que se posó en la misma y al no tener protección alguna, el animal murió electrocutado y quedó enganchado por una de sus garras.
Una protectora de animales se puso en contacto con la Policía Local de Quintana, que se encargó de avisar y acompañar a los trabajadores de la compañía eléctrica para que descolgasen el búho.
Los obreros de Iberdrola entregaron el animal a la protectora para que le practicasen la autopsia.
Miembros locales de una asociación para la defensa de animales en peligro de extinción, como es el caso del búho real, denuncian que es el cuarto animal de estas características que se engancha en una de estas torretas, ya que no cuentan con ningún tipo de protección para las aves. Los cables deberían estar forrados y contar con otras medidas de seguridad para evitar que ocurran estos accidentes. Este tipo de torretas debería llevar un dispositivo de cubierta, ensamblado a la cúspide y así impediría a las aves atalayarse sobre los conectores o aislantes que reciben los cables de alta tensión, y que son uno de los puntos de mayor peligro.
Este sistema de protección no solo evita que las aves contacten con los tendidos cargados de kilovatios, sino que sirven como posadero para diversas especies que utilizan estas alturas para el acecho en el ejercicio de la caza. Foto- búho pegado a la torreta.

TÍTULO: CUANDO EL BÓTOX SE VA DE LAS MANOS.

La batalla contra el envejecimiento es un problema que trae de cabeza al ser humano. Martin Scorsese lo sufre, aunque desde el otro lado de la trinchera. El director de cine se queja de lo difícil que es encontrar a actrices que soporten primeros planos con expresiones naturales. Que transmitan emoción, que no se hayan perdido en los excesos del bótox. Tarea que se antoja complicada en un mundo cada vez más competiivo, especialmente el de Hollywood, donde la arruga penaliza. Condena a muerte.
De ahí que muchas estrellas de la industria cinematográfica, obsesionadas por aparentar una eterna juventud, se lanzasen a los brazos de la toxina botulínica tipo A -popularmente conocida como bótox-, cuando la Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA, siglas en inglés) de Estados Unidos aprobó en abril de 2002 (a España llegó en 2004) su comercialización como tratamiento estético. El efecto es inmediato. A base de infiltraciones con inyecciones se provoca la parálisis del músculo, eliminando así los signos de envejecimiento durante un periodo de entre cuatro y siete meses, dependiendo de cada paciente, matizan los expertos.
Un hallazgo que marcó un antes y un después. «La toxina botulínica ha sido toda una revolución en las técnicas minimamente invasivas de la medicina estética», explica Francisco Gómez, cirujano plástico de la Clínica Ruber de Madrid. En los 90, el lifting había sido la técnica estrella en la lucha contra la arruga, pero hace una década llegó el bótox para desbancarla. Su menor coste (entre 400 y 800 euros por sesión) le facilitó las cosas. Pero parece ser que no es el único pro. «Es poco molesto, sin apenas efectos secundarios y se obtienen buenos resultados», indica la presidenta de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME), Petra María Vega.
No solo las estrellas se enzarzan en lucha contra el tiempo. Los especialistas señalan que año tras año las inyecciones de toxina son el tratamiento más demandado, principalmente entre mujeres que buscan corregir las arrugas de expresión del entrecejo. Lo que sí ha cambiado en esta década es la media de edad del paciente. El abaratamiento del producto y su popularidad han modificado la tendencia. «Cada vez gente más joven demanda este tipo de tratamientos. La mayoría está entre los 40 y 45 años, pero ya hay gente de 35 que recurre a ellos», explica Javier Montón, miembro de la Sociedad Española de Cirugía Plástica Reparadora y Estética (SECPRE).
¿Pero por qué esta creciente necesidad de aparentar ser más jóvenes? El doctor Gómez considera que es una cuestión de mejorar la calidad de vida, pues «cada vez vivimos más años y queremos mantener nuestra apariencia física». En España, la esperanza de vida para los hombres se sitúa en los 78,8 años de media, mientras que la de las mujeres se alarga hasta los 84,8 -según los datos correspondientes al INE de 2011-. Pura autoestima. Si vamos a vivir más, queremos estar mejor. Y esto es especialmente relevante para las estrellas del celuloide, que viven sometidas a la exigencia social de estar siempre perfectas.
Confesiones
A Nicole Kidman le costó varios años confesar lo que las fotografías ponían una y otra vez de manifiesto. «He utilizado bótox, aunque no me ha gustado el resultado. Ya no lo uso y ahora puedo mover otra vez la frente». Como la actriz australiana, otras muchas engrosan la lista de las arrepentidas de lucir un rostro 'plastificado'. Courteney Cox, exprotaonista de la aclamada 'Friends', también dio la cara: «Una vez me puse demasiado. Me sentía atrapada en propia piel. No podía mover la cara». Tampoco quiere repetir experiencia Kylie Minoge: «Hoy por hoy prefiero ser más natural. No me volveré a acercar al bótox».
Gómez indica que «lo fundamental cuando se usa la toxina botulínica en estética es mantener la expresión de la persona, la naturalidad». Montón, por su parte, especifica que estos casos de cara 'planchada' se dan «porque están sobretratadas o mal tratadas». La suerte para ellas es que la toxina es reversible, es decir, si abandonan las inyecciones en el rostro resurgirá la arruga.
Los testimonios de arrepentimiento no son una parcela exclusiva de las celebrities, la falta de expresividad también golpea a las personas de a pie. A la Asociación del Defensor del Paciente llegan numerosos casos por mala praxis. «Los pacientes que se han arrepentido les ha costado muy caro. Bultos, cicatrices o parálisis», relata su presidenta, Carmen Flores, que denuncia «una falta de control y mucha desidia por parte de las autoridades».
En este sentido, la presidenta de la SEME considera que el médico debe actuar también como consejero. «Tiene que entender bien las necesidades del paciente y sus expectativas y, por tanto, aconsejarle el mejor trataminto», razona.

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