La directora de orquesta Inma Shara-foto- nos ha guiado por los proyectos de Ayuda en Acción en Bolivia, uno de los países más pobres de Latinoámerica. Con su batuta hemos descubierto que la música puede cambiar el destino de un pueblo.
Dicen que la música es lo más parecido a soñar despierto; que su sonido es sinónimo de libertad, sin fronteras de ningún tipo. Quizá por eso, cuando Lady, Jennifer, Francisco o Flabia, cuatro niños bolivianos de 9, 12 y 13 años, tocan sus chelos y violines, sonríen y se olvidan por completo de la miseria que ven cada día. En su país, según el último informe de Naciones Unidas, la pobreza es una realidad para una de cada dos personas, y un reto diario para la supervivencia del 26% de la población, los considerados extremadamente pobres.
Pero es muy posible que Lady, Jennifer, Francisco y Flabia den esquinazo a esa vida gracias a la música y a quienes la apoyan como herramienta de integración. Los cuatro asisten a la Escuela Municipal de Música San José Patriarca, en la provincia boliviana de Chiquitos. Como ellos, la mayoría de los 110 alumnos del centro no tiene recursos económicos. Aun así, corretean por las calles de San José con violas, violines y chelos en mano. La escuela pone a su disposición, de forma gratuita, más de 60 instrumentos, para que aprendan el lenguaje de la música sin que la escasez de ingresos sea impedimento. Y, gracias al apoyo que reciben desde hace años de la ONG Ayuda en Acción y de distintas organizaciones locales, algunos han llegado a conocer mundo: han viajado a Argentina o Paraguay para participar en el Encuentro Internacional de Orquestas Juveniles.
Laura Vacajulio fue alumna de la Escuela Municipal de Música y ahora ejerce de profesora allí. Está convencida de que la música le ha cambiado la vida. A sus 18 años, ha roto con el perfil más frecuente entre las chicas de su edad que provienen de entornos rurales. Para ellas, los estudios y el trabajo remunerado son casi una quimera (casi una de cada dos niñas abandona la escuela antes de terminar la educación primaria). Pero Laura dio un giro a su propia historia. "Empecé a tocar el violín con 11 años, después de colarme de 'mirona' en un concierto que dio el maestro Carlos Cifuentes –cuenta–. Desde entonces tuve claro que quería ser directora de orquesta. Cuando llegué a casa y lo conté, se lo tomaron a broma. Decían que no había mujeres que se dedicaran a eso". Aunque sus padres pensaban que era un entusiasmo momentáneo, ella se empeñó en seguir. Ahora estudia en la Universidad y sufraga sus gastos con los empleos que ha encontrado en tres orquestas distintas. Allí, mientras toca, sigue soñando con tener, un día, una batuta en sus manos. Por eso, hoy está muy nerviosa. Pronto conocerá a uno de sus ídolos, la directora de orquesta Inma Shara, que ha viajado desde España para conocer este y otros proyectos de la ONG Ayuda en Acción en Bolivia. "Ojalá pueda hacerme una foto con ella. ¡Así me creerán en casa!", dice. Horas después, cuando Shara oye los planes de esta joven violinista, le profesa idéntica admiración. Laura quiere llegar a ser una buena profesional, volver a su pueblo para instruir a los más pequeños y crear una fundación con la que sacar a los niños de la calle, enseñándoles a tocar el violín; para ella, es es uno de los instrumentos de integración más eficaces que hay. Inma la anima y le da la razón. "La música es una herramienta educativa que, además de proporcionar disciplina, estimular la creatividad y optimizar nuestras habilidades, ayuda a sentirse parte de un grupo. Y lo mejor es que con ella puedes llegar a donde quieras", dice.
Todos los alumnos de la Escuela Municipal de Música están reunidos en una clase, listos para recibir una clase de la directora de orquesta. Uno de los responsables del centro pregunta a los más pequeños si saben quién es el mejor futbolista del mundo. "¡Messi!", contestan todos al unísono. "Pues la maestra que vais a conocer es la Messi de la música". Inma les saluda y, sin perder un minuto, comienza a hablarles de la importancia de los instrumentos de cuerda en una orquesta y la dificultad de controlar el arco. Después pregunta quién quiere hacer de concertino (instrumento solista) y… a tocar. Tras unos cuantos apuntes de la directora alavesa, la sinfonía chiquitana suena perfecta.
Tras el encuentro, Inma Shara habla de magia. "Nunca había trabajado con niños tan chiquitines, y, tras ver su ilusión por la música, el esfuerzo que hacen y el talento que tienen, me voy con ganas de más. Llegar a un entorno tan deprimido como este, con caminos casi inaccesibles, polvo, animales que pastan lo que pueden al borde de las carreteras… y encontrarte un niño paseando con su violín, es algo mágico. Contagia esperanza. ¡La que se va premiada soy yo!", dice, convencida.
Libertad y autonomía
La directora de orquesta está dedicando la semana a visitar los proyectos de Ayuda en Acción en Bolivia. Ha estado en una comunidad indígena ayorea, donde la ONG española ha instalado un sistema de agua potable para una población de unos 100 vecinos; de esta manera, niños como Lorena o Dabiela ya no se verán obligados a caminar 16 kilómetros para poder llevar agua a sus casas.
También ha visitado colegios de pequeñas comunidades apartadas de la civilización, como el de Taperas o Quimome. Allí, los alumnos acaban de descubrir los ordenadores e internet; también se alimentan ahora bajo techo gracias a los comedores construidos por la organización. En el núcleo rural de Ramada, ha estado en la piscifactoría de la comunidad, una iniciativa que ha permitido a los vecinos encontrar una nueva actividad económica con la que subsistir. Cuando se acercan a ella, los niños le dicen que esperaban que fuera una señora gorda y mayor (a Shara le divierte el comentario), los vecinos le hablan de su día a día y le encargan que transmita su agradecimiento a los socios de la ONG en España. La directora de orquesta comenta que el sistema de trabajo de esta fundación –dar herramientas para que sean los propios interesados quienes cambien su día a día– le impresiona por su eficacia. "No se practica la caridad sino la filosofía de "te voy a enseñar", y eso logra más productividad. Sobre todo si, como aquí, se hace en colaboración con las ONGs locales, que conocen cada parpadeo de la comunidad".
Le llama especialmente la atención, por sus resultados, el apoyo a la educación de adultos, principalmente de las mujeres, a través de centros como el de Santa Clara, donde alumnos de entre 15 y 80 años buscan una salida a través de talleres. Ermosinda, una madre soltera de 29 años, aprende informática y mecanografía para encontrar trabajo como auxiliar de oficina; y Fabiola Poiquí, que fue madre a los 14 años y pertenece a la comunidad indígena de Miraflores, piensa montar la primera peluquería de la localidad tras acabar su curso de peluquería y cosmetología ("la coquetería es universal a todas las culturas!", dice).
El director de proyectos de Ayuda en Acción Bolivia, Óscar Aguilar, recuerda su reunión, hace cuatro años, con un grupo de artesanas textiles que querían ganar en independencia económica con un proyecto que preservara su cultura. "Tuvo que ser al caer la noche, cuando ya habían terminado las tareas de casa, porque algunos maridos no estaban muy convencidos de que trabajaran fuera", cuenta. Aquellas artesanas forman la asociación Artechi, y hoy tienen un local donde producen y venden sus artículos: bolsos, camisas, vestidos… Ayuda en Acción y el Centro de Promoción al Campesinado les han facilitado una sala, telares y máquinas de coser. También les han impartido cursos. Gracias a esta fuente de ingresos, su vida es menos difícil. Pero también han ganado algo mucho más importante, como dice Mª Luz Faldín, su presidenta: autoestima, capacidad de decisión y autonomía.
Una vida mejor
Cientos de miles de bolivianos más están cambiando su futuro gracias, en gran parte, a la solidaridad de miles de familias españolas. La campaña "Orgullosos de apadrinar" que la ONG ha puesto en marcha, y con la que Inma Shara colabora, tiene precisamente como objetivo cambiar el de muchas personas más. A través del sistema de apadrinamiento, las personas que colaboran con la organización donan mensualmente una cuota cuyos beneficios revierten en toda la comunidad. Por eso, niños como Francisco o Priscila preguntan si conocemos a unos españoles que se llaman Elvira y Roberto. "Son nuestros padrinos, ¡si los ven, denles las gracias!", pide Francisco. Otros muestran su gratitud de diferentes formas: a través del café que Luis Parrondo prepara con cariño para Inma Shara en su sencilla casa, con las empanadillas que las alumnas del curso de gastronomía de Santa Clara cocinan para agasajar a la directora de orquesta, mediante el concierto que los chicos de San José de Chiquitos improvisan en honor de la alavesa… Ella asegura que no sabe cómo corresponderles. "No me imaginaba que iba a encontrar tanta esperanza. Hemos visto mucha miseria, pero también me han transmitido mucha ilusión. Eso te hace seguir creyendo que entre todos podemos cambiar muchas cosas", dice. Quizá sea cierto que la música tiene un poder especial: no sólo permite soñar, sino también hacer esos sueños realidad.
EL ESFUERZO DE LA SOLIDARIDAD ESPAÑOLA EN CIFRAS
Pero es muy posible que Lady, Jennifer, Francisco y Flabia den esquinazo a esa vida gracias a la música y a quienes la apoyan como herramienta de integración. Los cuatro asisten a la Escuela Municipal de Música San José Patriarca, en la provincia boliviana de Chiquitos. Como ellos, la mayoría de los 110 alumnos del centro no tiene recursos económicos. Aun así, corretean por las calles de San José con violas, violines y chelos en mano. La escuela pone a su disposición, de forma gratuita, más de 60 instrumentos, para que aprendan el lenguaje de la música sin que la escasez de ingresos sea impedimento. Y, gracias al apoyo que reciben desde hace años de la ONG Ayuda en Acción y de distintas organizaciones locales, algunos han llegado a conocer mundo: han viajado a Argentina o Paraguay para participar en el Encuentro Internacional de Orquestas Juveniles.
Laura Vacajulio fue alumna de la Escuela Municipal de Música y ahora ejerce de profesora allí. Está convencida de que la música le ha cambiado la vida. A sus 18 años, ha roto con el perfil más frecuente entre las chicas de su edad que provienen de entornos rurales. Para ellas, los estudios y el trabajo remunerado son casi una quimera (casi una de cada dos niñas abandona la escuela antes de terminar la educación primaria). Pero Laura dio un giro a su propia historia. "Empecé a tocar el violín con 11 años, después de colarme de 'mirona' en un concierto que dio el maestro Carlos Cifuentes –cuenta–. Desde entonces tuve claro que quería ser directora de orquesta. Cuando llegué a casa y lo conté, se lo tomaron a broma. Decían que no había mujeres que se dedicaran a eso". Aunque sus padres pensaban que era un entusiasmo momentáneo, ella se empeñó en seguir. Ahora estudia en la Universidad y sufraga sus gastos con los empleos que ha encontrado en tres orquestas distintas. Allí, mientras toca, sigue soñando con tener, un día, una batuta en sus manos. Por eso, hoy está muy nerviosa. Pronto conocerá a uno de sus ídolos, la directora de orquesta Inma Shara, que ha viajado desde España para conocer este y otros proyectos de la ONG Ayuda en Acción en Bolivia. "Ojalá pueda hacerme una foto con ella. ¡Así me creerán en casa!", dice. Horas después, cuando Shara oye los planes de esta joven violinista, le profesa idéntica admiración. Laura quiere llegar a ser una buena profesional, volver a su pueblo para instruir a los más pequeños y crear una fundación con la que sacar a los niños de la calle, enseñándoles a tocar el violín; para ella, es es uno de los instrumentos de integración más eficaces que hay. Inma la anima y le da la razón. "La música es una herramienta educativa que, además de proporcionar disciplina, estimular la creatividad y optimizar nuestras habilidades, ayuda a sentirse parte de un grupo. Y lo mejor es que con ella puedes llegar a donde quieras", dice.
Todos los alumnos de la Escuela Municipal de Música están reunidos en una clase, listos para recibir una clase de la directora de orquesta. Uno de los responsables del centro pregunta a los más pequeños si saben quién es el mejor futbolista del mundo. "¡Messi!", contestan todos al unísono. "Pues la maestra que vais a conocer es la Messi de la música". Inma les saluda y, sin perder un minuto, comienza a hablarles de la importancia de los instrumentos de cuerda en una orquesta y la dificultad de controlar el arco. Después pregunta quién quiere hacer de concertino (instrumento solista) y… a tocar. Tras unos cuantos apuntes de la directora alavesa, la sinfonía chiquitana suena perfecta.
Tras el encuentro, Inma Shara habla de magia. "Nunca había trabajado con niños tan chiquitines, y, tras ver su ilusión por la música, el esfuerzo que hacen y el talento que tienen, me voy con ganas de más. Llegar a un entorno tan deprimido como este, con caminos casi inaccesibles, polvo, animales que pastan lo que pueden al borde de las carreteras… y encontrarte un niño paseando con su violín, es algo mágico. Contagia esperanza. ¡La que se va premiada soy yo!", dice, convencida.
Libertad y autonomía
La directora de orquesta está dedicando la semana a visitar los proyectos de Ayuda en Acción en Bolivia. Ha estado en una comunidad indígena ayorea, donde la ONG española ha instalado un sistema de agua potable para una población de unos 100 vecinos; de esta manera, niños como Lorena o Dabiela ya no se verán obligados a caminar 16 kilómetros para poder llevar agua a sus casas.
También ha visitado colegios de pequeñas comunidades apartadas de la civilización, como el de Taperas o Quimome. Allí, los alumnos acaban de descubrir los ordenadores e internet; también se alimentan ahora bajo techo gracias a los comedores construidos por la organización. En el núcleo rural de Ramada, ha estado en la piscifactoría de la comunidad, una iniciativa que ha permitido a los vecinos encontrar una nueva actividad económica con la que subsistir. Cuando se acercan a ella, los niños le dicen que esperaban que fuera una señora gorda y mayor (a Shara le divierte el comentario), los vecinos le hablan de su día a día y le encargan que transmita su agradecimiento a los socios de la ONG en España. La directora de orquesta comenta que el sistema de trabajo de esta fundación –dar herramientas para que sean los propios interesados quienes cambien su día a día– le impresiona por su eficacia. "No se practica la caridad sino la filosofía de "te voy a enseñar", y eso logra más productividad. Sobre todo si, como aquí, se hace en colaboración con las ONGs locales, que conocen cada parpadeo de la comunidad".
Le llama especialmente la atención, por sus resultados, el apoyo a la educación de adultos, principalmente de las mujeres, a través de centros como el de Santa Clara, donde alumnos de entre 15 y 80 años buscan una salida a través de talleres. Ermosinda, una madre soltera de 29 años, aprende informática y mecanografía para encontrar trabajo como auxiliar de oficina; y Fabiola Poiquí, que fue madre a los 14 años y pertenece a la comunidad indígena de Miraflores, piensa montar la primera peluquería de la localidad tras acabar su curso de peluquería y cosmetología ("la coquetería es universal a todas las culturas!", dice).
El director de proyectos de Ayuda en Acción Bolivia, Óscar Aguilar, recuerda su reunión, hace cuatro años, con un grupo de artesanas textiles que querían ganar en independencia económica con un proyecto que preservara su cultura. "Tuvo que ser al caer la noche, cuando ya habían terminado las tareas de casa, porque algunos maridos no estaban muy convencidos de que trabajaran fuera", cuenta. Aquellas artesanas forman la asociación Artechi, y hoy tienen un local donde producen y venden sus artículos: bolsos, camisas, vestidos… Ayuda en Acción y el Centro de Promoción al Campesinado les han facilitado una sala, telares y máquinas de coser. También les han impartido cursos. Gracias a esta fuente de ingresos, su vida es menos difícil. Pero también han ganado algo mucho más importante, como dice Mª Luz Faldín, su presidenta: autoestima, capacidad de decisión y autonomía.
Una vida mejor
Cientos de miles de bolivianos más están cambiando su futuro gracias, en gran parte, a la solidaridad de miles de familias españolas. La campaña "Orgullosos de apadrinar" que la ONG ha puesto en marcha, y con la que Inma Shara colabora, tiene precisamente como objetivo cambiar el de muchas personas más. A través del sistema de apadrinamiento, las personas que colaboran con la organización donan mensualmente una cuota cuyos beneficios revierten en toda la comunidad. Por eso, niños como Francisco o Priscila preguntan si conocemos a unos españoles que se llaman Elvira y Roberto. "Son nuestros padrinos, ¡si los ven, denles las gracias!", pide Francisco. Otros muestran su gratitud de diferentes formas: a través del café que Luis Parrondo prepara con cariño para Inma Shara en su sencilla casa, con las empanadillas que las alumnas del curso de gastronomía de Santa Clara cocinan para agasajar a la directora de orquesta, mediante el concierto que los chicos de San José de Chiquitos improvisan en honor de la alavesa… Ella asegura que no sabe cómo corresponderles. "No me imaginaba que iba a encontrar tanta esperanza. Hemos visto mucha miseria, pero también me han transmitido mucha ilusión. Eso te hace seguir creyendo que entre todos podemos cambiar muchas cosas", dice. Quizá sea cierto que la música tiene un poder especial: no sólo permite soñar, sino también hacer esos sueños realidad.
EL ESFUERZO DE LA SOLIDARIDAD ESPAÑOLA EN CIFRAS
- 36'3% Es el porcentaje en que se ha reducido el analfabetismo funcional de las mujeres en tres áreas de desarrollo territorial bolivianas, gracias a la aportación de los socios españoles de Ayuda en Acción.
- 72 aulas escolares ha inaugurado la Fundación, en este último año, en las zonas rurales más desfavorecidas de Bolivia. Y, además, ha instalado un centro de salud, 30 módulos sanitarios, un internado y cuatro telecentros con ordenadores.
- 51% Es lo que han aumentado los ingresos de las familias campesinas de siete municipios bolivianos, que han recibido formación y herramientas adecuadas.
- 15 organizaciones y unidades de producción femeninas se han constituido como asociaciones y han recibido formación.
- 28 de cada 1.000: a estas cifras se ha reducido la mortalidad infantil en 10 zonas de desarrollo territorial. En Bolivia, la media de mortalidad infantil es de 42 por cada 1.000 niños.
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