TÍTULO: Aire mojado en sus manos .
En ese pequeño espacio improvisado, ni un segundo pasó cuando él empezó a lamer y morder mis labios en un desesperado anhelo de beberme entera, mientras sus manos inquietas tanteaban por debajo del vestido y subían por mis muslos buscando un oasis donde mojarse, una y otra vez.
Y se iban cerrando las puertas del ascensor mientras desaparecía ante mis ojos el mundo exterior… En ese pequeño espacio improvisado, ni un segundo pasó cuando él empezó a lamer y morder mis labios en un desesperado anhelo de beberme entera, mientras sus manos inquietas tanteaban por debajo del vestido y subían por mis muslos buscando un oasis donde mojarse, una y otra vez. En la planta primera noté su poder entre mis piernas mientras llegábamos a nuestro destino, planta segunda. En ese momento, su pasión ya me había convertido en aire. Ese aire que hace que te eleves etérea, frágil, volátil, húmeda.
Nuevamente, las puertas del ascensor nos dieron la pauta. Se abrieron y dejaron al aire nuestra intimidad. Abandonamos ese espacio donde ahora reinaba el olor de la pasión y el deseo. Un largo y solitario pasillo fue testigo de nuestro calor e impaciencia. Pensamientos, tacto, olor, sabor…
Y entré en la intimidad de cuatro paredes desconocidas acompañada de su respiración entrecortada. Ni un segundo pasó cuando ya me había despojado de todo aquello que le separaba de mi piel. Aire y más aire en sus manos. Y su boca, ansiosa de humedad, bajó por mi vientre, para desembocar en el misterio de mis labios, en lo más profundo de mi ser. Y yo me transformaba, poco a poco, en mariposa agitada por un placer que sólo me permitía gemir y no respirar.
Mojada su boca de mi esencia, impregnada su lengua de mi sabor, ni un segundo tardó en hacerse dueño de mi espalda. Acariciando mis senos, me arrodilló en esa cama que, por la gracia de la pasión, se había convertido en nuestro universo... y sentí intensamente como se adentraba en mí, profundamente, atravesando mi cuerpo y partiéndome en dos.
En esa onírica locura, para poder invadirme aún más y hacerse dueño pleno de mi, recuerdo sus poderosas manos sujetando con fortaleza, a la vez, mis brazos y mis caderas para frenar la convulsión de mi menuda presencia revelada ante tanto placer.
Envuelta en un delirio de gritos y gemidos, alcancé otra dimensión. No recuerdo muy bien en qué momento salieron las lágrimas de mis ojos... no sé si fue antes o después de comenzar a sentir la ráfaga de un rayo. Una descarga que desintegró mi cuerpo abocándome a un estallido que me hizo perder parte de la consciencia y la respiración.
Sin aliento, poseída íntegramente por su fuerza, noté como se inclinaba sobre mi espalda buscando mi boca abierta para besarme los labios y continuar lamiendo mis lágrimas con su lengua, bebiéndose, gota a gota, su propio placer, que era el mío. Aire mojado en sus manos. Y empecé a elevarme, a subir al cielo, a dejar de ser yo para convertirme el algo etéreo, sin nombre, ni identidad. Y cerré los ojos…
Ni un segundo pasó cuando me desperté, envuelta en sudor, en esa noche calurosa de verano. Y le busqué, pero él no estaba. Sólo el monótono tic tac de un reloj me acompañaba en la oscuridad. No pude evitar deslizar las manos sobre mis muslos para comprobar si fue sueño o realidad. Y percibí su humedad, su huella, su poder… la realidad en un sueño. Solo sé que volví a cerrar mis ojos para buscarle nuevamente en mi noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario