Un documento de 1882 demuestra que en Cáceres la polémica por los horarios de cierre tiene historia.
En el siglo XIX La Madrila no existía. Tampoco había locales de copas. Ni discotecas. Pero la lucha de los hosteleros cacereños por flexibilizar los horarios de cierre tiene historia
Un documento del Archivo Histórico Municipal de Cáceres datado en 1882 pone de manifiesto que los taberneros de la época se dirigieron al Ayuntamiento para solicitar una ampliación de horarios. Pedían en concreto incrementar una hora más su actividad. Solicitaban poder abrir hasta las diez de la noche del 1 de mayo al 31 de octubre y hasta las nueve, del 1 de noviembre al 30 de abril.
La propuesta poco tiene que ver con los horarios vigentes que marcan el ritmo de la marcha nocturna en la ciudad, esos que motivaron los disturbios de La Madrila en 1991 y 2002. Pero el fondo de la cuestión es el mismo: arañar más horas al tiempo de ocio permitido por la ley. A pesar de los 130 años que han transcurrido desde su redacción, el documento habla de un asunto que no resulta ajeno. Éste ha sido uno de los motivos que ha llevado al director del Archivo, Fernando Jiménez Berrocal, a seleccionar la pieza. «Es un documento de plena actualidad», subraya.
El escrito de ampliación de horarios de los taberneros cacereños se puede ver durante el mes de junio en el Palacio de la Isla, enclavado en la Plaza de la Concepción. Forma parte de la exposición titulada el 'Documento del mes', una muestra periódica en la que el Archivo Histórico Municipal saca a la luz algunas de sus piezas más curiosas. «Nuestra intención es aproximar la historia de la vida cotidiana de los vecinos», apostilla Jiménez Berrocal.
El documento permite conocer además que a finales del siglo XIX había al menos 14 tabernas abiertas en la ciudad. Todas se ubicaban en el casco viejo. Cáceres contaba por entonces con poco más de 14.000 habitantes. «La taberna era un lugar al que acudían principalmente los hombres. Era un sitio popular, destinado a la población llana. No tenía nada que ver con los cafés, que eran lugares más selectos», detalla el director del archivo.
Contra los intrusos
Los taberneros solicitaron la ampliación de horarios para hacer frente a la competencia. Según el documento, cuando ellos echaban el cierre, las abacerías, las tiendas de comestibles, los ultramarinos y los cafés despachaban vinos y aguardientes, al gozar de un horario más amplio. También pedían al Consistorio que controlara «a los intrusos en el gremio que, a mansalva, ejercen dicha industria sin oposición de nadie». Los taberneros del XIX lograron su aspiración a medias. El Ayuntamiento solo les permitió ampliar el horario de verano.
TÍTULO: MI CHICA.
Vada Sultenfuss es una niña obsesionada con la muerte. Su madre ha muerto y su padre dirige una funeraria. Además está enamorada de su profesor de inglés y se apunta a unos cursos de poesía en verano sólo para impresionarle. Thomas J., su mejor amigo, es alérgico a todo. Cuando el padre de Vada contrata a Shelly -una experta maquilladora- para su negocio, comienza a enamorarse de ella. Pero Vada se enfada e intentará hacer todo lo posible por torpedear la relación. MI CHICA-foto-
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