viernes, 4 de mayo de 2012

TOROS: RAFALILLO, ARTISTA DEL MIURA:/ LA LEY DE DEPENDENCIA HA GENERADO MUCHA FRUSTACIÓN. JUAN MANUEL MORENO SECRETARIO DE ESTADO DE SERVICIOS SOCIALES E IGUALDAD.

TÍTULO: TOROS: RAFALILLO, ARTISTA DEL MIURA:

La corrida estuvo repleta de momentos de emoción.
 
Hasta hace poco no conocíamos que una de las grandes pasiones de la escritora Simone de Beauvoir eran las corridas de toros. Lo ha contado en sus recientes memorias su amante y sublime cineasta, Claude Lanzmann, quien la acompañaba todos los veranos de feria en feria por las plazas españolas. Sobre todos los encastes ambos compartían una pasión, los toros de Miura. Para la escritora, era en las tardes con toros de Miura cuando el toreo podía alcanzar su profundidad más intensa, su originaria razón de ser. Por eso, no me cabe duda de que si ayer hubiese presenciado la magistral faena de Rafaelillo a su segundo hubiese sentido esa verdad heroica y pura que nadie mejor que las mujeres pueden sentir en el toreo. Rafaelillo levantó ayer en Sevilla, con su segundo toro, un monumento a La Fiesta.
Era un Miura en todo su esplendor que lanzaba derrotes buscando las chaquetillas de los subalternos tras el burladero, y allí se plantó Rafaelillo en la arena, con dos largas cambiadas que fueron el prolegómeno de una serie de verónicas colosales, ganando los terrenos al animal, hasta rematar con dos medias de auténtico sabor clásico. Dos medias de radical torería. Dejó al toro en el caballo "abelmontándose" de corazón y forma, anunciando la inspiración profunda e histórica de su faena. Con la muleta en la mano, Rafaelillo encarnó el mando y el arte. Desafió al Miura con toda su inteligencia, obligándolo a embestir por ambos pitones, para luego, cuando ya había sometido a la fiera, dejarse llevar con lentísimos naturales en dos series en conmoción, con pases de desprecio que eran carteles de toros. Siempre en artista, siempre en valor puro, lo toreó en redondo con la mano derecha cerrando con pases de pecho triunfales, con muletazos propios de una faena homérica. La plaza tenía delante a un torero con la verdad más rotunda y soñaba con un espadazo que cerrara la gesta. Con el alma entera se tiró Rafaelillo que pinchó tan fuerte que nos dolió a todos. Se lanzó otra vez y fue terrible la estocada, inmerecidamente fea. Perdió el triunfo, pero ha de saber, ha de saberlo la gente, que Rafaelillo ayer realizó ese toreo que hace eterno y legítimo el arte de torear.
Pero la tarde ofreció más versiones de la autenticidad de este oficio. A Serafín Marín le tocó lidiar dos toros muy broncos, muy parados y peligrosos. En su primero, el protagonismo se lo llevó un espontáneo que literalmente volvió a nacer. Se tiró este valiente, chaqueta de chándal en mano, frente a un toro que era una alimaña y por auténtico arte de birlibirloque, también hay que decirlo, ahora no está en el quirófano sino en la comisaría, repasando sus minutos de gloria que diría Andy Warhol. No se encontró nada a gusto Serafín, con un toro rápidamente orientado de media embestida. Tampoco se le vio cómodo con su segundo que solo dio buenas muestras al principio, donde el catalán pudo sacar una buena tanda de verónicas. Con una certera estocada acabó Serafín con ese duro trance en el que puede convertirse el dar muerte a una corrida de Miura.
Ayer pudo dar fe de esa dureza José Luis Moreno. Ha sido muy duro y emocionante ver a Moreno con su segundo toro. Es este un torero convertido a las corridas duras por puro y sincero amor al toreo. Sus buenas formas se educaron para otros encastes y hay días en los que le cuesta hacerse a las exigencias de este hierro inmortal. Hoy ha sido uno de ellos. Sin encontrarse sereno en ninguno de los dos toros, en su segundo, Moreno ha pasado un verdadero calvario para dar muerte al toro. Ya al final de la faena, el toro lo ha enganchado de forma espantosa, sosteniéndolo varios segundos entre las palas de los pitones, mientras todos temíamos lo peor. Milagrosamente salió indemne, pero con la tarea pendiente de dar muerte a un animal peligrosísimo. Fueron varios pinchazos y todos los vivimos con el corazón en el puño. Allí estaba el torero, enfrentándose a sus sueños y miedos, encarnados en la cara terrible del Miura. Lo hizo con una sinceridad propia de los grandes y la plaza reconoció su emoción con un aplauso más emocionado aún que le sacó a los medios. Moreno, como Rafaelillo antes, nos había hecho mejores. Esto es el toreo. Qué pena que esta tarde no haya podido estar Simone de Beauvoir.

Ficha del festejo:

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