sábado, 26 de mayo de 2012

PROTAGONISTA CON EILEEN FORD./ MUNDO INDIA DE LA PESADILLA A LA ESPERANZA.

TÍTULO: PROTAGONISTA CON EILEEN FORD:

Ella creó a las supermodelos, fundó la mayor agencia de modelos y convitió la profesión en un negocio.
Eligió a las mejores y las hizo millonarias, pero en el camino sembró lealtades y enemigos.
A sus 90 años, la entrevistamos en exclusiva en la revista mujer hoy.
Eileen Ford ha cumplido 90 años con un humor resueltamente arisco: pone los ojos en blanco ante la idea de la mortalidad, se burla de las preguntas lacrimógenas y cuenta que, durante las sesiones de radioterapia a las que se ha sometido para tratar su tumor cerebral, se divirtió mucho enseñando a los trabajadores del hospital a bailar el jitterbug (un tipo de baile de los años 30). Su severidad no es fría, sino meramente práctica, eficiente. Desdeña las palmaditas en la espalda cargadas de sentimentalismo. Ford quiere y es querida por sus tres hijas, su hijo, sus ocho nietos y sus cuatro biznietos. Dice que son "seres humanos maravillosos" y enumera sus extraordinarias cualidades y logros. Pero Ford, que junto a su marido Jerry, fundó la famosa agencia de modelos en 1946 y ayudó a marcar el inicio de la era de las supermodelos, no es dulce ni tierna.

A lo largo de la historia de esta agencia, Eileen y Jerry (que murió en 2008) representaron a algunas de las modelos más famosas del mundo como Christy Turlington, Jean Shrimpton, Naomi Campbell, Jerry Hall, Kim Basinger, Ali MacGraw, Candice Bergen y Suzy Parker.

Hoy, en el apartamento de su hija Katie en Nueva York, Eileen come un sándwich de crema de cacahuete. Lleva el pelo recogido con gracia y viste una chaqueta ajustada de Escada, una falda de varios tonos de Louis Féraud y pantalones negros. Tiene un aspecto frágil, camina con ayuda de un andador y, según comenta, tendrán que ponerle un segundo audífono.

Vivir en presente
Todos sus hijos estuvieron a su lado durante las sesiones de radioterapia, cuenta con orgullo, haciendo evidente que la familia está muy unida. "Soy pragmática. Si tiene que ser, será. Ya tenía el tumor antes. Me operaron y volvió a crecer. No pueden extraerlo entero". Una vez cada tres semanas le hacen una radiografía para comprobar la progresión del tumor. ¿Le hace esto pensar más en su propia mortalidad? "No, en realidad no pienso en el futuro –se ríe–. Y es bueno que no lo haga. Estaría profundamente decepcionada si me diese cuenta de que estoy equivocada. ¿Qué tiene de bueno pensar en la muerte? Soy Aries. Nunca miro atrás. No pienso en mis propias cosas. Me he pasado toda mi vida adulta pensado en hacer cosas por otras personas y, al final, eso se convierte en un hábito", explica.

"¿Echa de menos a Jerry?", le pregunto. "Estuve casada durante 65 años menos dos meses con el hombre más guapo del mundo. Era tan amable y bueno... Sí, le echo de menos, pero no me hace ningún bien sentarme a pensar en ello y quejarme. Nadie quiere ver eso. Si cuando la gente te pregunta qué tal estás, tú dijeses "Oh, estoy tan triste", no tendrías ni un solo amigo. La depresión no es parte de mi naturaleza. Obviamente, he llorado, pero soy más dada a llorar en una sala de cine. Puedo llegar a llorar viendo una película de Mickey Mouse. ¿Se puede ser más afortunado? El mío fue un matrimonio maravilloso. Teníamos la suerte de trabajar juntos, criamos a nuestros hijos juntos, comíamos con nuestras modelos, que eran como nuestras propias hijas".

Muchas de aquellas modelos –como Naomi Campbell– vivían con ellos en su casa. Me interesa saber si, en su opinión, hoy ya no se cuida de las chicas como se hacía antes. "Francamente, creo que nunca habrá otra como yo. No todo el mundo quiere hacer lo que a mí me gustaba hacer, que era cuidar de ellas, alimentarlas bien, llevarlas al Metropolitan Museum para que asistieran a clases... Era una alegría verlas crecer igual que lo hacían mis propios hijos. Para nosotros, las modelos no eran solo un negocio, era una cuestión de amor, queríamos a aquellas chicas".

Modelos millonarias

Y cuidaban muy bien de ellas. Desde el inicio, Ford creó la semana laboral de cinco días para sus modelos, pagando sus honorarios (menos el 10 por ciento de la comisión de la agencia) cada viernes. Cuando Jerry falleció, el New York Times contó en su obituario que sus primeras modelos famosas, Dorian Leigh y Mary Jane Russell, ganaban 3.500 dólares a la semana en los años 50. Cuando negociaron el contrato de Lauren Hutton con Revlon en 1974 (el primer contrato de una modelo para representar a una marca específica) Ford subió significativamente el listón del sueldo de las modelos. Aquello propició las sumas astronómicas que ganan hoy en día. "Mis ingresos superaron a los de mi padre durante mi primer año como modelo... Y él ganaba bastante dinero", dijo en una ocasión Christy Turlington sobre sus finanzas. Y en 1990, Linda Evangelista pronunció aquella famosa frase sobre ella y la propia Turlington. "No nos levantamos de la cama por menos de 10.000 dólares al día".

Con esas enormes sumas de dinero sobre la mesa, una feroz batalla por las mejores modelos se desencadenó entre las agencias más importantes: Ford, Wilhelmina y la agencia Elite, de John Casablancas. Elite y Ford se convirtieron en rivales particularmente encarnizados. "No dormiré con los dos ojos cerrados mientras esa mujer esté por aquí", dijo Casablancas en una ocasión. "Lo que me asombra es la permanente y omnipresente maldad de Eileen Ford. Es maquiavélica. Es como una serpiente de siete cabezas. Si le cortas seis, aún le quedará una para morderte", añadió. "Ciertamente, nunca fuimos amigos –me confirma Eileen Ford–. Pero ahora está enfermo de cáncer y eso me produce mucha lástima. Tiene mujer e hijos. No le deseo eso a nadie".

Flacas y polémicas

Acerca del tema de la excesiva delgadez de las chicas, le digo que las pasarelas y las revistas son acusadas de fomentar los desórdenes alimenticios. "He leído en algún sitio que una chica está intentando poner en marcha un sindicato de modelos–dice–. ¡He escuchado esa porquería tantas veces! Jamás protegerán a las modelos. No necesitan ese tipo de protección. Carmen [Dell’Orefice, de 80 años, que todavía trabaja como modelo y es amiga íntima de Ford] es un gran ejemplo. Pesa exactamente lo mismo que siempre. Sus medidas son las mismas de toda la vida. Las modelos están hechas así. Yo solía decirles a algunas de las chicas: "Vete y vuelve cuando hayas perdido cinco kilos". Pero la única vez que vi a una modelo convertirse en anoréxica fue cuando viajó a Milán y alguien le aconsejó que tomara agua con gas. Se quedó tan delgada que cuando volvió a casa tuvo que ser ingresada en el hospital”.

"Pero otras modelos han enfermado, han muerto incluso", replico. "La prensa tiene que escribir sobre algo. Cuando ya están cansados de decir lo guapas que son las modelos, empiezan a decir el aspecto horrible que tienen. Yo no estoy educando al mundo. ¿Tengo yo esa responsabilidad? Yo creo que no. Si son tan jóvenes, ¿dónde están su madre y su padre? ¿Por qué papá y mamá no les alimentan apropiadamente? ¿Por qué debería toda una industria asumir la responsabilidad de un trabajo que pertenece a sus padres? Yo crié a mis hijos. Y trabajaba 24 horas al día. Volvía a casa, me aseguraba de que hicieran sus deberes, les daba las buenas noches y salía de nuevo para, quizá, volver a las cuatro de la mañana", argumenta con dureza.

Entonces, ¿las modelos no exhiben una delgadez enfermiza y no la fomentan en otros? "No. En España, por ejemplo, hubo mucho revuelo al respecto. Dijeron que no contratarían a modelos delgadas pero, obviamente, terminaron haciéndolo. ¿Cómo si no van a vender ropa y maquillaje?".

Rica niña mimada

Creció siendo una niña de papá en Long Island. "En lo que a mi padre se refería, el cielo me había enviado. A sus ojos, yo no podía hacer nada mal". Si llegaba una nota de la escuela quejándose de su comportamiento, él culpaba a los profesores. Al principio, quería convertirse en una gran estrella de cine o en la cantante de un grupo "para cantar como Ella Fitzgerald y bailar como Ginger Rogers. No puedo entender como mi talento pasó desapercibido", dice con socarronería. Su madre tenía otros planes. Quería que fuera abogada, pero la vida de Eileen cambió en 1944, cuando empezó a salir con Jerry. Había "conspirado para conocerle" en un baile dos semanas después de haberle visto por casualidad en un conocido bar. "Fue lo que los franceses llaman un "coup de foudre" [flechazo]", dice. Se casaron ese mismo año. A él le esperaba una carrera prometedora en el fútbol profesional, pero mientras se estaban preparando para convertirse en padres por primera vez, Eileen empezó a representar a modelos amigas suyas que había conocido trabajando como asistente de fotografía. Aquella era una profesión incipiente, ni si quiera era todavía un negocio, pero la pareja no cejó en su empeño. En solo dos años, gracias a unos amigos que hipotecaron su casa para ayudarles, Ford se convirtió en la agencia de modelos más exitosa de Estados Unidos.
No había ningún conflicto entre su carrera y la maternidad, dice. "Mi madre trabajaba. Nunca pensé en quedarme en casa y dedicarme a criar hijos. Jamás se me cruzó por la cabeza". Por cómo lo cuenta, parece que el suyo fue un matrimonio perfecto, pero también tuvo sus tensiones. Leí que Jerry había amenazado con dejar la agencia porque ella era demasiado autoritaria. "Él dejó muy claro que si se quedaba, tenía que ser el jefe. Aprendí muy pronto en mi matrimonio que era mejor si estaba callada. De otra manera, no hubiera durado". Le sugiero que probablemente asumir esa represión no sería fácil para una mujer de su carácter... "No lo recuerdo, pero seguramente lo fue. Tengo una memoria maravillosa: elimina todo aquello que no quiero recordar. No estoy segura de que fuera fácil, pero déjame que te diga una cosa: si tu propia vida y tu futuro están en juego, no es tan duro".

Leí también que su marido tuvo un affaire con la modelo Barbara Muller y decido preguntarle, con mucho tacto, sobre el tema. Me responde que jamás habla de ello, que fue hace mucho tiempo. "Tengo hijos y biznietos y no quiero que leen la porquería que algún periódico quiera escribir sobre ese tema". Jamás haría algo semejante, pero redirijo el asunto hacia su duradera relación. "Cuando la gente me pregunta cómo se puede estar casado durante tanto tiempo, yo les digo: "Él tiene que ser Tarzán, tiene que ser King Kong, tiene que ser el jefe. Así es como funciona". De nuevo, la confianza en sí misma y el aura de poder que desprende Ford entran en colisión con esa disposición a la sumisión marital. "No puedo decir que yo no sea fuerte. No sé de cuántas piezas estoy hecha. Yo era madre, ama de casa y mujer de negocios. Era muchas cosas diferentes y todas al mismo tiempo". Cuando los hombres toman buenas decisiones en los negocios, son "genios", dice, si una mujer hace exactamente lo mismo, "es fuerte", suspira. "¿Qué demonios se supone que tienes que hacer cuando has nacido mujer y tienes que dirigir una compañía, ser madre y llevar tres casas a la vez? Yo me ocupaba de todo eso".

Envejecer sin cirugía

Siento curiosidad por saber cómo asimila la edad alguien que ha estado rodeada por mujeres tan hermosas. "¿Si me importa envejecer? Mírate al espejo dentro de 20 años y cuéntame qué piensas tú", dice secamente. "Claro que me importa, pero mientras esté mentalmente alerta y en buenas condiciones físicas, no puedo pedir mucho más... A menos que conozcas un buen cirujano plástico, claro", dice riendo con picardía.

Entonces, "¿nunca se ha sometido a una operación estética?", pregunto. "Lo siento, pero no lo he hecho, porque entonces no tendría esta papada –dice sonriendo–. No es que no quisiera, simplemente nunca me decidí. Hace poco fui a la consulta de un cirujano y me dijo: "A tu edad, necesitarías anestesia general y no creo que sea una buena idea". Si un cirujano plástico es capaz de rechazar tu dinero, debe estar diciendo la verdad".

Un día después de la entrevista, me llama para decirme lo mucho que le molestó mi pregunta sobre el affaire de su marido. Me disculpo, pero le digo que hice la pregunta con mucho tacto. Ninguno de los dos está de humor para dar su brazo a torcer. A continuación, Ford menciona lo mucho que le gusta el reality show 'Judge Judy'. Me pregunta si a mí también. Es uno de mis placeres inconfesables, admito. Se ríe alegremente. Mano de hierro y encanto natural desplegados sin piedad: así es también como Eileen Ford creaba súpermodelos.

Generación Top, modelos en familia

Los grandes nombres de la historia de las pasarelas pasaron por la agencia Ford. "La era de las supermodelos llegó porque nosotros la propiciamos", afirma Eileen. Ganaron mucho dinero con ellas, pero las chicas eran más que un negocio; muchas vivieron en su casa y las trataban como a sus propios hijos: "Naomi Campbell se fue de casa varias veces porque yo no la dejaba fumar. Era muy estricta. Si querían salir, yo debía aprobar con quién, a dónde iban o cuánto tiempo estarían fuera", dice. Igual que una madre les aconseja: "La mayoría de las top son espabiladas mujeres de negocios. Si yo fuera una modelo como Kate Moss o cualquiera de las que están en activo, haría una fortuna y luego lo dejaría. Saldría corriendo", se ríe.

Eterna belleza, delgadas ¿y qué?

Eileen Ford se muestra despectiva con la polémica de los cuerpos excesivamente delgados que exhiben las modelos y "celebrities". Para ella, son como tienen que ser. "Las modelos son tal y como han sido siempre. Echa un vistazo a las fotografías de los años 50 y 60. Sus brazos y piernas son iguales ahora. Lo único diferente son los labios. No sé lo que se están haciendo en la boca", dice riéndose maliciosamente.

TÍTULO: MUNDO INDIA DE LA PESADILLA A LA ESPERANZA.

La india es uno de los países del futuro, según los gurús de la economía.
Pero allí, ser mujer todavía es una desgracia. Sin embargo, con esfuerzo y tenacidad, han comenzado a abrirse paso. Nuestra columnista Julia Navarro ha sido testigo de esa transformación.
¿ Quién piensa que se puede ser feliz en la más absoluta miseria y llorando a los hijos muertos por no poder alimentarlos.
Las niñas sueñan con ser ingenieras o médicos y ganar 400 dólares es lo que cobra un profesional de éxito.
Para mi guía, de la casta de los intocables, la visión idílica que muchos occidentales tienen del país resulta ofensiva.
"La India no te dejará indiferente; cuando regreses, ya no serás la misma"; "Ya verás lo felices que son, pese a la pobreza", me decían algunos amigos y conocidos que habían visitado este país. Y emprendí el viaje con estas dos frases en la mochila y tres libros: 'Vislumbres de la India', de Octavio Paz; 'Carretera abierta', del escritor hindú Ruskin Bond, y 'La India por dentro', de Álvaro Enterría.

Es verdad, la India no deja indiferente a poco que uno tenga corazón. Pero la segunda afirmación me provocó una ataque de indignación al poco de pisar Delhi. ¿De verdad alguien es tan estúpido como para confundir felicidad con resignación? ¿Quién piensa que se puede ser feliz careciendo absolutamente de todo, viviendo en la más abrumadora de las miserias, llorando a los hijos que pierden por no poder alimentarlos?

La primera mirada es engañosa. En Delhi conviven, dándose la espalda, la nueva y la vieja ciudad, donde se mezcla la miseria con edificios ultramodernos, en los que compiten por la modernidad jóvenes ejecutivos, con los mismos ademanes que los de otras grandes ciudades. Sí, es un país emergente, pero a poco que uno salga de los grandes centros financieros, se topa con la verdad. Hay dos Indias: la de las ciudades, como Delhi y Bombay, y la rural, que es la mayoritaria.

Es muy fácil que a un país le "cuadren" las cuentas, cuando la mayoría de su población vive con menos de dos dólares al día y trabaja por salarios ínfimos. La mano de obra es tan abundante como mal pagada. A quienes ponen de ejemplo a los países emergentes hay que decirles que el modelo no puede ser el de la explotación feroz de la miseria, que es exactamente lo que sucede en la India.

La realidad de las mujeres hindúes no es precisamente halagüeña, a pesar de que en los últimos años los distintos gobiernos han introducido cambios en la legislación para igualar en derechos a mujeres y hombres, y protegerlas frente a los abusos que han sufrido desde el principio de los tiempos. Cada vez hay más mujeres que participan en la política y que ocupan cargos en la Administración, sobre todo en la local. Y, junto a las medidas gubernamentales, también destacan los programas de las agencias no gubernamentales y las organizaciones religiosas.

Cuestión de género y casta

Ser mujer en la India ha sido, hasta ahora, una desgracia. Si, además, pertenece a una casta inferior esa desgracia es mayor. Y si se le añade la falta de recursos materiales, ser mujer se convierte en una pesadilla.

La falta de acceso a la sanidad, a la educación y a unas condiciones de vida dignas son parte de su vida. Para empezar, las familias prefieren seguir teniendo varones antes que mujeres. Una niña se ve como un problema. De manera que las nuevas tecnologías aplicadas a la ginecología se convierten en una trampa mortal. Cuando las mujeres que acceden a hacerse una ecografía descubren que el hijo que viene en camino es una niña suelen abortar. Según las estadísticas, cada año hay al menos 600.000 abortos de niñas. La cifra pone los pelos de punta. Si la criatura llega a nacer, tiene que librar una carrera de obstáculos para sobrevivir. En ocasiones, es abandonada a los pocos días de su nacimiento; o recibe menos alimento que sus hermanos varones; o sus padres acaban con su vida porque no la pueden mantener. Sin embargo, las mujeres son omnipresentes en este país. Mientras viajaba hacia el norte pensaba que la India es multicolor gracias a los saris que lucen y que hacen parecer princesas a todas las mujeres, independientemente de su estatus social.

Me sorprendió ver a cientos de ellas trabajando en las obras, cargando piedras, colocando adoquines, luchando con el alquitrán... Yo me preguntaba de dónde sacarían fuerzas esas mujeres delgadas, de aspecto frágil, que parecían quebrarse por el peso de los cestos repletos de herramientas que llevaban sobre la cabeza. Y también es habitual verlas bregando con la tierra: el 40% de las labores rurales lo hacen las mujeres, ya que sus maridos suelen emigrar a las ciudades en busca de trabajo. Dirán que, no obstante, algo está cambiando en la India. Y es verdad, pero esos cambios son lentos, demasiado lentos.

Entre Agra y Jaipur, cerca de Bharathur, Balú, el chófer que me llevaba, me preguntó si quería visitar una escuela. Entusiasmada, le dije que sí. No me referiré a cómo es esa escuela, donde niñas y niños se sentaban sobre el suelo de barro, pero si contaré que me sorprendió la actitud decidida de las niñas. Les pregunté qué soñaban para el futuro y me sorprendieron con que querían estudiar Ingeniería, Matemáticas, Economía, Física, Medicina... Ninguna parecía dispuesta a resignarse con su destino. Su maestra me explicó que las pequeñas se esfuerzan el doble, porque saben que tienen que vencer dos desventajas: la pobreza y ser mujeres. Una de las niñas me dijo que ella algún día ganaría 400 dólares, que es lo que ganaba uno de sus primos, ingeniero informático en Bombay. En la India y me confirmó que allí los buenos profesionales, los que han estudiado y triunfan, ganan ente 400 y 600 dólares, ni uno más. Echen cuentas.

En Agra, después de visitar el Taj Mahal y el Fuerte Rojo, que son como un oasis en medio de la suciedad y la pobreza, me dirigí al "asrham" de la madre Teresa de Calcuta. Les haré una confesión: a mí no me caía demasiado bien la monja albanesa. No entendía su ir y venir por el mundo, me parecía que le gustaba llamar la atención. No solo me he arrepentido de mis críticas sino de no haber sido capaz de ver que, tras sus viajes y llamadas de atención, había un único interés: intentar paliar la desgracia de los más pobres entre los pobres, de los más enfermos entre los enfermos, de los más miserables entre los miserables: niños enfermos y abandonados que reciben los cuidados indispensables para sobrevivir con una sonrisa, con gestos de cariño. Enfermos mentales, sobre todo ancianos abandonados a su suerte en las calles, algunos también mutilados. Chicas con síndrome de Down y otras discapacidades. Las monjas de la madre Teresa devuelven a todos los que recogen la dignidad de la que han sido despojados, procurando su bienestar físico y dándoles ese afecto que necesitamos todos los seres humanos. Ellas y otras ONG, como la de Vicente Ferrer o la fundación que da microcréditos a mujeres o tantas otras, son una gota de bálsamo en medio de la miseria de tantos millones de seres humanos. Un solo euro hace allí milagros, de manera que, si a pesar de la crisis, alguien puede enviarles unos euros, tengan por seguro que servirán para aliviar una miseria que no pueden imaginar que exista. Yo, que ya he dado unas cuantas vueltas por el mundo, les aseguró que la miseria que he visto en la India es estremecedora.

La educación, clave

Sí, realmente se sufre un "shock" porque, cuando sales de visitar un monumento fastuoso y vuelves a pisar la calle, la realidad te golpea con fuerza. Uno puede hacer abstracción de la miseria mientras pasea por los jardines del Taj Mahal o visita la ciudad fantasma de Fatehpur Sikri. O conmoverse paseando por Jaipur, la ciudad rosa; afrontar con buen humor un paseo en elefante para llegar a Fuerte Amber; disfrutar de un paseo por el lago de Udaipur y admirar los templos jainistas de Ranakpur. Pero, al menos yo, no logré acostumbrarme a la miseria absoluta con la que iba tropezando en la calle.

Una tarde, el guía me dijo que pertenecía a la casta de los intocables y se quejó de que los occidentales crean que los hindúes están contentos con la pobreza en la viven. "¿Usted sería feliz si tuviera que vivir como viven tantos de mis compatriotas? ¿Si tuviera que matar a su hija por no poder alimentarla? ¿Si no pudiera ir a un hospital por falta de dinero? ¿Si supiera que, cuando su marido muera, tendrá que irse a la calle?". Coincidí con él en que la idílica visión que muchos occidentales tiene de la India resulta ofensiva. "El problema es la resignación debida a la falta de educación", me dijo el guía. Y yo solo pude darle la razón.

En la inmensidad de la India, apenas unos miles lo poseen todo, frente a los millones que carecen de lo más elemental. Aún así, la India es un país emergente; por ella pasa el futuro, según dicen los "gurús" de la economía. Será así, pero allí un buen salario no llega a los 500 euros. Espero que su futuro pase porque las mujeres no solo tengan reconocidos sus derechos sobre el papel, como sucede ahora, aunque la realidad se empeñe en desmentirlo. Ningún país tendrá futuro si no cuenta con las mujeres. India empieza a tener una clase emergente de mujeres que, con mucho esfuerzo y tenacidad, se abre paso en la sociedad. Que así sea.

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