La intérprete estrena 'Las chicas de la sexta planta', una película que le valió su primer César como mejor actriz secundaria .
Carmen Maura Actriz.
Carmen Maura (Madrid, 1945) llega a la cita quince minutos antes de la hora marcada. «En lo profesional, soy extremadamente puntual, casi obsesiva. En los rodajes soy la primera que llego», admite, bajando la voz. La gran actriz española está estos días promocionando 'Las chicas de la sexta planta', la película francesa que le valió en febrero pasado un premio César por su papel de trabajadora doméstica española en la Francia de los sesenta, cuando la emigración a Alemania y Francia era el pan de cada día. Maura comparte reparto con Natalia Verbeke y Lola Dueñas.
-Ha recibido su primer César gracias a una película en la que usted tiene un papel muy secundario, ¿cómo se toma este premio?
-Creo que el César me lo dieron realmente por el conjunto de mi carrera. Realmente este papel no es de los más brillantes que he hecho en Francia. Ya había estado nominada una vez, y además se me respeta bastante y me tienen cariño Así que me lo tomo como un premio al esfuerzo que he hecho para introducirme en Francia, cosa que no ha sido nada fácil, de hecho ha sido mucho más difícil que todos los papeles que he hecho juntos. Pero sí, me hizo mucha ilusión.
-¿Le afecta la crisis a Carmen Maura?
-Sí, la crisis me afecta en lo personal. Ya casi no escucho la radio, casi no leo los periódicos, me salto las páginas de economía para mi tranquilidad. Porque primero empiezo a no entender nada y luego me indigno de la cantidad de pufos que están surgiendo todos los días. Me angustia ver hasta qué punto la política corrompe, y cómo da igual de qué partido hablemos. Es escandaloso cómo se ha robado tanto. Por otro lado, el cine español está viviendo una crisis tremenda, que afecta a muchísimos compañeros y eso es angustioso. Por suerte, a mi no me pilla porque me llaman de sitios muy diferentes.
-Con 20 años de carrera en Francia, ¿cómo se encuentra entre las dos cinematografías, la española y la francesa?
-Date cuenta que también estoy trabajando mucho en América Latina. Hice una película en Colombia, 'Sofía y el terco', que tiene todavía que estrenarse; voy a trabajar en Italia el año que viene, en Alemania en octubre. Equipos buenos y malos hay en todas partes, pero el mundillo del cine se parece. Yo me siento bien en cualquier sitio en el que trabaje, pero me encanta estar en España y trabajar aquí. Ahora que estoy haciendo televisión, me estoy poniendo las botas interpretando en español, y me lo paso muy bien. Lo que sí he de decir es que en Francia se trata mucho mejor a los actores.
-¿Cómo se siente después de una carrera tan extensa y tan rica?
-En mi vida como actriz siempre ha sido todo una sorpresa, y lo sigue siendo hoy. Es genial. Cuando empecé a hacer esto no me imaginaba que iba a ser actriz de cine porque no tenía el físico ni nada, creí que iba a dedicarme al teatro y punto. La verdad es que lo llevo bien: no se me ha subido a la cabeza porque interpretar no me cuesta trabajo, es muy fácil para mí, desde que era pequeña. Por eso también cuando me dan un premio, como el César, yo me lo tomo más por el plano personal, como si fuera un premio a cómo me tomo la vida, a todo por lo que he tenido que pasar, a esta vida casi de telenovela que he tenido, a mi campo aquí en Madrid, donde tengo mis árboles y mis animales.
-¿Qué es para Carmen Maura una película?
-Un lugar donde me divierto mucho. Sobre todo ahora que estoy completamente relajada, porque no quiero conseguir nada con ninguna película ni ningún papel. No tengo ninguna ambición por llegar a ningún sitio. Ya he llegado mucho más lejos de lo que pensaba. Lo que quiero es pasármelo bien. Por eso hago tantas primeras películas. La última que hice en Colombia me fui con los ojos cerrados, solo había leído el guion y no conocía a nadie del equipo, el director era novel. ¡Y me lo pasé pipa! A estas alturas, lo único que me importa es pasármelo bien. Es fundamental en mi carrera.
-¿Con qué directores le tienta trabajar?
-Me interesa cualquiera, no tengo ningún interés en trabajar con uno y con otro no, porque lo primero es que el director quiera trabajar conmigo. Hay directores que me gustan más y otros que me gustan menos pero luego tampoco tengo obsesiones porque todos hacen mamarrachadas, hasta los buenos. Pero sí tengo en mi corazoncito una debilidad con Álex de la Iglesia porque con él me divierto muchísimo. Él me saca herida, ahogada, me maltrata en pantalla pero me río muchísimo. Es como un niño con un tren eléctrico. Teníamos muchas ganas de volver a trabajar juntos y esta película que vamos a hacer en septiembre, 'Las brujas de Zugarramurdi', tiene muy buena pinta. Tengo un papel maravilloso.
-Cuente algo sobre ese personaje.
-La película trata de unos atracadores que caen en las manos de unas brujas. Las brujas somos Terele Pávez, que es la madre, yo y Carolina Bang, que es mi hija. Somos unas brujas un poco malas. Mi papel es muy gracioso porque no parece que soy mala, voy de señora normal pero en realidad soy la jefa de las brujas, y doy mis discursos de bruja y levito, y camino por el techo. Va a ser tremendo. Mi papel es difícil porque hablo mucho, y encima me ha dicho Álex que tendré que hablar en euskera. Todo precioso, pero agotador.
-¿Se ve volviendo a trabajar con Pedro Almodóvar?
-Verme no me veo y tampoco me hace demasiada ilusión. Ya he hecho muchas películas con él y ya está bien. La última vez estuvo bien, pero vamos ya fue suficiente. Y luego que todas quieren trabajar con él, y la verdad que desear algo que quiere todo el mundo nunca me ha hecho demasiado gracia.
TÍTULO: PSISCOSIS EN EL ANIVERSARIO DE TIAMANMEN.
Nuevas prohibiciones amordazan internet, mientras miles de personas recuerdan en Hong Kong a las víctimas de la masacre.
El Gobierno chino dispara la censura en las redes sociales para evitar alusiones a la matanza.
Ella: «Cariño, te echo mucho de menos, ¿por qué no vienes esta noche a mi casa?». Él: «Oh, ¿tu marido está en viaje de negocios?». Ella: «No, está haciendo horas extra eliminando 'posts' de las redes sociales, y mañana también estará muy ocupado». El chiste encandiló anteayer a los usuarios de Weibo, el Twitter chino, pero no les ha hecho ninguna gracia a quienes censuran el servicio más popular de microblogs. Así que ayer se apresuraron a borrarlo. Quizá sea porque la broma ha dado en la diana, y porque no era día para el sarcasmo: se conmemoraba el 23 aniversario de la matanza de Tiananmen.
Como cada 4 de junio, navegar por la Red china se convirtió en una sádica tortura. La velocidad cayó en picado y los 'vpn' -servicios que sirven para saltarse la 'gran muralla cibernética'- funcionaron con problemas. El Gobierno había dejado muy claro que no tenía que trascender ninguna información sobre lo que sucedió en 1989. Y, consciente de lo imaginativos que son los internautas del gigante asiático, además de vetar todas las sumas derivadas del 'liusi' -literalmente 'seis-cuatro', cuatro de junio- Weibo introdujo curiosas prohibiciones.
Se llegó a suprimir el 'emoticono' -pequeño dibujo utilizado para expresar emociones- de la vela, usado frecuentemente para mostrar dolor por los muertos. Cuando los internautas se percataron de la censura, sobre todo en Hong Kong, comenzaron a sustituirlo por el que promueve los Juegos Olímpicos de Londres, que también tuvo que ser eliminado de la lista con la que los usuarios pueden llenar de dibujos sus mensajes de 140 ideogramas. Incluso la búsqueda del término 'vela' daba como resultado un mensaje de error.
En un alarde de surrealismo, Weibo llegó incluso a censurar el término 'Bolsa de Shanghái', y todo porque el índice del mercado de valores de la capital económica del país se había dejado 64,89 puntos: 4 del 6 del 89. ¿Demasiada coincidencia? Quizá. Por eso, algunas páginas decidieron cambiar la cifra a un inofensivo 63,85. E inofensivas fueron también las manifestaciones de repudio por la matanza de la plaza más tristemente famosa de Pekín. Porque en la China continental, donde la mayoría de la población desconoce lo sucedido en Tiananmen, ni siquiera las hubo. Y en Hong Kong, donde todavía disfrutan de libertades heredadas de la era colonial británica, los manifestantes se limitaron, como cada año, a encender velas en el parque Victoria.
Pero el juego del gato y el ratón que protagonizan cada vez más a menudo censores e internautas demuestran dos cosas: que los últimos cada vez tienen más interés por hacer oír su voz, y que los primeros ya no pueden cerrar la Red a su gusto. De hecho, ayer algunos especialistas en Internet temían la posibilidad de que Weibo, que cuenta con 300 millones de usuarios -más que Twitter-, decidiese realizar 'labores de mantenimiento' para evitar la andanada de mensajes sobre la matanza. Pero en un país cada vez más interconectado, el remedio habría sido peor que la enfermedad.
Además, ya no es necesario llegar a ese extremo. Porque, desde la semana pasada, Internet en China ya cuenta con unas reglas muy precisas de uso. Fue el pasado día 28 cuando Weibo anunció el nuevo 'carné por puntos' que regirá la red social. Muy sencillo. Cada usuario contará con 80 puntos, y se le irán restando según infrinja las ocho normas básicas del servicio. Si el usuario pierde todos los puntos, su cuenta será cerrada. Afortunadamente, los infractores recibirán una alerta cuando bajen de 60 puntos, y, si se portan bien durante dos meses, volverán a recuperar los 80. Quienes participen en 'actividades de promoción' serán premiados y podrán alcanzar los 100 puntos.
Leyes del ciberespacio
El sistema parecería bastante lógico si no fuese porque las ocho leyes del ciberespacio se pueden interpretar de forma muy subjetiva. Las dos primeras regulan la veracidad del contenido vertido por los internautas: «No difundirás rumores y no publicarás información falsa». Al redactarlas, los censores han debido de tener muy presente a Bo Xilai, el ex secretario del Partido Comunista expulsado en Chongqing y protagonista de la mayor intriga política del país desde Tiananmen. No en vano, han estado circulando rumores sobre posibles relaciones sexuales de pago entre Bo y la actriz Zhang Ziyi -'Tigre y dragón'- en lo que supone el último episodio de una larga serie de informaciones que no se pueden contrastar por la propia opacidad del régimen.
Y como Pekín tiene el monopolio de la mentira, en la normativa deja muy claro también que los internautas no podrán «oponerse a los principios básicos de la Constitución china», «revelar secretos de Estado», o «amenazar el honor de China». Sin duda, el último epígrafe deja gran margen de maniobra a unos censores que también velarán porque no se promuevan «sectas o supersticiones -entre las que bien podrían entrar las de la Biblia o el Corán-». Por si todo esto no fuese suficiente, queda prohibido «convocar protestas ilegales o convocar manifestaciones masivas». Así no se volverán a repetir las concentraciones estudiantiles de Tiananmen. Y como Weibo exige el uso del nombre real para abrir una cuenta, los infractores no tienen escapatoria.
Ella: «Cariño, te echo mucho de menos, ¿por qué no vienes esta noche a mi casa?». Él: «Oh, ¿tu marido está en viaje de negocios?». Ella: «No, está haciendo horas extra eliminando 'posts' de las redes sociales, y mañana también estará muy ocupado». El chiste encandiló anteayer a los usuarios de Weibo, el Twitter chino, pero no les ha hecho ninguna gracia a quienes censuran el servicio más popular de microblogs. Así que ayer se apresuraron a borrarlo. Quizá sea porque la broma ha dado en la diana, y porque no era día para el sarcasmo: se conmemoraba el 23 aniversario de la matanza de Tiananmen.
Como cada 4 de junio, navegar por la Red china se convirtió en una sádica tortura. La velocidad cayó en picado y los 'vpn' -servicios que sirven para saltarse la 'gran muralla cibernética'- funcionaron con problemas. El Gobierno había dejado muy claro que no tenía que trascender ninguna información sobre lo que sucedió en 1989. Y, consciente de lo imaginativos que son los internautas del gigante asiático, además de vetar todas las sumas derivadas del 'liusi' -literalmente 'seis-cuatro', cuatro de junio- Weibo introdujo curiosas prohibiciones.
Se llegó a suprimir el 'emoticono' -pequeño dibujo utilizado para expresar emociones- de la vela, usado frecuentemente para mostrar dolor por los muertos. Cuando los internautas se percataron de la censura, sobre todo en Hong Kong, comenzaron a sustituirlo por el que promueve los Juegos Olímpicos de Londres, que también tuvo que ser eliminado de la lista con la que los usuarios pueden llenar de dibujos sus mensajes de 140 ideogramas. Incluso la búsqueda del término 'vela' daba como resultado un mensaje de error.
En un alarde de surrealismo, Weibo llegó incluso a censurar el término 'Bolsa de Shanghái', y todo porque el índice del mercado de valores de la capital económica del país se había dejado 64,89 puntos: 4 del 6 del 89. ¿Demasiada coincidencia? Quizá. Por eso, algunas páginas decidieron cambiar la cifra a un inofensivo 63,85. E inofensivas fueron también las manifestaciones de repudio por la matanza de la plaza más tristemente famosa de Pekín. Porque en la China continental, donde la mayoría de la población desconoce lo sucedido en Tiananmen, ni siquiera las hubo. Y en Hong Kong, donde todavía disfrutan de libertades heredadas de la era colonial británica, los manifestantes se limitaron, como cada año, a encender velas en el parque Victoria.
Pero el juego del gato y el ratón que protagonizan cada vez más a menudo censores e internautas demuestran dos cosas: que los últimos cada vez tienen más interés por hacer oír su voz, y que los primeros ya no pueden cerrar la Red a su gusto. De hecho, ayer algunos especialistas en Internet temían la posibilidad de que Weibo, que cuenta con 300 millones de usuarios -más que Twitter-, decidiese realizar 'labores de mantenimiento' para evitar la andanada de mensajes sobre la matanza. Pero en un país cada vez más interconectado, el remedio habría sido peor que la enfermedad.
Además, ya no es necesario llegar a ese extremo. Porque, desde la semana pasada, Internet en China ya cuenta con unas reglas muy precisas de uso. Fue el pasado día 28 cuando Weibo anunció el nuevo 'carné por puntos' que regirá la red social. Muy sencillo. Cada usuario contará con 80 puntos, y se le irán restando según infrinja las ocho normas básicas del servicio. Si el usuario pierde todos los puntos, su cuenta será cerrada. Afortunadamente, los infractores recibirán una alerta cuando bajen de 60 puntos, y, si se portan bien durante dos meses, volverán a recuperar los 80. Quienes participen en 'actividades de promoción' serán premiados y podrán alcanzar los 100 puntos.
Leyes del ciberespacio
El sistema parecería bastante lógico si no fuese porque las ocho leyes del ciberespacio se pueden interpretar de forma muy subjetiva. Las dos primeras regulan la veracidad del contenido vertido por los internautas: «No difundirás rumores y no publicarás información falsa». Al redactarlas, los censores han debido de tener muy presente a Bo Xilai, el ex secretario del Partido Comunista expulsado en Chongqing y protagonista de la mayor intriga política del país desde Tiananmen. No en vano, han estado circulando rumores sobre posibles relaciones sexuales de pago entre Bo y la actriz Zhang Ziyi -'Tigre y dragón'- en lo que supone el último episodio de una larga serie de informaciones que no se pueden contrastar por la propia opacidad del régimen.
Y como Pekín tiene el monopolio de la mentira, en la normativa deja muy claro también que los internautas no podrán «oponerse a los principios básicos de la Constitución china», «revelar secretos de Estado», o «amenazar el honor de China». Sin duda, el último epígrafe deja gran margen de maniobra a unos censores que también velarán porque no se promuevan «sectas o supersticiones -entre las que bien podrían entrar las de la Biblia o el Corán-». Por si todo esto no fuese suficiente, queda prohibido «convocar protestas ilegales o convocar manifestaciones masivas». Así no se volverán a repetir las concentraciones estudiantiles de Tiananmen. Y como Weibo exige el uso del nombre real para abrir una cuenta, los infractores no tienen escapatoria. Miles de velas encendidas en Hong Kong. Foto:
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