La modelo estadounidense Johanna Selhorst Maran, conocida como Josie
Maran, ha trabajado en varias películas y ha posado para revistas como
Cosmopolitan, Vogue, Elle y Sports Illustrated, para el especial trajes
de baño. Le gusta la natación y los deportes acuáticos.
TÍTULO,. MARIA MOLINER SOBRAN LAS PALABRAS,.
Reunir los miles de términos que componen un
diccionario y elaborar sus definiciones suele exigir el esfuerzo
conjunto de lingüistas, filólogos e historiadores. María Moliner
(1900-1981), una voluntariosa y obstinada bibliotecaria, construyó el
suyo en solitario, ficha a ficha, con tozudez maña y discreción,
logrando uno de los hitos más singulares de la cultura contemporánea
española. Iban a ser «dos añitos» y acabó llevándole tres lustros. Pero
su legado está ahí: dos volúmenes vivos y originales, repletos de
ingeniosas definiciones, con un carácter propio que alejó a su
«Diccionario de uso del español», como lo llamó, del ya existente de la
Real Academia Española. Curiosamente, la figura de esta sorprendente
mujer no había despertado la atención de los escenarios hasta ahora.
Como si renaciera de nuevo, una obra de teatro y una ópera han decidido
poner en el lugar que le corresponde a María Moliner. La primera,
titulada «El diccionario», acaba de estrenarse en el Teatro de La Abadía
de Madrid –donde puede verse hasta el 23 de diciembre–, dirigida por
José Carlos Plaza y con Vicky Peña en la piel de la zaragozana. En
cuanto a la ópera, se trata de un proyecto en marcha pensado para
estrenarse en el Teatro de la Zarzuela en la temporada 2014-15.
Cuenta Plaza que «El diccionario» parte de «un texto teatral muy bueno» de Manuel Calzada Pérez, «un enamorado del lenguaje que se interesó por el personaje». El montaje, explica el director, «está salpicado con recuerdos, de su matrimonio, de la Guerra Civil... Ella fue una mujer republicana, muy castigada por el franquismo, y todo aparece en la obra». Una pieza que construye y nos presenta la evolución vital de la diccionarista «a través de un mundo de recuerdos en el que las cosas van apareciendo. Es un montaje muy teatral, muy dinámico y complicado, con muchos efectos de luz y sonido». Y asegura Plaza que «he usado mucho el María Moliner desde hace años. Soy un hombre de diccionarios, me gusta el lenguaje, es algo fundamental, aunque se está perdiendo: hemos construido una sociedad bastante vaga para comunicarse. Moliner para mí siempre significó una cúspide de la cultura».
La lexicógrafa firmó un contrato con la editorial Gredos en 1955 y publicó el primer tomo de su diccionario en 1966. Su redacción le supuso casi quince años empeñados en una tarea que se habría dicho imposible. Lo hizo ella sola, en su casa, ficha a ficha, anotando en cada tarjeta de forma ordenada y meticulosa. Y no fue un periodo fácil: tras la Guerra Civil, aquella hija de un médico de Paniza que había hecho carrera en Valencia fue «depurada» por sus simpatías republicanas: «Había alcanzado puestos bastantes destacados, ya en la República y después, cuando el Gobierno republicano se traslada a Valencia. Puestos de confianza pero nunca políticos, sino técnicos», explica Inmaculada de la Fuente, periodista y escritora que publicó la biografía «El exilio interior. La vida de María Moliner» (Turner, 2010). Directora de las bibliotecas universitarias, Moliner «tenía una gran capacidad de trabajo, era honesta y generaba confianza». Aun así, al acabar la guerra «se le cerraron las puertas en Valencia como bibliotecaria. Fue degradada dieciocho puestos de golpe en el escalafón». Por razones familiares, «y para cerrar el capítulo de Valencia», se instaló en Madrid en 1946. «Le dan un puesto tranquilo que en el fondo es una especie de balneario, de pudridero, en la biblioteca en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid», explica su biógrafa. Paradójicamente, aquello le permitió centrarse en su gran vocación.
El tópico del ama de casa
Lo hizo «con muchísimo esfuerzo y capacidad de trabajo, con una inteligencia lógica que le permitía abordar ese tipo de empresas intelectuales y con gran fuerza de voluntad y seguridad en sí misma». Y aclara que «no me gusta que se diga que era una ama de casa: en aquella época, por supuesto, todas las mujeres lo eran, pero ella era una profesional que estaba trabajando en la biblioteca de ingenieros». Aunque es cierto que todo lo hizo «con escasez de medios y de manera casera». Su primera intención fue «hacer un diccionario útil para los estudiantes extranjeros de nuestra lengua, pero se fue enzarzando, con los sinónimos y las familias, se metió en terrenos gramaticales... Al final fue una obra titánica, monumental».
Un episodio sonado en su trayectoria fue su cuasi-ingreso en la RAE en 1972: «El diccionario de Moliner tenía tal magnitud y entidad que lo lógico habría sido que se la invitara a participar en la docta casa. Pero Moliner era historiadora por formación, pero bibliotecaria por oposición. Y depurada. Era una mujer culta que se había metido en el campo filológico por su cuenta y riesgo, pero que no había estudiado filología. No estaba previsto que una señora con esas características pudiera hacer un diccionario. Por otra parte, era una mujer. Fue un choque tan fuerte que no tuvieron capacidad de adaptación a los tiempos y a la sorpresa que ella suponía». Invitada por Pedro Laín Entralgo, Rafael Lapesa y Dámaso Alonso, había sin embargo otras candidaturas: «Al final se encontró una especie de mirlo blanco que catalizó el interés mayoritario de los académicos: Emilio Alarcos Llorach. Fue un disparate: aunque éste tuviera méritos, era un poco más joven y nadie como ella se lo merecía». Aquella sociedad, prosigue, «aún no democrática y misógina, se quitó a María Moliner, sin ser consciente de que aquello iba contra la historia... y contra la Academia». Mito de «un feminismo ilustrado», ella, sin embargo, «no se hubiera definido como feminista».
Aunque en 2010 se cumplió el centenario de su nacimiento, es ahora cuando están llegando los homenajes en los escenarios. En 2014-2015 se estrenará la ópera «El jardín de las palabras». Paco Azorín, su director y escenógrafo, asegura que «nos sorprendió mucho que sea un personaje tan olvidado» pese a sus méritos vitales: «Quiso sembrar de bibliotecas toda España». La ópera, adelanta, contará con un coro masculino «para simbolizar el miedo de una sociedad machista».Y asegura de la música que, «sin ser dodecafónica ni ruidista, será una ópera contemporánea, escrita para la gente de hoy». El proyecto se complementará con una exposición y un documental de 50 minutos.
El detalle
ÓPERA DOCUMENTAL
El otro gran proyecto sobre la figura de María Moliner será una ópera documental, «El jardín de las palabras», una producción para el Teatro de la Zarzuela ya en marcha y prevista para la temporada 2014-15. Cuenta con una primera versión ya escrita del libreto, que firman la dramaturga Lucía Vilanova («Münchhausen») y Paco Azorín, quien dirigirá la puesta en escena del montaje además de crear su escenografía («El veneno el teatro», recién estrenada, lleva también su sello). El compositor, Antoni Parera Fons, ya tiene una versión reducida para canto y piano de la partirura y hay incluso un nombre para ponerle voz a la lexicógrafa: la soprano María José Montiel.
TÍTULO,. MARIA MOLINER SOBRAN LAS PALABRAS,.
María Moliner, sobran las palabras
La obra «El diccionario» recupera en La Abadía la
figura de la gran lexicógrafa mientras se prepara una ópera sobre su
vida para el Teatro de la Zarzuela
Cuenta Plaza que «El diccionario» parte de «un texto teatral muy bueno» de Manuel Calzada Pérez, «un enamorado del lenguaje que se interesó por el personaje». El montaje, explica el director, «está salpicado con recuerdos, de su matrimonio, de la Guerra Civil... Ella fue una mujer republicana, muy castigada por el franquismo, y todo aparece en la obra». Una pieza que construye y nos presenta la evolución vital de la diccionarista «a través de un mundo de recuerdos en el que las cosas van apareciendo. Es un montaje muy teatral, muy dinámico y complicado, con muchos efectos de luz y sonido». Y asegura Plaza que «he usado mucho el María Moliner desde hace años. Soy un hombre de diccionarios, me gusta el lenguaje, es algo fundamental, aunque se está perdiendo: hemos construido una sociedad bastante vaga para comunicarse. Moliner para mí siempre significó una cúspide de la cultura».
La lexicógrafa firmó un contrato con la editorial Gredos en 1955 y publicó el primer tomo de su diccionario en 1966. Su redacción le supuso casi quince años empeñados en una tarea que se habría dicho imposible. Lo hizo ella sola, en su casa, ficha a ficha, anotando en cada tarjeta de forma ordenada y meticulosa. Y no fue un periodo fácil: tras la Guerra Civil, aquella hija de un médico de Paniza que había hecho carrera en Valencia fue «depurada» por sus simpatías republicanas: «Había alcanzado puestos bastantes destacados, ya en la República y después, cuando el Gobierno republicano se traslada a Valencia. Puestos de confianza pero nunca políticos, sino técnicos», explica Inmaculada de la Fuente, periodista y escritora que publicó la biografía «El exilio interior. La vida de María Moliner» (Turner, 2010). Directora de las bibliotecas universitarias, Moliner «tenía una gran capacidad de trabajo, era honesta y generaba confianza». Aun así, al acabar la guerra «se le cerraron las puertas en Valencia como bibliotecaria. Fue degradada dieciocho puestos de golpe en el escalafón». Por razones familiares, «y para cerrar el capítulo de Valencia», se instaló en Madrid en 1946. «Le dan un puesto tranquilo que en el fondo es una especie de balneario, de pudridero, en la biblioteca en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid», explica su biógrafa. Paradójicamente, aquello le permitió centrarse en su gran vocación.
El tópico del ama de casa
Lo hizo «con muchísimo esfuerzo y capacidad de trabajo, con una inteligencia lógica que le permitía abordar ese tipo de empresas intelectuales y con gran fuerza de voluntad y seguridad en sí misma». Y aclara que «no me gusta que se diga que era una ama de casa: en aquella época, por supuesto, todas las mujeres lo eran, pero ella era una profesional que estaba trabajando en la biblioteca de ingenieros». Aunque es cierto que todo lo hizo «con escasez de medios y de manera casera». Su primera intención fue «hacer un diccionario útil para los estudiantes extranjeros de nuestra lengua, pero se fue enzarzando, con los sinónimos y las familias, se metió en terrenos gramaticales... Al final fue una obra titánica, monumental».
Un episodio sonado en su trayectoria fue su cuasi-ingreso en la RAE en 1972: «El diccionario de Moliner tenía tal magnitud y entidad que lo lógico habría sido que se la invitara a participar en la docta casa. Pero Moliner era historiadora por formación, pero bibliotecaria por oposición. Y depurada. Era una mujer culta que se había metido en el campo filológico por su cuenta y riesgo, pero que no había estudiado filología. No estaba previsto que una señora con esas características pudiera hacer un diccionario. Por otra parte, era una mujer. Fue un choque tan fuerte que no tuvieron capacidad de adaptación a los tiempos y a la sorpresa que ella suponía». Invitada por Pedro Laín Entralgo, Rafael Lapesa y Dámaso Alonso, había sin embargo otras candidaturas: «Al final se encontró una especie de mirlo blanco que catalizó el interés mayoritario de los académicos: Emilio Alarcos Llorach. Fue un disparate: aunque éste tuviera méritos, era un poco más joven y nadie como ella se lo merecía». Aquella sociedad, prosigue, «aún no democrática y misógina, se quitó a María Moliner, sin ser consciente de que aquello iba contra la historia... y contra la Academia». Mito de «un feminismo ilustrado», ella, sin embargo, «no se hubiera definido como feminista».
Aunque en 2010 se cumplió el centenario de su nacimiento, es ahora cuando están llegando los homenajes en los escenarios. En 2014-2015 se estrenará la ópera «El jardín de las palabras». Paco Azorín, su director y escenógrafo, asegura que «nos sorprendió mucho que sea un personaje tan olvidado» pese a sus méritos vitales: «Quiso sembrar de bibliotecas toda España». La ópera, adelanta, contará con un coro masculino «para simbolizar el miedo de una sociedad machista».Y asegura de la música que, «sin ser dodecafónica ni ruidista, será una ópera contemporánea, escrita para la gente de hoy». El proyecto se complementará con una exposición y un documental de 50 minutos.
El detalle
ÓPERA DOCUMENTAL
El otro gran proyecto sobre la figura de María Moliner será una ópera documental, «El jardín de las palabras», una producción para el Teatro de la Zarzuela ya en marcha y prevista para la temporada 2014-15. Cuenta con una primera versión ya escrita del libreto, que firman la dramaturga Lucía Vilanova («Münchhausen») y Paco Azorín, quien dirigirá la puesta en escena del montaje además de crear su escenografía («El veneno el teatro», recién estrenada, lleva también su sello). El compositor, Antoni Parera Fons, ya tiene una versión reducida para canto y piano de la partirura y hay incluso un nombre para ponerle voz a la lexicógrafa: la soprano María José Montiel.
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