Conde de San Martín de Hoyos. Es el título que ostenta Luis Medina. Pero no lo busquen en su tarjeta de visita porque no lo encontrarán.
Luis Medina-foto. afirma que su madre, Naty Abascal, es una abuela abnegada, «aunque cueste imaginarla»,.
Conde de San Martín de Hoyos. Es el título que ostenta Luis Medina.
Pero no lo busquen en su tarjeta de visita porque no lo encontrarán.
«Nunca lo utilizo. Y eso que me siento orgullosísimo de él y de la
historia de mi familia», advierte el hijo menor de Naty Abascal.
Ardiente (nunca mejor dicho) defensor de los habanos, que le han ayudado
a quitarse del cigarrillo, este altísimo aristócrata de 32 años acaba
de vivir un acontecimiento digno de encender un puro: el nacimiento por
partida doble de sus primeros sobrinos, los mellizos Rafael y Laura,
hijos de su hermano mayor, el actual duque de Feria, y de Laura Vecino.
«No sé si me van a llamar tío o tito Luis, porque todavía queda mucho
para que hablen, pero lo que sí tengo claro es que yo quiero ser un buen
tío».
«Son guapísimos», proclama, pero no les encuentra ningún
parecido. «Todo el mundo rompiéndose la cabeza para ver a quién han
salido y yo creo que es demasiado pronto para eso. El otro día me
estrené dándole un biberón al niño y he alucinado con la experiencia.
Estoy deseando repetir», asegura uno de los solteros de oro más
cotizados entre el pijerío de Madrid y de Sevilla. «¿Ganas de ser padre?
Sí, pero todavía tengo una serie de pasos que dar como por ejemplo
tener pareja estable». La tuvo durante unos años, Alejandra Rojas, hija
de la condesa de Montarco, pero aquello terminó y ya solo queda (que no
es poco) una «estupenda» relación y la crianza compartida de algunas
mascotas. «Teníamos dos perros y un gato, yo me quedé con la última en
llegar, una perrita llamada Tula. Cuando tengo que ausentarme de Madrid
la primera persona a la que llamo es Alejandra por si le viene bien
quedarse unos días con ella. Otras veces es ella la que me llama, porque
la echa de menos y quiere verla».
¿Y Tamara Falcó?
Luis acaba de mudarse a un piso en el centro de Madrid y
ahora mismo («todavía no sé donde voy a poner el sofá ni la tele»), no
está para organizar fiestas. Sin embargo, tiene fama de buen anfitrión.
Por herencia materna, según él. En su casa nunca falta un 'cigar corner'
que viene a ser «como un mueble bar, pero para los habanos», ni un buen
vino con el que acompañar la cena. El último plato con el que dice
haber sorprendido fue un carpaccio de boletus que copió de un
restaurante. «Las setas las compré, porque si voy yo al campo a por
ellas lo mismo me pierdo, o a saber lo que traigo», bromea. Muy bien
equipado él, posee una mandolina con la que convirtió los boletus en
finas láminas a las que añadió lascas de queso parmesano, aceite de
oliva y sal. «A mí me gusta dar bien de comer -puntualiza el hijo de
Naty- no sacar una pizza del congelador y calentarla. Hay que currárselo
un poco».
Por esta y otras razones, más de uno ha pensado que este
es el hombre con el que debería soñar Tamara Falcó, si no estuviera tan
obnubilada con el catecismo. «Tamara es una niña encantadora. Pero ella y
yo nos llevamos bien y punto. No hay más. El resto es un invento de los
medios», zanja él. Y sobre la reciente vena espiritual de su amiga (que
en estas mismas páginas declaró que si la llama el Señor, acudirá)
prefiere no pronunciarse, aunque tampoco parece muy sorprendido: «Bueno,
¿por qué no? Eso es algo muy personal».
El hijo menor de Naty Abascal está en condiciones de
afirmar que su madre es una abuela abnegada. «Ahora mismo su vida es su
trabajo y sus nietos. Está completamente volcada en ellos, se desvive. Y
no nos ha sorprendido porque ha sido una gran madre. A nosotros nos
crió ella y no la típica nanny». Luis entiende no obstante que esa Naty
«vestida superestupenda en cenas y actos sociales» a muchos les cueste
imaginarla cambiando pañales o ejerciendo de canguro, «pero lo hace». Y
es que a Medina le encanta dinamitar tópicos... Licenciado en
Empresariales y dueño de un despacho de prensa que representa marcas de
moda y que «contra todo pronóstico» está sobreviviendo a la crisis
«gracias a los recortes que apliqué hace tres años», Luis admite que su
apellido y su alcurnia le han ayudado, pero asegura conocer a mucha
gente en paro y abrocharse el cinturón todo lo que puede. «No voy a
decir que en nuestra casa haya armarios pequeños, porque vivimos de la
ropa, pero yo ahora mismo solo me compro una camisa si la necesito,
conduzco un coche normal y no colecciono relojes, tengo solo uno. A mí
no me han educado en la abundancia, porque en mi casa nunca la hubo».
TÍTULO: La sombra de Iñaki:
Iñaki Urdangarin pidió a Telefónica, cuando aún era
consejero y delegado de la multinacional española en Washington, que
pusiera a su disposición y corriera con los gastos de un relevante
gabinete de imagen y relaciones públicas que le ayudara durante el
proceso judicial desencadenado por el 'caso Nóos'. La minuta de la
consultora de comunicación por seis meses de trabajo ascendía a medio
millón de euros. El presidente de la compañía, César Alierta, se negó en
redondo a hacer frente a semejante factura.
El duque de Palma se había reunido con Alierta y con un
reducido grupo de directivos de Telefónica a quienes trasladó que se
sentía «desamparado» por la Casa del Rey, que no iba a apoyarle ante la
tormenta que se dibujaba en el horizonte, según ha publicado 'El
Confidencial'. Urdangarin, consciente de lo que le esperaba a la vuelta
de la esquina, realizó esas gestiones semanas antes de que el juez José
Castro le imputase por corrupción, hace ahora un año.
La respuesta de Alierta fue ponerle en contacto con
alguien de la casa, un hombre de confianza de Telefónica que se
convirtiera en su asesor de guardia, en su sombra ante la comparecencia
judicial. Su nombre, José María Urquijo, un muy discreto periodista
nacido en Bilbao y responsable de la agencia Hermes Comunicación,
especializada en prensa, marketing y relaciones públicas. Entre sus
clientes, además de la propia Telefónica, se encuentran Campsa, la
Asociación Española de Banca (AEB) o Ferrovial, entre otras empresas y
sociedades.
Se trataba de darle la vuelta a la situación de acoso.
Como a un calcetín. La puesta en escena de la comparecencia de Iñaki
Urdangarin ante el magistrado en los juzgados de Palma respondió a una
coreografía aprobada, estudiada, medida y memorizada al detalle por el
protagonista. Nada de salir corriendo ante las preguntas o las cámaras.
Totalmente desaconsejado llegar en la parte trasera de una berlina con
cristales tintados o por la puerta de atrás, como si quisiera
esconderse, como hacen los culpables. Se trataba de dar la cara, de
mostrar aplomo, confianza y determinación.
A pie, sin traje, pero con chaqueta azul, corbata a
rayas, camisa blanca y pantalón gris. Deliberadamente tranquilo, hasta
situarse frente a los periodistas, ante quienes reprodujo, con
seguridad, un texto que había memorizado horas antes. «Iñaki es muy
disciplinado, un hombre acostumbrado durante sus años como deportista de
élite a sufrir agresiones e insultos. Cuando toma una decisión no hay
vuelta atrás. Y, contra lo que pueda parecer ahora, es una persona muy
próxima», retrata al duque de Palma una persona de su entorno familiar
en Vitoria.
Otra cosa es lo que puede sentir ahora mismo. Esa frase
que tildaba sus negocios de comportamiento «no ejemplar», con que la
Casa del Rey desacreditó sus actos como gestor antes de una condena en
firme o las palabras de don Juan Carlos, en su discurso navideño de
2011, al reprobar de forma expresa «conductas irregulares que no se
ajustan a la legalidad» le han hecho mucho daño. No hay más que verle la
cara.
Doña Sofía, mediadora
Desde sus comparecencias ante la Justicia, la pareja ha
tratado de modificar el perfil que venía mostrando en sus apariciones
públicas. Ha desempolvado, por ejemplo, el veterano Golf verde, con más
de quince años a cuestas, donde los casi dos metros del duque de Palma
caben a duras penas. Planean vender la exclusiva villa del barrio de
Pedralbes donde vivían con sus cuatro hijos hasta mudarse a Washington.
Esa vivienda de 1.200 metros cuadrados, muy luminosa y con un inmenso
jardín, por la que pagaron entre escrituras y reformas más de ocho
millones de euros, se había convertido en un símbolo demasiado incómodo.
Se habla de que podrían mudarse a una vivienda en Sant Cugat del
Vallés, un barrio acomodado en las afueras de Barcelona. Los críos
vuelven a estudiar en el Liceo Francés
Es su nueva vida, otro modo de situarse ante el mundo. La
reina Sofía, preocupada por sus nietos y por la cohesión familiar, se
ha convertido en la gran mediadora de la pareja. Gracias a su
intervención, Iñaki Urdangarin acudió a visitar al Rey junto a la
infanta Cristina al Hospital Quirón, donde se recuperaba de la operación
de cadera. También por ella, los duques de Palma asistieron a la cena
de Nochebuena en La Zarzuela, donde no coincidieron con los Príncipes de
Asturias. El día de Navidad, sin embargo, compartieron mesa y mantel
con la Familia Real. Hubo tensión, pero mucha diplomacia. Dicen que en
las distancias cortas, Urdangarin es un genio. Aunque parece que, por
ahora, no le dejan... acercarse demasiado.
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