Su trabajo está en el Congreso de los Diputados pero su
afición, en el campo bravo. María Teresa Cobaleda (Salamanca, 1962) se
dedica a la política pero nunca deja de lado su pasión por la
tauromaquia. Pertenece a una familia de ganaderos y siempre ha estado en
contacto con el toro.
Es licenciada en Filosofía y Ciencias de la Educación.
Dedicó su tesis doctoral a la lidia y ha escrito varias publicaciones
entre las que destacan 'El simbolismo del toro: la lidia como cultura y
espejo de la humanidad' o 'La serenidad estética'. No ha dejado de lado
su investigación sobre estética, teoría del arte y tauromaquia. Como
filósofa, sus reflexiones sobre el toreo adquieren un importante matiz.
-Ha sido madrina de la segunda promoción del
curso de presidentes de la Uned e imparte conferencias por todo el país.
Cuestiones que dejan patente el interés por el mundo del toro.
-No cabe duda de que la fiesta de los toros es muy
importante en la cultura española. A pesar de la crisis hay una
necesidad de cultivarse en la tauromaquia desde un punto de vista
cultural.
-Es diputada y miembro de la Asociación Taurina Parlamentaria. ¿Deben los políticos implicarse en la defensa de la fiesta?
-Los miembros de la Asociación Taurina Parlamentaria
somos muy aficionados y consideramos que es importante defender la
fiesta. Es un símbolo de nuestra cultura y de nuestra manera de ser y
como tal tenemos que mantenerlo. A lo largo de toda la historia, la
tauromaquia ha tenido siempre altibajos, momentos de crisis, pero somos
conscientes de que ahora es necesario apoyarla por todos los medios que
estén a nuestro alcance. Estamos luchando por aquello que creemos y que
consideramos necesario que se mantenga como una tradición importante no
solo para dar sentido a nuestro pasado sino también a nuestro futuro y
porvenir como españoles.
-Para darle ese matiz cultural a la fiesta, ¿sería necesaria una nueva ley taurina que la blindase?
-Sería muy importante. De hecho se ha llevado a cabo una
Iniciativa Legislativa Popular que ha recabado más de 500.000 firmas
pidiendo una ley, un contexto legal que amparase a nivel nacional la
fiesta, para darle una defensa en todo el territorio español que
garantice los derechos de todas las personas a asistir a una corrida en
cualquier parte del territorio. Esta ILP surgió curiosamente desde
Cataluña, porque ese derecho había sido sustraído por una ley a nivel
autonómico.
-Investiga en materia taurina. ¿Cree que la falta
de información y formación hace que el respaldo de la tauromaquia no
sea mayoritario pese a ser tan importante en la historia y cultura del
país?
-Desde la Prehistoria hasta nuestros días el toro ha sido
símbolo de la cultura. Podríamos decir que España ha avanzado a lomos
de un toro y es algo que queda plasmado en nuestra arqueología,
etnología, las artes. Es un símbolo de la ética del ser humano. Sus dos
características principales son la bravura y la nobleza, cuestiones que
se pueden extrapolar al ser humano. Es un espejo en el que nosotros nos
podemos reflejar. Es un animal que representa el campo, lo natural y
originario y llega a la ciudad donde hemos perdido todo eso en una
civilización artificial. Estamos viviendo no solo una crisis económica,
sino también de valores. Nos estamos deshumanizando, subrayamos lo
material y olvidamos los valores espirituales. El animal es muy
importante porque nos está recordando lo que hemos perdido, nos hemos
deshumanizado perdiendo la nobleza y el valor. Como seres civilizados
hemos dado la espalda al campo y el toro nos está despertando a todo
esto que hemos dejado atrás y que debemos volver a recuperar.
-En ese sentido podríamos decir que la corrida de toros es una alegoría de la propia vida humana.
-Creo que hemos entrado en el centro de la cuestión. La
corrida de toros nos está demostrando que la tauromaquia es una escuela
del vivir. La presencia de la muerte es real. La filosofía hace
referencia a la muerte de una manera teórica. Sin embargo, los toros
presentan la muerte real pero no como un límite sino como una
superación. No es la muerte en sí misma, es la superación de la muerte y
este es el gran arte del vivir. Tenemos que fijarnos en la vida en
contacto con la muerte pero la muerte como un trance de superación
porque la inmortalidad solo se consigue tras el paso a la muerte. Uno es
inmortal cuando supera la muerte y es lo que nos dice la tauromaquia,
que hay que superar la muerte como lo hace el toro bravo, que muere en
el centro del ruedo. Cuando es bravo y se le da la vuelta al ruedo está
haciendo una alegoría de la superación de la muerte, del paso de las
sombras hacia la luz. Pasa de las sombras de la muerte hacia la luz de
la inmortalidad. Lo que ocurre es que, en esta civilización, nos hemos
olvidado de ese trance del vivir y parece que hemos corrido las cortinas
a la muerte que decía Federico García Lorca. Actualmente vivimos de
espaldas a la realidad y queremos sucedáneos, no vivimos con esa pasión
que hay que tener en la vida para superar las adversidades. Eso es lo
que viene a decirnos la gran escuela del vivir que nos muestra la
tauromaquia. La filosofía del toreo nos dice que hay que trascender la
vida, llegar más allá de las apariencias.
-¿Y por qué la gente no va más allá de las apariencias?
-Porque estamos viviendo en un mundo de lo políticamente
correcto, donde la sangre y el dolor no existen. En todas las culturas
el derramamiento de sangre simboliza el sacrificio pero vivimos en la
civilización de lo light, lo insípido, de lo desnaturalizado. Vivimos de
espaldas a lo que no nos gusta. Deberíamos coger al toro por los
cuernos y superar la realidad en sí misma, no ponerle un sucedáneo y
cerrar los ojos para mirar a otro lado. Si fuéramos a lo profundo de la
vida seríamos capaces de conocer también lo que en apariencia es
insuperable dentro de lo que es el ruedo donde se derrama sangre, pero
eso es parte del símbolo de la humanidad. No cabe duda de que en la
plaza de toros hay un sacrificio y se derrama la sangre de un toro que
en las antiguas culturas era símbolo de divinidad. Es necesario tener en
cuenta el contexto cultural y religioso en la tauromaquia. Sería muy
importante una formación y una contextualización de lo que es la fiesta,
que no surge hace 300 años con la institucionalización de las corridas
de toros, sino que tiene un contexto religioso, cultural y antropológico
donde el toro es símbolo de la humanidad y en él nos tenemos que ver
reflejados. Es un ejemplo de nosotros mismos y el toro bravo nos está
dando las pautas para superarnos en el difícil arte del vivir.
-¿Los aficionados son privilegiados por poder conocer todo eso?
-Por supuesto. La tauromaquia nos hace libres, mucho más
fuertes, más humanos. Yo siempre recuerdo unas palabras de 'El Viti', un
torero que para mí es un gran sabio fuera de los ruedos y como todos
los matadores de toros, un gran filósofo. 'El Viti' dice que «gracias al
toro he aprendido a ser un poco más humano en la vida. Gracias al toro
he sabido valorar mis ancestros y potenciar el origen de mi persona». El
toro nos está haciendo más humanos y gracias a él podemos aprender el
sentido de la vida que hoy se nos escapa, que se diluye entre tanta
frivolidad y superficialidad. Pasamos de la vida de puntillas pero el
toro nos está demostrando que hay mucha más profundidad dentro de la
vida y más eternidad y que tenemos que realizar ese trance para ser
nosotros mismos.
TÍTULO: FALLECE CHARLE DURNING, UN SECUNDARIO ESTELAR.
Su nombre quizá no diga mucho, pero si se ha
vivido en el planeta Tierra las últimas cuatro décadas resulta
inevitable haber visto una película ...
Su físico rotundo apareció en más de 200 películas y series de televisión
Su nombre quizá no diga mucho, pero si se ha vivido en
el planeta Tierra las últimas cuatro décadas resulta inevitable haber
visto una película con Charles Durning. El agente corrupto de 'El
golpe'; el policía que negocia con Al Pacino en 'Tarde de perros'; el
enamorado de Dustin Hoffman en 'Tootsie'; el gobernador de 'La casa más
divertida de Texas'; el magnate de 'El gran salto'... 'Los Angeles
Times' encabezaba ayer su necrológica en la edición digital con el
título de 'king of character actors', el rey de los actores secundarios
durante los 70 y 80, capaz de resultar tan creíble como coronel nazi y
en la casulla del papa Juan XXIII.
Durning falleció el pasado Día de Nochebuena en su casa
de Manhattan por causas naturales, según reveló su agente. Tenía 89 años
y todavía seguía en activo. «Si quieren que me vaya tendrán que
echarme», amenazaba en una entrevista en el 2008. Un vistazo a la web
IMDB.com -la 'biblia' de las filmografías- revela 207 producciones entre
largometrajes y series de televisión. Su último título, todavía en
rodaje, es un 'thriller' sobre asesinos en serie que no augura nada
memorable, 'Scavenger Killers'. Las enciclopedias recogen sus dos
candidaturas a un Oscar que nunca ganó: por cantar y bailar en 'La casa
más divertida de Texas' en 1982 y al año siguiente por su tronchante
jerarca alemán en el 'remake' de 'Ser o no ser' que firmó Mel Brooks.
Curiosamente son dos papeles cómicos, minoría en una carrera donde
Durning -a pesar de ser cinco veces Santa Claus- emanó autoridad cuando
no fiereza.
Adiós a Jack Klugman
Ayer el mundo del cine también despidió a Jack Klugman,
la estrella de televisión que interpretó a un descuidado periodista
deportivo en 'La extraña pareja' (The Odd Couple) y a un duro examinador
médico en 'Quincy, ME', falleció el lunes a los 90 años en Los Ángeles,
según confirmó ayer su familia. En concreto, el abogado de Klugman,
Larry Larson, afirmó que el actor murió tranquilamente en su casa
situada en el barrio Northridge, en Los Ángeles (suroeste de Estados
Unidos), acompañado por su esposa, Peggy.
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