Con tan solo 25 años, Matías De Stefano se ha
convertido en un icono de la nueva era. Aunque él rechaza las etiquetas,
se define a sí mismo como «bibliotecario de los archivos akáshicos» y,
tras dos años explicando su visión del origen de la humanidad y los
cambios de la Tierra, en febrero de 2012 decidió pasar a la acción y
comenzar Harwitum: un recorrido por los cinco continentes para reactivar
las líneas telúricas de la Tierra y anclar en las vibraciones de la
nueva conciencia…
Se hizo popular en 2010, a través de vídeos en Internet en los que explicaba sus recuerdos de vidas pasadas y su enfoque del momento presente. Tras publicar dos libros y dirigir numerosos encuentros y cursos, lideró un acto multitudinario en Capilla del Monte (Argentina), exactamente el 11-11-11. Tras el mismo, sintió la necesidad de retomar un antiguo camino legendario denominado Harwitum, para «reactivar los nodos planetarios de la rejilla magnética de la Tierra». En su paso por España y tras un encuentro que reunió en Finisterre a más de un millar de personas, Matías recibió en exclusiva a AÑO/CERO. En una gratificante charla, nos compartió su visión de los tiempos actuales, con la naturalidad que le define y que le separa tanto del mito en el que muchos se empeñan en convertirle.
A. M.: Después de más de medio recorrido completado por cuatro continentes, ¿qué es lo que más os ha sorprendido?
M. E.: Nuestro quiebre fue China, porque íbamos con la imagen de lo que habíamos escuchado o leído en los libros, y nos encontramos con un planeta gris –la parte densa–, lejos de la imagen que teníamos de esa cultura milenaria. Para nosotros representa la cara opuesta del lugar donde nacimos, Argentina, que simboliza a la gran mujer. China es hoy la madre oscura del mundo… También nos sorprendió Israel, nos dimos cuenta de que las noticias son muy amarillistas, de que la realidad es muy diferente, de que la gente es muy consciente de muchas cosas; la política es el problema, creíamos que íbamos a encontrar un mundo en caos y nos encontramos un mundo que sigue y que va haciendo lo que puede por seguir… Otros lugares estaban energéticamente apagados. Por ejemplo, al llegar a Tíbet, encontramos que las montañas ya no tienen alma; fue duro. Pero también descubrimos cosas que no esperábamos, focos de energía impresionantes, que nos enseñaron que la humanidad, consciente de ello o no, los utilizó… Muchas veces, en las propias catedrales donde la gente entra a rezar por Jesús, ignoran que la catedral, en realidad, se construyó porque debajo estaba el templo de la diosa, que se erigió para anclar la conciencia femenina en ese lugar… Estas cosas a lo largo del mundo nos mostraron que la red existe, la red está, pero hay que hacerla consciente.
A. M.: Comenzasteis en España y ahora regresáis para hacer un encuentro previo al salto a América. Con tantos puntos energéticos emblemáticos en nuestro país, ¿por qué escogisteis Finisterre para realizar el encuentro?
M. E.: Porque hace miles y miles de años, éste fue el punto que muchos eligieron como el final de las tierras, para honrar al Sol. La península ibérica es cómo una gran cara, a mí me encanta la geografía porque siempre indica lo que hay que hacer, y Finisterre sería como el tercer ojo. Fue interesante lo del Prestige, como un intento de tapar ese tercer ojo, en el momento en el que se estaba produciendo una liberación de la visión hacia América. Su limpieza fue una forma de meditación para abrir el tercer ojo de la Gran Señora, madre de Latinoamérica, y nos hemos reunido aquí para seguir abriendo los ojos de está península, que tiene que empezar a ver más allá de lo que hizo en su historia…
Se hizo popular en 2010, a través de vídeos en Internet en los que explicaba sus recuerdos de vidas pasadas y su enfoque del momento presente. Tras publicar dos libros y dirigir numerosos encuentros y cursos, lideró un acto multitudinario en Capilla del Monte (Argentina), exactamente el 11-11-11. Tras el mismo, sintió la necesidad de retomar un antiguo camino legendario denominado Harwitum, para «reactivar los nodos planetarios de la rejilla magnética de la Tierra». En su paso por España y tras un encuentro que reunió en Finisterre a más de un millar de personas, Matías recibió en exclusiva a AÑO/CERO. En una gratificante charla, nos compartió su visión de los tiempos actuales, con la naturalidad que le define y que le separa tanto del mito en el que muchos se empeñan en convertirle.
A. M.: Después de más de medio recorrido completado por cuatro continentes, ¿qué es lo que más os ha sorprendido?
M. E.: Nuestro quiebre fue China, porque íbamos con la imagen de lo que habíamos escuchado o leído en los libros, y nos encontramos con un planeta gris –la parte densa–, lejos de la imagen que teníamos de esa cultura milenaria. Para nosotros representa la cara opuesta del lugar donde nacimos, Argentina, que simboliza a la gran mujer. China es hoy la madre oscura del mundo… También nos sorprendió Israel, nos dimos cuenta de que las noticias son muy amarillistas, de que la realidad es muy diferente, de que la gente es muy consciente de muchas cosas; la política es el problema, creíamos que íbamos a encontrar un mundo en caos y nos encontramos un mundo que sigue y que va haciendo lo que puede por seguir… Otros lugares estaban energéticamente apagados. Por ejemplo, al llegar a Tíbet, encontramos que las montañas ya no tienen alma; fue duro. Pero también descubrimos cosas que no esperábamos, focos de energía impresionantes, que nos enseñaron que la humanidad, consciente de ello o no, los utilizó… Muchas veces, en las propias catedrales donde la gente entra a rezar por Jesús, ignoran que la catedral, en realidad, se construyó porque debajo estaba el templo de la diosa, que se erigió para anclar la conciencia femenina en ese lugar… Estas cosas a lo largo del mundo nos mostraron que la red existe, la red está, pero hay que hacerla consciente.
A. M.: Comenzasteis en España y ahora regresáis para hacer un encuentro previo al salto a América. Con tantos puntos energéticos emblemáticos en nuestro país, ¿por qué escogisteis Finisterre para realizar el encuentro?
M. E.: Porque hace miles y miles de años, éste fue el punto que muchos eligieron como el final de las tierras, para honrar al Sol. La península ibérica es cómo una gran cara, a mí me encanta la geografía porque siempre indica lo que hay que hacer, y Finisterre sería como el tercer ojo. Fue interesante lo del Prestige, como un intento de tapar ese tercer ojo, en el momento en el que se estaba produciendo una liberación de la visión hacia América. Su limpieza fue una forma de meditación para abrir el tercer ojo de la Gran Señora, madre de Latinoamérica, y nos hemos reunido aquí para seguir abriendo los ojos de está península, que tiene que empezar a ver más allá de lo que hizo en su historia…
TÍTULO: LO QUE SE PERDIO POR EL CAMINO,.
Para acceder a Dan Auerbach la tarde del concierto de The Black Keys en Madrid
hay que atravesar una puerta con el cartel "No pasar". Después
recorrer los largos pasillos del Palacio de Deportes de la calle Goya
sometiéndose al escrutinio de varios miembros de su personal de
seguridad, parte del séquito de 25 personas que les acompaña en este
tour. Al final, en una sala grande y desolada, sentado en un sillón que
no se sabe muy bien que hace ahí, aparece el músico.
Auerbach, nacido en Akron, Ohio, hace 33 años no tiene el aspecto de una estrella del rock. Delgado, de pelo rubio, barba corta y mirada despistada, responde con brevedad a las preguntas. Parece extremadamente tranquilo, algo que sorprende teniendo en cuenta que en un rato tocará delante de 15.000 personas. A su lado en el escenario estará su compañero en el dúo, el batería Patrick Carney. Detrás, otros dos músicos que se mantienen en un discreto segundo plano. “¿Nervioso? no. Nunca he tenido miedo escénico. Al principio, alguna vez, pero de eso hace mucho tiempo. Lo paso peor con las entrevistas”.
Ni su discográfica, Warner, ni su promotora española, Doctor Music, las tenían todas consigo cuando se anunció el concierto en un recinto tan grande, el que se destina habitualmente a Rihanna o Coldplay. Al fin y al cabo The Black keys es un dúo de rock´n roll que, en España, no ha tenido acceso a las radiofórmulas. Su éxito se ha basado primordialmente en el boca oído, pero 15.000 bocas son muchas. Aun así agotaron todo el ticketaje. In extremis, es cierto, el sold out se anunció la noche anterior, pero lo hicieron y eso es lo importante.
Hay varias explicaciones para el fenómeno. En primer lugar en casi todos los rincones de España hay un garito en el que se pincha rock, y en la mayoría poseen algún disco de The Black Keys. Son desde hace tiempo uno de los grupos favoritos de la parroquia rockera española. Básicamente porque su combinación del rock blanco de garage y soul les coloca en la misma división que, pongamos The Hives, pero de una forma más limpia. Es una de esas bandas que los rockeros pueden compartir con sus amigos que no lo son. No es nada nuevo integrar el blues y el soul en el rock, pero no es fácil que el resultado sean melodías impecables y estribillos tarareables.
Además es el único directo de la gira del álbum El camino
que pasaba por España y lleva anunciado seis meses, desde abril, tiempo
más que suficiente para planificar el desplazamiento. Por eso el
pabellón esta lleno de aficionados que han venido de casi todas partes.
Y no hay que olvidar que la primera y última vez que visitaron España, en 2004, eran todavía unos debutantes. “Nos pagaron con una caja de cervezas. Cuando terminó el concierto nos la llevamos a la furgoneta, pero apareció el dueño del bar para decirnos que de eso nada, que la cerveza era nuestra, pero los botellines suyos. Tuvimos una bronca impresionante”, recuerda Auerbach. "Ahora es mucho mejor. En aquel momento viajábamos tres y era todo mucho más complicado. Conducíamos nosotros la furgoneta, descargábamos, montábamos, probábamos sonido, tocábamos, vendíamos merchadising, desmontábamos y al día siguiente volver a empezar".
-Entonces ¿por qué han puesto en la portada del disco una furgoneta similar a las que usaban entonces?
-Por nostalgia.
-¿Nostalgia de qué? ¿No dice que eran peores tiempos?
- Es una forma de recordar de donde venimos.
Da la impresión de que The Black Keys viven en una realidad que no les pertenece. Y que lo saben. Se han prestado al juego, es cierto, pero nunca parecen cómodos del todo. Hoy el star system estadounidense les trata como a uno de los suyos. Y ahí solo se accede de una forma: generando beneficios. Auerbach es candidato a seis premios Grammy, cinco de The Black Keys y uno a su nombre por la producción de Locked down, el último disco de Doctor John, mito de la música de Nueva Orleans que él dirigió y registró en su estudio de Nashville, donde reside. "Esa fue una grabación divertidísima. Reuní a los músicos y lo teníamos todo preparado para que cuando Mac llegara, solo tuviera que tocar el piano y cantar. Apenas tardamos cinco días en acabarlo".
El disco de Doctor John es casi más The Black Keys que su séptimo álbum, El Camino que entró directamente en el número uno de Estados Unidos y vendió 206.000 copias en su primera semana. Es mucho más crudo, más potente, tiene más aristas. Auerbach no oculta que su intención con El camino era grabar un disco comercial. “Pretendimos hacer un disco con canciones pegadizas y comerciales. Queríamos ser comerciales en el mismo sentido que Smokey Robinson era comercial con la Motown. Que John Fogerty lo era con Credence Clearwater Revival. Que Jagger y Richards lo fueron con Rolling Stones y Ottis Redding con la Stax. Joey Ramone lo quiso ser con los Ramones. No sé en que momento ¿en los noventa, quizás? se decidió que lo comercial era mierda. Es una bobabda decir que lo comercial es malo. Creo que es una excusa para camuflar el fracaso de canciones de mierda. Es divertido escribir canciones que gusten a la gente. El reto, que nosotros nos planteamos con Brothers, fue lograr hacer canciones pegadizas sin que dejaran de ser canciones de The Black Keys”.
Brothers, fue su sexto álbum. Contaron con la producción de Brian Burton, Danger mouse. Burton, salido del hip hop, se hizo famoso cuando combinó la música del White album de The Beatles con los rapeos del Black album de Jay Z en algo llamado Grey album. Consiguió un millón de descargas, ilegales, sin que los intentos de la entonces poderosa EMI consiguieran evitarlo. Ironías del destino, más tarde Burton firmaría con esa misma multinacional, logrando éxitos mundiales como Crazy, de Gnarls Barkley, y comenzando una carrera de francotirador de la producción especializado en limar aristas de grupos que, por si solos, no conseguían salir de la marginalidad.
Aquel Brothers ganó tres Grammy. “Hemos crecido muy despacito, paso a paso. En eso hemos sido afortunados. No nos encontramos con un éxito repéntino.”, dice. Y entonces recurrieron otra vez a Burton. Que esta vez se implicó también en la composición. Por primera vez en 10 años un tercero entraba en lo más sagrado de The Black keys, las canciones. “Él lo pidió. Somos amigos, así que lo permitimos”.
-¿Cuál fue su aportación al disco?
-A nivel musical muy poca. Nos ayudó sobre todo con las letras.
Curioso, las letras de este álbum están llenas de estribillos con la, la, las y oh, oh, oh, ese tipo de interjecciones que facilita la comunión con el público que no habla inglés. Han pulido tanto su sonido que a veces puede pecar de blando. Da la sensación de que están intentando exprimir su éxito todo lo que puedan porque no saben cuando su suerte puede cambiar. "Sí es así. Nada está garantizado. Los grupos no duran mucho. Es un hecho probado. Puedes contar con una mano las bandas que permanecen juntas. Tenemos que trabajar ahora tanto como sea posible, porque es ahora cuando tenemos la oportunidad de hacerlo".
Por eso en 2012, darán más de cien conciertos. "No tengo ni idea de cuantos días he estado en casa, pero es cuestión de hacer cálculos. Cuando estoy en casa intento componer, pero es difícil, pasamos tan poco tiempo y tenemos obligaciones... la familia".
Auerbach y Carney crecieron en el mismo barrio de Akron. Ambos tienen antecedentes musicales en la familia. El tío de Carney, Ralph Carney, fue miembro fundador de Tin Huey, una banda de Weird New Wave que firmó con Warner Bros. en los años 70 y ayudó a desarrollar "el sonido Akron", junto a Devo. El primo de Auerbach es el guitarrista Robert Quine, un ex miembro de Richard Hell & The Voidoids y músico de Lou Reed y Lloyd Cole durante los ochenta.
Los dos iban con diferentes pandillas al mismo instituto en el que estudió Chrissie Hynde. Auerbach escuchaba rap y fue capitán del equipo de fútbol. Carney, era el payaso de la clase, aficionado a Sonic Youth y tocó en grupos de rock con nombres como Umbilical Whore. "Yo era amigo del hermano mayor de Patrick", recuerda Auerbach."Él era el pequeño. Solo un año y medio menos, pero de crio eso parece una diferencia mucho mayor".
The Black Keys no se formó hasta algunos años después de la graduación, cuando ambos no sabían que hacer después de abandonar la Universidad. "Yo tocaba solo en bares de Akron, tres, cuatro noches por semana. Aquello se me quedó pequeño pero si quería ir de gira necesitaba una maqueta en condiciones. Sabía que Patrick tocaba la batería así que le llamé".
Aun hoy, Auerbach lleva el peso. "Yo compongo. Pat no lo hace hasta que llegamos al estudio a ensayar". Su relación fuera del grupo es escasa. De hecho, mientras Auerbach vive en Nashville, ("Nos mudamos hace años, necesitábamos un cambio de aires y Nashville era perfecta"), Carney reside en Nueva York. "Ya no, ha vuelto a Nashville. Pero no ha cambiado nada. No nos vemos demasiado cuando estamos en la ciudad. De hecho cuando está de vacaciones se va a Los Ángeles. Viaja mucho. Somos amigos. Pero este año hemos pasado juntos cien noches. Necesitamos un descanso cuando nos separamos".
Auerbach, nacido en Akron, Ohio, hace 33 años no tiene el aspecto de una estrella del rock. Delgado, de pelo rubio, barba corta y mirada despistada, responde con brevedad a las preguntas. Parece extremadamente tranquilo, algo que sorprende teniendo en cuenta que en un rato tocará delante de 15.000 personas. A su lado en el escenario estará su compañero en el dúo, el batería Patrick Carney. Detrás, otros dos músicos que se mantienen en un discreto segundo plano. “¿Nervioso? no. Nunca he tenido miedo escénico. Al principio, alguna vez, pero de eso hace mucho tiempo. Lo paso peor con las entrevistas”.
Ni su discográfica, Warner, ni su promotora española, Doctor Music, las tenían todas consigo cuando se anunció el concierto en un recinto tan grande, el que se destina habitualmente a Rihanna o Coldplay. Al fin y al cabo The Black keys es un dúo de rock´n roll que, en España, no ha tenido acceso a las radiofórmulas. Su éxito se ha basado primordialmente en el boca oído, pero 15.000 bocas son muchas. Aun así agotaron todo el ticketaje. In extremis, es cierto, el sold out se anunció la noche anterior, pero lo hicieron y eso es lo importante.
Hay varias explicaciones para el fenómeno. En primer lugar en casi todos los rincones de España hay un garito en el que se pincha rock, y en la mayoría poseen algún disco de The Black Keys. Son desde hace tiempo uno de los grupos favoritos de la parroquia rockera española. Básicamente porque su combinación del rock blanco de garage y soul les coloca en la misma división que, pongamos The Hives, pero de una forma más limpia. Es una de esas bandas que los rockeros pueden compartir con sus amigos que no lo son. No es nada nuevo integrar el blues y el soul en el rock, pero no es fácil que el resultado sean melodías impecables y estribillos tarareables.
"Es una bobada decir que lo comercial es malo. Creo que ha sido una excusa para camuflar el fracaso de canciones de mierda".
Y no hay que olvidar que la primera y última vez que visitaron España, en 2004, eran todavía unos debutantes. “Nos pagaron con una caja de cervezas. Cuando terminó el concierto nos la llevamos a la furgoneta, pero apareció el dueño del bar para decirnos que de eso nada, que la cerveza era nuestra, pero los botellines suyos. Tuvimos una bronca impresionante”, recuerda Auerbach. "Ahora es mucho mejor. En aquel momento viajábamos tres y era todo mucho más complicado. Conducíamos nosotros la furgoneta, descargábamos, montábamos, probábamos sonido, tocábamos, vendíamos merchadising, desmontábamos y al día siguiente volver a empezar".
-Entonces ¿por qué han puesto en la portada del disco una furgoneta similar a las que usaban entonces?
-Por nostalgia.
-¿Nostalgia de qué? ¿No dice que eran peores tiempos?
- Es una forma de recordar de donde venimos.
Da la impresión de que The Black Keys viven en una realidad que no les pertenece. Y que lo saben. Se han prestado al juego, es cierto, pero nunca parecen cómodos del todo. Hoy el star system estadounidense les trata como a uno de los suyos. Y ahí solo se accede de una forma: generando beneficios. Auerbach es candidato a seis premios Grammy, cinco de The Black Keys y uno a su nombre por la producción de Locked down, el último disco de Doctor John, mito de la música de Nueva Orleans que él dirigió y registró en su estudio de Nashville, donde reside. "Esa fue una grabación divertidísima. Reuní a los músicos y lo teníamos todo preparado para que cuando Mac llegara, solo tuviera que tocar el piano y cantar. Apenas tardamos cinco días en acabarlo".
El disco de Doctor John es casi más The Black Keys que su séptimo álbum, El Camino que entró directamente en el número uno de Estados Unidos y vendió 206.000 copias en su primera semana. Es mucho más crudo, más potente, tiene más aristas. Auerbach no oculta que su intención con El camino era grabar un disco comercial. “Pretendimos hacer un disco con canciones pegadizas y comerciales. Queríamos ser comerciales en el mismo sentido que Smokey Robinson era comercial con la Motown. Que John Fogerty lo era con Credence Clearwater Revival. Que Jagger y Richards lo fueron con Rolling Stones y Ottis Redding con la Stax. Joey Ramone lo quiso ser con los Ramones. No sé en que momento ¿en los noventa, quizás? se decidió que lo comercial era mierda. Es una bobabda decir que lo comercial es malo. Creo que es una excusa para camuflar el fracaso de canciones de mierda. Es divertido escribir canciones que gusten a la gente. El reto, que nosotros nos planteamos con Brothers, fue lograr hacer canciones pegadizas sin que dejaran de ser canciones de The Black Keys”.
Brothers, fue su sexto álbum. Contaron con la producción de Brian Burton, Danger mouse. Burton, salido del hip hop, se hizo famoso cuando combinó la música del White album de The Beatles con los rapeos del Black album de Jay Z en algo llamado Grey album. Consiguió un millón de descargas, ilegales, sin que los intentos de la entonces poderosa EMI consiguieran evitarlo. Ironías del destino, más tarde Burton firmaría con esa misma multinacional, logrando éxitos mundiales como Crazy, de Gnarls Barkley, y comenzando una carrera de francotirador de la producción especializado en limar aristas de grupos que, por si solos, no conseguían salir de la marginalidad.
Aquel Brothers ganó tres Grammy. “Hemos crecido muy despacito, paso a paso. En eso hemos sido afortunados. No nos encontramos con un éxito repéntino.”, dice. Y entonces recurrieron otra vez a Burton. Que esta vez se implicó también en la composición. Por primera vez en 10 años un tercero entraba en lo más sagrado de The Black keys, las canciones. “Él lo pidió. Somos amigos, así que lo permitimos”.
-¿Cuál fue su aportación al disco?
-A nivel musical muy poca. Nos ayudó sobre todo con las letras.
Curioso, las letras de este álbum están llenas de estribillos con la, la, las y oh, oh, oh, ese tipo de interjecciones que facilita la comunión con el público que no habla inglés. Han pulido tanto su sonido que a veces puede pecar de blando. Da la sensación de que están intentando exprimir su éxito todo lo que puedan porque no saben cuando su suerte puede cambiar. "Sí es así. Nada está garantizado. Los grupos no duran mucho. Es un hecho probado. Puedes contar con una mano las bandas que permanecen juntas. Tenemos que trabajar ahora tanto como sea posible, porque es ahora cuando tenemos la oportunidad de hacerlo".
Por eso en 2012, darán más de cien conciertos. "No tengo ni idea de cuantos días he estado en casa, pero es cuestión de hacer cálculos. Cuando estoy en casa intento componer, pero es difícil, pasamos tan poco tiempo y tenemos obligaciones... la familia".
Auerbach y Carney crecieron en el mismo barrio de Akron. Ambos tienen antecedentes musicales en la familia. El tío de Carney, Ralph Carney, fue miembro fundador de Tin Huey, una banda de Weird New Wave que firmó con Warner Bros. en los años 70 y ayudó a desarrollar "el sonido Akron", junto a Devo. El primo de Auerbach es el guitarrista Robert Quine, un ex miembro de Richard Hell & The Voidoids y músico de Lou Reed y Lloyd Cole durante los ochenta.
Los dos iban con diferentes pandillas al mismo instituto en el que estudió Chrissie Hynde. Auerbach escuchaba rap y fue capitán del equipo de fútbol. Carney, era el payaso de la clase, aficionado a Sonic Youth y tocó en grupos de rock con nombres como Umbilical Whore. "Yo era amigo del hermano mayor de Patrick", recuerda Auerbach."Él era el pequeño. Solo un año y medio menos, pero de crio eso parece una diferencia mucho mayor".
The Black Keys no se formó hasta algunos años después de la graduación, cuando ambos no sabían que hacer después de abandonar la Universidad. "Yo tocaba solo en bares de Akron, tres, cuatro noches por semana. Aquello se me quedó pequeño pero si quería ir de gira necesitaba una maqueta en condiciones. Sabía que Patrick tocaba la batería así que le llamé".
Aun hoy, Auerbach lleva el peso. "Yo compongo. Pat no lo hace hasta que llegamos al estudio a ensayar". Su relación fuera del grupo es escasa. De hecho, mientras Auerbach vive en Nashville, ("Nos mudamos hace años, necesitábamos un cambio de aires y Nashville era perfecta"), Carney reside en Nueva York. "Ya no, ha vuelto a Nashville. Pero no ha cambiado nada. No nos vemos demasiado cuando estamos en la ciudad. De hecho cuando está de vacaciones se va a Los Ángeles. Viaja mucho. Somos amigos. Pero este año hemos pasado juntos cien noches. Necesitamos un descanso cuando nos separamos".
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