"En casa, mi marido ejerce de madre de mi hijo y yo de padre",.
Sobre ellos...
"En casa, mi marido ejerce de madre de mi hijo y yo de padre"
-Foto--Mónica
Naranjo. Con cerca de diez millones de discos vendidos, sobre todo en
España e Hispanoamérica, la cantante gerundense (Figueres, 1974)
participa como juez del televisivo Tu cara me suena mientras
prepara su nuevo disco. Piensa que a algunos hombres, acostumbrados a
ser el sexo dominante, les crea inseguridad la mujer decidida y segura
de sí misma y cree que, en el fondo, envidian la maternidad
Carismática y emprendedora, Mónica Naranjo divide
su tiempo entre la gestación de su próximo disco, un concurso televisivo
y la puesta en marcha de Community Beat, una nueva forma de edición de
proyectos musicales, con la cual el artista edita “con suma libertad,
rapidez y comodidad su trabajo, sin asumir costes innecesarios y a veces
poco éticos“, según sus palabras.
La cantante piensa que la competición entre sexos no es sana. “El equilibrio individual reside en la total igualdad –señala–. Por eso es esencial que la paridad no se quede en vanas palabras. Las mujeres tenemos sed de desarrollarnos en todos los campos y que se reconozcan nuestros logros profesionales. Nos exigimos mucho; nos gustan las cosas bien hechas, y nos hemos preparado para ello. Sé por experiencia que una mujer con responsabilidades en altos cargos nunca descansa ni deja de aprender”.
Dice que ni ha sido menospreciada por razones de sexo ni los hombres le han criticado esa firmeza de carácter que se le atribuye. Sí considera que a algunos con los que se ha cruzado no les agradaba mucho su seguridad en sí misma y en sus convicciones. “Les crea cierta ansiedad el no dominar por completo la situación, y sienten temor ante una posible relación de trabajo o emocional. Desde la era de las cavernas, el hombre ha sido el sexo dominante, pero a raíz de la evolución social vivida en Europa desde mediados del siglo pasado, esa jerarquía ha ido decayendo notablemente“.
Sí acepta que la “guerra de sexos” sigue vigente, y deja en manos de la educación que su final se esté acercando porque “lo que más marca a un ser humano es lo que siente y vive en su casa o en su entorno durante la niñez y la adolescencia; por eso no comparto ese deseo de algunos de que vuelvan a estudiar en aulas separadas, es avivar las diferencias entre sexos“.
En ese “ni contigo ni sin ti” que define a menudo las relaciones entre hombres y mujeres, también otorga su lugar a aquellos que han elegido una opción sexual diferente, en la que también la educación marca el camino. “Los padres –dice– tenemos la obligación de educar a nuestros hijos como seres libres que se respeten a sí mismos y a los demás. Que puedan vivir la vida experimentando con la libertad y el respeto y sin dejarse arrastrar por tabúes o etiquetas. Sueño con el día que se deje de etiquetar las opciones sexuales; el ser humano habrá dado un gran paso hacia delante”.
Confiesa que una de las cosas que más le gustan de los hombres son sus perfumes: “De hecho, yo uso aromas masculinos”. Su ideal, además, ha de estar depilado, “porque, como diría mi abuela, soy muy limpia y muy curiosa”, dice sonriendo.
Admite envidiarles que, en el ámbito artístico, el paso de los años no les tiranice como a las mujeres. “Un hombre con canas es un maduro interesante. A la mujer, si no se tiñe, se la ve como dejada o envejecida. Yo tengo canas desde los 21 años por herencia familiar ¡y me paso media vida en las peluquerías!”, asegura.
Como gran diferencia entre sexos, Naranjo considera que los hombres son más prácticos que las mujeres: “Somos más complicadas. Claro, unas más que otras y dependiendo de si estamos menstruando. Como ejemplo, el más sencillo: nosotras podemos pasar horas pensando qué ponernos, mientras un hombre se coloca unos jeans, una camiseta y tira millas. Si esto lo trasladásemos al terreno emocional, en fin, no acabaríamos nunca“.
Cree que hay algo en lo que el hombre quisiera parecerse a la mujer, por más que, a veces, quiera ocultarlo. “Nos envidian la maternidad, sin duda. Aunque es algo que llevan cada vez con más sinceridad. En mi casa, por ejemplo, los papeles están cambiados: mi marido es la madre de mi hijo, y yo ejerzo de padre”, se ríe. Pero ella se ocupa de la cocina.
Lo que está claro es que la cantante de la voz inabarcable se siente feliz de ser mujer “con todas las de la ley, pero si volviera a nacer y fuese chico, me pido Paul Newman. ¡Qué hombre!”.°
La cantante piensa que la competición entre sexos no es sana. “El equilibrio individual reside en la total igualdad –señala–. Por eso es esencial que la paridad no se quede en vanas palabras. Las mujeres tenemos sed de desarrollarnos en todos los campos y que se reconozcan nuestros logros profesionales. Nos exigimos mucho; nos gustan las cosas bien hechas, y nos hemos preparado para ello. Sé por experiencia que una mujer con responsabilidades en altos cargos nunca descansa ni deja de aprender”.
Dice que ni ha sido menospreciada por razones de sexo ni los hombres le han criticado esa firmeza de carácter que se le atribuye. Sí considera que a algunos con los que se ha cruzado no les agradaba mucho su seguridad en sí misma y en sus convicciones. “Les crea cierta ansiedad el no dominar por completo la situación, y sienten temor ante una posible relación de trabajo o emocional. Desde la era de las cavernas, el hombre ha sido el sexo dominante, pero a raíz de la evolución social vivida en Europa desde mediados del siglo pasado, esa jerarquía ha ido decayendo notablemente“.
Sí acepta que la “guerra de sexos” sigue vigente, y deja en manos de la educación que su final se esté acercando porque “lo que más marca a un ser humano es lo que siente y vive en su casa o en su entorno durante la niñez y la adolescencia; por eso no comparto ese deseo de algunos de que vuelvan a estudiar en aulas separadas, es avivar las diferencias entre sexos“.
En ese “ni contigo ni sin ti” que define a menudo las relaciones entre hombres y mujeres, también otorga su lugar a aquellos que han elegido una opción sexual diferente, en la que también la educación marca el camino. “Los padres –dice– tenemos la obligación de educar a nuestros hijos como seres libres que se respeten a sí mismos y a los demás. Que puedan vivir la vida experimentando con la libertad y el respeto y sin dejarse arrastrar por tabúes o etiquetas. Sueño con el día que se deje de etiquetar las opciones sexuales; el ser humano habrá dado un gran paso hacia delante”.
Confiesa que una de las cosas que más le gustan de los hombres son sus perfumes: “De hecho, yo uso aromas masculinos”. Su ideal, además, ha de estar depilado, “porque, como diría mi abuela, soy muy limpia y muy curiosa”, dice sonriendo.
Admite envidiarles que, en el ámbito artístico, el paso de los años no les tiranice como a las mujeres. “Un hombre con canas es un maduro interesante. A la mujer, si no se tiñe, se la ve como dejada o envejecida. Yo tengo canas desde los 21 años por herencia familiar ¡y me paso media vida en las peluquerías!”, asegura.
Como gran diferencia entre sexos, Naranjo considera que los hombres son más prácticos que las mujeres: “Somos más complicadas. Claro, unas más que otras y dependiendo de si estamos menstruando. Como ejemplo, el más sencillo: nosotras podemos pasar horas pensando qué ponernos, mientras un hombre se coloca unos jeans, una camiseta y tira millas. Si esto lo trasladásemos al terreno emocional, en fin, no acabaríamos nunca“.
Cree que hay algo en lo que el hombre quisiera parecerse a la mujer, por más que, a veces, quiera ocultarlo. “Nos envidian la maternidad, sin duda. Aunque es algo que llevan cada vez con más sinceridad. En mi casa, por ejemplo, los papeles están cambiados: mi marido es la madre de mi hijo, y yo ejerzo de padre”, se ríe. Pero ella se ocupa de la cocina.
Lo que está claro es que la cantante de la voz inabarcable se siente feliz de ser mujer “con todas las de la ley, pero si volviera a nacer y fuese chico, me pido Paul Newman. ¡Qué hombre!”.°
Claire Danes: "Uno tiene que entregarse al 100% y luego saber decir adiós"
De adolescente en una serie de televisión de culto a protagonista de la aclamadísima Homeland. El regreso a la pequeña pantalla lo ha hecho por la puerta grande
Como Carrie Mathison, la agente de la CIA con problemas de bipolaridad que interpreta en Homeland,
la serie de moda, Claire Danes va ya por su segunda candidatura a los
Globos de Oro. Y eso, tras su victoria hace un año y con un Emmy en sus
manos por el mismo trabajo. El personaje más intenso de su carrera la
obliga a vivir fuera de casa la mitad del año, pero no le importa.
Casada con el también actor Hugh Dancy, al que conoció en el rodaje de Evening (2007),
está a punto de dar a luz a su primer hijo. Danes, de 33 años, se crio
en el Soho de Nueva York pero creció profesionalmente en la televisión.
Fue la adolescente torturada de la serie de culto Es mi vida y
también la romántica Julieta de un Leonardo DiCaprio convertido en
Romeo, en la versión de Shakespeare que imaginó Baz Luhrmann en los 90.
Después se tomó un respiro universitario de esta industria que tanto
ama, y en la que también vivió capítulos amargos. Entre ellos, su
criticado romance con Billy Crudup en 2004, quien abandonó por ella a su
entonces embarazada novia, Mary Louise Parker. Su paso por Yale nunca
acabó en el título de Psicología, aunque tampoco le hizo falta.
Danes ha vuelto a la televisión con Homeland, cuyo último episodio en versión original se emite en FOX el domingo 23 (la serie doblada continúa en el mismo canal todos los jueves, a las 22:20 horas, hasta el 17 de enero). Y la Universidad de Harvard la ha nombrado Mujer del año 2012. No le faltan razones.
Casada, premiada y esperando su primer hijo. ¿Cómo combina tanta felicidad personal con un personaje bipolar y torturado como el de Carrie Mathison?
Si me llevara el trabajo a casa, sería la persona más miserable del mundo. He aprendido a compartimentar; a trabajar para vivir pero sin vivir para trabajar. No es fácil, pero tampoco lo es actuar. Uno tiene que aprender a entregarse al 100% y luego saber decir adiós.
¿Cómo lo hace?
Me ha llevado tiempo, no creas. Al principio quería sentirlo todo, la honestidad era importante y a la vez tenía muchos temores porque sacrificaba
mi felicidad en aras del personaje. Pero luego me di cuenta de que ser actriz es un trabajo, una disciplina. Y como dice Morena Baccarin, mi compañera en Homeland, si todo falla, siempre nos queda el vino.
¿Cómo lleva el embarazo?
La televisión está siendo mi tabla de salvación. Soy adicta a la ficción televisiva. Me apasionan series como Breaking Bad, Mad Men o The Wire. Y Con C mayúscula, por supuesto, cuando salía Hugh. Era como tenerlo en casa mientras yo estaba en Charlotte (EE UU) rodando. Porque entonces apenas podíamos vernos. Así que todos los días volvía a casa para verlo aunque fuera en la tele.
¿Cómo recibieron en Homeland la noticia de su embarazo?
Nos preocupó a todos y analizamos la situación, pero al final no necesitamos cambiar nada del guion. Carrie seguirá su vida sin necesidad de estar embarazada [risas].
¿Y en su caso? ¿Cuánto interfiere en su trabajo?
Hemos aprendido a vivir juntos y así va a ser por una larga temporada. Mi bebé vendrá conmigo donde yo vaya. Si lo he podido hacer hasta con mi perro, un pequeño schnoodle, seguro que también podré hacerlo con el niño. Además, me encanta Israel, el lugar más lejano donde me lleva esta producción. A pesar de que mucha gente se cree que es peligroso, esa no es mi experiencia. ¡Y el humus es fantástico!
¿Qué le enamoró de Carrie para embarcarse con ella en este largo e intenso viaje?
En parte fue el amor que siento por la televisión. La revolución que vive desde hace unos años este medio es lo único que me confirma que nuestra cultura sigue viva. Dicho esto, no estaba muy segura de querer firmar por siete años. Pero Homeland está tan bien escrita que me obsesionó desde el primer guion que leí. Pensé que era una conversación, un diálogo, que no me importaría disfrutar durante los próximos años.
¿Cómo ha cambiado esta conversación en su segundo año juntas?
Aunque Carrie sigue siendo la misma, los que la rodean conocen su enfermedad y ya no tiene que esconderse. Eso cambia mucho las cosas. No siente el mismo pánico a ser descubierta, no está siempre a la defensiva. Aunque su lucha continúa.
¿Se identifica con ella?
Creo que sé leer bastante bien a las personas, soy observadora, igual que ella. Pero también soy muy confiada, supongo que incluso demasiado, y en eso diferimos completamente. Y aunque me he llevado disgustos por eso, sigo viéndolo en positivo.
Danes ha vuelto a la televisión con Homeland, cuyo último episodio en versión original se emite en FOX el domingo 23 (la serie doblada continúa en el mismo canal todos los jueves, a las 22:20 horas, hasta el 17 de enero). Y la Universidad de Harvard la ha nombrado Mujer del año 2012. No le faltan razones.
Casada, premiada y esperando su primer hijo. ¿Cómo combina tanta felicidad personal con un personaje bipolar y torturado como el de Carrie Mathison?
Si me llevara el trabajo a casa, sería la persona más miserable del mundo. He aprendido a compartimentar; a trabajar para vivir pero sin vivir para trabajar. No es fácil, pero tampoco lo es actuar. Uno tiene que aprender a entregarse al 100% y luego saber decir adiós.
¿Cómo lo hace?
Me ha llevado tiempo, no creas. Al principio quería sentirlo todo, la honestidad era importante y a la vez tenía muchos temores porque sacrificaba
mi felicidad en aras del personaje. Pero luego me di cuenta de que ser actriz es un trabajo, una disciplina. Y como dice Morena Baccarin, mi compañera en Homeland, si todo falla, siempre nos queda el vino.
¿Cómo lleva el embarazo?
La televisión está siendo mi tabla de salvación. Soy adicta a la ficción televisiva. Me apasionan series como Breaking Bad, Mad Men o The Wire. Y Con C mayúscula, por supuesto, cuando salía Hugh. Era como tenerlo en casa mientras yo estaba en Charlotte (EE UU) rodando. Porque entonces apenas podíamos vernos. Así que todos los días volvía a casa para verlo aunque fuera en la tele.
¿Cómo recibieron en Homeland la noticia de su embarazo?
Nos preocupó a todos y analizamos la situación, pero al final no necesitamos cambiar nada del guion. Carrie seguirá su vida sin necesidad de estar embarazada [risas].
¿Y en su caso? ¿Cuánto interfiere en su trabajo?
Hemos aprendido a vivir juntos y así va a ser por una larga temporada. Mi bebé vendrá conmigo donde yo vaya. Si lo he podido hacer hasta con mi perro, un pequeño schnoodle, seguro que también podré hacerlo con el niño. Además, me encanta Israel, el lugar más lejano donde me lleva esta producción. A pesar de que mucha gente se cree que es peligroso, esa no es mi experiencia. ¡Y el humus es fantástico!
¿Qué le enamoró de Carrie para embarcarse con ella en este largo e intenso viaje?
En parte fue el amor que siento por la televisión. La revolución que vive desde hace unos años este medio es lo único que me confirma que nuestra cultura sigue viva. Dicho esto, no estaba muy segura de querer firmar por siete años. Pero Homeland está tan bien escrita que me obsesionó desde el primer guion que leí. Pensé que era una conversación, un diálogo, que no me importaría disfrutar durante los próximos años.
¿Cómo ha cambiado esta conversación en su segundo año juntas?
Aunque Carrie sigue siendo la misma, los que la rodean conocen su enfermedad y ya no tiene que esconderse. Eso cambia mucho las cosas. No siente el mismo pánico a ser descubierta, no está siempre a la defensiva. Aunque su lucha continúa.
¿Se identifica con ella?
Creo que sé leer bastante bien a las personas, soy observadora, igual que ella. Pero también soy muy confiada, supongo que incluso demasiado, y en eso diferimos completamente. Y aunque me he llevado disgustos por eso, sigo viéndolo en positivo.
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