sábado, 29 de diciembre de 2012

QUÉ HAY DE NUEVO LA INFANCIA ES OTRO CUENTO--Cuento de los tres deseos./ Cuento de los tres deseos-7 DÍAS CITAS/ HAMBRE DE OSCAR,.

Para princesas rebeldes: El despertarTÍTULO: QUÉ HAY DE NUEVO LA INFANCIA ES OTRO CUENTO:

l rosa! Basta de espejos m&aacutegicos, deseos de tres en tres y pr&iacutencipes rescatadores las princesas Bella y Griselda han decidido ... 

Cuento de los tres deseos,.

Había una vez un hombre, que no era muy rico, que se casó con una bella mujer. Una noche de invierno, sentados junto al fuego, comentaban la felicidad de sus vecinos que eran más ricos que ellos.

-¡Oh! -decía la mujer- si pudiera disponer de todo lo que yo quisiera, sería muy pronto mucho más feliz que todas estas personas.

-Y yo -dijo el marido-. Me gustaría vivir en el tiempo de las hadas y que hubiera una lo suficientemente buena como para concederme todo lo que yo quisiera.

En ese preciso instante, vieron en su cocina a una dama muy hermosa, que les dijo:

-Soy un hada; prometo concederles las tres primeras cosas que deseen; pero tengan cuidado: después de haber deseado tres cosas, no les concederé nada más.

Cuando el hada desapareció, aquel hombre y aquella mujer se hallaron muy confusos:

-Para mí, que soy el ama de casa -dijo la mujer- sé muy bien cuál sería mi deseo: no lo deseo aún formalmente, pero creo que no hay nada mejor que ser bella, rica y fina.

-Pero, -contestó el marido- aún teniendo todas esas cosas, uno puede estar enfermo, triste o incluso puede morir joven: sería más prudente desear salud, alegría y una larga vida.

-¿De qué serviría una larga vida, si se es pobre? -dijo la mujer-. Eso sólo serviría para ser desgraciado durante más tiempo. En realidad, el hada habría debido prometer concedernos una docena de deseos, pues hay por lo menos una docena de cosas que yo necesitaría.

-Eso es cierto -dijo el marido- pero démonos tiempo, pensemos de aquí a mañana por la mañana, las tres cosas que nos son más necesarias, y luego las pediremos.

-Puedo pensar en ello toda la noche -dijo la mujer- mientras tanto, calentémonos pues hace frío.

Mientras hablaba, la mujer cogió unas tenazas y atizó el fuego; y cuando vio que había bastantes carbones encendidos, dijo sin reflexionar:

-He aquí un buen fuego, me gustaría tener un alna de morcilla para cenar, podríamos asarla fácilmente.

Tan pronto como terminó de pronunciar esas palabras, cayó por la chimenea un alna de morcilla.

-¡Maldita sea la tragona con su morcilla! -dijo el marido-; no es un hermoso deseo, y sólo nos quedan dos que formular; por lo que a mí respecta, me gustaría que llevaras la morcilla en la punta de la nariz.

Y, al instante, el hombre se percató de que era más tonto aún que su mujer, pues, por ese segundo deseo, la morcilla saltó a la punta de la nariz de aquella pobre mujer que no podía arrancársela.

-¡Qué desgraciada soy! -exclamó- ¡eres un malvado por haber deseado que la morcilla se situara en la punta de mi nariz!

-Te juro, esposa querida, que no he pensado en que pudiera ocurrir -dijo el marido-. ¿Qué podemos hacer? Voy a desear grandes riquezas y te haré un estuche de oro para tapar la morcilla.

-¡Cuídate mucho de hacerlo! -prosiguió la mujer- pues me suicidaría si tuviera que vivir con esta morcilla en mi nariz, te lo aseguro. Sólo nos queda un deseo, cédemelo o me arrojaré por la ventana.

Mientras pronunciaba estas frases corrió a abrir la ventana y su marido, que la amaba, gritó:

-Detente mi querida esposa, te doy permiso para que pidas lo que quieras.

-Muy bien, -dijo la mujer- deseo que esta morcilla caiga al suelo.

Y al instante, la morcilla cayó. La mujer, que era inteligente, dijo a su marido:

-El hada se ha burlado de nosotros, y ha tenido razón. Tal vez hubiéramos sido más desgraciados siendo más ricos de lo que somos en este momento. Créeme, amigo mío, no deseemos nada y tomemos las cosas como Dios tenga a bien mandárnoslas; mientras tanto, comámonos la morcilla, puesto que es lo único que nos queda de los tres deseos.

El marido pensó que su mujer tenía razón, y cenaron alegremente, sin volver a preocuparse por las cosas que habrían podido desear.

 TÍTULO: 7 DÍAS CITAS,.

1-- 29 Sábado--- Zaragoza ilusionada.

2--30 Domingo--Reyes a domicilio,.

3--31 Lunes--- Cortos, pero a lo grande,.

4--1--Martes--Siempre quedará Estambul,.

5--2-- Miércoles--Imagina con música,.

6--3- -- Jueves -Navidades sostenibles,.

7--4--viernes----Arte en las sombras,.

TÍTULO: HAMBRE DE OSCAR,.

 Luz de Domingo, de José Lúis Garci, Las Trece Rosas, de Emilio Martínez Lázaro y El Orfanato, del debutante J.A. Bayona fueron las películas que lucharon hasta hace poco por representar a España en los próximos Oscars. Como ya sabrán, la Academia del Cine se decantó por el título protagonizado por Belén Rueda para detentar tamaña responsabilidad. El hecho de que un órgano tan apergaminado en sus gustos y rancio en su antiamericanismo deposite su confianza en una film de clara vocación comercial con unos referentes estéticos y narrativos tan arrebatadoramente hollywoodienses puede leerse de diferentes formas: desde el aperturismo hacia un público pocas veces seducido por las propuestas patrias, hasta la hipocresía más abyecta o la pura y dura claudicación. En cualquiera de los casos, no cabe duda de que esta vez han acertado, ya que si de lo que se trata es de ganar algún Oscar, nada mejor que enviar al otro lado del charco un film con posibilidades reales de alzarse con el trofeo.

Al igual que El Laberinto del Fauno o Los Otros, El Orfanato recurre a imaginerías fantásticas muy en sintonía con el espectador medio como estrategia de ataque. No innova demasiado, especialmente en lo que a su desarrollo dramático se refiere, pero al menos juega sus cartas con elegancia, sabiduría y buen hacer. J.A. Bayona se mueve como pez en el agua por la cuerda floja del mimetismo hacia los clásicos del subgénero de casas encantadas (The Haunting, Suspense!, Al Final de la Escalera) y el deslumbramiento formal de una puesta en escena que, a pesar de algún que otro efectismo facilón, logra convencer por su incuestionable solidez y su fantasmagórico hálito poético.

La historia la hemos visto mil veces (y gran parte de los diálogos, también), sin embargo, el director nos la ofrece trufada de interesantes resoluciones visuales más allá del manierismo, de tal manera que cuando el relato llega a su fin, uno se queda con un grato sabor de boca porque, por una vez, lo de que no tenemos nada que envidiarle a Hollywood deja de ser un soniquete resentido para convertirse en una sentencia con gran razón de ser. Que Belén Rueda borde su papel de madre desquiciada en una epifanía alucinante de lo que significa volcarse con un personaje, no hace más que redondear un conjunto ya de por sí bastante por encima de la media.

Ahora bien, conviene no dejarse llevar por la inercia de la excelente El Laberinto del Fauno para evitar que en el futuro estos destellos de esperanza terminen convirtiéndose en fórmula, o en otras palabras, tal vez exista algún camino alternativo entre la asunción total del discurso cinematográfico norteamericano, y el regodeo orgulloso en el fango del cliché nacional. Mientras Bayona, Fresnadillo y el resto de nuestros escasos realizadores con talento tangible porfían en encontrarlo, nunca está de más ir ganando un par de Oscars para abrir boca.




 

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