Todas las chicas guapas saben cantar
–¡Y con esto puedo dar por concluida la obra! –exclamó, eufórico, el
escritor, ignorante de la ingenuidad de sus palabras. (Pronto aprendería
que una obra nunca se termina; antes se termina el autor.)
Porque al día siguiente, mientras releía lo que había escrito la noche
anterior, le pareció que algo no estaba bien, que había fragmentos
nebulosos, ripios y otros aspectos mejorables. Sin más dilación, se puso
a corregir el texto de principio a fin. Unas veces era algo tan
sencillo como sustituir un adjetivo por otro –para lo que echaba mano
del socorrido diccionario de sinónimos–; en otros casos el cambio
consistía en alterar el orden de una frase o dividir un párrafo en dos; y
en otras ocasiones, las más excepcionales y complejas, añadía un pasaje
descriptivo, una acotación entre guiones o una digresión que entonces
se le antojaba insoslayable para explicar las motivaciones del personaje
y mantener la coherencia interna del relato sin desfallecer el pulso de
la narración.
<< Anotaciones para un relato:
“Y ésta es la historia de una adolescente conflictiva en un barrio humilde de Londres.”
¡Pero qué coño digo! No voy a contar esa historia. Es vulgar, y ya la han contado otros.
Volvamos a empezar:
“Linimento. Eso fue lo primero que me vino a la cabeza en el momento
de correrme. ¿Por qué linimento y no anacardo? O rododendro, o linóleo. O
mejor aún, ¿por qué no las tetas saltarinas de Adrienne Barbeau? O los
labios carnosos y lúbricos de Mae West –¿Llevas una pistola en el
bolsillo, o es que te alegras de verme?–, aquéllos con los que Dalí hizo
un sofá –jodido pervertido fetichista–. Sí, eso hubiera tenido más
sentido. Qué extraña asociación de ideas. ¿Qué tendré en la cabeza?”
Hum. Sí, este relato me gusta más. Mucho más. Apostaría a que también
le gustaría al mismísimo Hank Chinaski, o a su factótum. Podría
titularlo “El retrato de Sasha Grey”. No, mejor no. Qué espantoso
título. Eso suena a pornografía barata o revista sicalíptica. Creo que
seguiré escribiendo sobre ello, pero mejor lo dejo para otra ocasión,
cuando esté más ebrio. La lucidez espanta el ingenio. Venga otro trago
de alcohol.
Es cierto que algunas de estas modificaciones parecerían baladíes a un
ojo poco avisado, pero en la mente de un escritor la más insignificante
de las piezas, mal colocada, compromete el orden del conjunto, y una
ficha de dominó arrastra a todas las demás hasta derribar el mosaico.
Aun cuando los cambios introducidos sean mínimos, la obra ya no es la
misma que la del día anterior, como tampoco el autor es el mismo hoy que
ayer. Ni lo será mañana. Todo está en continuo cambio. La persona que
se levanta no es la misma que la que se acuesta. Algo ha cambiado en él,
incluso mientras duerme, porque los sueños también son una experiencia;
y cada experiencia, cada impresión recibida, adultera nuestra
percepción de la realidad. De ahí que el escritor, al releer su obra
veinticuatro horas después, la vea distinta –muy parecida a como la
dejó, sí, pero distinta–, como si hubiera mudado de plumas y piel. Como
si le hubieran salido motas o escamas o manchas de tinta. No se puede
enjaular una obra. Mañana el autor tendrá otros ojos, otro sentido de la
belleza, y su perfeccionismo –porque no se puede ser artista y no
buscar la perfección en cada obra– le hará coser, hilar, zurcir,
parchear hasta la extenuación en la rueca del ingenio. Nunca quedará
satisfecho. Siempre verá imperfecciones y tratará de limarlas, pero la
uña que se lima vuelve a crecer, y el cabello que se corta vuelve a
crecer. Crear es una enajenación, una exageración, un extravío, un
estado de embriaguez. Sólo lo sabe quien alguna vez creó.
La obra es un animal carroñero que se nutre de los desechos de nuestro
día: imágenes, palabras, sentimientos…, todo le alimenta y todo lo
devora –nos devora– hasta engordar como un súcubo de vientre abotargado.
Ahora es más grande que cuando empecé –parece un sapo de piel terrosa y
buche marsupial–. Y esto no ha hecho más que empezar.
<< Ejercicio de escritura automática:
(el alucinante sueño de un loco que soñaba con ser escritor)
Las letras cambian. Las letras se mueven. Están vivas. Son como
células que se asocian para formar tejidos, sintagmas, oraciones,
pronombres, predicados. (Paso 1: la mitosis del verbo.) A mi voluntad
mueren, se reproducen, se regeneran. Son un organismo vivo, y lo que yo
hago es galvanizarlas. (Mi mente, ese electrodo gigante.) Altero la
morfología de los sueños mediante corrientes eléctricas. Sustantivo
pecas y lunares. (Los lunares son elipsis en la piel; y las pecas, pasos
de cebra.) Adjetivo los silencios y su cigoto. (Paso 2: electrólisis de
letras.) Es una red neuronal. Autopistas de neurotransmisores. Canales
iónicos. Enzimas e inhibidores. Terminaciones nerviosas. Bulbo raquídeo.
Las letras y mis sinapsis; mis sinapsis y las letras. Se mueven.
Inmensos puentes de vocales abiertos en cruz. Lluvia sesgada; temblor
de lluvia en la ventana. Corazón palpitante y urdimbre de lenguas al
atardecer. Ojos moteados de escarcha; labios que dicen tal vez. Amantes
en el Pont Neuf. Virutas de opio y ríos escarlata. Jinetes azules como
relámpagos en la oscuridad. Chimeneas francesas y bocanadas de humo y
espirales. Sofá y solar. Una pipa de espuma de mar. (Ceci n'est pas une
pipe.) Un unicornio atado a una cadena. La rosa apátrida del destino.
Floridos pensiles donde crecen los gerundios y un zarzal de espinas
afrutadas y fricativas. Los días escuecen como sílabas descoloridas.
Cada sonido representa un color, un alfabeto de nieve, un atajo al
ventrículo derecho; cada palabra, un estado de ánimo. Digo rojo, y
pienso en tus medias de rejilla. Digo azul, y pienso en el febril cielo
de mayo, cuando el sol ardía bajo las pestañas y nos besábamos. (Mi amor
arde a 233 ºC.) Negro, ausencia de color; termas romanas. Negro,
ausencia de color; cepas de vid. Recojo letras en campos de luz. Me
empapo de infinitivos; transcurro en desinencias y adverbios modales.
Creo que yo domino el lenguaje, pero el lenguaje me domina a mí. El
lenguaje soy yo. Me busca y acude a mí cuando necesita salir de su
ignota madriguera, reptando por el musgo de mi alféizar. Nunca nadie ha
entrado allí. Las ideas oscilan en cúmulos de grises. Es difícil
cortarles los nidos a las nubes. La luna gira sola, astillada en
reflejos de miel. Pensarte es como perseguir el sol entre un follaje
brumoso de sombras. Bajo esta sombrilla hay una iguana dormida. ¿Eres
tú?, ¿o soy yo?
La luna brilla como una estrella sin pies. La luna titila con un
brillo nacarado, de nenúfar o lirio blanco o ninfa en la fuente.
Piélagos de voces migran al ocaso en oleosas bandadas. El horizonte
alisa purpúreos cabellos y se desintegra en rizos de luz sobre las
grosellas, y las lenguas de los amantes se desnucan en barbarismos.
Briznas de nubes descienden sobre la hierba aplastada por los cuerpos
jóvenes. Espigas de trigo flamean como algas en un mar de oro. En el
albaricoque hay un cedazo de esquirlas. Reverbero en los confines de la
eternidad y me agrieto en vasijas de arcilla y bronce. Me descubro en la
inmediatez del verbo, y no tengo sed. Con tu ayuda me sumerjo en la
memoria del agua, como los peces de colores –ésos que no recuerdan la
impostura del edén–, y burbujeo fonemas alveolares. Atrapo carpas
doradas con mis manos desnudas, de pescador de metáforas. Mientras, tú
disimulas golondrinas en el entrecejo. No hay continuidad en nuestros
pezones. Te digo: “La oblea oblonga de la lengua”, y me respondes:
“Almanzor”. Por la fisura de la tarde se escapan las esdrújulas. ¿Por
qué pestañeas con aristas en los ojos si mi cara es un óvalo y no tiene
carillón?
<< Secuencia numérica (y cuenta regresiva)
Poes1a. Lobotomí2. Cadavre 3quis. 4repanación. Ladrón de orquídea5.
El m6nstruo de Frankenstein. Men7e asesina. Luces ac8ngojadas. Bes9 en
fotomatón. P03s12.
Urdo membranas en campos de letras y planto palabras espurias y
transgénicas. Galvanizo plantas y flores. Soplo el hollín. Hago surcos
en la tierra y araño vocablos como dendritas de cuarzo. Tiro piedras en
los estanques vacíos y me aferro al hilo colgante de los globos que
sobrevuelan la ciudad. Me hago una capa con el azul prófugo del cielo, y
soy nube, y soy arquero. Mi arte es una cicatriz de hormigas, el olor
nauseabundo de la mandrágora, el parpadeo de una micra. (Mi arte, tan
parecido y al mismo tiempo tan distinto de tu menstruación.) ¡Silencio!
Tatúo mi brazo de anillos concéntricos. Me quedo inmóvil como un árbol
ciego. Mi cuerpo está hecho de tegumento y letras y savia verde. Tengo
nudillos en las preposiciones y falanges en consonancia. Me arrodillo a
la fugacidad del mar breve, y abrevo.
Qué intenso es el sol. Lo miro y me deslumbra. Lo miro y me desnuda.
Hoy el sol sólo brilla para mí. Sólo canta mi canción. Es un pez en mi
pecera, y le quiero. Le quiero por ser pez y por ser sol.
<< El Girasol ciego y la astuta Luciérnaga (entremés):
En el valle nemoroso de sus pestañas
dos luciérnagas ardían,
entrambas harto brillaban,
y por ver quién más brillaba competían.
La una esclarecía la noche,
la otra tal que parecía el día;
solas la oscuridad de luz pintaban,
juntas al sol oscurecían.
–Si miras mucho al Sol, te quedarás ciego –le advirtió su madre cuando aún era un niño Girasol.
Durante el día giraba la cabeza hacia el Sol, en busca de luz y calor.
El Sol ya no le hacía daño, pues de tanto exponerse a sus rayos se había
quedado ciego. O eso creía, al menos. Sea como fuere, así era feliz. No
necesitaba mirarse para sentirse hermoso, ni mirar al resto del mundo,
que, comparado con el refulgente Sol, siempre le había parecido gris y
feo. Toda su felicidad se cifraba en abrir sus pétalos amarillos al
amarillo Sol al que tanto amaba. Sólo de vez en cuando aceptaba la breve
compañía de una abeja, de una mariposa o de un picaflor, seres
diminutos también bendecidos con los más bellos colores del firmamento
que batían sus alas muy rápido mientras, suspendidos en el aire, libaban
su néctar con una lengua trompetera, haciéndole cosquillas. Por lo
demás, sentía que el Sol brillaba sólo para él, que el Sol era su
benefactor y él su hijo predilecto, su viva imagen en la Tierra, y se
deleitaba en su presencia. Sin embargo, temblaba con un temor casi
reverencial a la caída de la noche. Temía a la noche porque era oscura e
impenetrable, y aunque él no tenía ojos ni podía ver, le gustaba
recibir en la cara la luz del Sol con todo su fulgor y claridad.
Una noche en que el Girasol ciego tiritaba de frío y miedo, con su
pesada y redonda cabeza doblada casi a ras de suelo, se le acercó una
pequeña Luciérnaga, y le dijo, compadeciéndose de él:
–Hola, Girasol. Te noto muy triste esta noche. ¿Hay algo que pueda hacer para alegrarte?
–Hola, amable Luciérnaga. En realidad, sí, pero no creo que nadie pueda
–contestó el Girasol, muy afligido–. Si pudieras hacer que la noche
diera paso al día, me harías muy feliz; pero eso es imposible, lo sé
–añadió resignado, pasando de la animación a la tristeza.
–Tal vez no pueda hacer que salga el Sol en mitad de la noche, pero sí
sé cómo hacer para que la noche sea lo más parecida posible al día
–replicó la orgullosa Luciérnaga, envolviendo en un halo de misterio sus
palabras.
–¿Seguro que no lo dices sólo para hacerme sentir bien? –preguntó el
Girasol arqueando un pétalo, desconfiado–. Mira que si me estás contando
cuentos y luego descubro que son mentira, me harás más desdichado de lo
que soy.
–No temas, lo que te digo es cierto, tan cierto como que a la noche le
sigue el día y que el Sol sale cada mañana, cuando la Luna duerme.
Existe un modo de iluminar la noche –concluyó la Luciérnaga, haciéndose
la interesante.
–¿Ah, sí? ¿Y qué modo es ése? –quiso saber el Girasol, verdaderamente intrigado.
–Como sabes, yo sólo soy una pequeña luciérnaga –empezó diciendo la
fosforescente centella–, y la oscuridad es tan grande y mi luz tan tenue
que apenas puedes notarla. Pero si les digo a mis amigas luciérnagas
que vengan a este campo, con todas nuestras luces conseguiremos que la
noche se ilumine como si el mismísimo Sol hubiera descendido sobre la
Tierra.
–¡Oh, querida Luciérnaga! No sabes cuánto me gustaría eso –exclamó el Girasol, que empezaba a mover el tallo de puro contento.
–A cambio de darte nuestra luz, sólo te pediré una cosa –le propuso la ingeniosa Luciérnaga.
–Si puedes hacer que la noche desaparezca, te daré lo que sea –afirmó el Girasol, cada vez más envalentonado.
–Muy bien –prosiguió la Luciérnaga–. Éste es el trato que te ofrezco:
por cada luz que nosotras te demos, tú nos darás un pétalo. Tus pétalos
son de un amarillo precioso, y con ellos pensamos construir una cabaña
para el invierno.
De la universidad al museo. David Bowie lleva seis años sin actuar en un escenario y nueve sin publicar un disco nuevo, pero el mundo ...
De la universidad al museo. David Bowie lleva seis años
sin actuar en un escenario y nueve sin publicar un disco nuevo, pero el
mundo académico comienza a dar voz al silencio del consagrado artista
británico. La Universidad de Limerick, en el oeste de Irlanda, centró un
reciente simposio de tres jornadas en el influyente creador de Ziggy
Stardust o el Duque Blanco. Bajo el interrogante '¿Extraña
fascinación?', 300 catedráticos de sociología y literatura,
historiadores de arte y de moda, musicólogos, intérpretes y fans
diseccionaron las letras de su repertorio, compararon carátulas de
discos, analizaron el impactante estilismo y el abanico de
correspondientes alter-egos adoptados por Bowie desde mediados de los
60. El título del congreso aludía a una estrofa de 'Changes', el
sencillo del disco 'Hunky Dory', publicado hace 40 años. La Universidad de Limerick,
que también se fundó en 1972, recogerá en un libro las intervenciones
de los panelistas en este primer encuentro académico de tres días
centrado en Bowie. "Es una figura icónica", resalta el profesor Eoin
Devereaux, organizador del evento, quien sitúa al polifacético artista
en el "ápice de la cultura popular" por su maestría para reinventarse
creativamente y por la longevidad de una música que aborda
"maravillosamente temas de soledad, amor y alienación".
¿Quién es David Bowie? La cuestión salió a relucir en Limerick y conforma el punto de partida de la exposición que el museo londinense Victoria & Albert (V&A) está preparando sobre "uno de los más influyentes pioneros e intérpretes en tiempos modernos". 'David Bowie es', que se abre al público del 23 de marzo hasta julio de 2013, no pretende aportar la respuesta definitiva al dilema sobre la identidad del camaleónico artista, de nombre real David Jones, que cumplirá 66 años el próximo 8 de enero. Por el contrario, cada visitante extraerá su propia conclusión en esta revisión de cinco décadas de innovación rockera y estilística.
Bowie se ha distanciado de la exposición, aunque su contenido procede de su archivo privado. Los comisarios del V&A, Victoria Broaches y Geofrey Marsh, tuvieron libre acceso a su colección de 60.000 objetos catalogados que se conservan en Nueva York. Seleccionaron más de 300 piezas originales, que abarcan desde manuscritos con letras de canciones a piezas de vestuario, fotografías, diseños de portadas de discos y de escenarios, dibujos, películas, vídeos e instrumentos musicales.
PIEZAS ÚNICAS
El material iluminará las influencias que marcaron sus pasos originales en grupos como The Konrads o The King Bees, su salto a escena como David Bowie en 1965 y su primera transformación en regla con 'Space Oddity', cuatro años después. De su reinado en los setenta, con la invención del alienígena y sexualmente ambiguo Ziggy Stardust, se recupera el colorido buzo de seda que complementó con un par de botas rojas y una mata de pelo rojiza. Los llamativos diseños de Yamamoto puntúan la estética de la gira del elepé 'Aladdin Sane' y adelantan la invasión de la moda y cultura japonesas en Europa. Entre los ropajes más cercanos en el tiempo destaca el abrigo estampado con la bandera británica que le confeccionó Alexander McQueen para la portada de 'Eartling', el disco de 1997.
Annie Lennox, Kylie Minogue y The Supremes han protagonizado exposiciones del V&A, pero la incursión en el universo Bowie suena a bombazo de taquilla. La música, los vídeos, los trajes y las icónicas fotografías de un revolucionario cultural con ojos bicolores han marcado moda y han afectado la actitud de los menores de 70 años en mayor o menor grado. "Es más relevante en la cultura popular ahora que en épocas anteriores", resalta el director del museo, Martin Roth.
¿Quién es David Bowie? La cuestión salió a relucir en Limerick y conforma el punto de partida de la exposición que el museo londinense Victoria & Albert (V&A) está preparando sobre "uno de los más influyentes pioneros e intérpretes en tiempos modernos". 'David Bowie es', que se abre al público del 23 de marzo hasta julio de 2013, no pretende aportar la respuesta definitiva al dilema sobre la identidad del camaleónico artista, de nombre real David Jones, que cumplirá 66 años el próximo 8 de enero. Por el contrario, cada visitante extraerá su propia conclusión en esta revisión de cinco décadas de innovación rockera y estilística.
Bowie se ha distanciado de la exposición, aunque su contenido procede de su archivo privado. Los comisarios del V&A, Victoria Broaches y Geofrey Marsh, tuvieron libre acceso a su colección de 60.000 objetos catalogados que se conservan en Nueva York. Seleccionaron más de 300 piezas originales, que abarcan desde manuscritos con letras de canciones a piezas de vestuario, fotografías, diseños de portadas de discos y de escenarios, dibujos, películas, vídeos e instrumentos musicales.
PIEZAS ÚNICAS
El material iluminará las influencias que marcaron sus pasos originales en grupos como The Konrads o The King Bees, su salto a escena como David Bowie en 1965 y su primera transformación en regla con 'Space Oddity', cuatro años después. De su reinado en los setenta, con la invención del alienígena y sexualmente ambiguo Ziggy Stardust, se recupera el colorido buzo de seda que complementó con un par de botas rojas y una mata de pelo rojiza. Los llamativos diseños de Yamamoto puntúan la estética de la gira del elepé 'Aladdin Sane' y adelantan la invasión de la moda y cultura japonesas en Europa. Entre los ropajes más cercanos en el tiempo destaca el abrigo estampado con la bandera británica que le confeccionó Alexander McQueen para la portada de 'Eartling', el disco de 1997.
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