viernes, 10 de febrero de 2012

MIRANDO AL RÍO DOURO.

Hace unos 15 años, mi familia y yo vivíamos en Guadalajara, Jalisco. La profesión de mi padre (piloto aviador militar) le requería estar moviéndose de un lado a otro en la república, nosotros siempre lo seguíamos.

Cierta tarde, fuimos invitados a a una celebración en el centro de la ciudad de Guadalajara, recuerdo haber comido una exquisita birria con tortillas bien calientes hechas a mano. Terminando la celebración, nos despedíamos de los asistentes, entre tanta gente una persona se le acercó a mi padre, le hizo algunos comentarios y él asintió con la cabeza. Un tipo de unos 45 años iba a venir con nosotros, este vivía por el rumbo que tomaríamos y había que darle un "aventón". Estaba ebrio, se subió al automóvil e iniciamos nuestra marcha.

En el camino fue callado, no comentaba nada, solo se limitaba a observar la solitaria ciudad en la noche. Mientras avanzábamos por el rumbo de Zapopan, por fin habló y le preguntó a mi padre:

-Oiga, ¿no sabe usted cómo le hago para que mi papá deje de estar preocupado?, trae algo que no lo deja descansar y ya son muchos años y sigue con ese pendiente.
Mi padre observó por el retrovisor, intrigado por tal comentario y dando un gesto amable le preguntó sobre los motivos de esa preocupación, a lo cual respondió:

-Pues no sé bien, pero es sobre un dinero enterrado que encontró hace años, ojalá pudiera ir en este instante y platica con él.
Todos sentimos curiosidad, ¿de qué manera esta persona desconocida comentaba tal situación?, posiblemente cuestión de ebrios, pero acudimos de inmediato.

Llegamos a su casa, el padre de esta persona estaba viendo el televisor sentado en su sala, cuando le comentó el motivo de nuestra visita, se limitó a menear la cabeza, y dijo:

-Ya abriste la bocota otra vez con tu borrachera.
Apenados todos, dispuestos a salir, el señor del sillón, llamado Jesús T., nos invitó a sentárnos, primero preguntó sobre lo que nos había comentado su hijo y después inició platica, no sin antes comentarle de la posesión de dos detectores de metal de nuestra parte y la voluntad de ir a buscar un tesoro si así lo deseaba. A don Jesús no le interesó este detalle, sin embargo entró en plática:

-Mire, hace muchos, muchos años, estaba yo chamaco, yo soy originario de A. Jalisco. De niños acostumbrábamos ir al río a nadar todo el día, había veces que regresábamos tarde a nuestras casas y tremendas palizas que nos daban nuestro papás por andar de vagos, eso no quitaba nuestro gusto y de todos modos seguíamos haciéndolo.
Cambió posición en el amplio sillón en el que estaba sentado y continuó su platica:

-Un día, no recuerdo exactamente cual, fuimos como de costumbre a nadar al río, esta vez nos alejamos mucho del pueblo, fuimos río arriba, era época de lluvia y el agua estaba fría y crecida aunque no importaba, estábamos chamacos y andábamos de aventureros. Recuerdo que nadando, nos dimos cuenta que algunas partes donde había paredones a un lado del río, se estaban desmoronando por el caudal fuerte y estos se venían abajo, se desgajaban tirando a su paso grandes cantidades de tierra y piedras, las raíces de los árboles se asomaban.

Continuó:
-Para no hacerla larga, ya en la tarde, después de haber jugado en el agua todo el día, nos sentamos a la orilla del río y nos pusimos a platicar mientras tirábamos piedras al agua, recuerdo que Juvenal, uno de los amigos, mientras comentaba algo vio algo en el paredón de enfrente que quedaba del otro lado del rio, le puso poca atención y le arrojó la piedra que traia entre los dedos, en ese instante volteé y ví que había un barril grandecito asomándose del paredón, de hecho cuando le arrojó la piedra esta al rebotar hizo un ruido de cuando golpeas la madera, todos nos dimos cuenta y empezamos a tirarle piedras a ese barril.

Calló un instante, pensaba:
-Tirábamos piedras al barril y después de un rato nos fuimos de lugar, fueron varios días en los cuales regresabamos para nadar en dicho lugar, ese barril estaba siempre ahí, asomado, el caudal había desprendido parte del paredón y se vino abajo y este barril se asomó junto con una raíces muy grandes de un ahuehuete viejo que estaba cerca. Diario íbamos al lugar a nadar y tirarle de piedras a ese barril, pasó el tiempo, el lugar nos aburrió e íbamos a otros lugares y del barril no supimos nunca nada.

Todos nos quedamos callados, la cara de don Jesús estaba envuelta en una especie de coraje y resignación.

-No sé si es uno pendejo o muy inocente, pero hasta después de 30 años, un día recordé el detalle del barril, mi mente saltó al deducir que era muy posible que fuera un barril con monedas, recuerdo que cerca había unas ruinas de un rancho que le perteneció a don Carmelo Díaz, persona de mucho trabajo y que llegó a tener muchas cabezas de ganado; murió y los hijos al no heredar nada simplemente dejaron el rancho y algunos todavía viven en el pueblo y otros se fueron para la ciudad y uno hasta donde sé anda por el norte. Del dinero del señor Carmelo nadie supo, hacía años que había enviudado y nunca se volvió a casar, el rancho se abandonó, el ganado que quedaba se repartió entre los hermanos y lo vendieron y emigraron de ahí, después de muchos años, al recordar ese barril y por la cercanía con el rancho del señor Díaz, deduje que era posible que ese era su dinero.

Mientras platicaba esta historia, mi padre escuchó sin interrumpir un instante, en un momento de silencio le dijo:
-Pues yo tengo un par de detectores don Jesús, si quiere vamos y pues nada perdemos, vale la pena hacer la lucha.

-Olvídelo, hace unos cinco años en una de las idas a mi pueblo, me comentaron que Baltazar Muñoz, un campesino que acostumbrabra a pasear a sus cabras en la tarde, de la noche a la mañana se hizo rico siendo que siempre estuvo muy jodido, derepente compró tierras, camionetas, ganado y una flotilla de trailers, cuando me lo platicaron me dijeron que ya hacía 15 o 20 años de eso, yo como me vine a la ciudad no estaba enterado, me dijeron que la gente dice que encontró dinero una tarde cuando fue a pasear a sus cabras allá por el rumbo de la Huerta, precisamente el lugar donde estaba el barril en el paredón, todo me hace pensar que ese barril estuvo expuesto muchos años, o que tal vez cayó mientras los paredones se desgajaban y vaya usted a saber de que forma Baltazar lo haya encontrado.
Todos en silencio, consideramos prudente no insistir, nos levantamos y nos despedimos.

Nunca volvimos a saber del señor Jesús Tirado y de la historia de famoso barril que fue descubierto por el fuerte caudal de las lluvias que caen sobre el área del pueblo de A. en el estado de Jalisco. Tal vez Baltazar sabe la historia completa, tal vez no.

Una historia más que uno se encuentra en esta actividad,.

1 comentario:

  1. No es un patrón universal tampoco, hay también alojamientos funerarios en cuevas o abrigos rocosos de las montañas, también entierros "normales" con objetos y ofrendas. Si se trata de un entierro prehispánico, es la primera vez que escucho que se haya hecho una especie de cámara pequeña para albergar un cadáver.

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