TÍTULO: Las 25 cuestiones que interesan a los españoles
Según las encuestas, Nos preocupa cómo aumentar los labios o cómo reducir los pechos; los ronquidos propios... y los ajenos; no saber por qué engordamos ni lo que debemos comer; tener canas en el pelo y caspa en los hombros... tranquilo, todo tiene arreglo.
SANDRA FERNÁNDEZ/ FOTOGRAFÍA: CHEMA CONESA
Ángela Navarro, la peluquera más prestigiosa de nuestro país, cuenta a magazine por qué no ha tocado su rostro pese a que "todos los cirujanos me quieran operar".
Cada vez es más complicado encontrar mujeres de edad que no hayan borrado los rastros del tiempo mediante bótox, rellenos o un lifting. En el ámbito de la estética, es casi imposible. Por eso, el caso de la peluquera Ángela Navarro (Tomelloso, 1947) resulta tan chocante. Tiene 63 años y cada día se lanza al mundo con la cara lavada... y surcada de arrugas. Recién cumplido su sueño (inaugurar su primer centro de estética para enfermos oncológicos dentro del ámbito hospitalario), Navarro recibe a Magazine para hablar de su opción por la no imagen, una cuestión de autoestima y humildad.
P. ¿Nunca se ha puesto bótox?
R. Ni bótox, ni nada. Y eso que tengo propuestas de todos los cirujanos españoles y de fuera. ¡Todos quieren operarme!
P. ¿Y por qué no quiere usted?
R. Yo lo que quiero es que si viene Spielberg a buscar una señora con arrugas, esa señora sea yo. P. Pero usted fue pionera en tratamientos estéticos...
R. Sí, en el 90 este centro de la calle Jorge Juan (Madrid) era pionero en estética en Europa. Me traje a Palissot y a su equipo de París y aquí se formaba a diario una cola de señoras que venían a ponerse guapas. Pero cuando vi lo que era la estética en esa época... No podía creer aquellas barbaridades, todo tan artificial, no hay palabras. Sólo le diré que salieron todos de aquí. Y no sabe lo que fue remontar aquello económicamente...
P. ¿Y viene de entonces su oposición frontal a los arreglos?
R. No, lo que viene de entonces es mi convencimiento de que la estética es muy seria, no es poner por poneR.
P. Entonces, no está en contra.
R. Pero, ¿cómo voy a ir en contra de algo que soluciona tanto? Creo en el profesional que no quiere poner la nariz de otra y que hace retoques oportunísimos. ¡Claro que creo! Aunque yo, personalmente, no me cuido. Mire, yo hice un trabajo, que presenté en El Escorial en 2009, que consistió en la imagen para el cambio de sexo de Manolo, hoy María, una profesora de instituto que tuvo la valentía de hacer el cambio sin esconderse. Cuando la veo ¡me siento como la madre de la Pantoja!
P. A lo mejor tiene miedo...
R. ¿Miedo? No. No tengo miedo... El doctor Jesús Sierra me obligó a hacerme hace 10 años los hilos de oro. Pero cada vez que se pone a hacerme algo, que de él me fío, pues no llego y termina mandándome a la porra. Soy así, tengo trabajo y abandono el tratamiento, soy muy vaga. Soy lamentable, lo reconozco.
P. En casa del herrero cuchillo de palo, ¿qué dicen sus clientas?
R. A mí lo que me parece es que el cliente es muy inteligente. Y cuando tú eres un profesional honesto, da igual cuál sea tu aspecto. Tu trabajo es el que es. Eso es así. Anoche tenía aquí una cola de clientas de toda España y yo llevaba con la cara lavada todo el día.
P. ¿Siempre va así?
R. Sí, con la cara lavada siempre.
P. Volviendo a su trabajo. Usted empezó en los 80 en la moda. ¿Cómo ha llevado moverse en un mundo tan vanidoso?
R. He sido 20 años estilista oficial de Pasarela Cibeles. Para mí, es natural conocer a Armani, he llevado la imagen de Carolina Herrera, he trabajado con los hombres y las mujeres más guapos del mundo. Y, en esas circunstancias, aceptarte a ti misma tiene tela marinera... ¿Cómo se supera eso? Con humildad, pero la humildad hay que ganársela y cuesta muchísimo. Mire, la primera vez que vinieron a España Campbell y Schiffer, a mí me pusieron un banco para que me subiera ¡porque no llegaba a sus cabezas! El divertimento que tuvieron los cámaras no le quiero ni contar. Quiere decirse, que la autoestima me la he tenido que currar y, como no he sido fea -he sido bajita y pechugona, pero fea no-, pues lo he superado estupendamente.
P. ¿Qué le dicen sus hijas?
R. Mi hija Ana me regaña y critica continuamente. Ella es muy correcta, la verdad es que me viene muy bien que exista porque es la que pone el equilibrio en todo. Ahora está preocupada porque me dan un premio en Pamplona y me dice: "¿Qué te vas a poner?".
P. ¿Es ella quien la asesora?
R. No es que me asesore, es que me obliga. Me dice: "Tú llama a quien quieras, pero ve bien vestida". Ahora tiene 37 años pero, es curioso, siempre ha sido así. Fíjese que, cuando era pequeña y yo la llevaba al colegio, me tenía preparado un uniforme para que me lo pusiera. Era un vestido que me hacía más señora. Mi otra hija, Bea, es como yo, un desastre.
P. ¿Es que no le gusta la ropa?
R. (Se ríe). Me da igual. Pero cuando lo necesito, he de decir que tengo ayuda de sobra, ¿eh? Que no quiero resultar desagradecida.... Que me asesoren me encanta, me fío. Para la boda de Ana me vistieron Victorio y Lucchino y hasta me pusieron pendientes, cosa que no habían conseguido ni los de los diamantes De Beers. Cuando hace falta, sé que voy a ir bien.
P. ¿Por qué dimitó de Cibeles y empezó a trabajar con los enfermos oncológicos?
R. Hace unos años vino una periodista que tenía cáncer y mi hermana Pepa le reconstruyó la imagen. La periodista me dijo: "Esto se tiene que saber". Y lo publicó. A partir de ahí, empecé a tener un caos importante aquí en Jorge Juan, que era mezclar a Bibi Andersen con la señora que venía llorando. Para mí, fue horroroso. Me resistía y no entendía nada, no sabía si aquello era necesario o se trataba de un deseo puntual de alguien muy sofisticado...
P. Pero dejó la moda y se lanzó.
R. Sí. Y quiero que entienda el ejercicio de humildad que tuve que hacer para entrar en este proyecto. Como todos nos creemos dioses… Yo manejaba las pelucas como nadie, eran una herramienta natural para mí, pero éstas las quitaba y me llevaba la piel pegada detrás. Han sido años de investigar, de aprender, partiendo de cero y sin recibir ayudas. Pero al fin se acaba de inaugurar el primer centro de Estética Aplicada a la Salud en el Hospital de Sanchinarro de Madrid y ya tenemos en marcha cursos de formación para profesionales. A ellos les pido que vengan, que les necesitamos, que no tengan miedo.
P. A todo esto, ¿de dónde le vino la vocación de peluquera?
R. A mí esto me vino de mi madre, que no salía con mi padre -y había grandes broncas en casa-, si no estaba avisad de que iban a ir cenar esa noche y no había ido a la peluquería. Yo pensaba: "Madre mía, ¿pero qué es la peluquería?". Mi madre era una gran coqueta ¡se cambiaba de faja para ir a la compra! Esa señora, que a las siete se levantaba y se maquillaba para que su marido jamás la viera mal, pues me marcó.
P. ¿Qué diría si la viera ahora?
R. Mi madre murió de Alzheimer y, al final, cogía la barra de labios y se pintaba la ceja porque ya no tenía control. No me diría nada, ¿para qué? Mi hermana Julia es igual de coqueta que ella y tampoco me dice nada porque me conoce. Lo que no sé es cómo Paco lleva casado conmigo 30 años.
P. ¿Qué le dice su marido?
R. Que deje todo esto y me vaya con él a la playa...
No hay comentarios:
Publicar un comentario