Manolo Melado-foto-, peluquero, compositor y escritor: «La crisis ha hecho que cambien los hábitos en la Feria»
Manolo Melado, peluquero, compositor y escritor: «La crisis ha hecho que cambien los hábitos en la Feria» . Hace un par de semanas apareció su último libro, titulado «El barbero de Sevilla» (Guadalturia), y hace tan solo unas horas abandonó el real de la Feria donde muchas de sus letras han sido cantadas para alegrarla —¿Cómo va el libro? —Muy bien, con acogida no sólo en Sevilla sino en otras provincias andaluzas. La gente se ríe con las anécdotas que cuento y se olvida de la crisis porque tenemos menos fondo que una cucharilla de helado. —Recoge en él anécdotas reales como aquella de la Esmeralda cuando Aznar suprimió la mili… —Y la Esmeralda dijo que el que quisiera un soldado lo iba a tener que comprar de plomo. —Y aquella otra de tu hijo que fue a casa de Lopera, el palacio del azulejo, a hacerle un reportaje… —Y volvió diciéndome: ¡ojú papa, Lopera tiene alicatado hasta el jamón! —También es muy buena la anécdota de Rafael el Gallo —Sí, fue al peluquero y le preguntó el maestro si le quedaba mucho con el cliente que estaba pelando. El barbero le dijo que se fuera a la cafetería de enfrente que terminando con ese cliente le daba un aviso. El Gallo le dijo: después de jubilado y retirado del toreo me vas a dar un aviso… —¿Esos personajes forman parte de una manera de entender Sevilla que se extingue con ellos? —Quedarán siempre en la memoria de la ciudad pero la juventud debería aprender de ellos porque era un humor sano y que hacía feliz a la gente. —Si tuviera que destacar, sobre todos ellos, una terna de personajes, ¿cuáles escogería? —Paco Gandía, Pepe da Rosa padre y Luis Moreno, ex miembro de los Payos. —¿Algunos de esos personajes han sido grandes feriantes? —Por supuesto. Por ejemplo, Paco Gandía en su caseta, además de generoso, demostraba que era un artista. Yo me llevé ocho horas con él y no paró de contar chistes sin repetir ninguno. —¿Cómo ha visto la Feria? —La gente ha cambiado ciertos hábitos y por ejemplo a las tres del martes no había nadie en la feria. Y a las siete se llenó. Prueba evidente de que se comía en casa. —Dicen que ha sido la Feria del tomate con sal y la ración de pimientos… —Son tiempos muy cortitos. Y los más sensatos saben que, en un momento, se te pueden ir los cincuenta euros que son los que vas a pagar por la luz de tu casa. —Y todo el mundo hablando de cómo está la cosa… —Todo el mundo parado como el metro en la Feria. El día en que el Metro se paró vi cómo una señorita vestida de flamenca, elegante, le pidió a un señor que le cediera el asiento porque estaba embarazada. El tipo la miró y le preguntó, al verla tan estilizada, de cuánto tiempo estaba. Y la señora dijo: creo que desde hace media hora porque todavía me tiemblan las piernas. Qué susto. —También se ha hablado mucho del albero… Me dijo un feriante que había menos albero que en la plaza de toros de Bilbao. —Ha sido uno de los aspectos negativos más comentados de la Feria. Algunos salían de la Feria como si hubieran estornudado en un polvero. Pero la feria lo salva todo. —Al menos, por una semana, la gente ha podido ser feliz… —Claro que sí. Se necesita olvidar muchas cosas. —¿Cuál de tus composiciones cree que se ha bailado más? —«Mírala cara a cara», «A bailar, a bailar», «Que no nos falte de ná» son las más populares. La de «Quiero cruzar la bahía» se ha convertido en un clásico de las sevillanas. —¿Y cuál de ellas cree que te salió redonda? —«Quiero cruzar la bahía». —El otro día me dijo Matilde Coral que había que reconocer a Pascual el de Cantores públicamente lo que ha hecho por las sevillanas. ¿Te sumas? —Es más, yo creo que nadie se ha dado cuenta de la importancia que tiene como compositor. La primera parte del disco «Danza» es digna de los mejores compositores como Lecuona, Falla y Albéniz —¿Pertenece a la Sociedad General de Autores? —Claro que sí. Tengo treinta votos. Desde el 79 estoy en la SGAE. —¿Y ha votado cambio o continuidad? —Cambio. Era necesario. Creo que el dinero que genera la música debe ir al bolsillo de compositores y autores. El dinero se ha invertido en asuntos ajenos al trabajo de los artistas. Un monumento Hace ya muchos años, con Pepote Rodríguez de la Borbolla en la Junta, Manolo Melado le pidió al entonces presidente de Andalucía, la necesidad de hacerle un monumento a las sevillanas. Pepote le dijo que para adelante. Y ese monumento lo hizo el escultor Gil Arévalo. Pero nunca se colocó. Melado reivindica su puesta en valor. Te habla de las sevillanas con pasión, como un baile que recoge las esencias identitarias de un pueblo. Frente a las sevillanas trágicas, del tanatorio como él las llama, opone las sevillanas de siempre: las escritas y compuestas para bailar y cortejar a tu pareja. Concluye con uno de sus dardos: cuando acabas de escuchar una de esas sevillanas trágicas te entran ganas de irte para el cuadro y darles el pésame… |
TÍTULO: EL PULSO DEL PLANETA- UNA VIDA DE FANTASÍA.
El joven Christopher Paolini sigue exportando a todo el mundo el imparable éxito de la saga << Eragon>>,
apuntalando su leyenda como Tolkien del siglo XXI.
Christopher Paolini tiene 28 años, cara de no haber roto un plato en su vida y, con permiso de George R. R. Martin y Suzanne Collins, una de las cuentas corrientes más abultadas del género fantástico. No en vano, hablamos del autor de la tetralogía fantástica «Eragon», algo así como «El señor de los anillos» del siglo XXI y saga juvenil con la que Paolini, un joven criado en las montañas de Montana y educado en casa por sus propios padres, se ha convertido en uno de los fenómenos editoriales más llamativos y rentables de la literatura juvenil. Suyo es el récord de precocidad —escribió la primera entrega de «Eragon» con apenas 15 años— y suya es también la nada desdeñable marca de haber colocado 35 millones de ejemplares de sus novelas en todo el mundo. Elfos, enanos, dragones y Señores del Mal, alineados de nuevo junto al éxito masivo y, como señala el propio autor, trazando nuevos caminos para explicar los grandes temas de la Humanidad.
«Si quieres explorar un tema como la codicia en una novela realista, probablemente tendrás que escribir sobre Wall Street, banqueros y cosas, pero en fantasía puedes tener un anillo mágico que concede deseos a los personajes, y tienes “El anillo del Nibelungo” de Wagner. Y si quieres explorar la maldad, lo que tienes es “El señor de los anillos”», explica Paolini desde un hotel de Barcelona, adonde ha llegado para promocionar «Legado» (Roca Editorial, 700 páginas), cuarta y última entrega de la saga protagonizada por Eragon y la dragona Saphira.
El final de una era y, según Paolini, el comienzo de una nueva vida como escritor. Porque, pese a que no descarta reencontrarse con «Eragon» en el futuro, el autor estadounidense se dispone a abrir una nueva etapa para dar rienda suelta a lo que se antoja como una asombrosa hiperactividad. «Ahora mismo ya tengo unos veinte o treinta libros pensados y estructurados. Estoy casi seguro de que lo próximo que haré será algo de ciencia ficción», avanza mientras garabatea en un papel el dibujo de unas montañas parecidas a las que debía de contemplar desde el Paradise Valley de Montana en el que se crió.
Montañas que vieron cómo «Eragon» viajaba de la imaginación al papel para convertirse en una saga millonaria y, pese a todo, familiar. Y es que la primera edición del libro, más cotizada hoy en día que la de «El hobbit» de J. R. R. Tolkien, no solo nació gracias a la inversión de todos los ahorros de los padres de Paolini, sino que abrió la puerta a una suerte de factoría que emplea a los progenitores del joven escritor y a su hermana, quien diseñó la portada del primer «Eragon».
Y luego está, claro, Christopher, niño prodigio de las letras estadounidenses capaz de conquistar la lista de los más vendidos del «New York Times» con apenas 19 años. Un autor autodidacta y entusiasta de E. R. Eddison y Patrick Rottfuss que empezó promocionando su primera novela en más de un centenar de escuelas y librerías y ha acabado por codearse con estrellas como Jeremy Irons, John Malkovich y Robert Caliley en el estreno cinematográfico de «Eragon» (2006), primera y de momento única adaptación cinematográfica de las hazañas del Jinete de Dragón.
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