El sol que entraba por la ventana me daba de lleno en la cara. Pero no fue la claridad del día lo que me despertó, sino la sensación de calor y humedad.
¡ Dios! Las once y media. Maldito despertador.
Al intentar incorporme, una sacudida en la cabeza me hizo entender súbitamente que mi desfase horario no era culpa del pequeño despertador a pilas que descansaba sobre la mesilla, sino la sobredosis de gin- tonics de la noche anterior en la Mandrágora.
Demasiado mayor para abusar del alcohol. Demasiado descontrol para un cuerpo que me dolía desesperadamente una tregua.Hoy no pisaré La Mandrágora. Vendré directamente a casa, me acostaré a las doce y me levantaré a las ocho de la mañana, me dije a mi mismo.¡ Qué buenos propósitos! Llevaba semanas, meses repitiéndome la misma cantinela.
El hombre es un animal de costumbres, recuerda.¿ Pero cómo romper con una rutina cuando no se tiene nada mejor para sustituirla?.
Vamos a lo práctico. Primero, combartir la resaca. Luego, acudir a toda prisa por el periódico. Después... Yo qué sé.
No crean que mi vida siempre había sido un desastre. Más bien, al contrario. Yo era un tipo disciplinado, marido ejemplar, un periodista brillante. Sí, pero de eso hacía ya algún tiempo.
¿ Cómo llegué a esa situación de deterioro? No se imaginan lo fácil que puede llegar a ser.
Basta con dejarse llevar, con no tener nada ni nadie por lo que pelear.
La resaca presenta la atmósfera social, económica y política de la vida isleña durante las últimas tres décadas del siglo XIX y recrea, dentro de un denso tejido simbólico, la angustia criolla producida por el despotismo de los gobernadores y los abusos de los terratenientes que componían el núcleo dominante del conservadurismo peninsular.”
“En el ámbito nacional, La resaca puede considerarse el antecedente de obras de temática histórica más o menos ficcionalizada como Seva de Luis López Nieves (1983) y Falsas crónicas del sur de Ana Lydia Vega (1991). Según Carlos Pabón, el proyecto de recuperación del pasado, la pasión de historia de estos autores, se expresa en el deseo de remendar la memoria rota proponiendo, mediante la ficción, una verdad alternativa a la que ha sido escamoteada por la historia oficial.”
La vida del idealista rebelde Dolorito Montojo –símbolo del alma puertorriqueña, con su amor a la tierra, a la justicia, al honor– fluye como un río, recorriendo la Isla, sobre el telón de fondo de la historia y el mito.
Laguerre rinde homenaje en esta obra a los clásicos españoles y al costumbrismo; se vincula con el pensamiento telúrico e indigenista americano; y se proyecta hacia posturas claramente ecologistas.
La primera edición de La resaca sale en San Juan en 1949, bajo el sello de la Biblioteca de Autores Puertorriqueños, y ese es el texto que se reproduce en esta edición anotada, ya que el manuscrito autógrafo del autor parece perdido.
Siguiendo el esquema de la Colección Clásicos Comentados de la Literatura Puertorriqueña, la presente edición cuenta con una introducción histórica y biográfica del autor; unas tablas cronológicas; el texto, anotado; comentario y análisis de la obra; bibliografía; actividades para el estudio de la obra; así como un índice léxico, onomástico y fraseológico.
Las notas se centran en elementos léxicos, históricos, fraseológicos y retóricos, para hacer accesible el texto al lector actual.
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