TÍTULO: AMAZONAS- LAS MUJERES CHAMANES: MUNDO:
Contra los laboratorios. Las curanderas del Amazonas no quieren seguir dejándose engañar. Afirman que la industria química saquea sus conocimientos ancestrales, los patentan y se embolsan los beneficios.
Esta es la historia de sus contraataque. Como la transmisión de esos conocimientos, es oral, no pueden demostrar la antigüedad de sus prácticas. Durante mese, comen una planta para impregnarse de sus propidades y esperan que le revele sus virtudes.En general son pequeñas tribus con organización socio política simple e igualitaria. El jefe suele ser el guerrero o cazador de mayor prestigio y elegido por sus méritos y es quine decide el momento de la guerra, o de nuevos asentamientos. Pero el resto del tiempo no son obedecidos y su único privilegio es la mayor consideración y respeto por sus méritos, y en algunas ciertos regalos. Predominan los consejos de ancianos y/o la reunión de todos los miembros de la tribu para tomar decisiones. Los que incumplen las reglas de convivencia son o bien condenados a muerte, o expulsados de la tribu. Su actitud respecto a los alimentos y la tierra suele ser comunitaria.
Unas son patrilineales y otras matrilineales. Viven en casas comunales de todas o varias parejas con sus hijos, aunque en algunas existen casas masculinas y femeninas. Los embarazos y los partos suelen acompañar su importancia con normas especiales que varían según la tribu, pero suelen ser periodos de abstinencia sexual. Suelen conocer remedios anticonceptivos y abortivos, aunque unas los aplican más que otras. En algunas tribus se practica el infanticidio de niños deformes, pero no en todas.
Los niños viven infancias libres y amorosas hasta los 6 ó 7 años, cuando empiezan a ayudar en las labores de caza y guerra (niños) y agricultura, hilado de algodón y cerámica y objetos de adorno (niñas). A partir de la pubertad empieza un periodo de aprendizaje riguroso y disciplinado y a las niñas las mujeres ancianas les enseñan los remedios anticonceptivos y abortivos.
En algunas los matrimonios son concertados por los padres, no en todas. También varía la actitud ante el adulterio. En algunas tribus es motivo de divorcio, en otras se permite golpear al ofensor. Y en otras la mujer cuyo matrimonio haya fracasado puede ser amante de los otros guerreros. El asesinato suele ser vengado, o bien siendo expulsado de la tribu el asesino. En las tribus poligámicas (también hay algunas poliárquicas) no existe rivalidad ni celos entre las mujeres. Y en ciertas tribus además de por su contribución material al sostenimiento de la tribu, las mujeres son muy importantes por su influencia sobre determinados espíritus vegetales.
La caza suele ser por medio de arcos (algunos muy grandes, como de 2 ó 3 metros), garrotes, o cerbatanas (tubos largos donde se coloca una flechita envenenada con curare, que es soplada hasta a 40 mts. de distancia).
Algunas tribus viven aisladas de sus vecinos y otras tienen relaciones con tribus vecinas para comerciar con ellas por medio del trueque, o para invitarlas a las danzas y fiestas sagradas. También existen grados diversos en cuanto a su hostilidad, pero aún así las guerras suelen ser esporádicas (incursiones para vengar la muerte de alguien, o para raptar mujeres). Los cautivos son adoptados como miembros de la tribu.
Suelen ir desnudos, aunque algunos llevan una tela de algodón (los menos) hasta las rodillas. Y sus adornos suelen ser su auténtica “ropa”: collares, tatuajes, pinturas rituales, máscaras de paja, piedras o palos atravesando nariz, o labio inferior. Y todos tiene una rica simbología.
TÍTULO: VIDAS PRIVADAS- HERMANOS CADA 15 DÍAS.
Cambian de casa cada dos semanas, pero tienen una sola familia reconstituidas van y vienen con una mochila de emociones contradictorias y han de aprender a convivir y querer a sus hermanastros.
El reto para los padres. biológicos o no, es que se generen víngulos entre ellos los nuevos miembros de la familia. Miedo al abandono. Se cree que por ser niños ya son felices, pero tras el divorcio tardan varios años en rearmar su mundo emocional. No es todo perfecto. Cómo hacer que una familia reagrupada funcione mejor.
Cuando Ton (de ocho años) tuvo edad de preguntar, le lanzó a su padre, Jordi, la tan temida pregunta: "Papá, ¿por qué te has separado de mamá?". Jordi le contestó haciéndole otra: "¿No has tenido un amigo con el que jugabas mucho y de repente ya no juegas nada? Así, un día tu mamá y yo dejamos de querernos igual, y yo comencé a querer a otra persona". Y Ton lo encajó bien.
Es domingo a medio día y cuatro niños se arremolinan alrededor de una paella. Al lado de Ton, devorando arroz, está Jana (de seis años), su hermana de padre y madre. Tenía seis meses cuando ocurrió la separación. Era demasiado pequeña, por eso, la primera vez que le pidieron que dibujara a su familia, Jana pintó a un señor alto, su padre, Jordi, y a dos mujeres: su madre, Ester, y a Carol, la novia de su padre; y también a dos niños, su hermano Ton y ella. Pero pronto serían más. Hace poco, el pediatra le preguntó a Ivo (de cinco años) el hijo de Jordi y Carol, quién era su mejor amigo y contestó que Ton, su hermano mayor.
Cuando Ton y Jana volvían a casa de su madre dejando a su nuevo hermano atrás, los lunes y los viernes de cada semana y dos fines de semana al mes, o en las largas vacaciones de verano y navidades, Ivo se quedaba solo de golpe y los echaba de menos. Por eso, para que también tuviera compañía, su padres decidieron traer al mundo a Nil (el benjamín, de dos años). Ahora, a ojos de estos niños, todos ellos son una familia de siete personas repartida en dos casas, pero el afecto entre hermanos no cambia aunque no duerman juntos todos los días. Ellos lo han conseguido.
"En la clase de Jana, más del 50% de padres están separados", cuenta Carol. Jordi recuerda que el año pasado dos padres de niños del colegio se enamoraron, se separaron de sus parejas y formaron una nueva; además de sus propios hijos, tres de parte de él, y uno de ella, ya tienen un bebé de esa nueva unión. Los tiempos han cambiado, vemos todos los días cómo se ponen en marcha nuevos modelos de familia. Uno de los principales retos de la reconstituida o reagrupada, es decir, la que incluye hijos de relaciones previas, es generar un ambiente en el que los distintos vínculos entre los nuevos miembros puedan ser estrechos y profundos. Una tarea vital para los progenitores, tanto de los biológicos, como de los que ejercen parentalidad sin vínculos sanguíneos: "Desde el principio tuvimos claro que yo era igual que Jordi de cara a los niños –explica Carol–. Eso fue importante para mostrarles que formamos una unidad. A la hora de decir qué se hace y a la de dar cariño, somos equivalentes".
Los niños han terminado de comer la paella y ahora se pelean para hablar a la grabadora: "Lo mejor de nuestra familia es que jugamos más. Cuando estoy en casa de mi madre es más aburrido porque solo estamos Ton y yo", dice Jana. A Jana le gusta jugar con Ton a los indios y botar en el sillón con Ivo. A Ton le encanta jugar con Jana a que son perros y junto a Ivo a construir torres. Y a todos les gusta que Nil los persiga. Otras ventajas a ojos infantiles: tener juguetes en ambas casas, más mascotas, más abuelos... "¿Hermanastros? No conocen ese término, no hay diferencias entre sus afectos", afirma Carol. Pero el bienestar que hoy se respira en esta casa no les cayó del cielo. Tuvieron que trabajar muchísimo en su nuevo proyecto de vida. Todos los comienzos son duros. Jordi cuenta que Ton palpó la tensión y el dolor que se vivía en casa entre sus papás. Para Carol tampoco fue fácil, ella es de Madrid, se mudó a Barcelona a un piso que Jordi compartía con dos amigos. Y para colmo, había que lle- garles al corazón a dos críos que podrían haberla considerado una enemiga: "Al principio, fue duro para mí, porque era dar y dar y dar... sin recibir –confiesa alguien que hoy se siente madre de cuatro niños y detesta la palabra madrastra–. Los niños tienen sus referentes, que son su padre y su madre, y, por ejemplo, a la hora de dar la mano siempre se la cogían a su papá. El cambio fue progresivo y un día dejaron de decir: "¡Tú no!". Ahora, cuando voy a buscarlos al cole, Ton y Jana también se me tiran encima". Cuando les pregunto a los niños qué es lo que más les gusta de la esposa de papá son expresivos: "A mí me gusta bailar con Carol”, dice Jana. "A mí hablar con ella", dice Ton. Ivo se cuela en la charla y dice: "A mí que vaya a buscar donuts los domingos". Carol no intenta ser una madre sustituta ni una madrastra, sino una amiga para los hijos de su marido.
NO TODO ES PERFECTO. Porque en otras casas en lugar de vivir una película apta para toda la familia, puede verse una de horror. "Tenemos amigos separados que se hablan a través de sus abogados", afirma Carol. En efecto, encontrar parejas para este reportaje como la que acabamos de describir no fue tarea fácil. Porque no todo lo que brilla es oro en estas historias. Teníamos un testimonio que no hemos podido publicar porque, después de visitar en su casa a una aparentemente idílica familia reconstituida, nos llamó la otra madre, enfadada, para reclamarnos que ella no había sido advertida de esa entrevista y que no permitiría que sus niños salieran en el reportaje, amén de despacharse contra su exmarido y acusarlo de no pasarle la pensión. Al llamar al padre de los niños para corroborar esta información, él lo negó todo y no tuvo reparos en comunicarnos que su ex padecía problemas psicológicos serios. Tuvimos que retirarnos de ese fuego cruzado y renunciar a su historia, pero nos sirvió para plantearnos una cuestión: ¿se puede criar niños propios y ajenos en medio de un vendaval de acusaciones y rencor? Y aunque los adultos se encuentren en paz entre ellos y consigo mismos, ¿cómo llevan los niños la relación con sus nuevos hermanos y su 'segunda madre'?
Para Nora Rodríguez, autora de 'Hermanos cada 15 días' (Ed. Integral), la sociedad está totalmente adaptada para que la pareja una vez separada quiera vivir otra vez en familia, lo que falta es tomar conciencia de qué hacer con los hijos, cómo superan ellos el divorcio y cómo se adaptan a una nueva familia, con gente con la que no tienen una historia en común. "Se les está exponiendo a un sobreesfuerzo, a dos situaciones simultáneas: al divorcio de los padres y a un nuevo sistema familiar. No hay tabúes o prejuicios, lo que hay es falta de modelos y de referentes: una familia reconstituida no tiene una referencia donde mirarse, el gran handicap es querer funcionar como una tradicional o como funcionaban ellos mismos antes de la relación". Otro error parental es, según esta pedagoga especializada en infancia, decirle al niño que tiene que querer a sus nuevos hermanos porque viven juntos, porque se ven a menudo o porque tienen casi la misma edad. "Puede ser que no los quiera y hay que respetarlo. No solo hay un primer intento de reconstrucción familiar, hay niños que pasan hasta tres intentos de reconstrucción familiar en su vida. Las sucesivas reconstrucciones son una de las razones de los vínculos débiles", conclye la experta. Lo mismo opina Mireia Orgilés, psicóloga y catedrática de la Universidad Miguel Hernández: "En un principio no existen vínculos fuertes entre los miembros de la nueva familia, ya que no comparten un pasado. Sin embargo, sí que es posible construir nuevas relaciones emocionales entre todos ellos".
MIEDO AL ABANDONO. Entonces, ¿cómo pueden generarse lazos fuertes si las personas entran y salen de sus vidas? "La razón de un vínculo débil tiene que ver con algo que suena en la cabeza del niño: "No me arriesgo a quererte por si me abandonas". Aquí el trabajo parental, para que las nuevas familias funcionen, es el afianzamiento de la relación entre los padres biológicos y sus hijos", explica Rodríguez. "Se deben mantener parte de las costumbres y rutinas de las anteriores familias –señala Orgilés–. Esto hará que los hijos tengan una sensación de continuidad y les resulte más fácil su adaptación". Rodríguez también recomienda que, juntos, vuelvan a repasar la historia del niño, ver con él sus fotos de cuando era pequeño, reírse de las mismas cosas que se reían antes, atesorar los recuerdos en común, en lugar de tratar de borrarlos, lo que podría ocasionar un trastorno psicológico al pequeño: "Cuando los padres se separan, tienen mucha prisa para volver a ser felices. Intentan que el tiempo pase rápido, mientras que los hijos tienen la idea opuesta: que vuelva a atrás o que se pare para que papá y mamá vuelvan a estar juntos. La entrada a la nueva familia se produce yendo en sentidos diferentes. Por eso no hay que romper la historia del niño, si se le deja asumir su propia historia, podrá integrarse en esa nueva estructura".
Todo aquel que tenga intención de reagrupar su familia debe tener en cuenta que los pequeños, al vivir en dos mundos diferentes, van y vienen con una carga emocional enorme. Quien tiene la custodia les aporta peso emocional y, a veces, culpa. Además, los chicos que ven cada 15 días a los padres, tienen el terrible problema de que se les obliga a elegir. No es raro que el hijo le diga a quien tiene su custodia que ya no quiere ir a la otra casa, porque "está cansado". "De lo que se cansa es de ir con la mochila cargada emocionalmente –apunta Nora–. Hay una idea errónea: que por ser niños ya son felices y eso es absurdo. Todos sufren tras el divorcio y tardan años en rearmar su mundo emocional, con eso de que 'se adaptan' se les expone a un sobreesfuerzo: en una casa come lentejas y en otra en restaurantes; en una viste de mercadillo, en la otra de marca. Viven en realidades tan distintas que les puede producir una neurosis".
DIFERENTES REGLAS. Aunque comparten muchas cosas, en casa de Jordi y Carol no se cría a los niños exactamente igual que en la de la madre de Ton y Jana: "En cada casa hay distintas reglas. A veces nos dicen que "en casa de mami vimos una peli hasta tarde", pero lo dicen bajito porque saben que eso no cuela aquí, que aquí se acuestan a las 8.30; saben qué rutina tienen en una casa y en la otra", explica Carol. El buen rollo entre las madres también es importantísimo para mantener este equilibrio: "Cuando uno se pone enfermo, llamo a Ester y le pregunto: "¿Quieres que le de alguna otra cosa?". Si no puedo recogerlos en el cole, la aviso y recoge también a Ivo, que se ha quedado a dormir en su casa más de una vez".
Los niños, por su parte, también deben bregar con lo suyo: "Jana cuando está en casa de su madre es la niña pequeña y la mimada, pero aquí no y eso la ha hecho madurar. El que vivía el cambio brusco, de golpe y porrazo, de que de pronto llegaran dos más y dejara de ser el único, y que después lo dejaban solo es Ivo. Pero ahora está Nil y eso lo hace sentir mayor y se comporta con más responsabilidad", afirma Jordi.
Una curiosidad: Jordi, Carol y Ester son fisioterapeutas. "¿Alguno quiere ser médico?", pregunto antes de irme a los pequeños: "¡Yo no, yo no!", contestan al unísono. Quieren ser "caballero", "princesa" y "arreglatodo". Estos hermanos parecen llevar una mochila muy ligerita. La psicoanalista y experta en terapia familiar Magdalena Salamanca recomienda, por su parte, empezar porque los miembros de la nueva familia acepten sus diferencias: "No comparar, aunque resulte difícil". Según la especialista, cuando se fuerzan las actitudes "para ser lo que no soy", se pueden provocar trastornos en uno mismo y en los demás. Así que, "lo más importante es tratar la realidad con normalidad, sin exigencias ni obligaciones imposibles de cumplir". Para Salamanca, también está claro que la ayuda profesional es un recurso a tener en cuenta: "Nadie nos enseña a vivir, a afrontar los cambios que se nos presentan en la vida. Acudir a un especialista evita complicaciones innecesarias, sobre todo en el entorno familiar donde los vínculos afectivos son mucho más intensos y determinantes".
SIN MANUAL DE INSTRUCCIONES. Cómo hacer que una familia reagrupada funcione mejor.
Una familia reagrupada es como una máquina nueva que viene sin manual de instrucciones: siempre habrá sorpresas y hasta podemos llegar a tener la sensación
de que hay piezas que sobran o faltan. Para Mireia Orgilés, psicóloga y catedrática de la Universidad Miguel Hernádez, lo más importante es que "los padres aprendan a resolver adecuadamente los conflictos". Según esta psicóloga, lo primero que hay que tener en cuenta es ayudar a los niños a superar el hecho de que sus padres no volverán a ser pareja. En segundo lugar, es preciso establecer claramente los roles en la nueva familia: "Sobre todo, cuál es el papel de la nueva pareja, a la que deben introducir poco a poco en la vida de los niños y, ojo, antes de convivir con ellos". Finalmente, para Orgilés, cuando existen hijos por ambas partes es importante organizar actividades conjuntas entre ellos, para que se conozcan poco a poco. Aunque no es menos crucial que los padres compartan con sus hijos un tiempo exclusivo sin que su nueva pareja esté presente, para prevenir la sensación de pérdida.
Es domingo a medio día y cuatro niños se arremolinan alrededor de una paella. Al lado de Ton, devorando arroz, está Jana (de seis años), su hermana de padre y madre. Tenía seis meses cuando ocurrió la separación. Era demasiado pequeña, por eso, la primera vez que le pidieron que dibujara a su familia, Jana pintó a un señor alto, su padre, Jordi, y a dos mujeres: su madre, Ester, y a Carol, la novia de su padre; y también a dos niños, su hermano Ton y ella. Pero pronto serían más. Hace poco, el pediatra le preguntó a Ivo (de cinco años) el hijo de Jordi y Carol, quién era su mejor amigo y contestó que Ton, su hermano mayor.
Cuando Ton y Jana volvían a casa de su madre dejando a su nuevo hermano atrás, los lunes y los viernes de cada semana y dos fines de semana al mes, o en las largas vacaciones de verano y navidades, Ivo se quedaba solo de golpe y los echaba de menos. Por eso, para que también tuviera compañía, su padres decidieron traer al mundo a Nil (el benjamín, de dos años). Ahora, a ojos de estos niños, todos ellos son una familia de siete personas repartida en dos casas, pero el afecto entre hermanos no cambia aunque no duerman juntos todos los días. Ellos lo han conseguido.
"En la clase de Jana, más del 50% de padres están separados", cuenta Carol. Jordi recuerda que el año pasado dos padres de niños del colegio se enamoraron, se separaron de sus parejas y formaron una nueva; además de sus propios hijos, tres de parte de él, y uno de ella, ya tienen un bebé de esa nueva unión. Los tiempos han cambiado, vemos todos los días cómo se ponen en marcha nuevos modelos de familia. Uno de los principales retos de la reconstituida o reagrupada, es decir, la que incluye hijos de relaciones previas, es generar un ambiente en el que los distintos vínculos entre los nuevos miembros puedan ser estrechos y profundos. Una tarea vital para los progenitores, tanto de los biológicos, como de los que ejercen parentalidad sin vínculos sanguíneos: "Desde el principio tuvimos claro que yo era igual que Jordi de cara a los niños –explica Carol–. Eso fue importante para mostrarles que formamos una unidad. A la hora de decir qué se hace y a la de dar cariño, somos equivalentes".
Los niños han terminado de comer la paella y ahora se pelean para hablar a la grabadora: "Lo mejor de nuestra familia es que jugamos más. Cuando estoy en casa de mi madre es más aburrido porque solo estamos Ton y yo", dice Jana. A Jana le gusta jugar con Ton a los indios y botar en el sillón con Ivo. A Ton le encanta jugar con Jana a que son perros y junto a Ivo a construir torres. Y a todos les gusta que Nil los persiga. Otras ventajas a ojos infantiles: tener juguetes en ambas casas, más mascotas, más abuelos... "¿Hermanastros? No conocen ese término, no hay diferencias entre sus afectos", afirma Carol. Pero el bienestar que hoy se respira en esta casa no les cayó del cielo. Tuvieron que trabajar muchísimo en su nuevo proyecto de vida. Todos los comienzos son duros. Jordi cuenta que Ton palpó la tensión y el dolor que se vivía en casa entre sus papás. Para Carol tampoco fue fácil, ella es de Madrid, se mudó a Barcelona a un piso que Jordi compartía con dos amigos. Y para colmo, había que lle- garles al corazón a dos críos que podrían haberla considerado una enemiga: "Al principio, fue duro para mí, porque era dar y dar y dar... sin recibir –confiesa alguien que hoy se siente madre de cuatro niños y detesta la palabra madrastra–. Los niños tienen sus referentes, que son su padre y su madre, y, por ejemplo, a la hora de dar la mano siempre se la cogían a su papá. El cambio fue progresivo y un día dejaron de decir: "¡Tú no!". Ahora, cuando voy a buscarlos al cole, Ton y Jana también se me tiran encima". Cuando les pregunto a los niños qué es lo que más les gusta de la esposa de papá son expresivos: "A mí me gusta bailar con Carol”, dice Jana. "A mí hablar con ella", dice Ton. Ivo se cuela en la charla y dice: "A mí que vaya a buscar donuts los domingos". Carol no intenta ser una madre sustituta ni una madrastra, sino una amiga para los hijos de su marido.
NO TODO ES PERFECTO. Porque en otras casas en lugar de vivir una película apta para toda la familia, puede verse una de horror. "Tenemos amigos separados que se hablan a través de sus abogados", afirma Carol. En efecto, encontrar parejas para este reportaje como la que acabamos de describir no fue tarea fácil. Porque no todo lo que brilla es oro en estas historias. Teníamos un testimonio que no hemos podido publicar porque, después de visitar en su casa a una aparentemente idílica familia reconstituida, nos llamó la otra madre, enfadada, para reclamarnos que ella no había sido advertida de esa entrevista y que no permitiría que sus niños salieran en el reportaje, amén de despacharse contra su exmarido y acusarlo de no pasarle la pensión. Al llamar al padre de los niños para corroborar esta información, él lo negó todo y no tuvo reparos en comunicarnos que su ex padecía problemas psicológicos serios. Tuvimos que retirarnos de ese fuego cruzado y renunciar a su historia, pero nos sirvió para plantearnos una cuestión: ¿se puede criar niños propios y ajenos en medio de un vendaval de acusaciones y rencor? Y aunque los adultos se encuentren en paz entre ellos y consigo mismos, ¿cómo llevan los niños la relación con sus nuevos hermanos y su 'segunda madre'?
Para Nora Rodríguez, autora de 'Hermanos cada 15 días' (Ed. Integral), la sociedad está totalmente adaptada para que la pareja una vez separada quiera vivir otra vez en familia, lo que falta es tomar conciencia de qué hacer con los hijos, cómo superan ellos el divorcio y cómo se adaptan a una nueva familia, con gente con la que no tienen una historia en común. "Se les está exponiendo a un sobreesfuerzo, a dos situaciones simultáneas: al divorcio de los padres y a un nuevo sistema familiar. No hay tabúes o prejuicios, lo que hay es falta de modelos y de referentes: una familia reconstituida no tiene una referencia donde mirarse, el gran handicap es querer funcionar como una tradicional o como funcionaban ellos mismos antes de la relación". Otro error parental es, según esta pedagoga especializada en infancia, decirle al niño que tiene que querer a sus nuevos hermanos porque viven juntos, porque se ven a menudo o porque tienen casi la misma edad. "Puede ser que no los quiera y hay que respetarlo. No solo hay un primer intento de reconstrucción familiar, hay niños que pasan hasta tres intentos de reconstrucción familiar en su vida. Las sucesivas reconstrucciones son una de las razones de los vínculos débiles", conclye la experta. Lo mismo opina Mireia Orgilés, psicóloga y catedrática de la Universidad Miguel Hernández: "En un principio no existen vínculos fuertes entre los miembros de la nueva familia, ya que no comparten un pasado. Sin embargo, sí que es posible construir nuevas relaciones emocionales entre todos ellos".
MIEDO AL ABANDONO. Entonces, ¿cómo pueden generarse lazos fuertes si las personas entran y salen de sus vidas? "La razón de un vínculo débil tiene que ver con algo que suena en la cabeza del niño: "No me arriesgo a quererte por si me abandonas". Aquí el trabajo parental, para que las nuevas familias funcionen, es el afianzamiento de la relación entre los padres biológicos y sus hijos", explica Rodríguez. "Se deben mantener parte de las costumbres y rutinas de las anteriores familias –señala Orgilés–. Esto hará que los hijos tengan una sensación de continuidad y les resulte más fácil su adaptación". Rodríguez también recomienda que, juntos, vuelvan a repasar la historia del niño, ver con él sus fotos de cuando era pequeño, reírse de las mismas cosas que se reían antes, atesorar los recuerdos en común, en lugar de tratar de borrarlos, lo que podría ocasionar un trastorno psicológico al pequeño: "Cuando los padres se separan, tienen mucha prisa para volver a ser felices. Intentan que el tiempo pase rápido, mientras que los hijos tienen la idea opuesta: que vuelva a atrás o que se pare para que papá y mamá vuelvan a estar juntos. La entrada a la nueva familia se produce yendo en sentidos diferentes. Por eso no hay que romper la historia del niño, si se le deja asumir su propia historia, podrá integrarse en esa nueva estructura".
Todo aquel que tenga intención de reagrupar su familia debe tener en cuenta que los pequeños, al vivir en dos mundos diferentes, van y vienen con una carga emocional enorme. Quien tiene la custodia les aporta peso emocional y, a veces, culpa. Además, los chicos que ven cada 15 días a los padres, tienen el terrible problema de que se les obliga a elegir. No es raro que el hijo le diga a quien tiene su custodia que ya no quiere ir a la otra casa, porque "está cansado". "De lo que se cansa es de ir con la mochila cargada emocionalmente –apunta Nora–. Hay una idea errónea: que por ser niños ya son felices y eso es absurdo. Todos sufren tras el divorcio y tardan años en rearmar su mundo emocional, con eso de que 'se adaptan' se les expone a un sobreesfuerzo: en una casa come lentejas y en otra en restaurantes; en una viste de mercadillo, en la otra de marca. Viven en realidades tan distintas que les puede producir una neurosis".
DIFERENTES REGLAS. Aunque comparten muchas cosas, en casa de Jordi y Carol no se cría a los niños exactamente igual que en la de la madre de Ton y Jana: "En cada casa hay distintas reglas. A veces nos dicen que "en casa de mami vimos una peli hasta tarde", pero lo dicen bajito porque saben que eso no cuela aquí, que aquí se acuestan a las 8.30; saben qué rutina tienen en una casa y en la otra", explica Carol. El buen rollo entre las madres también es importantísimo para mantener este equilibrio: "Cuando uno se pone enfermo, llamo a Ester y le pregunto: "¿Quieres que le de alguna otra cosa?". Si no puedo recogerlos en el cole, la aviso y recoge también a Ivo, que se ha quedado a dormir en su casa más de una vez".
Los niños, por su parte, también deben bregar con lo suyo: "Jana cuando está en casa de su madre es la niña pequeña y la mimada, pero aquí no y eso la ha hecho madurar. El que vivía el cambio brusco, de golpe y porrazo, de que de pronto llegaran dos más y dejara de ser el único, y que después lo dejaban solo es Ivo. Pero ahora está Nil y eso lo hace sentir mayor y se comporta con más responsabilidad", afirma Jordi.
Una curiosidad: Jordi, Carol y Ester son fisioterapeutas. "¿Alguno quiere ser médico?", pregunto antes de irme a los pequeños: "¡Yo no, yo no!", contestan al unísono. Quieren ser "caballero", "princesa" y "arreglatodo". Estos hermanos parecen llevar una mochila muy ligerita. La psicoanalista y experta en terapia familiar Magdalena Salamanca recomienda, por su parte, empezar porque los miembros de la nueva familia acepten sus diferencias: "No comparar, aunque resulte difícil". Según la especialista, cuando se fuerzan las actitudes "para ser lo que no soy", se pueden provocar trastornos en uno mismo y en los demás. Así que, "lo más importante es tratar la realidad con normalidad, sin exigencias ni obligaciones imposibles de cumplir". Para Salamanca, también está claro que la ayuda profesional es un recurso a tener en cuenta: "Nadie nos enseña a vivir, a afrontar los cambios que se nos presentan en la vida. Acudir a un especialista evita complicaciones innecesarias, sobre todo en el entorno familiar donde los vínculos afectivos son mucho más intensos y determinantes".
SIN MANUAL DE INSTRUCCIONES. Cómo hacer que una familia reagrupada funcione mejor.
Una familia reagrupada es como una máquina nueva que viene sin manual de instrucciones: siempre habrá sorpresas y hasta podemos llegar a tener la sensación
de que hay piezas que sobran o faltan. Para Mireia Orgilés, psicóloga y catedrática de la Universidad Miguel Hernádez, lo más importante es que "los padres aprendan a resolver adecuadamente los conflictos". Según esta psicóloga, lo primero que hay que tener en cuenta es ayudar a los niños a superar el hecho de que sus padres no volverán a ser pareja. En segundo lugar, es preciso establecer claramente los roles en la nueva familia: "Sobre todo, cuál es el papel de la nueva pareja, a la que deben introducir poco a poco en la vida de los niños y, ojo, antes de convivir con ellos". Finalmente, para Orgilés, cuando existen hijos por ambas partes es importante organizar actividades conjuntas entre ellos, para que se conozcan poco a poco. Aunque no es menos crucial que los padres compartan con sus hijos un tiempo exclusivo sin que su nueva pareja esté presente, para prevenir la sensación de pérdida.
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